En efecto, al dirigirse a los franceses, intentaban convencerlos de que habían sido arrastrados a la guerra por los ingleses, explotando de paso las diferencias históricas que han existido entre las dos naciones. Al dirigirse más específicamente a los soldados galos, los alemanes les hacían creer que los ingleses estaban "detrás de las líneas divirtiéndose con sus mujeres y sus novias", y para que la ilusión fuera completa se valían de algunos informes de sus espías y se los comentaban a los franceses, con lo que estos quedaban convencidos de la superioridad alemana.
Por otra parte, para dirigirse a los ingleses, los alemanes usaban a William Joyce, un irlandés apodado Lord How How por los ingleses, que le habló a las amas de casa sobre la inflación que traería la guerra, a los religiosos sobre la decadencia moral de Inglaterra, a los jóvenes sobre la ineficacia de los mayores. También, a medida que avanzaba la guerra, y con ella las tropas alemanas por toda la Europa continental, intentó persuadir a los ingleses de la inutilidad de la guerra y del inminente triunfo nazi, campaña que acentuó luego de la caída de Francia.
En otro claro ejemplo de guerra psicológica, luego de la entrada de Estados Unidos a la guerra, los nazi dirigieron mensajes radiales a los estadounidenses, en los que recalcaban su estupidez al participar en una guerra europea, a la par que estimulaban en los soldados la nostalgia por el hogar y, nuevamente, la idea de que otros hombres estaban robándoles sus compañeras. Otros temas eran la superioridad de Alemania, la crítica a los gobiernos estadounidense e inglés y la creencia de que los judíos, los comunistas y los plutócratas eran los verdaderos enemigos de la humanidad. Estos contenidos les permitían cumplir con uno de sus objetivos entre la población de los países enemigos, el de "convencer a la población enemiga de que la causa que defiende su país no tiene esperanza".
Es un hecho que en tiempos de guerra la población civil pone los soldados extra que se requieren, pone los fondos, aporta, en suma, todo lo necesario para llevar a cabo el deseo de guerra que tienen sus gobernantes. Desde esta perspectiva, ningún intento de las naciones enemigas por poner a la población en contra de la guerra es en vano. Recordemos que en las democracias la gente tiene la posibilidad, al menos teórica, de oponerse en masa a las decisiones de su gobierno, y las manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam son un ejemplo claro de lo que afirmo. Se trata, en último término, de "crear la cohesión y el entusiasmo en el bando propio, y desorden y miedo en el del enemigo. Al abolir cada vez más la distinción entre el frente y la retaguardia, la guerra total ofrece a la propaganda, como campo de acción, no solo los ejércitos, sino las poblaciones civiles, puesto que quizá sea más segura la acción en estas para mejor afectar a aquellos".
Las reacciones de los objetivos nazi
Al principio de la guerra, el columnista Enrique Santos escribe sobre las transmisiones nazi que "el (locutor) alemán es amable, con esa amabilidad bonachona y pesada, propia de la raza. Les desea a sus oyentes de América toda suerte de venturas, buenos negocios, salud perfecta y tranquilidad. Todo lo que le falta a sus compatriotas". Sin embargo, ya hacia el final de la guerra, el mismo columnista escribe que "ante esta realidad de una derrota colosal, es curioso leer los partes alemanes. Cada uno denuncia, por la sola mención de los sitios donde se combate, la extensión del avance aliado, lo que no obsta para que invariablemente se declare que todos los ataques, tanto en el frente occidental como en el oriental, fueron rechazados, con terribles pérdidas para norteamericanos y rusos". El columnista ha pasado, entonces, de una escucha un tanto receptiva a una incredulidad bastante declarada.
En cuanto a la judía Anna Frank, que por fuerza tenía que oír las emisiones de los nazi, destructores materiales de su pueblo, llega a escribir sobre una información alemana que "El Führer de los alemanes ha hablado ante sus soldados heridos. Triste emisión… La emisión recordaba un teatro de marionetas". Anna, entonces, tampoco creía mucho en lo que decían los nazi a través de sus emisoras.
El error nazi
Los nazi, en su propaganda a través de la radio, siguieron varias de las reglase de este arte (por calificar la propaganda de alguna manera, por cierto no muy rigurosa), aunque como se vio por los testimonios escritos de los protagonistas estas no fueron muy efectivas, por lo menos entre los enemigos aliados. En primer lugar, como se vio anteriormente, no atacaban grupos humanos sino a sus líderes. Tal es el caso, por ejemplo, cuando atacaban a los gobiernos de los países enemigos, a la par que intentan ganarse a la población. En segundo lugar, recurrían a la exageración de noticias cuando les eran favorables, como lo anota Calibán cuando afirma que "la radioemisora de Berlín ya no puede hablar de las victorias en tierra… Ahora el señor Goebbels se dedica a especular con la guerra submarina. La situación creada a Inglaterra por la campaña de nuestros submarinos, es pavorosa, decía anoche el locutor berlinés." Se trata de una maniobra informativa que podríamos calificar de cortina de humo o de manipulación de la agenda informativa, dándole mayor relieve a los hechos que son favorables y ocultando los adversos.
Ese ocultar hechos adversos nos remite al concepto de censura, ampliamente practicado por Goebbels según lo atestigua esta cita: "W. Hagemann examinó cerca de 50 mil órdenes enviadas por Goebbels a la prensa y comprobó que la cuarta parte de ellas eran consignas de silencio". La censura permite manejar la porción de la realidad que los perceptores de algún medio conocerán a través de él, con lo que se puede influir muy directamente en su percepción del estado de las cosas.
Los propagandistas nazi, según vimos, explotaban diversos sentimientos humanos: el miedo, si se trataba de enemigos ingleses; el nacionalismo, si se trataba de franceses, y así sucesivamente, iban apelando a los más diversos sentimientos humanos. No se encontraron, para este ensayo, escritos de alemanes que hubieran escuchado la radio en aquel periodo de la guerra, pero es casi seguro suponer que los mensajes dirigidos a ellos apelaban al patriotismo y a la confianza en el triunfo de los ejércitos del tercer Reich. Los propagandistas buscan apelar a los sentimientos porque "como todos los deseos básicos del hombre están condicionados emocionalmente, el experto en promoción hará uso del amor, la cólera, el miedo, la esperanza y cualesquiera otros sentimientos, emociones y afectos útiles para el cumplimiento de su finalidad".
Ante una aplicación tan rigurosa de muchos de los mecanismos de la propaganda, sería difícil no preguntarse en donde estuvo la falla de los nazi, sobre todo teniendo en cuenta que "en los días finales, los ejércitos alemanes se habían pasado a la B.B.C. para enterarse de lo que estaba pasando".
Una de las razones que pudo influir en el fracaso final de la campaña radial propagandística alemana es el deseo casi generalizado en todo el mundo de que los aliados ganaran la guerra. Casi nadie, con la segura excepción del pueblo alemán y algunos simpatizantes, parecía desear un triunfo de Hitler. Es importante considerar este factor porque "en la mayoría de los casos, el propagandista debe hallar algún interés ya existente y obrar sobre él; y mediante la mera información no puede despertar ese interés básico". Al no existir el interés previo en los perceptores por escuchar sobre triunfos nazi, este mensaje es descartado.
Sin embargo, si hemos de creer en el texto de la Unesco, también los soldados nazi, que tenían un interés previo en la victoria, o por lo menos es lo más lógico, terminaron dándole la espalda a su propia emisora. Habría que anotar que, a pesar de que Goebbels conocía la importancia de la censura, le era muy difícil aplicarla contra la radio, pues al prohibir los aparatos, como de hecho hizo, según se cuenta en el diario de Anna Frank, bloquearía la contrapropaganda aliada, pero también la suya propia. Es exactamente lo que se dice de que un obrero sepa leer: que puede entender tanto las instrucciones de la máquina como el panfleto revolucionario que lo instiga a rebelarse contra su patrón.
El error de Goebbels estuvo en no prever, o no ser capaz de contrarrestar, esa virtud democrática de la radio, que permite, con un solo movimiento en el sintonizador, pasar de las emisoras alemanas a la British Broadcasting Corporation.
En la II Guerra Mundial, Inglaterra, junto con Francia y otros países poderosos, hizo inicialmente el papel de nación que se defiende, o por lo menos intervino en la Guerra para defender a otro país, en este caso Polonia. En la guerra de las ondas su papel fue similar. En efecto, según el informe de la Unesco sobre 70 años de radiodifusión internacional, para el verano de 1939, justo antes de que comenzara la guerra, la B.B.C. de Londres emitía su señal en 10 idiomas. Para finales de 1941 el número de lenguas se había incrementado hasta 39. Esto nos demuestra que los aliados, en especial los ingleses, fueron descubriendo paulatinamente el poder de la radio, a diferencia de los alemanes, que cuando comenzó la guerra ya emitían en 26 idiomas diferentes.
La B.B.C. era (y aun es) una emisora estatal, por lo tanto hace parte del aparato burocrático británico. Esto podría dar la idea de que se dedicaba, con igual fervor que las emisoras nacionales nazi, a la propaganda. Sin embargo, el nazismo es un régimen totalitario, mientras que Inglaterra es una democracia. Esto implica diferencias serias con respecto a la propaganda, puesto que "cuando un régimen totalitario intenta mediatizar la opinión pública no se limita a un juego de presiones e influencias, sino que implanta su voz, como versión única, en los medios de comunicación", aunque "incluso en los sistemas democráticos el profesional de la comunicación está sometido a presiones, condicionamientos, tentaciones, intoxicaciones y amenazas más o menos veladas". Esto implica, entonces, que la propaganda de los medios de regímenes democráticos es más sutil y más disimulada, no tan explícita como la proveniente de regímenes totalitarios.
Los objetivos de la B.B.C.
Así, mientras la radio alemana se dedicaba a magnificar sus victorias y a atemorizar a la población civil, la B.B.C. de Londres era utilizada por los ingleses para alentar a sus tropas, dar ánimo a la población civil y brindarle el servicio a los gobiernos exiliados en Londres para que se dirigieran a sus pueblos en el continente a través de sus frecuencias. Hay que decir, en aras de la imparcialidad, que la B.B.C. de Londres era sólo una de las tantas emisoras inglesas y aliadas, por lo que su caso específico no refleja, necesariamente, el estado general de las demás radiodifusoras. Simplemente, por su carácter de empresa estatal, se analiza de cerca.
Además de los usos anteriormente citados, la B.B.C. realizó la llamada "campaña V". Inicialmente realizada en los programas dirigidos a Bélgica, consistía en que el comienzo de la transmisión estaba precedido por tres señales cortas y una larga, la clave para la letra V, de victoria, en el código Morse. Muy pronto aparecieron por toda Europa, incluyendo la torre Eiffel, letras ve dibujadas, mostrando que "la palabra (anotaríamos que en general los sonidos) sugiere, estimula la imaginación, provoca la creación de imágenes".
Otra de las campañas emprendidas por la B.B.C. fue la de iniciar una serie de charlas semanales a cargo de un miembro del personal que usaba el seudónimo de Coronel Britton. Este personaje se dirigía a los trabajadores europeos sugiriéndoles tener calma y esperar. Al interior de la B.B.C. muchas personas pensaban que esto podía generar expectativas de liberación que eran difíciles de satisfacer, teniendo en cuenta que dicha campaña se realizó en 1941, cuando Estados Unidos aun no había ingresado en la guerra y la victoria en el frente occidental no parecía estar del lado de los aliados. Se ve, a pesar de la cancelación de la campaña, lo importante que es apelar a los deseo del perceptor a la hora de hacer propaganda.
La B.B.C., a pesar de su reputación de emisora "objetiva", no escapa a formas ortodoxas de propaganda, como la de exaltar a su líder. Anna Frank, al escuchar por la radio inglesa que Winston Churchill quería participar en el desembarco de Normandía, llega a exclamar "¡qué valiente es ese hombre¡". Otro de los deslices de la emisora inglesa durante la guerra fue el de haber adelantado en dos días la liberación de parís, según lo cuentan Dominique Lapierre y Larry Collins en "¿Arde París?". La historia, muy resumidamente, es de la siguiente manera: ante la inminencia de una liberación de la capital francesa, un reportero radial estadounidense decide grabar un falso reportaje sobre el hecho, para que cuando este se consumara realmente él no tuviera más que emitir la cinta y ser así el primero en contarle al mundo la buena nueva. Por una serie de extrañas casualidades, que hicieron que la censura británica no escuchara la cinta, ésta fue emitida el 23 de agosto de 1945. Los periódicos del continente americano, que aun estaban a tiempo, cambiaron sus primeras páginas, y es así como por ejemplo "El Colombiano", de Medellín, publicó el 24 de agosto la noticia, cuando una hojeada a cualquier libro de historia nos demuestra que la liberación de la capital francesa ocurrió el 25 de agosto. Así, el falso reportaje difundido por la B.B.C. adelantó la liberación real, porque todos los actores involucrados (civiles parisinos, jerarcas nazi y tropas aliadas) obraron como si el reportaje fuera verdadero, razón por la cual los parisinos se sublevaron, los nazi se rindieron y los aliados apuraron el paso hacia la ciudad luz.
Las reacciones de los objetivos aliados
Enrique Santos Montejo, Calibán, describe de la siguiente manera las transmisiones radiales de la B.B.C. : "El (locutor) inglés es más seco. Nada de cumplidos. Informaciones y comentarios un poco estirados. Las malas como las buenas noticias las da la radio londinense con la misma flema". Es, si la descripción es lo suficientemente acertada, una objetividad que en ocasiones raya en la frialdad y el desapasionamiento.
Por su parte, los habitantes del refugio de Anna Frank opinaban que "la radio inglesa ha dicho siempre la verdad… Y aun admitiendo que haya alguna exageración en sus emisiones, debe reconocer ciertos hechos".
El acierto de la B.B.C.
En primer lugar, hay que reconocer que esta emisora tenía a su favor el representar la voluntad de la mayoría de los habitantes de Europa: el triunfo de los aliados sobre los nazi. Esto hacía que al sintonizar sus radios en la B.B.C. estas personas también sintonizaran sus anhelos con los del contenido de los programas, por lo que la sutil propaganda aliada penetraba más facilmente en sus conciencias. Sin embargo, esto no explica por qué los soldados alemanes escucharon las noticias sobre el final de la guerra en la radio enemiga.
La explicación de por qué un locutor flemático, apagado, aburrido y desapasionado le gano a otro fogoso, entusiasta y que pretendía convencer a los demás de su causa puede estar en la siguiente frase, tan traída y llevada a lo largo de los años: "Se puede engañar a toda la gente durante algún tiempo, y a alguna gente, todo el tiempo, pero no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo". Goebbels, como ya lo mencionamos anteriormente, no podía contrarrestar la contrapropaganda radial aliada mediante la censura, porque una prohibición de radios habría hecho inoperante su propia propaganda. De otro lado, "cuando se hace evidente que una propaganda monopoliza la información para dirigirla a su antojo, se produce una reacción casi espontánea. Se buscan otras fuentes de información que no estén profanadas, o que por lo menos permitan oír el tañido de otra campana". Esto podría explicar por qué los soldados nazi prefirieron oír el final de la guerra a través de la B.B.C. a pesar de sus errores en cuanto a la liberación de París y a que también, aunque de forma un tanto más velada, también hacía propaganda. Y es que a un continente como el europeo, sobresaturado de propaganda por el nazismo, había que llegarle simplemente con la verdad desnuda de los hechos, que en semejante ambiente termina por convertirse en la más eficaz contrapropaganda.
- BUMPUS, Bernard y SKELT, Barbara. Sventy Years of International Broadcasting. Unesco. Páginas 31 – 41. 117 páginas
- COLLINS, Larry y LAPIERRE, Dominique. ¿Arde París?. Plaza y Janes: Barcelona, 1976. 640 páginas.
- DOMENACH, Jean – Marie. La propaganda política. Editorial Universitaria de Buenos Aires: Buenos Aires, sexta edición, 1971. Páginas 11 – 22, 35 – 125. 135 páginas.
- DURANDIN, Guy. La información, la desinformación y la realidad. Paidós: Barcelona, primera edición, 1995. Páginas 142 – 146, 181 – 188. 277 páginas.
- FRANK, Anna. Diario. Editorial Marymar: Bogotá, 1980. 297 páginas.
- GIL, César y MUÑOZ, Jose Javier. La radio: teoría y práctica. Instituto oficial de radio y televisión: Madrid, primera edición, 1988. Páginas 9 – 24, 153 – 177. 177 páginas.
- KIMBALL, Young. Psicología social de la propaganda. Paidós: Buenos Aires, primera edición, 1969. Páginas 7 – 44, 62 – 77. 96 páginas.
- SANTOS, Enrique. La II Guerra Mundial vista por Calibán. Intermedio editores: Bogotá, 1988. Páginas 73 – 332. 457 páginas.
Andrés Fernández
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