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Los imaginarios de Internet: una aproximación crítica a los discursos hegemónicos en el ciberespacio

Partes: 1, 2, 3

    1. Abstract

    En el presente trabajo se pretende indagar sobre los diversos imaginarios sociales que han inundado Internet desde sus comienzos. Especialmente nos centraremos en los diversos imaginarios acerca del concepto de democracia, analizando el significado y su plasmación en la práctica político social de las diversas dimensiones de la democracia que hemos considerado como relevantes, tales como la igualdad, la libertad o la participación. Los diversos imaginarios se han delimitado a partir de la existencia de distintos discursos que pueden diferenciarse entre sí tanto en su teoría como en su práctica social, así distinguiremos el imaginario de los Hackers/universidad, el mercado, los novísimos movimientos sociales y el Estado. Finalmente estableceremos una comparativa entre las dimensiones de los diferentes discursos para concluir con una serie de ideas para posteriores investigaciones en esta línea.

    Palabras clave· ciberespacio · democratización · hacker · historia social de internet · internet

    2. Introducción

    Los discursos en torno a Internet, en su condición de avance tecnológico capaz de superar barreras espacio-temporales en el plano del intercambio de la información, suelen centrar su atención en las potencialidades comunicativas de la nueva herramienta al servicio de ser humano, la más espectacular puesta, a día de hoy, a disposición del ciudadano de a pie.

    Se enfatizan sus desarrollos en el área que lo universalizó, la esfera económico-financiera, en torno a la posibilidad de efectuar transacciones en tiempo real en cualquier punto del globo y con aplicaciones que inciden certeramente en la propia organización del mundo económico, hasta el punto de llegar a generar nuevos modelos de gestión de la producción y de articulación del ámbito laboral: la New Economy. Asimismo, se destacan sus efectos en la arena de las relaciones interpersonales –sin necesaria mediación afectiva o profesional previa-, con usos que rondan el 90% de las intervenciones sobre Internet centrados en el ocio y el intercambio: chats, correo electrónico, weblogs. Por parte del Estado, los desarrollos criptográficos, unidos a las constatadas reducciones de costes para la ciudadanía que supone la posibilidad de realizar desde casa determinadas gestiones ante lo público, abren la puerta a experimentos, destinados a facilitar la interacción entre la ciudadanía y los poderes públicos, como el voto electrónico o la ventanilla única digital.

    Finalmente, los usos políticos de las Nuevas Tecnologías por parte de los movimientos sociales de última generación suponen la entrada en escena de nuevas formas de usos políticos de las NTIC[NOTA]1), en los que las posibilidades de coordinar eventos y contrastar informes entre grupos en un amplio espectro geográfico contribuyen decisivamente a la articulación política de discursos, estructuras organizativas, modelos de tomas de decisiones y estrategias de acción colectiva, entre otros.

    Sin embargo, la consideración de que, como herramienta que es, Internet pasa por un soporte ideológicamente neutro que facilita pulsiones comunicativas, nos conduce a un engaño levemente soportable en usos domésticos de las NTIC, pero fuera de cuestión en un análisis politológico-sociológico del área que abordamos.

    Ninguna creación humana, en cuanto tal, está desprovista de connotaciones y denotaciones con implicación política, con sentido ideológico (sea éste de permanencia, de continuidad, de transformación absoluta o parcial); el mero hecho de plantearlo supondría mantenerla esterilizada y fuera del control del hombre, lejos del mundo social. Cuando, como es el caso, una herramienta muta en sus imaginarios enmarcadores, en los que encuentra nuevas aplicaciones y desarrollos.

    Sin embargo, las valoraciones de estas aplicaciones concretas de tecnologías a diferentes esferas de la vida cotidiana (occidental) justifican la forma y el fondo de la Red como si se tratara de un simple dispositivo técnico, un conjunto de cables. Internet, horizontal, descentralizado, desterritorializado, parece las plasmación técnico-política de una utopía, de un falansterio. Desdibuja sus centros de poder y los dispersa. Una tecnología amable, políticamente correcta.

    Pero nada debería hacernos pensar que éstos desaparecen. Como ha dicho algún autor, la Red es el panóptico: un sistema de control visible, aparentemente transparente, sin que lleguemos a saber quién vigila desde la torre.

    Tres son las grandes instituciones que centralizan parte de la estructura de poder en Internet: la ICANN[NOTA]2), la ISOC[NOTA]3) 3y la IETF[NOTA]4). Los servidores de algunas de ellas son cruciales para el mantenimiento físico de la Red; si se apagaran, caería. Internet no es, por tanto, un ente inmaterial que carece de estructura física y de decisores claves; es, en gran medida, lo que alguien ha decidido que sea. Por ello, el sentido último del que se dota a la Red aparece ineludiblemente mediado por lo que es, y, además, por lo que se hace con ella y en qué contexto, sin que podamos decir que los usos concretos de cada fase neutralicen los rasgos previos e iniciales.

    En concreto, Internet es un producto del mercado y por ende, funcional al sistema que lo sustenta. Cuatro son los grandes imaginarios correspondientes a las cuatro esferas de la realidad en las que la Red ha llegado a convertirse en lo que es:

    -el mundo militar, donde se gesta, en torno a la década de los sesenta y con aplicaciones destinadas a conectar nodos investigadores del Ejército americano, y a descentralizar el archivo de fondos militares, convirtiéndolos a la vez n reductos seguros frente a un ataque nuclear. Un escenario de Guerra Fría, donde la seguridad y la privacidad son las prioridades técnicas. Desde el punto de vista político, la eficiencia en la gestión de la información y la búsqueda de garantías en lo que compete al orden público (seguridad nacional en el exterior), ponen el énfasis en los deberes de los poderes públicos y en la distancia silenciosa de la ciudadanía. Un mundo elitista y secreto, que exporta sólo cierta obsesión por protocolos seguros.

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