En el 2006, me enteré de que el Dr. Ramón Gallegos Nava ofrecía la Maestría en Educación Holista, a la que me inscribí en el mes de junio, con el propósito de conocer con profundidad el Modelo Holista de Educación y llevar a la práctica todo aquello que estuviera a mi alcance, y puedo decir a la fecha, que ha sido una experiencia maravillosa que me ha permitido en primera instancia, conocerme más a mí mismo, para poder entender mejor a los demás, lo cual considero como un factor indispensable para entender a quienes me rodean en forma general y en particular a mis estudiantes.
He aprendido que el punto de partida para la transformación de la educación, no es tanto la abundancia de recursos económicos, ni de infraestructura, ni los estándares de calidad al estilo de las fábricas, sino, de forma esencialmente importante: la transformación del educador, que no puede ser sustituida por ningún recurso, ni siquiera por la alta tecnología de la información y la comunicación, pues ésta, no es capaz de generar sentido ni significado para las experiencias de aprendizaje.
Con ella, a lo mucho, se puede lograr el desarrollo de algunas habilidades para el trabajo y, el trabajo en sí mismo, no representa el significado de la vida, si en él ni siquiera se tiene conciencia de la interdependencia que existe entre lo que hacemos y la armonía necesaria para la supervivencia de nuestra especie y la evolución del Kosmos.
Los conceptos de integridad e integración en la educación, adquirieron para mí un nuevo significado desde el primer semestre de la Maestría. Antes de esto, como profesor, me veía como un agente externo del proceso, como alguien que desde fuera estimula el aprendizaje de los estudiantes, como si yo estuviera seguro de lo que ellos debían aprender e interpretar de la misma manera.
Llegué a entender que yo no estaba fuera, que era parte de una comunidad que aprende, me diera o no cuenta de ello, y que, esa integración dentro de esa comunidad, solo podía experimentarla si lograba mi propia integración como individuo, es decir, como ser no dividido.
De lo contrario, mis propios traumas desintegradores, como mis preconceptos, preferencias, creencias, actitudes ante la vida, aversiones, formación reduccionista, etc. me limitarían en mayor o menor grado para ver y entender a mis estudiantes como realmente son y ayudarles a reflexionar para que se conozcan a sí mismos. Escuchar sin rechazar y dialogar para discernir, han sido dos aprendizajes clave, fundamentales en el diálogo holista, que sé no he adquirido aún con la profundidad que quisiera, pero que trato de tener en la conciencia y aplicar, cada vez que se presenta la oportunidad. He llegado a entender su enorme importancia para el desarrollo de la conciencia plena y plena presencia del educador holista.
Antes de la Maestría, estaba de acuerdo con que el desarrollo sustentable, es, como lo definen las organizaciones mundiales, la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras, lo cual parece lógico, con una lógica fundamentada en premisas reduccionistas y simplistas. Ahora entiendo que el verdadero desarrollo sustentable, depende de la sustentabilidad y sostenibilidad en el interior de cada individuo, lo cual se manifiesta en su integridad y en su integración con todo, es decir, en su sentimiento de unidad con el universo, que es uno de los valores espirituales más elevados, puesto que este sentimiento lo hace tomar conciencia de la interdependencia de todo con todo, desde la partícula más pequeña concebida por la mente humana, hasta el organismo más complejo, sabiéndonos parte de la misma esencia.
La sociedad es la causante de la destrucción y de la aniquilación, porque las personas que la conforman, se sienten separadas y por encima de la naturaleza y pretenden de igual manera, situarse por encima, tener poder sobre las demás criaturas de su misma especie y de otras especies, en vez de saberse complementarios. Los paradigmas tradicionales, no permiten comprender el valor de la diversidad en la trama de la vida y de la evolución, y lo que no entienden por la vía del cientificismo, simplemente lo niegan, como si no existiera, pero no por eso deja de existir, de tal manera que las consecuencias de nuestros pensamientos y nuestras acciones, finalmente se manifiestan, en la falta de sostenibilidad y la tendencia a la aniquilación. Solo con individuos integrales podremos tener un mundo sustentable, sostenible y en el camino de la evolución de la conciencia universal.
Sin embargo, a pesar de los fuertes condicionamientos generados por la educación reduccionista, la tendencia a la integridad, al reencuentro con nuestra espiritualidad, es inmanente, es parte de nuestra esencia, y al margen de las situaciones formales derivadas de los patrones culturales de la separatividad y las jerarquías, en los seres humanos existe la tendencia y la necesidad interna de la unidad y la armonía.
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