Al referirnos al imaginario social, nos apoyaremos en lo que nos deja entender Esther Díaz y lo que relacionaremos a nuestra problemática. Debemos definirlo como el producto de una compleja relacion entre discursos y prácticas sociales, manifestado en lo simbólico y en las acciones de las personas. De esta fusión entre discursos y prácticas surgen los valores, de esta manera creamos parámetros para actuar y juzgarnos, ideas de lo que está bien y lo que está mal, de lo que es lindo o feo. Es decir que funciona como un marco que flota en la sociedad y es aceptado como regulador de las conductas.
Si trasladamos esto a la problemática que abordamos claramente podemos distinguir la importancia que posee este mecanismo a la hora de regular y generar valoraciones sobre las conductas y los posibles roles de los individuos en una sociedad. Para continuar con nuestro trabajo debemos definir o comprender el significado de "sujeto" en una sociedad.
Un individuo es una persona que comparte un sistema simbólico con otros seres humanos, un lenguaje articulado. Este lenguaje está formado por palabras que tienen significados. En la conformación de nuestro "yo" (persona entendida como un ser que interáctua con otras) inciden sobre nosotros el entorno, evidentemente otras personas como la familia y los amigos y por último pero no menos importante el lenguaje.
Nuestro "yo" es también un ente histórico. Ser histórico significa que estamos "sujetados" a las prácticas sociales de del tiempo. Significa estar inmerso en un sistema de valores y supuestos de una tradición cultural. Sujeto, entonces, lo podemos definir como el individuo humano en su dimensión social, en tanto está sujeto a las prácticas sociales y a los discursos de su época.
Si comprendemos entonces el significado de "sujeto" evidenciamos la relación directa que existe entre la división de los sexos, con la oposición entre lo masculino y lo femenino, y la incidencia de las prácticas sociales en la conformación de la identidad del sujeto en la sociedad. Es decir en otras palabras que el imaginario social influye sobre las conductas de los individuos por estar "sujetos" a las prácticas y discursos sociales androcéntricos.
Un sujeto en nuestra época es aquel que avala y se apoya en ese sistema de parámetros, en nuestro caso la división genérica, para actuar y vivir en nuestros valores actuales, recordemos que los discursos y valores no son los mismos en diferentes épocas.
Es así como se construyen discursos y conductas que legítiman y ratifican esta dominación masculina en todos los planos de la sociedad. La utilizacion de un lenguaje como el nuestro, que se basa en el principio androcéntrico, forma también una brecha simbólica irreversible a tal punto. Algunos claros ejemplos de cómo la relacion entre el valor cognitivo y el significado real de una serie de palabras contribuye a que dicha dominación sea vista como un orden natural de las cosas a través de la puesta en práctica del lenguaje androcéntrico en los discursos. No olvidemos que Esther Díaz menciona que la eficacia de los discursos no existe sin estar avalados por las prácticas.
Uno de los ejemplos que se pueden mencionar y que conducen a una representación muy negativa del sexo femenino puede ser el acto sexual visto como una relación de dominación que revela prácticas y representaciones pensadas como una forma de posesión. Con respecto al acto sexual Bourdieu nos dice que si la relación sexual es vista como una relación social de dominación es porque se constituye a través del principio de la visión fundamental entre lo masculino, activo, y lo femenino, pasivo
Como dijimos anteriormente el imaginario social funciona como una idea de regulador de conductas y acciones, las cuales a través de discursos y prácticas sociales impone una división genérica y crea un modelo de sujeto en la sociedad que avala y reproduce esas prácticas desde la visión de la razón androcéntrica.
Lo que intentaremos explicar es sí el efecto de la violencia simbólica con relación a la dominación simbólica del hombre por sobre la mujer acabó con la ilusión de entablar una amistad o una relación de pares entre ambos sexos. Como sabemos la violencia simbólica según Bourdieu emerge cuando los dominados utilizan o ponen en práctica para percibirse o juzgarse los esquemas productos de la asimilación de su ser social. Los efectos de esa asimilación los podemos identificar en los habytus bajo formas de imposiciones, es decir que el verdadero efecto se ejerce sobre la acción propia que las mujeres realizan frente a una relación o interacción social.
Esto significa que las prácticas actuales de relación con el sexo femenino que llevamos a cabo bajo el principio androcéntrico, generan que una relación de amistad con una mujer sea vista como estrechar la mano con lo desconocido, solo en el caso de que el dominador de cuenta de una conquista amorosa por sobre los demás, esa amistad interrumpe el ciclo de equidad en términos de amistad, de tratarla de igual a igual, y comienza el ciclo de "dominación" bajo la atenta mirada de los dominadores. Es un proceso que termina por definir una bando ganador y otro que no advierte dicho proceso por estar sumergido en las tinieblas de la perpetuación de los esquemas que tiene para captar y percibir esa dominación.
Si ponemos en claro entonces que la relación entre el hombre y la mujer es aceptada como una asociación que evidencia un claro dominador sobre un enumerador solo se puede deducir que para lograr una amistad con el sexo femenino tendríamos que dejar caer la dualidad presente y ubicar a la mujer en un rol más real de sus propias condiciones. Es decir transformar esta desigualdad estructural genérica y comenzar a fundar los cimientos de una "desigualdad dinámica". Lo que queremos proponer desde este lado de la monografía es que los habytus de la mujer contribuyen con dicha desigualdad estructural a través de las disposiciones del habytus femenino (vergüenza, humillación, timidez, culpabilidad, rubor, etc) es decir que la dominación simbólica ha penetrado la barrera de los cuerpos y se adjudicó el lugar de parámetro o regulador de conducta en los dominados.
De esta manera la lectura que debemos hacer es la de romper con los efectos de la violencia simbólica, que se traduce en un reconocimiento que modela o lleva a los dominados a aceptar las estructuras que producen los hombres para poner en el rol que se deseen a la mujer. Esta transgresión en la relación hombre-mujer queda entonces como un hecho que puede ser visto mediante una nueva lógica que modele una estructura que sea compartida por ambos, es decir que transcendamos por una sociedad más justa en niveles sociales de equidad.
Podemos decir que los sujetos actuales están siendo influenciados por la red de relaciones de discursos y prácticas que el imaginario social propone, es decir que para que la condición de sujeto exista según lo que plantea Esther Díaz, debemos asistir a la operatividad de dicha división genérica. La materialidad de dichos discursos y valores la vemos en el lenguaje que utilizamos para referirnos a diferentes actividades o acciones, en las amistades o relaciones, etc.
La significación simbólica que adquieren en el lenguaje estas relaciones arbitrarias nos dan cuenta de una constante mutilación de nuestro sistema perceptivo, y una aguda asimilación en nuestro habytus por contraponer a actividades o roles en una sociedad, lo femenino a lo masculino, lo débil de lo fuerte. Esta incidencia significa que en nuestras interacciones sociales, para que una sociedad funcione es necesario ejercer un control una dominación por sobre quien acompaña, nos dialoga o simplemente se nos pone enfrente.
Esta conducta imperante la podemos atribuir al imaginario social y al hecho de que como plantea Bourdieu, la existencia de mecanismos que colaboran con esta tradición distributiva de roles, entendemos por mecanismos o instituciones, la Iglesia, el Estado, la familia. Un claro ejemplo es cuando un bebé está por llegar al mundo, los padres saturados por tal bombardeo genérico aguardan al varón con ropa de color azul y a la niña con ropa de color rosa. Un acción rápida en transformar al sujeto socialmente establecido puede resolver uno de los interrogantes planteados, es decir un cambio radical en la construcción social de los discursos y prácticas, en otras palabras, en los valores. Estos valores pueden ser transmutados, cambiados de roles si asumimos un rol diferente al actual. Las significaciones sociales provienen de una naturalización de aquellas prácticas, por lo que plantearemos un cambio de roles, que los dominadores experimenten lo que los dominados viven, al estar construido en un valor binario (0 y 1) la transformación solo estaría apuntando a cambiar solamente el rol al cual pertenece cada miembro, de esta manera los mecanismos se darían vuelta, las polaridades cambiarían y las mujeres tomarán el control.
Entendemos que lo planteado aquí es dar vuelta la cuestión, que las mujeres dominen y los hombres sean dominados, aunque parezca risueño como ha quedado demostrado, solo por una clara dominación en una interacción, es posible comunicarse, vivir y relacionarse con el mundo.
En cuanto al segundo apartado de la monografía la conclusión a la que podemos abordar es que verdaderamente los efectos de esta alteración en los esquemas perceptivos de los dominados que hipnotiza y los lleva a juzgarse bajo esa estructura imperante han producido consecuencias a tal punto irreversibles. En la sociedad que transitamos actualmente todo ha sido alienado bajo el principio androcéntrico, no solo el lenguaje ha adquirido esa articulación binaria de oposición, sino que ha trastocado los límites mismos de la racionalidad.
La simplificación en la lectura de una sociedad es un proceso que para muchos es satisfactorio a tal punto de aceptarlo sin medir las consecuencias, estos prejuicios que creamos funcionan en la medida de que hay alguien ha quien mirar detenidamente con ojos de científicos.
Una aproximación a la cuestión de entablar una amistad con las mujeres puede estar dada en lo que se planteó en la primera conclusión, solo cuando sepamos quien gobierna democráticamente la relación de dominación estará en condiciones de examinar si tal proceso es resultado de las realidades que el imaginario social representa, o solo es producto de significaciones arbitrarias.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
- BOURDIEU.PIERRE "LA DOMINACIÓN MASCULINA"
- FITTORESSI.JP "LA NUEVA ERA DE LAS DESIGUALDADES"
BUENOS AIRES 1997
- DIAZ. ESTHER " QUE ES EL IMAGINARIO SOCIAL"
- CÓRDOVA.ROSÍO "COLECCÍON PEDAGÓGICA UNIVERSITARIA 40
JULIO-DICIEMBRE 2003
Agustín Alberini
Estudiante de Comunicación Social
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