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Las joyas de la hornera (página 2)

Enviado por boni juarez


Partes: 1, 2

¡Loco! No eso no, asentó la Sra. Tezania, acariciando  su gato y mirando fijamente sin mirar, musitaba palabras poco entendibles, pero  cuando las decía, hablaba  con un tono que daba miedo, los demás invitados   solo la miraban.

 Las historias de la Hornera tenían prendidos a todos, los perros  en esa noche no dejaban de ladrar, y la neblina  espesa empezaba a calar, aun así  don Tiburcio prosiguió, muchos años después   por las riberas del río Tizón,  se  oían  escuchar cantos, alegorías, que nadie sabían de donde  provenían, especialmente en noches de luna llena, las mujeres mas  ancianas  decían que   espíritus malos recorrían esas tierras, otros decían que por que no tenían ningún templo, ninguna iglesia  la maldad recorría  en los alrededores para recoger las almas en penitencia, algunos  mas  comentaban que eran los espíritus de los aventureros  que venían por la joya de la cueva y que habían fracasado en su intento.

Curioso de  saber  en que consistía la joya de la  cueva  Táleb pregunto: ¿y si yo  busco las joyas, don Tiburcio cree que la encuentre?, como un alarido grito la Sra. Tezania, ¡la muerte!, con una mirada perdida miro sin mirar  y acariciando su gato, balbuceo, la muerte entre labios pronuncio… la muerte.

Por esa noche había sido todo, donde Tiburcio bien casando y casi ebrio dijo, bueno amigos  este viejo quiere  dormir  y este aguardiente me hace ver doble, así es que mañana escucharan otra   historia de mi,  como pudo se paro de su mecedora, tomo sus bastón y camino hacia su casa, a la mañana siguiente la noticia era;  DON TIBURCIO DE LA ORCA HA MUERTO, el era un hombre conocido  y toda la gente del pueblo le quería, además  de  que en sus tiempos  mozos era muy filantrópico con la gente que cruzaba por la ribera  o por  el pueblo , siempre  se hablaba  bien del viejo Tiburcio  como le conocían sus contemporáneos, recio, fuerte y muy humilde a sus 90 años tubo que darle de comer  a los gusanos, ellos tan bien tienen hambre.

Esa tarde Táleb, estaba inconsolable, lloro mucho, estaba triste  el cuenta cuentos había muerto, ya no habría  quien le llene de imaginación, esa tarde el tenia que hacer  algo, en sus mente estaba la ultima historia contada una noche antes, esa idea  de buscar la cueva y encontrar las joyas se le estaba metiendo como codicia que recorría  cada centímetro de su ser.

Por la noche  fue a velar y a orar por el alma de  don Tiburcio, el muerto tendido  en una mesa con cirios a su alrededor y un fuerte olor a copal, enrarecía el ambiente, curiosos, amigos, familia y demás colados esperando al café y las  galletas, esa noche  tenia reunido ante él a más publico de lo que  hubiera querido, lastima que sus ojos  ya no  verían eso.

De su muerte decían cada  cosa,  las comadres del pueblo especialistas en eso no esperaron a enterrarlo, algunas  hasta dijeron que  le había caído la maldición, por que la noche  anterior los perros  no dejaron de ladrar, además  de que  había contado los secretos ocultos de la Hornera, cosa que  por eso  la maldad  había regresado al pueblo, muchos más  mitos se crearon alrededor de él, algunos decían que era  un sobreviviente  de aquella  cueva, que por eso había vivido  varios años, en realidad  nadie supo lo que paso con el viejo  Tiburcio.

Don Tacho quien también había escuchado la historia un día anterior sorprendido por la noticia, no fue a trabajar, al contrario se ofreció en todo lo que hiciera falta en el sepelio de su amigo, quien lo conocía desde la infancia, por tal razón  el andaba  movido, buscando  esto lo  que fuera necesario.

Esa noche  fue  fría, los perros  no dejaban de ladrar, el viento corría gélido por las  calles polvorientas del pueblo, estrugidos y ruido de las maderas se escuchaban  sonar, nadie  tenia  ganas  de salir, excepto quienes estaban en el rosario, pero entre  todos ellos había uno que tenia  ya  varios litros de alcohol en su cuerpo, después del rosario, salio directo a una cantina a comprar licor y emborracharse, jamás lo había  hecho y eso  tenia sorprendido  a su  familia, en  su interior tenia la idea  fija de   buscar el tesoro perdido, conocía el lugar por que desde chico solía  ir a pescar por esa zona y sabia  por donde llegar, pero  el temor de perderse lo tenia  inquieto tal vez   fue por eso que  bebió para tener  valor y poder emprender una aventura que  no se conocía  el final.

Como a las doce de la noche salio de su  casa, llevaba una botella de aguardiente, una mochila donde  llevaba herramientas, una pala y una caja de cigarrillos, Táleb se había armado de valor, cruzo la calle principal del pueblo, por  casualidad y sin esperarlo se encontró al Tacho por una calleja, este le  hablo a Táleb, no contesto el siguió  su camino, le  volvió a hablar y no respondió.

Tux quedaba atrás, oscura, fría y triste con olor a muerte  de un hombre legendario,  entre …los alborotos de los pueblos casi olvidados.

El buscador de tesoros estaba  ebrio de  todo; de aventuras, de  poder, de curiosidad hasta de fantasías, como pudo y sin  saber  como había llegado hasta  la entrada de la  cueva, tenia la obsesión de saber que  podría pasar, que le esperaba  tal vez  solo era una ilusión contada por  un viejo que hoy yace entre los  umbrales  del recuerdo,  aun ebrio empezó a escalar la primera parte, muy accidentada, el licor en su sangre le hacia hacer movimientos  torpes, que casi lo mandan al borde del precipicio, pero su deseo no lo hizo desistir, al entrar a la caverna por el esfuerzo  que había hecho le había bajado la borrachera y el preguntarse  como  mas  juicio que hacia  ahí, la duda le perturbaba, ya estaba enfrente su destino, la Hornera le esperaba.

Ya había caminado varios metros dentro de la cueva, sobrio llego a sentirse cuando  escucho lamentos de personas, con una linterna de aceite quemado  iba alumbrándose para dirigir  sus pasos, la humedad de la gruta le provocaba escalofríos  que recorrían su cuerpo de la punta de los cabellos hasta las uñas  de los pies, entraba  a un mundo de misterios sin saberlo, estaba  en el umbral de sus sueños.

Tubo momentos desesperantes hasta  el grado de querer regresar, la misma  humedad  provoco que  su linterna  sin esperárselo se apagara y prendiera, algo no estaba bien, su sexto sentido lo  indicaba, empezó a sudar frió y una emoción  atroz  recorría  su cuerpo, el interior de la  fosa  parecía interminable, en ese instante llegaron imágenes de su niñez.  la voz pertinente de su madre que le  exigía más de lo que él podía dar, en el trabajo, la escuela, la casa, la voz de la chica a quien él amo y nunca pudo  besar, el perro  con quien compartido  siempre sus relatos y las historias de Don Tiburcio, que en pocas horas  iba  hacer comida para gusanos, el  rostro desarticulado de doña Tezania y las muecas de expresión de  don Tacho, esos recuerdos lo tenían absorto de la realidad sin darse cuenta que había llegado al centro de la cueva, de pronto  estaba a oscuras , sin protección, nada lo guiaba,  oscuro, en silencio tenebroso, frió, sin dirección que seguir, fue tal el miedo que cualquier  ruido alteraba sus nervios y el compás de los latidos de su corazón bombeaba sin ton ni son, de pronto el silencio invadió el lugar, silencio  más que la muerte misma…

En el pueblo se oía las campanas de la tristeza, por  todos lados buscaban a Táleb, su familia no sabia  que hacer, Don Tacho comento haberlo visto la noche anterior rumbo al río,  alguien por ahí  dijo: el Táleb se encontró mujer  hermosa  de singular cuerpo y belleza  indescriptible la cual siguió, alguien más dijo que termino  muerto a orillas  de río por andar de briago, ahogándose en el río.

Lo cierto es que en el pueblo empezaba a suceder cosas raras que  nadie se explicaban, algunos  pescadores,  habían encontrado cabellos cristalinos, aromas nunca  antes conocidos,  a orillas  de los ríos, sucesos  como lo de  los gallos que ya no quiquiriqueaban por las madrugadas, corrientes de frió gélidos al pasar las doce de la noche, la muerte de dos recién nacidos, la desaparición de dos niños  algunos días atrás, estos y otras  cosas  tenían  de un hilo al pueblo de Tux, la gente  no dormía a gusto.

Táleb despertó y la primera impresión que vio  fue una  mujer delgada,  de ojos radiantes, de tez, clara, de cabellos dorados, de  voz angelical, al instante creyó que estaba muerto y que  eso era el paraíso lleno de ángeles, a los lejos escucho risas, el olor a mirra, la algarabía de los niños, la comida  sobre las mesas, fruta de todas las regiones del mundo,  carnes, verduras, vinos.

 Entre todos ellos reconoció el gato de ojos bicolor, rondando por ahí, escucho la risas de los piratas que  bailaban al compás  de la  lira, la flauta y la voz dulce de una mujer casi transparente por el tono de piel que deleitaban a todos en la fiesta, empezó a recordar las historias de don Tiburcio, reconoció todos los personajes narrados por él, y se dio cuenta que él estaba entre esos personajes.

La voz que escuchaba muy recerca y a veces  mucho muy distante parecía  prenderlo de la imaginación, aun no creía  si estaba en la realidad o si estaba  muerto, -toma peregrino este brebaje para que  retomes  tus fuerzas y te puedas marchar, -allá  te necesitan-, como pudo  bebió, con tanta insistencia que  aun no terminaba el ultimo trago, cayo exhausto y con mucho sueño…

Por la Tarde en el pueblo de Tux, estaba congregado para despedir a don Tiburcio que iba a ser presa de los gusanos, mucha gente asistió a su sepelio. El chisme era la desaparición de Táleb y los gritos extraños que provenían de la casa de Tezania, Don Tacho quien   sepultaría a su amigo, conmocionado no se pudo contener y hablo en el cementerio sobre la vida de  un gran señor, toda la gente lo escucho, pero lo que más  llamo la atención fue, al decir que el hombre  que iba  a ser enterrado se llevo un secreto a la tumba  que muy pocos saben, sobre la maldición del pueblo cada ciento ochenta y cinco años, en un lugar desconocido que solo el viejo conocía, aparecía la maldición en forma de cánticos y risas.

El lugar a donde  había llegado Táleb o estaba alucinando o era  como esas historia , una  cueva  gigantesca, donde música, algarabía, cánticos, risas, mujeres perfectas  danzaban, algunas  se pasaban peinando sus cabellos dorados, otros mirando largo tiempo en el espejo, había también animales exóticos, rarezas y un lugar muy sagrado donde  rendían tributo, a una mujer anciana pero aun muy bella descubierta  solo la mitad del cuerpo y la otra  totalmente oculta, miraba las danza que en su honor se ofrecían, ella estaba  en un  trono muy exótico llena de  joyas,  esta sobre una pirámide de  tesoros de diferentes formas, alhajas, collares,  cetros, monedas, esfinges, todas de oro y plata,  una belleza de joyas indescriptibles, Táleb muy desconcertado por saber   que ocurría, exclamo ¡las  joyas del Hornal!  solo miro por largo tiempo hasta que otra mujer se acerco diciéndole – así es entraste, a la cueva maldita, tu curiosidad te ha hecho caer, y no es nada de fantasía es la realidad, en ese instante llegaron cuatro mujeres mas, armadas como guerreras, tomaron a Táleb de los brazos, lo condujeron al centro, donde  estaba un cenote de agua que provenía del mar azul, la música y algarabía termino, un silencio  se escucho, Tiranna mujer de todos los tiempos, reina de los mares, princesa del futuro y hada de  todas las maldiciones, yo  te ordeno que regreses de donde  veniste, que hables  lo que viste y que regreses para que no dude tu alma de lo que viste aquí, que nadie intente entrar por estos tesoros que son los trofeos de luchas ganadas al destino, nuestro cruel destino, a cambio de esto te  daré la libertad de vivir allá  de donde  tu vienes,  si haces  lo contrario acabaras  como estos: enseguida aparecieron, los piratas, las tropas, el cazarecompensas, el viejo Tiburcio y  la silueta de él, todos muertos en el intento: este lugar es sagrado, y maldito, tienes  la oportunidad de decirles  a los tuyos allá de donde  tu vienes, hazlo y serás libre y si no nuestra maldición reinara ciento ochenta y cinco años sobre tu pueblo.

Al otro día  Táleb fue encontrado a las orillas del río Tizón, desnudo, con marcas en todo el cuerpo, con una estatua en forma de pez entre sus manos, muy brillante, más precioso que el oro, además de tener un tatuaje marcado en el hombro en forma de sirena, estaba  inconsciente pero con vida, nunca supo cómo salió vivo de  aquel lugar, pero el pueblo de Tux estaría en  paz ciento ochenta y cinco años y las joyas de  la Hornera estarían resguardadas por sus amas, las sirenas encantadas.

Yeralt  Ali.

 

 

 

Omar Juárez Vázquez  

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