En el AT se pueden ver las obras de Dios, su manera de
vincularse con lo que ha creado. Y, en realidad, es en el
diálogo
con su Pueblo elegido donde Dios se va revelando
especialmente.
Sus cualidades, sus atributos van apareciendo en este
diálogo y no separadamente. Más que una
enumeración de dichas cualidades lo que encontramos en la
Biblia es un Dios creador que quiso hacer al hombre a su
imagen y se
compromete con él, lo acompaña, le enseña,
lo deja en manos de su propia decisión pero también
lo corrige, lo espera, le propone la santidad, lo invita al
diálogo, le da metas, un Dios que promete y cumple, un
Dios que es misericordioso y compasivo y que, a la vez, es severo
con las idolatrías ("no hay otro fuera de mí") y
con todo mal, porque defiende lo que le pertenece. Un Dios que
perdona. Un Dios digno de confianza y para quien todo es posible.
Un Dios que está atento al esclavo, al oprimido, al pobre,
al huérfano, a la viuda.
Dios existía desde antes y seguirá
existiendo cuando pasen todas las cosas; y es el mismo ayer, hoy
y siempre. Pero creo que lo central en el Dios de la Biblia es su
caminar junto al hombre en la historia que va viviendo, la
historia de salvación que le propone. Y esto se nota
especialmente en los textos del Génesis, del Éxodo,
del Deuteronomio, en los Salmos elegidos.
Dios dice de sí mismo "Yo soy el que soy", "Yo
soy". Dios es más grande que el hombre,
tiene el dominio y el
poder sobre
todas las cosas. Nadie, nada, es más grande que Él.
Es Dios quien lo sabe todo y está por sobre todo. Dios es
Rey. Pero Yo soy no trata de comunicar lo absoluto de su
ser sino más bien la eficacia de ese
ser para el hombre. Se trata de un Dios para Israel,
para los hombres; Dios es quien se hace presente en la
vida de los hombres y de un pueblo, inquietándolo,
movilizándolo, interpelándolo. El mismo nombre de
Yahweh significa probablemente: Dios está (estará)
ahí para vosotros. Yahweh es el que entra en contacto
personal con
el hombre para conducirlo a la vida. Entra en contacto con su
pueblo para que su pueblo sea santo como Él lo
es.
Dios se muestra como
Padre de manera singular, como lo atestiguan las palabras que
dirige a Moisés: "Yo soy el Dios de sus padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob" (Ex. 3,6). Y
dirás al faraón: Así dice el Señor:
‘Israel es mi hijo, mi primogénito’." (Ex. 4,
22). Israel es un pueblo-hijo. Y la paternidad de Dios irá
más allá de la correspondencia de este pueblo,
cobrando resonancias universales: Dios es Padre y Señor no
sólo de Israel sino también de todos los hombres y
del mundo.
Se advierte también en los textos elegidos que
Dios creó todas las cosas con el poder de su amor. Y en la
creación se puede llegar a percibir la existencia de este
Dios Creador, ya que Él se refleja en sus
obras.
Dentro del proceso de
revelación de Dios a lo largo del AT me parece que el Dios
que habló por los profetas es también un contenido
como para detenerse.
El conocimiento
de Dios es identificado por los profetas (aunque no
únicamente) con la práctica de la justicia y el
derecho con el marginado, el desvalido, el pobre. El amor y
el
conocimiento de Dios se realizan en la relación con el
prójimo. La medida de este amor es el amor al
prójimo. Y el amor de Dios se puede experimentar a
través de los hombres. Esta aportación de los
profetas resulta un contenido fundamental en cuanto a lograr un
acercamiento a Dios que privilegie la experiencia, la
relación dialogal Padre-hijo, la relación con los
hombres como hermanos, y donde Dios no quede objetivado o
encerrado en una visión esencialista.
Lo central que vemos en los textos elegidos es que
aparece Dios en el Hijo, aunque el Hijo existía desde el
principio. "Después de haber hablado antiguamente a
nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y
de diversas maneras, ahora, en este tiempo final,
Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien
constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el
mundo." (Hb. 1,1-2).
Es central en el NT la encarnación del Hijo de
Dios entre los hombres, su muerte y su
resurrección por voluntad del Padre y en virtud del
Espíritu
Santo, para darnos una vida de hijos adoptivos, liberarnos
del pecado y la muerte y
resucitarnos a la vida eterna.
En el NT, Dios se revela a sí mismo en la
Persona y las
obras de Jesús, encarnado, hecho Hombre. A
través de Jesús se puede ver al Padre. Jesús
es el camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sin por
Él.
Este hecho de la Encarnación rompe toda falsa
oposición entre sagrado y profano, trascendente-inmanente;
y no cabe buscar la
comunicación con Dios fuera del marco concreto de un
mundo del cual Dios es Señor. Nada más equivocado
que pensar en un Dios extraño al mundo.
Jesús es el Hijo único del Padre, el Verbo
divino. Enviando a Jesús al mundo, a la historia, Dios se
hace presente en la historia humana, ya no sólo con obras
y palabras sino como Sujeto que obra y habla. Es la plenitud de
todas las revelaciones divinas que Dios hace de sí mismo y
su misterio. Ya no se puede hablar de Dios prescindiendo de
Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha
revelado es el Hijo único, que está en el seno del
Padre. (Jn. 1, 18)
En Jesús, Dios se hace visible como un Dios con
rostro humano. En lo que Jesús hace y dice, obra y habla
el mismo Dios.
Jesús revela un Padre que nos ama hasta el
extremo. El Padre se da a sí mismo, se entrega al mundo,
para salvarlo, para purificarlo, para redimirlo: "Tanto
amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo
Unigénito." (Jn. 3,16) Inmolado, vence.
Dios, por amor, hace al hombre hijo en el Hijo y lo
llama a una nueva vida, a una vida de resucitado, precisamente
cuando estaba muerto a causa de su pecado. Dios, por amor,
por su gracia, por su misericordia, es el que lo salva. (cf. Ef.
2, 4-8; 2 Tim. 1,9)
Por amor, invitará al hombre a una
comunión profunda. Creo que Jesús lo expresa
claramente cuando habla de la vid y los sarmientos: El que
permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque
separados de mí, nada pueden hacer. (en Jn. 15,
1-5)
Dios se deja conocer en el amor . "El que no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es amor." (1 Jn. 4,8)
Tanto Dios es amor que "el que permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él." (cf. 1 Jn.
4,16)
A la vez, la Biblia transmite que el amor de Dios no
puede separarse del amor del prójimo y que el amor mutuo
está llamado a ser semejante al de la unión de las
personas divinas: "Padre que todos sean uno, como nosotros
también somos uno." (cf. Jn. 17, 21-22)
"En el Espíritu Santo, el Padre despierta a su
Hijo de la muerte, para regalárnoslo de nuevo y
mostrarnos, definitivamente, su amor infinito."
Contenido central del NT es la revelación del
misterio trinitario. Es Cristo quien nos "abre" el misterio de la
Trinidad, nos muestra la intimidad de Dios. Dios es Uno, pero no
es solitario. Es un Dios-comunión (unidad) de tres
realidades personales (pluralidad). Así lo revela Cristo:
como un Dios viviente y lleno del dinamismo del amor, que quiere
convidar al hombre de esta vida en el amor, de esta unidad
perfecta, que lo invita a ser habitado por la Santísima
Trinidad al amar. "Si alguno me ama —nos ha
asegurado Jesús—, guardará mi palabra, y
mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos
morada en él" (Jn. 14,23)
La confesión de un Dios trino aparece en el NT
entonces como la afirmación: "Dios es Amor." Nos muestra
que la realidad última y más profunda es vida y
amor y que por Jesucristo, en el Espíritu Santo, se nos ha
dado parte en esta realidad. Lo cual se vuelve fundamento de
nuestra esperanza.
La revelación de la Santísima Trinidad nos
remite más que a la esencia de Dios, al dinamismo del amor
que hay en Él. Esta revelación tiene sentido dentro
de la historia de la salvación, en íntima
unión con los gestos de esta historia de salvación,
con el proyecto de Dios
para el hombre: que pueda vivir como hijo suyo.
Durante su vida sobre la tierra,
Jesús comunica a los hombres quién es Dios en
realidad. Sus afirmaciones no se oponen a las ideas de AT, pero
las superan.
La predicación de Jesús acerca de Dios
tiene un acento completamente nuevo. El contenido central de esta
predicación es que el reino de Dios esperado en el Antiguo
Testamento está ya muy próximo; se encuentra en sus
palabras, sus obras y en su misma Persona.
Jesús anuncia la llegada del Reino bajo el signo
de la gracia, la misericordia y el perdón divinos. Este
reino es –sobre todo- la llegada de la salvación y
el amor del Padre. Es el Reino de los hijos de Dios Padre, que
ama sin límites,
al cual, en Cristo, con Cristo y por Cristo se le puede llamar
"Abbá" (Mc. 14,36).
La amistad y el amor
del Padre por Jesús se abren a todos aquellos que reciben
al Hijo y aceptan su mensaje de salvación: "Pero a todos
los que la recibieron [la Palabra] les dio el poder de hacerse
hijos de Dios, a los que creen en su nombre" (Cf. Jn.
1,12)
Incluso los milagros hechos por Jesús tienen
sentido a la luz de este Reino
de Dios, este Proyecto salvador de Dios sobre la humanidad, que
llega a la tierra y es
instaurado por la presencia de Jesús y está llamado
a realizarse paulatinamente a lo largo de la historia. Con los
milagros, Jesús muestra que Dios puede transformar la vida
del hombre y dar comienzo a una nueva historia, una nueva
vida.
Podemos decir entonces que en la imagen bíblica
neotestamentaria de Dios, es clave lo siguiente: Cristo trae una
nueva idea de Dios, especialmente en contraposición
respecto a la que tenían los fariseos. Esta idea se
podría sintetizar diciendo que Dios es aquel que ama y
perdona. Cuando ama y perdona, Dios se muestra de modo
especial como Padre. Y así también, el hombre
manifestará su condición de hijo de Dios cuando
actúe de igual manera con los demás hombres, en
todo acto de amor y de perdón. El prójimo se
convierte así en sacramento de Dios para el hombre, en
posibilidad de materializar el amor a Dios, de adherir a Cristo
presente en los hermanos.
Especialmente a través de las parábolas de
la misericordia (de lo "perdido encontrado"), Jesús somete
a una revisión total la idea que los judíos
se hacían de Dios y de su justicia. Estas actúan
como transmisoras del "escándalo del amor desinteresado"
que el Reino inaugura. Jesús anuncia la noticia del Dios
bueno, que perdona y da generosamente, que ofrece permanentemente
habitar en su casa. Un Padre misericordioso, que ama
gratuitamente (escándalo para quienes tenían una
exaltación del mérito, del esfuerzo en el
cumplimiento de la ley), que ama a
pecadores, a quienes "no cumplen la ley". Un Padre que
sólo pide que crean en su misericordia y se conviertan,
que vuelvan a su casa. Y que pide el arrepentimiento como
condición para perdonar y amar. Tal como aparece en Lc.
15, 11-31, un Padre que ama con un amor que el otro no merece. En
Jesús, vemos un Padre que viene a buscar lo que
está perdido, que tiene la iniciativa en el proceso de
conversión. Que pone primero el ofrecimiento del
perdón liberador que la obra humana de
penitencia.
El Reino que trae Jesús es para los sencillos, no
para los autosuficientes. Es para el que se deja amar, encontrar,
reconciliar, convertir. Y así puede ser misericordioso,
justo, generoso, es decir, parecido a Dios.
Desde esta nueva idea de Dios, Jesús vive y
anuncia el abandono en la Providencia, en las manos del Padre.
Él predica: busquen primero el reino de Dios y su justicia
y todo lo demás se les dará por añadidura
(cf. Mt. 6, 33-34)
A su vez, esta confianza filial que Jesús
transmite no aparece como apañadora. Dios es un Padre que
no deja pasar por alto la maldad que se oponga a Él y que
rebaje la dignidad
humana. El amor tiene sus exigencias y debe interpelar y
transformar la vida del hombre.
Y algo que queda muy evidente en el mensaje que nos
transmite la Biblia es que estamos ante el mismo Dios del AT,
el Dios creador de todo lo que existe; el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob; el Todopoderoso cuyo
Nombre es santo, el que socorrió a Israel,
acordándose de su misericordia; el que cumple sus promesas
de salvación; el que no hace acepción de
personas, un Dios que se hace visible por medio de sus
obras... (cf. Hch. 17, 24-26; Mt. 22,32; Lc. 1,48-54,
68-75; Jn. 11,26; Hch. 10,34; Rm. 1, 19-25
respectivamente)
En Jesús, Dios continúa y perfecciona la
obra que había comenzado en Israel. La Antigua Alianza
confluye y culmina en Jesús (cf. Heb. 1,1-2). Dios
había ido preparando a su pueblo para la Revelación
definitiva en Jesucristo. Y, en este sentido, Jesús es el
cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento.
Jesús será el consumador de la Nueva y
eterna Alianza. Se rodeará de un grupo de
seguidores (una comunidad) y
estos -después de su muerte y resurrección-
reunirán a otros. Se llamarán el "Nuevo Israel", el
"Pueblo de Dios", el Pueblo de la "Nueva Alianza", completando y
perfeccionando las Alianzas con Israel. Es el nuevo Pueblo de
Dios (como está escrito en 1 Pe. 2, 1-10) que está
llamado a expresar su pertenencia amorosa a Él haciendo
suyo el estilo de vida
que Jesús revela al hacerse Hombre (vida inspirada en la
Palabra).
Dios es digno de alabanza. Y sólo de Él se
hereda la Vida Eterna.
- La Biblia no transmite para nada un Dios abstracto,
una Esencia. Más bien nos revela a Dios a través
de sus obras y de su vinculación con lo que ha creado.
No hay un concepto de
Dios estático o sistemático. Lo que se encuentra
es un Dios personal y pleno de vida. Un Dios que se revela como
realidad viviente sólo al que capta, en la
fe. - Nos habla de un Dios trinitario que se va dando a
conocer especialmente a través de su alianza con el
hombre en su historia concreta.
La Biblia nos presenta a un Dios que dialoga con el
hombre. Dios habla al hombre y el hombre puede escucharlo. Dios
se adapta al hombre con el cual quiere hacer alianza, a su
lenguaje.
También por esto el hombre puede hablar de Dios, con
Dios, y escucharlo.
- Transmite la Biblia un Dios que se relaciona con la
experiencia humana, que no se desentiende para nada de su
creación y la sigue sosteniendo. Dios se ha manifestado
y acercado al hombre en Cristo (hecho Hombre) y dejando su
Espíritu, habitando entre nosotros; ha quedado reflejado
en sus obras.
Dios da al hombre la capacidad de conocerlo y de
amarlo.
Dios ama al hombre siempre primero, quiere ser amado
en el prójimo y que los hombres se amen entre
sí.
- La Biblia transmite que Dios es Señor de la
historia. Los planes de Dios se realizan y se
realizarán. - El mensaje que la Biblia transmite de Dios
está muy bien reflejado en la Gaudium et spes, de
la cual rescatamos la siguiente enseñanza:
El Dios vivo de la revelación es el Dios que se
manifiesta en la historia. Y no se puede prescindir de la
historia para saber y hablar de Dios, no se puede disociar la
reflexión sobre Dios y el acontecer de la historia de la
salvación.
Tal como se ve en esta Constitución, estamos hablando de un
conocimiento de Dios enmarcado en una visión
cristocéntrica e histórico-salvífica con
base en las realidades de la Creación y la
Encarnación. De un Dios que no aparece separado
de su realidad trinitaria, de la encarnación del
Verbo como Señor del hombre y de la historia, operante en
el mundo en virtud de su Espíritu. Un Dios que se
da a conocer y revela su amor como Padre, Hijo y Espíritu
Santo, descubriéndole al hombre el camino y la meta de su
existencia, es decir, la sublimidad de su
vocación.
Si pierdo el sentido del Misterio corro
el peligro de aprisionar a Dios en conceptos y esquemas
rígidos y de relacionarme no con el Dios verdadero (que
es más grande que el hombre) sino con una
caricatura.
A mi entender, descubrir al Dios de la
Biblia implica tener una actitud de
reconocer que ninguna idea que uno se pueda hacer sobre Él
lo abarcará completamente, y que conviene estar
permanentemente abiertos al Misterio para conocer todo lo que
Dios vaya revelando. Se necesita la fe y la confianza.
Lic. Viviana Endelman Zapata