Resumen
Este ensayo tiene como propósito, hacer un acercamiento a la cinematografía cubana con el tema migratorio antes de los años 90, en él se resumen aquellos filmes que de una manera o de otra se aproximan a este fenómeno tan censurado en esta etapas en Cuba, Las doce sillas (1962), Desarraigo (1965), Un día de noviembre (1972) se acercaron a este asunto.
Los Sobrevivientes (1978) y Polvo Rojo (1981) lo enfrentan como subtema; mientras que Memorias del Subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea y Lejanía (1985), de Jesús Díaz, son los únicos que se atreven a abordar este fenómeno como tópico central.
Con esta última película se cierra el ítem de la emigración en el cine cubano de este período y no volvería a aparecer hasta 1990, fecha en la que los profundos cambios sociales determinarían una nueva forma de enfrentar el fenómeno por nuestra cinematografía nacional.
Muchos años después de aquel bienaventurado 1910 en que Enrique Díaz Quesada exhibiera Criminal por obcecación se logró crear una institución que proyectaría un cine verdaderamente nacional, o lo que es lo mismo que se alejaría de aquellos folklorismos que nos situaban en la triste dimensión de isla tropical: exportadora de tabaco, rumba y mulatas.
La despersonalización en la cinematografía de esa etapa evidencia la ausencia de un legítimo cine cubano. Por lo tanto, "lo mismo podía reclamarse el crédito de su paternidad en México que en Ecuador, en China que en París". Esta circunstancia cambia con el surgimiento del ICAIC, institución que se funda unos días después del triunfo revolucionario por todos aquellos que quisieron afrontar el desafío de mostrar la posibilidad de lograr una cinematografía verdaderamente artística.
Es imposible analizar el resultado de las primeras producciones después del 59 sin tener en cuenta la apoteosis revolucionaria que arrastró en una especie de histeria colectiva a todos los cineastas que – graduados de escuela o no- se hicieron cargo de la industria (ahora estatal). La Revolución necesitaba hacer transformaciones en todos los órdenes sociales para la conformación del hombre nuevo. El cine, como arte al fin, era y es una poderosa arma ideológica para este gigantesco propósito.
Pero este sueño -la creación de la nueva sociedad– lo intentaron destruir porque desde sus inicios fue un problema para los vecinos del norte. A partir del triunfo revolucionario se estableció un estado de alerta contra la agresión norteamericana. Y es esta una de las principales causas de las censuras que han devenido inconveniente para la libertad creativa de nuestros realizadores. La coyuntura ideológica por la cual atravesaba el país no permitía que se exhibieran filmes que pudieran provocar interpretaciones que menoscabaran la obra revolucionaria.
La escasa alusión a la emigración en la cinematografía nacional se nos hace evidente al contabilizar las películas que más se acercaron a este asunto hasta 1990. Con excepción de Las doce sillas (1962), Desarraigo (1965), Un día de noviembre (1972) y otras que presentan la problemática de manera tan ligera que no le dedicaremos atención en este ensayo; son Los Sobrevivientes (1978) y Polvo Rojo (1981) quienes lo enfrentan como subtema; mientras que Memorias del Subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea y Lejanía (1985), de Jesús Díaz, son los únicos que se atreven a abordar este fenómeno como tópico central. De este modo, coincidimos con Desirée Díaz en que el tema de la emigración, anterior a 1990, se puede entender como un "punto de fijación", es decir, que el mismo aparece de forma tentativa en algunos filmes, pero sin encararlo directamente, pues "aunque había interés por registrar el fenómeno, no estaban dadas todavía las mejores condiciones para el análisis más desprejuiciado del asunto donde estaban implicadas muchas emociones y laceraciones, y donde casi todo el mundo necesitaba verse reflejado, en un intento de legitimación de las posturas asumidas en determinado momento"
Por otro lado, varios documentales se aproximaron al tema, pero el más significativo fue el del propio Jesús Díaz, 55 hermanos, en el que aparecen las experiencias vividas por la brigada Antonio Maceo, conformada por cincuenta y cinco jóvenes que visitaban la isla por primera vez después de haber sido expatriados por sus padres creyendo estos que les iban a quitar la Patria Potestad y sus hijos serían mandados a la antigua URSS.
Con Memorias del subdesarrollo (1968) el cine cubano alcanza no sólo su mejor película, sino uno de los más completos análisis con respecto a la emigración y lo que se conoce como "exilio interior", especie de encierro en sí mismo que experimenta un individuo que se desenvuelve en una realidad que le es completamente ajena. Es el primer filme cubano que aborda la emigración como temática central.
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