El presente trabajo es un acercamiento al concepto de g�nero, sus antecedentes hist�ricos. Adem�s permite reflexionar a partir de criterios y posiciones de dos personalidades de la cultura y la ciencia cubana con respecto a la igualdad de g�nero, espec�ficamente a la tem�tica del acceso de las f�minas a cargos de direcci�n en las altas esferas. Sirva tambi�n de reconocimiento a esa gran mujer de la ciencia y la t�cnica en Cuba: Rosa Elena Sime�n Negr�n, ejemplo de entereza y dulzura, quien batall� contra las adversidades hasta el �ltimo aliento. Su nombre quedar� por mucho tiempo en el mundo como huella a seguir en la batalla para alcanzar la verdadera equidad de g�nero. "�Yo tuve una educaci�n sexista. Mis padres no me dejaban jugar, ni siquiera estudiar con mis hermanos; aduciendo que las hembras no eran iguales, y lo que hac�a un macho bien estaba, pero con las ni�as era diferente�" La confesi�n hecha al calor de un comentario entre amigas motiv� el tema de este trabajo, pues si bien ya hoy en d�a resultan cada vez menos los padres que promueven una crianza y educaci�n diferenciadas para su descendencia de uno y otro sexos, todav�a subsisten criterios y concepciones que lastran el sentido igualitario que debe regir a la hora de educar a nuestros hijos e hijas. Los objetivos de este trabajo se centran fundamentalmente en realizar una revisi�n hist�rico- conceptual sobre g�nero y reflexionar a partir de criterios y posiciones de personalidades cubanas con respecto al tema de la igualdad de g�nero, haciendo �nfasis en el acceso de las mujeres a cargos de direcci�n. Durante siglos la cultura occidental se ha asentado entre otros en el principio que las mujeres son diferentes de los hombres, inferiores y "dependientes", sustentado adem�s en el criterio arraigado de la mujer como sexo d�bil y el hombre ser fuerte y agresivo. Esta forma de pensamiento lleg� a convertirse en un modo de conducta y cre� determinados estereotipos. Desde la antigua Grecia ya se les asignaba a los dioses las cualidades masculinas de fuerza y vigor y a la mujer la belleza, la sensualidad, adem�s de ser pasivas. Sin embargo hoy estamos en condiciones de pensar que no son los factores biol�gicos los que limitan la participaci�n de la mujer, sino que son factores socioculturales los que est�n incidiendo con gran fuerza. En todo el siglo xx la participaci�n social de la mujer ha ido creciendo, interviene en el mercado laboral, lo cual ha permitido ganarse un espacio y sumarse a un movimiento reivindicativo en busca de mejor�as y garant�as sociales; adem�s del derecho ganado de participar en la pol�tica y ascender a cargos p�blicos, y en especial la lucha por el derecho a decidir sobre su condici�n de gerente de la conservaci�n de la especie humana. El desarrollo industrial permiti� la entrada de la mujer en la din�mica pol�tico-administrativa y cre� una visi�n diferente que rompe viejos paradigmas sobre su participaci�n en la vida social. Algunos autores de los Estados Unidos comenzaron a utilizar el t�rmino de g�nero en lugar de sexo para designar las dimensiones psicol�gicas, culturales y sociales de la masculinidad y la feminidad, y mientras que sexo se utilizaba para designar las distinciones dicot�micas entre hombres y mujeres, basadas en las caracter�sticas fisiol�gicas que est�n determinadas gen�ticamente. Por consiguiente las diferencias entre sexo y g�nero estaban destinadas a clarificar lo biol�gico frente a lo cultural. Esto ocurri� hace m�s de 25 a�os, aunque el t�rmino de g�nero ha sido definido de varias maneras: El g�nero se refiere a los s�mbolos de la cultura, conceptos normativos, factores institucionales y representaciones sociales que modelan la subjetividad de mujeres y hombres, los cuales se construyen en el proceso de socializaci�n y educaci�n a trav�s de las relaciones de poder. Por lo tanto este concepto puede ser: RESUMEN:
INTRODUCCI�N
Ann Hall (1990) estima que hoy al menos en las ciencias sociales, el g�nero parece ser ampliamente abordado como un constructo social desde el que se puede analizar tanto el comportamiento de los hombres como el de las mujeres.
En los �ltimos 30 a�os se observa un inter�s cient�fico considerable en el estudio de las diferencias y similitudes entre los sexos y su relaci�n con el g�nero. Ello por varias razones, en primer lugar, las distintas creencias sobre este tema por lo que respecta a los rasgos, aptitudes y temperamento han influido grandemente, a lo largo de la historia en los sistemas sociales, pol�ticos y econ�micos. En segundo lugar, han surgido hace aproximadamente 20 a�os criterios y mentalidades que contravienen los viejos postulados y distinciones entre ambos sexos. Por ejemplo: en 1981 ya m�s de la mitad de las mujeres norteamericanas trabajaban fuera del hogar. Hoy se ha popularizado la moda unisex en los peinados, las ropas y los adornos accesorios (aretes, collares, pulseras, etc). Incluso la condici�n anat�mica ha dejado de ser inmutable en virtud de los logros de la cirug�a de cambio de sexo. Por �ltimo, el movimiento feminista ha llevado la atenci�n de la opini�n p�blica a parcelas donde la discriminaci�n y el machismo eran patentes y ha librado batallas en pro de la igualdad sexual.
Como resultado de estas tendencias, las actitudes tradicionales hacia las diferencias de sexo, los h�bitos de crianza de los ni�os, la masculinidad y feminidad, y el concepto de lo que es o no socialmente �adecuado� referido a la conducta asignada al rol sexual o de g�nero; han experimentado considerables cambios. Buen n�mero de los j�venes adultos de nuestros d�as se han educado en el seno de familias que han inculcado en sus hijos una actitud progresista hacia los roles sexuales o que han pugnado por romper los estereotipos mentales. En consecuencia, hoy coexiste todo un espectro de tipos de socializaci�n desde los modelos conservadores hasta las manifestaciones m�s avanzadas.
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