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La necesidad de una linguistica cosmológica

Enviado por Gerardo Roa


  1. Principios fundamentales de la lingüística cosmológica
  2. Bibliografía

Lingüística cosmológica conjuga, como es evidente, dos términos que cuentan una larga historia recorrida. Según Coseriu (1985a, p. 41) la lingüística, en primer lugar, se dice que nació con los estudios históricos comparados propios de los siglos XVIII y XIX, incluyendo las reflexiones comunes desde antes de la antigüedad clásica (Grecia y Roma). Ahora bien, la lingüística se asume como ciencia experimental, también llamada moderna, a partir del establecimiento por parte de Saussure (1916) del objeto de su estudio. Este estudioso pensaba que el objeto de estudio de esta ciencia es la lengua homogénea, entendida como sistema de comunicación que se representa a través de la doble articulación fonetológica. Según el Curso de Lingüística General (1995, cap. 3) esta lingüística cree que otros medios comunicativos que escapan a la articulación fonológica, no son parte del objeto de estudio de la lingüística, sino de otra disciplina conocida con el nombre de Semiología.

Si bien esta visión de Saussure es de interés, sus alcances son muy limitados –como ya había advertido Bajtín (1980) y Matos Moquete (2005)– pues un enfoque que tenga como rol describir un sistema homogéneo, pudiera resultar casi incapaz de contribuir al desarrollo de las competencias múltiples de los sujetos que aprenden, y de quienes tienen por oficio crear condiciones para el aprendizaje en contextos heterogéneos.

Por su lado, y en el mismo orden, el término cosmología fue utilizado por primera vez en el año 1713, en la Cosmología Generalis de Christian Wolff, publicada en ese mismo año (Berenguer, 2001). Sin embargo, el estudio científico del universo, desde Aristóteles hasta nuestros días, exhibe una larga historia que implica la física, la astronomía, la filosofía, el esoterismo y la religión.

Tanto para Lombardi (1997, p. 62), para Rémi Brague (2008, p. 30), así como para los autores del Diccionario Multi Languege Empowered (2013, p. 57) "la cosmología estudia el universo en su totalidad". Esta propiedad de estudiar el cosmos o universo en su sentido global, es el principio que se busca extrapolar a la lingüística, aclarando que el universo que estudia esta última, es la lengua en forma de discursos completos. Esta noción incluye la lengua como sistema, mas no como un sistema homogéneo, sino dinámico y cambiante. Además, piensa que el objeto de estudio de la lingüística, no debe circunscribirse al estudio de la estructura metalingüística en abstracto, sino que sus alcances deben enfocarse hacia el discurso, entendido como expresión, creación, contenido, forma y uso, etc., del pensamiento y de la realidad.

La idea de una lingüística cosmológica es de mucho interés, igualmente, porque con ella es posible reafianzar el rumbo de la ciencia que tiene como objeto el estudio de discursos; sobre todo porque sin discurso o texto no existe objeto de estudio, ni del aprendizaje ni de la enseñanza, como igualmente plantea Bajtín (1980) y recientemente García (2013, p. 53). De lo dicho, la complejidad de posibilidades de estudios que puede realizarse desde una lingüística cosmológica resulta ser infinita, por lo que "nadie, absolutamente nadie, se lo sabe todo en una lengua", ni podrá saberlo (Matos, 2013, p. 4). Es precisamente esa infinitud que la hace necesaria, dinámica e interesante, ya que, siendo así, permite el análisis de los discursos en que se expresan todas las demás ciencias, para descubrir cómo se entraman las unidades lingüísticas y cómo estas repercuten en la formación de entramados enunciativos tan exactos como el de las matemáticas y en otros menos exactos como el de la comunicación social, para citar solo dos ejemplos.

Estas ideas relacionadas con el estudio lingüístico desde una perspectiva multidisciplinar, ya han tenido sus seguidores durante mucho tiempo. Vossler (1946, p. 15), según el prólogo de su obra, escrito por Amado Alonso, ya había propuesto la lingüística como una ciencia del espíritu o de la complejidad. "No cree que la lingüística, para ser dignamente una ciencia, tenga que ajustarse a las condiciones de la mecánica cuantitativa". Piensa, en cambio, que la conducta del espíritu no es igual que la conducta de la materia.

Mientras que para los ideales positivistas (De Saussure, 1916) el objeto de estudio de la lingüística es un producto, lo que equivale a una lengua muerta, para Vossler (1946, p. 16) la producción discursiva debe ser el principal objeto de estudio de la lingüística, aunque sin soslayar el producto, es decir, esa lengua muerta. Los pareceres de Vossler son antecedentes apropiados a la teoría de la lingüística cosmológica, puesto que cuando habla de la producción como objeto del estudio lingüístico, se está refiriendo al discurso, ya que la definición más antiquísima de este término se asocia con el "proceso epistemológico a través del cual los hablantes producen textos" (Roa, 2012, p. 40). Es decir, mientras el producto se asocia al texto, visto como el resultado del proceso discursivo, el discurso corresponde apropiadamente a la producción o creación lingüística, propuesta por Vossler. Estas ideas son compartidas por otros autores –y en mi propio caso, en otras publicaciones contemporáneas (Roa, 2011, p. 54; 2012, p. 40; 2013, p. 245)–, entre quienes cabe citar a Collado (1978, p. 43), quien sostiene que "el carácter dominante del lenguaje consiste en ser una creación constante del mundo del hombre, creación libre y por tanto imitación de la realidad, sin copiarla". Collado piensa, además, "que las creaciones del lenguaje suponen una elaboración constante y renovada de los datos de la experiencia, lo cual determina una gran variedad de estilos y formas de expresión". Estas y otras ideas de este autor lo hacen convertirse en un precursor de los estudios del lenguaje en contextos de producción, es decir, en el discurso al que pertenecen, colocándose de ese modo como un estandarte apropiado a la cosmovisión lingüística que esta investigación presenta.

Morín (2006, p. 12), igualmente, cree que "en los últimos tiempos se está extendiendo el uso del término Ciencias de la Complejidad para referirse a todas las disciplinas que hacen uso del enfoque de sistemas. […] Cree que, con posterioridad y en un análisis más profundo, la complejidad también se presenta con trazos inquietantes de confusión, desorientación, desorden, ambigüedad, incertidumbre, y de ahí la necesidad para poder hacer un mejor manejo del conocimiento". Estas ideas sobre la complejidad que expone Edgar Morín no escapan a las realidades lingüísticas. Hoy más que en cualquier otro tiempo, se hace necesario ampliar los horizontes multidisciplinares que permitan al investigador y al docente, ofrecer una verdadera contribución al desarrollo intelectual y lingüístico de la humanidad, como señala Morín, "hacer un mejor manejo del conocimiento".

Popper (1985, a y b), en esa misma línea de ideas, entiende que toda ciencia debe ser cosmológica. Señala como ejemplos, los aportes que ha hecho la filosofía a la ciencia y la ciencia a la filosofía, concluyendo que tanto una como la otra "perderían todo su atractivo si abandonasen tal empresa". Con estas palabras advierte la necesidad de los enfoques multidisciplinares, entre los que apropiadamente se implica a uno de los insumos y dínamos principales del pensamiento, el lenguaje (en forma de discurso) entendido como objeto de estudio lingüístico.

Desde la lingüística, si como docentes e investigadores continuamos circunscribiéndonos a la rigurosidad de la ciencia lingüística, tal cual la plantea Saussure (1916) –Positivista-cuantitativo por definición– la cooperación que pudiera hacerse al progreso de la humanidad sería casi infructífero desde el punto de vista intelectual (Jean-Claude, 1990, p. 45), pues el objeto de estudio de la misma no es exacto como sí podría serlo el de las ciencias formales o ciencias duras, según su naturaleza. El objeto de estudio de la lingüística es, en cambio, complejo, diverso, resbaladizo, dinámico, caótico…

A través de la historia ha habido otros defensores explícitos e implícitos de estas ideas. Por ejemplo, desde la filosofía del lenguaje se han destacado, Gottlob Frege, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Wilhelm von Humboldt, Charles Williams Morris, Gadamer, John Langshaw Austin, Mijaíl Bajtín, etc. Solo bastaría leer sus producciones para constatar la cosmovisión del conocimiento que manifiestan en la textura del discurso que exponen.

Al leer las obras de estos pensadores llegamos a comprender, igualmente, que los mismos coinciden en no preocuparse por el significado individual de una palabra u oración, aisladas del contexto de uso. Se interesan, más bien, en el significado que tiene una expresión que busca decir algo; y en hallar respuestas a preguntas tales como: ¿Por qué las expresiones tienen el significado que tienen? ¿Cuáles expresiones tienen el mismo significado y a qué se debe tal coincidencia? ¿A través de cuáles medios es posible conocer el significado? ¿Qué se quiere decir con el término significar?

Según Brague (2008) los filósofos del lenguaje piensan que el lenguaje y la verdad son importantes no sólo porque sean usados en nuestra vida diaria, sino porque el lenguaje forma el desarrollo humano desde la infancia hasta la muerte. Creen que el conocimiento se entrelaza con el lenguaje y que la experiencia y la existencia pueden depender enteramente de cómo el lenguaje es usado y de cómo es aprendido a través del uso de la lengua.

Otras cuestiones que igualmente conforman los antecedentes de una lingüística cosmológica, son los planteamientos sobre las relaciones entre lenguaje y pensamiento, también discutida desde la antigüedad clásica hasta nuestros días (García, 2013).

Matos (2005, Cap. 1) siguiendo a Bajtín (1980) plantea la necesidad de una lingüística más real y menos abstracta, con lo que anuncia la estrechez de miras que ha representado a lo largo de los siglos una lingüística prescriptiva y ajena a las realidades, como la planteada por los discípulos de De Saussure. Propone el término translingüística como una visión que trasciende a las disciplinas. Estas ideas de Manuel Matos Moquete son coincidentes con los pareceres de la lingüística cosmológica, puesto que sus alcances implican trascender el universo colocado más allá de la lengua misma.

Con estas breves aproximaciones teóricas, creo pertinente presentar los fundamentos ideológicos sobre la base de los cuáles se sustenta esta cosmovisión lingüística, a manera de propuesta concluyente. En una reciente publicación de mi autoría (Roa, 2013) he expuesto, en doce capítulos y un apéndice, cómo se evidencian dichos principios en las investigaciones y en las actividades que realizamos los docentes en las aulas.

Principios fundamentales de la lingüística cosmológica

Universalidad o del sentido cosmológico: El objeto de estudio de la lingüística cosmológica está constituido por el universo o cosmos, entendido como discurso, el cual puede ser estudiado en forma de texto o de secuencia de ellos. Su abordaje comprende desde la totalidad del cosmos hasta las unidades lingüísticas mínimas, que como aspectos conforman el signo lingüístico, con su máximo sentido sinérgico. Implica el reconocimiento y aplicación de los niveles de análisis: enunciativo (significado, sentido y referencia), sintáctico/supraoracional, sintagmático, morfemático, lexical, fonético y fonológico, todos en el marco del cosmos, entendido como totalidad o discurso.

  • Funcionalidad y/u operatividad: Dada la naturaleza instrumental de las disciplinas que tienen por objeto el estudio de los aspectos que conforman el signo lingüístico (fónico, formal y sémico), sus alcances no resultan suficientes para propiciar condiciones encaminadas a desarrollar capacidades lingüística, intelectuales y multidisciplinares. Se plantea la necesidad de estudiarlos en el entramado discursivo en el que los hablantes los producen por naturaleza; imponiéndose para ello un enfoque dialéctico, funcional y crítico.

  • Integralidad: La visión cosmológica del lenguaje no rechaza ninguna teoría lingüística, sino que las acepta para contextualizarlas en el marco del cosmos al que corresponden, aprovechando los procedimientos de estas que mejor aporte puedan ofrecer al desarrollo de las capacidades lingüísticas e intelectuales de los sujetos que aprenden.

  • Del saber conocer: El quehacer del lingüista debe estar orientado al estudio de discursos íntegros, sea como proceso de producción o como textos, para lo cual requerirá conocer a fondo los aspectos que conforman el signo lingüístico, así como las diversas teorías que sobre ellos han surgido y siguen surgiendo en el devenir histórico; al mismo tiempo, debe ser un asiduo lector de todo tipo de temas.

  • Del saber hacer: La categorización, la sistematización, la inducción, la deducción, el análisis, la síntesis, la generalización, la especificación, la abstracción, la concreción, la determinación de nexos y sus relaciones conceptuales, constituyen actividades estratégicas fundamentales para el estudio del universo, expresado como discurso, orientado a desarrollar capacidades intelectuales y lingüísticas, entre otras.

Finalmente, debo concluir invitando a la reflexión sobre estos planteamientos ideológicos, pues los mismos presumen de ser necesarios en la era del conocimiento, en la que como maestros e investigadores nos ha tocado vivir aprendiendo y desaprendiendo; es precisamente el momento en el que se requiere elevar nuestras capacidades intelectuales, ya que de ello dependerá el grado en que podamos elevar las de nuestros aprendices.

Como en otras ocasiones, adelante la actitud de no presentar excusas respecto a las críticas académicas que pueda generar esta publicación. Más bien, pretendo valerme de ellas para ampliar esta cosmovisión y mejorarla, al grado que mayor beneficio pueda ofrecer a nuestra académica, al país y a nuestra región.

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Autor:

Dr. Gerardo A. Roa Ogando

Profesor Investigador adscrito a las Cátedras de Lingüística y Letras Básicas

De la Facultad de Humanidades, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)