Las imágenes de la fiesta donde se toca la desaforada música de Pello el Afrokán, son las que simbolizan la no inserción del protagonista del filme, Sergio, en la "marea de su pueblo". Este asiste al baile, "pero es incapaz de insertarse en la corriente general de despreocupación, relajamiento, descarga, alegría y violencia" que esta implica.
La visión escéptica que tiene este intelectual de todas las transformaciones que están ocurriendo en el país a raíz de la toma del poder por los Rebeldes lo hacen encerrarse en su propio mundo interior. En los pocos intentos que hace por aproximarse a la realidad: ya sea desde de su telescopio o en sus paseos por la ciudad, o desde la relación que establece con algunas mujeres -únicas personas con las que se mantiene en contacto- son para sentenciar que: "Todo el talento del cubano se gasta en adaptarse al momento. Y siempre necesitan que alguien piense por ellos". Ejerce así una crítica severa acerca de todo lo que le rodea.
El único escape a ese estado de ánimo es la evocación del pasado y su encierro en el apartamento. Lo mejor de su vida le ha ocurrido en un pasado lejano: haber conocido a su amigo de infancia que se fue para los Estados Unidos, y a Hanna, la mujer de su vida, que por supuesto no es cubana, sino europea. El apartamento es el único sitio que no ha sido modificado por la Revolución y le sirve para aislarse de todos los cambios que se han producido en la ciudad, ya sean los carteles, las vallas, o las manifestaciones. Él se mantiene en una especie de exilio autoimpuesto en su mismo país, que lo separa del sistema establecido por la imposibilidad del diálogo con este.
Pero Sergio no es sólo un personaje. En él se individualizan fenómenos que conforman la situación del período. Se identifica con la isla cuando teclea en su máquina de escribir: "Todos los que me querían y estuvieron jodiendo hasta el último minuto se fueron". Esa burguesía parásito que quería a Cuba y que la estuvo explotando, efectivamente, hasta el último minuto sí se ha ido, pero intentará regresar pronto para recuperar su anterior estatus.
Siempre que Sergio asiste a las despedidas- ya sea a la de sus padres y esposa, o a la de su amigo Pablo- se siente parte de un ritual forzoso que no por incómodo es indispensable para el mejoramiento de su vida: "Es bueno verlos partir, como si me los sacara de adentro". De allí su indiferencia en el aeropuerto. Así vemos la contraposición entre el rostro de Sergio, y el sufrimiento de todas las personas que están grabadas en segmentos de documentales que se insertan en esta parte del filme, que sí denotan lo traumático del asunto.
Él ve toda esa deserción como la inhumación del antiguo régimen: "La Revolución, aunque me destruya, es mi venganza contra la estúpida burguesía cubana… contra los cretinos…" Por ello, cuando ha regresado del aeropuerto y se encuentra en el balcón de su casa, saca el pajarito muerto de la jaula, lo lanza y observa su caída pronunciando: "Es la hora de partir", burgueses estúpidos, -le faltó a los versos bellos del poeta. "Todo en ti fue naufragio", se lo indica a esa clase burguesa que también luchó por mantenerse en el poder, pero que finalmente huyó ante la derrota, porque de lo que no nos queda duda es que el triunfo de la Revolución produjo de facto el destierro de muchas personas que ya no tendrían cabida en el nuevo sistema.
El personaje transita sin saber lo que quiere, pero al menos reflexiona acerca de lo que no quiere. "Me doy cuenta de que Pablo no es Pablo sino mi propia vida. Todo lo que yo no quiero ser". Por eso tal vez decide no abandonar el país, no porque se sienta responsable de las nuevas transformaciones sociales, sino porque no se permite seguir formando parte de esa clase que detesta y de la que al fin emergió gracias a la depuración que provocó el éxodo masivo de enero de 1959.
En una de las escenas de la despedida de Pablo, en que este está dentro de la sala de espera y trata de comunicarse con Sergio, se da cuenta que es imposible a través del cristal "No nos entendemos" piensa Sergio, y también lo piensa el país. Y es que el Pueblo que conocemos por La Historia me Absolverá no podría entenderse con todos aquellos cretinos que nos condenaron al subdesarrollo.
En Los sobrevivientes no se supera el conflicto migratorio planteado por Memorias… El exilio autoimpuesto por la definitiva incompatibilidad con las circunstancias históricas del momento no sería superado sino hasta años más tarde con Madagascar, de Fernando Pérez.
Esta familia, que no quiere abandonar su aristocrático modo de vida, prefiere encerrarse en su mansión, para no ceder ante las transformaciones que demanda el momento histórico. Lo que la diferencia de Memorias… es que Sergio sí toma conciencia del desafecto que siente por los de su clase, y en su "inxilio" se aleja de ellos y de la naciente Revolución.
Polvo Rojo (1981), película que nos presenta alguna de las dificultades que necesariamente debe resolver el nuevo sistema para instaurarse, cuenta los desafíos que tuvieron que enfrentar unos guerrilleros recién bajados de la Sierra para echar a andar una potente industria niquelífera, que había sido desmontada por los norteamericanos, antiguos dueños de la misma.
En el filme aparece el tema de la emigración cuando varios de los trabajadores de la fábrica –ante el ofrecimiento de dichos propietarios- tienen que decidir entre irse o quedarse; mostrando así el trauma que trae consigo el abandono del país, que no es sólo el desarraigo cultural, la pérdida de ese espacio que concebimos como parte esencial en nuestras vidas, sino la fragmentación de la familia, "célula fundamental de la sociedad".
La película expone algunas de las visiones que prevalecieron en aquellas personas que al principio de la Revolución optaron por abandonar el país: las que se van porque no les interesa formar parte de los cambios que se llevaban a cabo en aquellos inicios, o las que emigran creyendo que en tres meses regresarán a Cuba como dijera en la fiesta de despedida Néstor, el marido de Fabiana, o las que se dejan arrastrar por las circunstancias, sin hacer conciencia de la magnitud del asunto, sin conocer siquiera el país receptor (tal es el caso de Fabiana que pregunta si en Miami hace frío).
El trauma que provoca la emigración está reflejado, principalmente, en los personajes de Fabiana y José. Ella quiere irse, y también llevarse a sus hijos. José (antiguo esposo), Sargento del Ejército Rebelde, reclama el derecho sobre estos.
Es válido señalar que los dos personajes no han sido caracterizados con el justo equilibrio. Es evidente la falta de madurez para enfrentar el tema aún en esta época. Mientras que José es un hombre de principios, seguro de lo que quiere, buen padre, que luchó por derrocar la tiranía batistiana, y es una de las principales figuras en la organización del nuevo sistema; Fabiana es presentada sin ningún mérito personal, mujer fácil de influenciar al punto de asumir como verdad irrebatible la necesidad de emigrar porque si se queda con el nuevo gobierno le quitarán la Patria Potestad.
Cabría preguntarse si todas las personas -mujeres en este caso- que se expatriaron, que no eran ni batistianas, ni propietarias de algún negocio, se podrían identificar con el personaje de Fabiana.
Sin embargo, Polvo Rojo tiene el mérito de haber sido una de las pocas cintas que trató la emigración antes de los 90. Frases como que "en los Estados Unidos nunca sabrás si se metió a puta o a mecanógrafa, y nunca, nunca, vas a volver a verla", o "tu mamá es como si se hubiera muerto" son testimonios fieles de la imagen que se tenía del que partía en aquellos inicios.
Lejanía (1985) es el segundo largometraje de ficción que tiene como tema central la emigración. Si Polvo Rojo nos propone el conflicto del que parte, ahora Jesús Díaz nos muestra el regreso de ese que se fue dejando a su familia en la Isla.
El principal trauma del que retorna es creer que su lugar de origen quedó congelado en el tiempo. Por ello, a Susana le cuesta trabajo aceptar a la mujer de su hijo, de "su niño", porque él era apenas un adolescente de dieciséis años cuando ella partió. Por otra parte, repite constantemente: "mi casa", "mi vajilla", "mis muebles", hasta concluir que faltan tantas cosas como la comunicación madre-hijo que se ha perdido por los años de ausencia.
Para Ana, la prima de Rey, el contacto con su pasado es diferente aunque no menos doloroso. Para comprender este personaje, el mejor y más completo de toda la historia, debemos recordar el documental que realizara el propio Jesús Díaz, cuando plasmó las experiencias vividas por los protagonistas de la Brigada Antonio Maceo, víctimas de la bárbara operación Peter Pan. Ana representa a uno de esos jóvenes que un día, sin saber por qué, llegó a Nueva York y al volver a La Habana, continuó sintiéndose extranjera para siempre.
Entre Ana y su primo se establece una perfecta comunión. Una de las escenas más conmovedoras del filme es cuando juntos llegan a la azotea y ella reconoce (se reconoce) la ciudad. Allí recuerdan su infancia que tan cercana parece ahora. Ella le recita el poema de la Casal y cuando él le dice que son bellos, ella le responde que no, que son horribles, pero que él no puede entender ese horror, el horror de tener dos patrias y no pertenecer a ninguna, porque ahora no es completamente habanera, pero tampoco es neoyorkina. Esa ambigüedad que no te deja definir la nacionalidad, que te deja sin sitio al cual pertenecer se plantea en los inicios de la película cuando Susana le dice a Ana que ella ni en el extranjero se porta bien y Ana, con asombro, le pregunta que si Cuba es el extranjero.
La tragedia también ha marcado a Rey y su padre: luego de la separación comienzan a beber, sienten la necesidad de no estar sobrios para no asumir: -en el caso del padre- que el espacio al cual perteneces se ha perdido, -y en el caso de Rey- la soledad que provoca la ausencia de los seres que pertenecen a ese espacio. De allí las soluciones que el mismo filme refleja: la incorporación de nuevos miembros familiares que sustituyan el vacío provocado por el abandono de otros.
Si bien es cierto que la cinta introduce una visión más despejada de tabúes con relación a los que partieron y que ahora regresan, no lo logra con los que se quedaron y padecieron ese abandono. Para el director no hay términos medios. La solución que Jesús Díaz ofrece al conflicto entre Reynaldo y su madre, o lo que pudiera ser lo mismo, entre la Revolución y el que emigra, no logra despojarse de extremismos y prejuicios: Rey se va para una movilización en Moa, no sólo por el alto sentido del deber que lo caracteriza, sino porque luego del reencuentro con su madre no fluctuó el diálogo. Y es que la lejanía no radica en la distancia, sino en la incomunicación que se instaura cuando hay un muro infranqueable de rencores e incomprensiones.
Con Lejanía se cierra el ítem de la emigración en el cine cubano de este período y no volvería a aparecer hasta 1990, fecha en la que los profundos cambios sociales determinarían una nueva forma de enfrentar el fenómeno por nuestra cinematografía nacional.
Autor:
Profesor Lic. Medardo Basulto García
Medardo Pedro Basalto García, 24 de Noviembre de 1968, graduado de la escuela provincial de arte " José Joaquín Tejada" Santiago de Cuba 1985, Licenciado en Historia del Arte Universidad de Holguín 2000, Licenciado en Artes Plástica, Instituto Superior Pedagógico Camaguey 2005, post grados en informática, didáctica, investigación, interpretación de textos filosóficos y científicos, pedagogía, ingles, ciencia, tecnología y sociedad, psicología educativa, español, historia de Cuba y Universal, maestrante en ciencias de la educación superior.
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