Descubrir el secreto de cómo obran, cómo piensan y actúan las muchedumbres ha sido el deseo de muchos filósofos, psicólogos, sociólogos y políticos a lo largo de la historia de la Humanidad. Dominar a una multitud no es trabajo fácil, y estudiosos de la materia de las distintas tendencias políticas, ya sean de izquierda, centro o derecha, así como de las diferentes escuelas filosóficas y psicológicas han elaborado tesis muy diferentes al respecto.
Actuar psicológicamente sobre una persona aislada difiere bastante que actuar sobre esa misma persona en un colectivo. Los vericuetos y misterios del pensamiento y acción del individuo en muchedumbre desde la perspectiva derechista del francés Gustavo Le Bon es el tema escogido para tratar en este material.
Muchedumbre psicológica. Características
El concepto de muchedumbre se ha empleado a través de la historia para designar a una reunión de individuos, independientemente de los accidentes que los reúnan. Le Bon afirma que en ciertas circunstancias esos individuos agrupados en una multitud pierden su personalidad consciente; las ideas y los sentimientos de todas las unidades son orientados en una misma dirección. Se forma así un alma colectiva, transitoria, dando lugar a una muchedumbre organizada o psicológica.
Le Bon acota que la conglomeración de personas en una plaza pública no la convierte en una muchedumbre psicológica de por sí, para ello es necesario la influencia de ciertos excitantes. Puede que millares de personas separadas una de otras, en determinados momentos, y bajo el influjo de ciertas emociones violentas (un gran acontecimiento nacional, por ejemplo) adquiera la categoría de muchedumbre psicológica. Seis personas pueden constituir una muchedumbre psicológica, mientras cien, reunidas por casualidad, pueden no constituirla.
"Las muchedumbres psicológicas son, pues, susceptibles de una clasificación, y cuando nos lleguemos a ocuparnos de ésta, veremos que una multitud heterogénea, es decir, compuesta de elementos desemejantes, presenta en las muchedumbres homogéneas, o, lo que es lo mismo, compuesta de elementos más o menos semejantes (sectas, clases, castas), caracteres comunes, y al lado de esos caracteres comunes, particularidades que permiten su diferenciación". (Le Bon, Capítulo Primero)
La muchedumbre psicológica es un ser provisional formado de elementos heterogéneos que por un instante se unen, como las células que constituyen un cuerpo vivo forman por su reunión un ser nuevo que manifiesta caracteres muy diferentes a los poseídos por cada una de esas células.
Le Bon señala el papel trascendental del inconsciente en el actuar del individuo en colectivo. Ese inconsciente mueve al hombre a cometer o no tal acción y encierra secretos ocultos que escapan a la vista del buen observador y del individuo mismo. Lo consciente, para Le Bon, está subordinado y es dependiente de lo inconsciente.
"Los elementos inconscientes, que forman el alma de una raza, son principalmente el lazo de semejanza de todos sus individuos". (Le Bon, Cap. I)
Aquí cabe señalar la importancia que le brinda Gustavo Le Bon al concepto de Raza, y su determinación en la conducta de los individuos.
Dentro de una multitud la individualidad y las aptitudes intelectuales se anulan y el accionar de la persona se subordina al accionar colectivo. Lo heterogéneo se anega en lo homogéneo y dominan las cualidades inconscientes.
Para Le Bon las muchedumbres son estúpidas, incapaces de llevar a cabo un acto que exija una inteligencia elevada.
"El individuo en muchedumbre adquiere, por el solo hecho del número, un sentimiento de poder invencible que le permite ceder a instintos que, solo, hubiera seguramente refrenado. Esta falta de freno se dará tanto más cuanto el anónimo de la muchedumbre sea mayor, porque como el anónimo implica la irresponsabilidad, el temor, el sentimiento de la responsabilidad que siempre retiene al hombre, desaparece enteramente". (Le Bon, Cap. I)
La muchedumbre es el medio propicio para que el individuo de rienda suelta a sus instintos y miedos reprimidos. No hay temor porque el número da seguridad y protección.
El contagio desempeña un importante papel en la orientación y acción de las muchedumbres. En una multitud, todo sentimiento, todo acto es contagioso, y contagioso hasta el punto que el individuo sacrifica su interés personal al interés colectivo.
Mediante la sugestión los individuos en colectivo obran, crean, destruyen, según el interés del sugestionador. Le Bon establece un paralelo entre la sugestión que recibe un hipnotizado y la que recibe una multitud. Alega que esta última actúa de modo más impetuoso.
"En el individuo en muchedumbre la personalidad consciente se desvanece, predomina la personalidad inconsciente, hay una orientación por vía de la sugestión y contagio de los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas. No es el individuo mismo, es un autómata, en quien no rige la voluntad". (Le Bon, Cap. I)
Para Le Bon el individuo en multitud es un bárbaro, espontáneo, violento, fácil de impresionar a través de imágenes, es un retroceso en la evolución humana.
La muchedumbre es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado; pero que, desde le punto de vista de los sentimientos y de los actos que estos sentimientos provocan, puede, siguiendo las circunstancias ser mejor o peor. Todo depende de la manera en que está sugestionada la muchedumbre.
Impulsividad, movilidad e irritabilidad de las muchedumbres
Las muchedumbres son impulsivas por naturaleza. Se mueven por excitaciones externas y obran, en muchos casos, contra los intereses de los individuos que la componen.
Pueden pasar de un estado a otro con facilidad, por ejemplo, de la ferocidad más sanguinaria a la generosidad o al heroísmo más absoluto.
Para el individuo en muchedumbre, la noción de imposibilidad desaparece. La persona es capaz de hacer lo que no se atrevería a realizar aislado. La multitud lo ampara. No es extraño que un hombre pasivo normalmente actúe violentamente durante una manifestación popular. El número, el contagio y la sugestión lo impulsan a obrar de una forma no habitual.
Le Bon señala las diferencias de raza que existen entre las muchedumbres y que las impulsan a actuar de determinada manera: una muchedumbre latina es más sensible que una anglosajona ante ciertos hechos.
Sugestibilidad y credibilidad de las muchedumbres
"Las muchedumbres se encuentran muy frecuentemente en estado de atención expectante que hace fácil la sugestión. La primera sugestión que aparece formulada, se impone inmediatamente por contagio a todos los cerebros, y la orientación no tarda en establecerse. Como en todos los seres sugestionados, la idea que se apodera del cerebro tiende a transformarse en acto. (Le Bon, Cap. II)
La multitud lo cree todo, piensa por imágenes, no sabe distinguir entre lo subjetivo y lo objetivo. La visión de un hecho cualquiera tendría múltiples interpretaciones de acuerdo a la cantidad de individuos que lo perciben, pero en muchedumbre la deformación de dicha visión es de igual naturaleza y sentido para todos sus miembros debido al contagio. La primera deformación percibida por uno de los individuos de la colectividad, es el núcleo de la sugestión contagiosa.
Las ideas de las muchedumbres
Gustavo Le Bon señala dos tipos de ideas: las accidentales y pasajeras, creadas por la influencia del momento; y las ideas fundamentales a que presta gran estabilidad el medio, la herencia o la opinión, tales como las creencias religiosas antes, y hoy las ideas democráticas y sociales.
Las ideas se presentan a las muchedumbres en forma de imágenes y nunca pueden ser dominantes sino con la condición de revestir una forma muy absoluta y sencilla. Para ser populares estas ideas sufrirán casi siempre las más completas transformaciones.
Es muy difícil que una nueva idea despoje a otra establecida en el inconsciente del individuo. El hombre, por lo general, es renuente a los cambios, y más si los cambios alteran su modo usual de vida. Pero después que esa idea se establece, por encima y a veces fusionada con anteriores ideas, en el alma de las muchedumbres, entonces se convierte en irresistible y desarrolla una serie de efectos que es necesario sufrir. Le es necesario a las ideas mucho tiempo para establecerse en el alma de las muchedumbres; pero no le es necesario mucho tiempo para salir de ella. Las multitudes van siempre retrasadas en ideas en muchas generaciones.
Los razonamientos de las muchedumbres
"Los razonamientos inferiores de las muchedumbres, como igualmente los elevados, están basados sobre asociaciones; pero las ideas asociadas por las muchedumbres sólo tienen entre sí lazos aparentes de analogía o sucesión.
Asociación de cosas de semejantes que no tienen sino apariencias de relación; generalización inmediata de casos particulares; tales son los caracteres del modo de razonar de las muchedumbres. Razonamientos de este orden son los que presentan ante ellas los que saben manejarlas, y sólo ellos pueden influirlas". (Le Bon, Cap. III)
Los juicios que las muchedumbres aceptan no son sino juicios impuestos, nunca juicios discutidos. La facilidad con que ciertas opiniones se convierten en opinión general obedece especialmente a la imposibilidad en que están la mayor parte de los hombres para formarse una opinión particular basada sobre sus propios razonamientos.
La imaginación de las muchedumbres
Gustavo Le Bon afirma que la imaginación en las muchedumbres es muy poderosa, activa y susceptible de ser vivamente impresionada. La multitud es soñadora e influenciable, cree en las imágenes que le presentan sin someterla a reflexión, y digo imágenes fuertes en determinado contexto.
"No siendo capaces las muchedumbres ni de reflexión ni de razonamiento, carecen de la noción de lo inverosímil, porque generalmente las cosas más inverosímiles son las que hieren más profundamente en su espíritu". (Le Bon, Cap. III)
Lo maravilloso y lo legendario de los acontecimientos es siempre lo que impresiona a las muchedumbres con mayor intensidad; lo ideal predomina sobre lo real. Las multitudes piensan por imágenes y sólo se dejan impresionar por ellas.
Lo que impresiona la imaginación popular no son los hechos en sí mismos, sino la manera en que son presentados y distribuidos.
Las imágenes, las palabras y las fórmulas
No siempre se dispone de imágenes para seducir a las muchedumbres pero es posible evocarlas por el juicioso empleo de palabras y de fórmulas. Manejadas con arte poseen magia.
"El poder de las palabras está enlazado con el de las imágenes que evocan, y es completamente independiente de su significación real. Aquellas palabras cuyo sentido peor se define, son las que poseen mayor acción (libertad, igualdad, democracia…)". (Le Bon, Libro II, Cap. II)
Tales palabras tienen una fuerza mayor en las muchedumbres que las argumentaciones y razonamientos. Una combinación perfecta de sonidos evocadores de imágenes puede someter, en determinado momento, al enemigo más intransigente y a la multitud más agresiva.
"Las palabras no tienen, pues, sino significaciones contingentes y transitorias, que cambian de edad en edad y de pueblo en pueblo; y cuando queremos actuar con ellas sobre la multitud, es necesario saber cuál es el sentido que para la misma tiene en un momento dado, y no el que tuvo anteriormente o el que pueda tener para individuos de constitución mental diferente". (Le Bon, Libro II, Cap. II)
El libro Psicología de las multitudes del francés Gustavo Le Bon es un verdadero clásico en cuanto al estudio de las muchedumbres. Los conceptos que expone, las ideas y los razonamientos, así como los ejemplos, constituyen una autopsia al cuerpo de las multitudes. Grandes personalidades de la Historia Universal han navegado en sus páginas buscando el secreto oculto de la dominación de las masas, o indagando cómo poder orientarlas mejor.
Definiciones como la de "muchedumbre psicológica" es de vital importancia a la hora de transmitir un mensaje o idea a una multitud. Para ello hay que conocer su modo de actuar, su movilidad, su irritabilidad, impulsividad, sugestibilidad, razonamientos, así como las palabras y fórmulas necesarias para seducirlas.
Podemos concluir, entonces, que:
La muchedumbre psicológica es un ser provisional formado de elementos heterogéneos que por un instante se unen y pierden así su personalidad consciente. Las ideas y los sentimientos de todas las unidades son orientados en una misma dirección.
Los elementos inconscientes, que forman el alma de una raza, son principalmente el lazo de semejanza de todos sus individuos
El individuo en muchedumbre adquiere, por el solo hecho del número, un sentimiento de poder invencible que le permite ceder a instintos que, solo, hubiera seguramente refrenado.
El contagio desempeña un importante papel en la orientación y acción de las muchedumbres. En una multitud, todo sentimiento, todo acto es contagioso, y contagioso hasta el punto que el individuo sacrifica su interés personal al interés colectivo.
En el individuo en muchedumbre la personalidad consciente se desvanece, predomina la personalidad inconsciente, hay una orientación por vía de la sugestión y contagio de los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas. No es el individuo mismo, es un autómata, en quien no rige la voluntad.
Las muchedumbres son impulsivas por naturaleza. Se mueven por excitaciones externas y obran, en muchos casos, contra los intereses de los individuos que la componen.
Las muchedumbres se encuentran muy frecuentemente en estado de atención expectante que hace fácil la sugestión.
La multitud lo cree todo, piensa por imágenes, no sabe distinguir entre lo subjetivo y lo objetivo.
Las ideas se presentan a las muchedumbres en forma de imágenes y nunca pueden ser dominantes sino con la condición de revestir una forma muy absoluta y sencilla.
Los juicios que las muchedumbres aceptan no son sino juicios impuestos, nunca juicios discutidos.
Lo que impresiona la imaginación popular no son los hechos en sí mismos, sino la manera en que son presentados y distribuidos.
El poder de las palabras está enlazado con el de las imágenes que evocan, y es completamente independiente de su significación real. Aquellas palabras cuyo sentido peor se define, son las que poseen mayor acción (libertad, igualdad, democracia…)
Autor:
Lic. Javier Figueroa Ledón