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Mitología Nórdica 3. Thor


Partes: 1, 2
Monografía destacada
  1. Introito
  2. El Martillo de Thor
  3. La Familia de Thor
  4. Sif, la de Cabellos Dorados
  5. El Viaje de Thor a Jotunheim
  6. El Gigante Utgardloki
  7. Thor y Hrungnir
  8. Groa, la Hechicera
  9. Thor y Thrym
  10. Thor y Geirrod
  11. El Culto a Thor

Introito

Según algunos mitólogos, Thor o Donner (Donar) es el hijo de Jord (Erda, la Tierra) y de Odín, pero otros afirman que su madre era Frigg, la reina de los dioses. De niño destacó por su gran tamaño y fuerza y, muy poco después de su nacimiento, sorprendió a la asamblea de los dioses levantando y arrojando juguetonamente diez grandes fardos de pieles de oso.

Aunque era por lo general de carácter afable, Thor incurría a veces en una cólera terrible y como en esas ocasiones era muy peligroso, su madre, incapaz de controlarle, lo enviaba lejos de su hogar y confiaba su cuidado a Vingnir (el alado) y a Hlora (calor). Estos padres adoptivos, que eran también considerados como la personificación de los relámpagos difusos, pronto lograron controlarle y le criaron tan sabiamente que los dioses guardaron un recuerdo muy agradecido de sus amables servicios. El mismo Thor, consciente de todo lo que se les debía, asumió los nombres de Vingthor y Hlorridi, por los que también se le conoce.

Una vez hubo alcanzado su pleno crecimiento y la edad de la sensatez, Thor fue admitido en Asgard entre el resto de los dioses, donde pasó a ocupar uno de los doce sillones de la gran sala de los juicios. También se le concedió el reino de Thrudvang o Thrudheim, donde construyó un maravilloso palacio llamado Bilskimir (relámpago), el más espacioso de todo Asgard. Poseía quinientas cuarenta habitaciones para el alojo de los esclavos, que tras su muerte eran bienvenidos a su hogar, donde recibían el mismo trato que sus señores en Valhalla, pues Thor era el dios patrono de los campesinos y las clases bajas.

Ya que era el dios del trueno, Thor era el único al que nunca se le permitía pasar sobre el maravilloso puente Bifrost, temiendo que lo quemara con el calor de su presencia. Cuando deseaba unirse a sus compañeros los dioses en el manantial Urdar, bajo la sombra del árbol sagrado Yggdrasill, se veía forzado a llegar hasta allí a pie, vadeando los ríos Kormt y Ormt, y los dos arroyos Kerlaug, hasta llegar al lugar de la cita.

Thor, que era venerado como el dios más importante en Noruega, fue el segundo en la genealogía del resto de las naciones y fue llamado "viejo Thor", pues se suponía, según algunos mitólogos, que pertenecía a una antigua dinastía de dioses, sin tener en cuenta su edad actual, pues era representado y descrito como un hombre en su plenitud, alto y bien formado, con miembros musculosos y cabellos y barba rojos y erizados, de los cuales, en momentos de rabia, saltaban chispas.

Las razas nórdicas le engalanaron posteriormente con una corona, en cada una de cuyas puntas se encontraba o bien una estrella resplandeciente, o bien una llama ardiendo constantemente, por lo que su cabeza se encontraba siempre rodeada de una especie de halo de fuego, su propio elemento.

El Martillo de Thor

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Thor era el orgulloso propietario de un martillo mágico llamado Mjollnir (el aplastador), que arrojaba a sus enemigos, los gigantes de hielo, con poder destructivo, y que poseía la maravillosa propiedad de regresar siempre a su mano, sin importar lo lejos que lo hubiese lanzado. Ya que este enorme martillo, emblema de los truenos, estaba por lo general incandescente, el dios poseía un guantelete de hierro llamado Iarngreiper, que le permitía agarrarlo firmemente. Él era capaz de arrojar a Mjollnir hasta una gran distancia y su fuerza, que siempre era formidable, se multiplicaba por dos cuando se ponía su cinturón mágico, llamado Megingjord.

El martillo de Thor era considerado tan sagrado por la antigua gente del Norte que ellos solían hacer la señal del martillo, al igual que los cristianos les enseñaron posteriormente a hacer la de la cruz, para ahuyentar las influencias malignas y asegurarse las bendiciones. La misma se hacía sobre el bebé recién nacido, cuando se le vertía el agua sobre, su cabeza y se le daba un nombre.

El martillo se usaba para clavar estacas limitadoras, constituyendo un sacrilegio el arrancarlas. Para santificar el umbral de una nueva casa, para solemnizar un matrimonio y, finalmente, jugaba un papel importante en la consagración de la pira funeraria sobre la que los cuerpos de los héroes, junto a sus armas y corceles y, en algunos casos, junto a sus esposas y sirvientes, eran quemadas.

En Suecia, Thor, como Odín, vestía supuestamente un sombrero de ala ancha, por lo que a las nubes de tormenta en ese país se conocen como el "sombrero de Thor", un nombre que también se le dio a una de las principales montañas de Noruega. Se decía que el retumbar y el estruendo del trueno se debía al paso de su carro, pues entre los dioses sólo él no iba nunca a caballo, sino que caminaba o conducía un carro de bronce tirado por dos chivos, Tanngnjostr (agrietador de dientes) y Tanngrisnr (rechinador de dientes), de cuyos dientes y cascos saltaban constantemente las chispas.

Cuando el dios conducía así de lugar en lugar, se le llamaba Akuthor, o Thor el auriga. En el sur de Alemania, creyendo la gente que un solo carro de bronce no podía causar tanto estruendo, decía que el carro estaba cardado con cazuelas de cobre, que repiqueteaban y se golpeaban entre ellas.

La Familia de Thor

Thor se había casado en dos ocasiones, primero con la giganta Iarnsaxa (piedra de hierro), con la que tuvo dos hijos: Magni (fuerza) y Modi (valor), ambos destinados a sobrevivir a su padre y al ocaso de los dioses, el Ragnarök, y a gobernar el nuevo mundo que se alzaría como el fénix de las cenizas del primero.

Su segunda esposa fue Sif, la de cabellos dorados, con la que también tuvo dos hijos: Lorrud y una hija de nombre Thrud, una joven giganta célebre por su tamaño y fuerza.

Fiel a la conocida afinidad por el contraste, Thrud fue cortejada por el enano Alvis con su aprobación. Una noche, cuando el pretendiente, que al ser un enano no podía afrontar la luz del día, se presentó en Asgard para pedir la mano de Thrud, la asamblea de los dioses no le negó su consentimiento. Apenas había mostrado su aprobación cuando Thor, que había estado ausente, apareció súbitamente y, mirando con desprecio al insignificante pretendiente, declaró que debería poner a prueba sus conocimientos para expiarlo por su baja estatura, antes de que pudiera ganarse a su prometida.

Para probar las cualidades mentales de Alvis, Thor le interrogó en el lenguaje de los dioses, el de los Vanir, el de los elfos y el de los enanos, prolongando astutamente su examen hasta el amanecer, cuando el primer rayo de Sol cayó sobre el desdichado enano y lo petrificó. Allí permaneció él, un perdurable ejemplo del poder de los dioses, para que sirviera como advertencia a cualquier otro enano que osara ponerlo a prueba.

Sif, la de Cabellos Dorados

Sif, esposa de Thor, estaba muy orgullosa de su espléndida cabellera dorada, que la cubría desde la cabeza a los pies como un brillante velo. También ella era el símbolo de la Tierra, pues se decía que su pelo representaba el césped largo o el grano dorado que cubría las tierras de cosecha del Norte.

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Thor estaba también muy orgulloso del hermoso cabello de su esposa. Por tanto, es de imaginar su consternación cuando se la encontró una mañana tan calva y carente de ornatos como la tierra cuando el grano ha sido recogido y no quedan más que rastrojos. En su furia, Thor se alzó sobre sus pies y juró que castigaría al que hubiese cometido tal atrocidad, del que inmediata y correctamente conjeturó que era Loki, el malicioso y conspirador; que siempre estaba a la busca de algún acto malvado que cometer.

Tras coger su martillo, Thor se fue en busca de Loki, el cual intentó evadir al airado dios cambiando de forma. Pero fue inútil, pues Thor le alcanzó pronto, cogiéndole por el cuello y casi estrangulándole, antes de ceder ante sus súplicas y soltarlo. Cuando recuperó el aliento, Loki imploró el perdón, pero sus ruegos fueron en vano, hasta que prometió procurarle a Sif una nueva cabellera, tan bella como la primera y tan profusa en longitud. Sólo entonces dejó Thor marchar al traidor.

Loki reptó por las entrañas de la tierra, donde se encontraba Svartalfaheim, para suplicarle al enano Dvalin que le fabricara no sólo la preciosa cabellera, sino también un regalo para Odín y Frey, cuya furia deseaba aplacar.

Su petición fue recibida favorablemente, y el enano fabricó la lanza Gungnir, que nunca erraba su objetivo y el barco Skidbladgar, el cual, arrastrado siempre por vientos favorables, podía navegar por el aire al igual que por el agua, además de poseer la propiedad mágica de, aunque contendiendo a los dioses y a todos sus corceles, poderse doblar hasta alcanzar un tamaño tan diminuto que cabía en un bolsillo. Finalmente, hilvanó una bellísima hebra de oro, de la que fabricó la cabellera requerida para Sif, declarando que tan pronto como tocara su cabeza, crecería rápidamente desde allí como si fuera su propio pelo.

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Loki estuvo tan satisfecho con tales pruebas de la habilidad de los enanos, que declaró que el hijo de Ivald era el más diestro de entre todos los herreros, palabras que Brock, otro enano, acertó a oír, tras lo cual exclamó que estaba seguro de que su hermano Sindri podría producir tres objetos que sobrepasarían aquellos que Loki sostenía, no sólo en valor intrínseco, sino también en sus propiedades mágicas.

Inmediatamente retó Loki al enano para que demostrara su habilidad, apostando su cabeza contra la de Brock como garantía. Sindri, informado de la apuesta, aceptó la oferta de Brock de soplar el fuego con el fuelle, advirtiéndole, sin embargo, de que él debería trabajar persistentemente y sin un momento de descanso, si quería que tuviese éxito. Procedió a calentar algo de oro, tras lo cual salió a apalabrar el favor de los poderes ocultos. Durante su ausencia, Brock trabajó con el fuelle diligentemente, mientras que Loki, con la intención de hacerle parar, se transformó en un tábano y picó cruelmente su mano. A pesar del dolor, el enano siguió con su labor y cuando Sindri regresó, sacó del fuego un enorme jabalí salvaje, llamado Gullinbursti, debido a sus cerdas doradas, que tenía el poder de emitir luz mientras cruzaba los cielos, pues era capaz de viajar a través del aire con increíble velocidad.

Con su primer trabajo concluido satisfactoriamente, Sindri echó un poco más de oro al fuego y le pidió a su hermano que siguiera soplando, mientras él volvía a salir para asegurarse la asistencia mágica. Esta vez, Loki, aún disfrazado de tábano, picó al enano en su mejilla. A pesar del dolor, el enano siguió trabajando, y cuando Sindri regresó, sacó triunfante de entre las llamas el anillo mágico Draupnir, el emblema de la fertilidad, del que caían ocho anillos similares cada novena noche.

Ahora echó a las llamas un trozo de hierro y con renovada precaución, para no frustrar su éxito por el descuido, Sindri salió, dejando a Brock soplando el fuego como antes. Loki se encontraba desesperado y se preparó para un intento final. Esta vez, todavía con la forma de un tábano, picó al enano por encima del ojo, hasta que la sangre comenzó a emanar tan abundantemente que le impidió ver lo que estaba haciendo.

Alzando rápidamente su mano por un segundo, Brock se limpió la sangre; pero a pesar de lo corta que había sido la interrupción, provocó daños irreparables y cuando Sindri extrajo su obra del fuego, emitió una exclamación de decepción, pues el martillo que había fabricado era corto de mango.

A pesar del contratiempo, Brock estuvo seguro de ganar la apuesta y no dudó en presentarse ante los dioses en Asgard, donde le entregó a Odín el anillo Draupnir, a Frey el jabalí Gullinbursti y a Thor el martillo Mjollnir, a cuyo poder nadie podía hacer frente.

A su vez, Loki entregó a Odín la lanza Gungir, el barco Skidbladnir a Frey y la cabellera dorada a Thor. Pero, a pesar de que ésta creció inmediatamente sobre la cabeza de Sif, declarando todos que era más bella de lo que sus propios bucles lo habían sido jamás, los dioses decretaron que Brock había ganado la apuesta, debido a que el martillo Mjollnir, en manos de Thor, sería de gran valor en la última lucha contra los gigantes de hielo.

Para salvar su cabeza, Loki huyó precipitadamente. Sin embargo, fue alcanzado por Thor, que lo trajo de vuelta y se lo entregó a Brock, diciéndole que aunque la cabeza de Loki era suya por derecho, no debería tocar su cuello. Impedido de acometer su venganza, el enano decidió castigar a Loki cosiendo sus labios juntos y, ya que su espada no los atravesaba, tomó prestada la lezna de su hermano para tal propósito. Sin embargo, Loki, tras soportar las burlas de los dioses en silencio durante un corto período de tiempo, se las ingenió para cortar el hilo y pronto volvió a ser tan locuaz como siempre.

A pesar de su formidable martillo, Thor no era temido como el perjudicial dios de la tormenta, que destruía tranquilas casas y arruinaba las cosechas con repentinas tormentas de granizo y estallidos de nubes. Los nórdicos creían que lo arrobaba sólo contra los gigantes de hielo y las murallas de piedra, reduciendo éstas a polvo para fertilizar la tierra y hacer que produjera gran abundancia de frutos para los labradores. En Alemania, donde las tormentas del Este son siempre frías y instructoras, mientras que en el Oeste acarreaba consigo lluvias cálidas y tiempos suaves, se suponía que Thor viajaba siempre de Oeste a Este, para luchar contra los espíritus malignos que de buena gana habrían envuelto el país con impenetrables velos de niebla y lo hubieran cubierto con cadenas de hielo.

El Viaje de Thor a Jotunheim

Ya que los gigantes de Jotunheim estaban enviando continuamente ráfagas frías de viento para helar los brotes aún verdes y dificultar el crecimiento de las flores, Thor decidió en una ocasión ir hasta allí y obligarles a comportarse mejor. Acompañado de Loki, emprendió su camino en su carro y tras viajar durante todo un día, los dioses llegaron hasta los confines del mundo de los gigantes, donde, tras divisar la cabaña de un campesino, decidieron quedarse para descansar y refrescarse.

Su anfitrión era hospitalario pero muy pobre y Thor, viendo que él no sería capaz de suministrar la comida necesaria para saciar su gran apetito, mató a sus dos chivos, los cuales preparó y cocinó, tras lo cual invitó a su anfitrión y a su familia para que participaran libremente de la comida, pero no sin antes advertirles de que lanzaran todos los huesos, sin romperlos, dentro de las pieles de los chivos que habían extendido en el suelo.

El campesino y su familia comieron con entusiasmo, pero su hijo Thjalfi, alentado por el malicioso Loki, osó romper uno de los huesos y absorber la médula, creyendo que su desobediencia no sería detectada. Sin embargo, por la mañana, Thor, listo para partir golpeó las pieles de chivo con su martillo e inmediatamente los animales se alzaron tan vivos como lo estaban antes, excepto que uno de ellos parecía cojear.

Percatándose de que sus órdenes habían sido desatendidas, Thor estuvo a punto de matar a toda la familia. Sin embargo, el responsable admitió su culpa y el campesino se ofreció a compensar la pérdida entregándole al airado dios no sólo a su hijo Thjalfi, sino también a su hija Roskva, para que le sirvieran por siempre.

Encargándole al hombre que cuidara bien los chivos, a los cuales dejó allí hasta su regreso y ordenando a los jóvenes campesinos que le acompañaran, Thor retomó su camino a pie junto a Loki y, tras caminar durante todo el día, se encontró al anochecer en una tierra inhóspita y árida, que estaba envuelta en una casi impenetrable niebla.

Tras buscar durante un rato, Thor vio a través de la niebla el borroso perfil de lo que parecía ser una casa de extraña forma. Su entrada abierta era tan ancha y alta que parecía ocupar una pared entera de la casa. Tras entrar y no encontrar ni un fuego ni una luz, Thor y sus acompañantes se arrojaron al suelo para dormir. Pero fueron sobresaltados por un peculiar sonido y un prolongado temblor del suelo que se encontraba debajo de ellos. Temiendo que el techo se desplomara durante el temblor de tierra, Thor y sus acompañantes se refugiaron en un ala del edificio, donde pronto se quedaron dormidos.

Al amanecer salieron, pero no habían avanzado mucho cuando vieron la forma recostada de un gigante durmiendo y se dieron cuenta de que los peculiares sonidos que habían perturbado su sueno habían sido provocados por sus ronquidos. En esos momentos se despertó el gigante, se levantó, se estiró, buscó a su alrededor su propiedad perdida y un segundo más tarde recogió el objeto que Thor y sus acompañantes habían confundido en la oscuridad por una casa. Entonces se dieron cuenta sorprendidos, de que no era sino un enorme guante y que el ala donde habían dormido era el lugar separado para el descomunal pulgar del gigante.

Tras averiguar que Thor y sus compañeros se dirigían hacia Utgard, como se llamaba el reino de los gigantes, Skrymir, que así se llamaba el gigante, se ofreció a ser su guía. Tras caminar con ellos durante todo el día, les llevó al anochecer a un lugar donde les propuso descansar. Sin embargo, antes de disponerse a dormir, les ofreció las provisiones que había en su cartera. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, ni Thor ni sus compañeros fueron capaces de desatar los nudos que Skrymir había atado.

El Gigante Utgardloki

Enfurecido por sus ronquidos, que le habían impedido dormir, Thor asestó tres terribles golpes con su martillo al gigante. Estos golpes en vez de aniquilar al monstruo, solamente provocaron en él comentarios soñolientos, como si una hoja, un trozo de corteza o una ramita del nido de un pájaro hubiesen caído sobre su cara.

Temprano por la mañana, Skrymir dejó a Thor y sus acompañantes, señalándoles el camino más corto hasta el castillo de Utgardloki, que había sido construido con grandes bloques de hielo y enormes carámbanos relucientes como pilares. Los dioses, deslizándose por entre los barrotes de la gran puerta de entrada, se presentaron audazmente ante el rey de los gigantes, Utgardloki, el cual, tras reconocerles, fingió inmediatamente estar completamente sorprendido por su pequeño tamaño y expresó su deseo de ver con sus propios ojos de lo que eran capaces de hacer, pues con frecuencia había oído los alardes de sus habilidades.

Loki, que había ayunado más de lo que hubiese deseado, declaró inmediatamente que estaba dispuesto a apostar con quien fuese por una comida. Consiguientemente, el rey ordenó que se trajera una gran mesa de madera llena de carne a la sala. Colocó a Loki en un extremo y a su cocinero Logi en el otro y les ordenó que comenzara la disputa. Aunque Loki hizo maravillas, y llegó rápidamente hasta el centro de la mesa, se encontró sólo con los huesos, mientras que su oponente ya se había devorado tanto la carne como la mesa.

Sonriendo desdeñosamente, Utgardloki declaró que era evidente que no era mucho lo que eran capaces de hacer en cuanto al comer, lo cual irritó tanto a Thor que afirmó que, si bien Loki no podía comer tanto como el voraz cocinero, estaba seguro que él podría beber el mayor vaso que se encontrase en el palacio, tan insaciable era su sed.

Inmediatamente se trajo un cuerno y, tras declarar Utgardloki que los buenos bebedores lo vaciaban de un trago, las personas moderadamente sedientas en dos y los bebedores insignificantes en tres, Thor acercó el borde a sus labios. Pero, aunque, tragó tan profundamente que creyó que iba a reventar, el líquido aún llegaba hasta el borde cuando levantó su cabeza. Un segundo y un tercer intento para vaciar el cuerno fueron también fallidos.

Se ofreció entonces Thjalfi a disputar una carrera, pero un joven de nombre Hugi, contra el cual se le hizo competir pronto se le adelantó, a pesar de que Thjalfi había corrido de forma extraordinariamente rápida.

Thor propuso después mostrar su fuerza en el levantamiento de pesos y se le retó a que alzara el gato del gigante. Aprovechando una oportunidad para ajustarse su cinturón Megingjord, que aumentaba su fuerza, tiró y se esforzó, pero sólo logró levantar una de sus patas del suelo.

Un último intento por su parte de luchar contra Elli, la anciana nodriza de Utgardloki, considerada la única oponente digna de un adversario tan insignificante, finalizó de forma igualmente desastrosa y los dioses, tras reconocer que habían sido derrotados, fueron agasajados de modo hospitalario.

Por la mañana fueron escoltados hasta los confines de Utgard, donde el gigante les comunicó educadamente que esperaba que no volvieran a visitarle jamás, pues se había visto forzado a utilizar la magia contra ellos. Entonces continuó explicando que él era el gigante Skrymir y que si no hubiera tomado la precaución de interponer una montaña entre su cabeza y los golpes de Thor, mientras él yacía aparentemente dormido, probablemente hubiera muerto, pues profundas grietas en la ladera de la montaña, las cuales señaló, eran testigo de la fuerza del dios.

A continuación les informó que el oponente de Loki había sido Logi (fuego salvaje); que Thjalfi había disputado una carrera contra Hugi (pensamiento) y que no existía en el mundo un corredor más rápido que él; que el cuerno del que bebió Thor estaba conectado con el océano, donde sus grandes tragos habían producido un perceptible reflujo; que el gato era en realidad la terrible serpiente que rodeaba el mundo, Iormungandr, a la cual Thor había casi arrastrado fuera del agua y que Elli, su nodriza, era la vejez, a la que nadie podría derrotar.

Tras concluir sus explicaciones y advertirles de que no regresaran nunca o volvería a defenderse con engaños parecidos, Utgardloki se desvaneció y, aunque Thor blandió su martillo con la intención de destruir el castillo, lo envolvió en una niebla tan espesa que no pudo ser visto y el dios del trueno se vio obligado a regresar a Thrudvang, sin haberle administrado a la raza de los gigantes la lección que había planeado.

Thor y Hrungnir

Odín se encofraba un día atravesando el aire sobre su corcel de ocho patas, Sleipnir, cuando atrajo la atención del gigante Hrungnir, el cual propuso una carrera, declarando que Gullfaxi, su caballo, podía rivalizar contra Sleipnir en velocidad.

En la tensión de la carrera, Hrungnir no se dio cuenta de la dirección en al que iban, hasta que, en el vano intento de alcanzar a Odín, condujo a su corcel hasta las mismísimas puertas del Valhalla. Descubriendo entonces dónde se encontraba, el gigante palideció de miedo, pues sabía que había puesto en peligro su vida aventurándose en la fortaleza de los dioses, sus enemigos ancestrales.

Sin embargo, los Aesir eran demasiado honorables para tomar incluso un enemigo en desventaja y, en vez de atacarlo, lo llevaron hasta la sala de banquetes, donde procedió a complacerse con el hidromiel. Pronto se excitó tanto que comenzó a alardear de su poder, declarando que algún día vendría y tomaría Asgard, que destruiría junto a los dioses, con la excepción de Freya y Sif, a las cuales miró con una mirada impúdica de admiración.

Los dioses, conscientes de que no era responsable de lo que estaba diciendo, ya que estaba bajo el efecto de la bebida, dejaron que siguiera hablando tranquilamente. Pero Thor, que llegaba a casa tras uno de sus viajes, y tras oír la amenaza del gigante de llevarse consigo a su amada esposa, se enfureció terriblemente. Blandió su martillo con furia, con la intención de aniquilar al fanfarrón. Sin embargo, los dioses no estuvieron dispuestos a que esto sucediera y rápidamente se interpusieron entre el encolerizado dios y su invitado, implorando a Thor que respetara las leyes sagradas de la hospitalidad y que no profanara su lugar de paz derramando sangre.

Finalmente se persuadió a Thor para que refrenara su ira, pero exigió que Hrungnir fijara hora y lugar para un "holmgang", como se solía llamar generalmente un duelo nórdico. Así retado, Hrungnir prometió encontrarse con Thor en Griottunagard, los confines de su reino, en tres días y partió sobrio por el terror que había experimentado.

Cuando los demás gigantes oyeron lo temerario que había sido, le reprendieron por su imprudencia, pero se unieron todos en consejo para intentar mejorar en lo posible la situación. Hrungnir les contó que él tendría el privilegio de ser acompañado por un escudero, con el que Thjalfi lucharía, por lo que procedieron a construir una criatura de arcilla, de nueve millas de alto y de ancho a la que llamaron Mokerkjalfi (vadeador de niebla). Ya que no lograron encontrar un corazón humano lo suficientemente grande para colocarlo en el pecho de ese monstruo, se aseguraron el de una yegua, el cual, sin embargo continuó agitándose y estremeciéndose con recelo.

Llegó el día del duelo. Hrungnir y su escudero se encontraban esperando la llegada de sus respectivos oponentes. El gigante tenía no sólo un corazón y una calavera de sílex, sino también un escudo y garrote del mismo material, por lo que se consideraba a sí mismo casi invencible. Thjalfi llegó antes que su señor y poco después se produjo un terrible retumbo y temblor, que hizo que el gigante se temiera que su enemigo saldría del suelo y le atacaría desde debajo. Por tanto, siguió un indicio de Thjalfi y se protegió con su escudo.

Sin embargo, un momento más tarde se dio cuenta de su error, pues, mientras Thjalfi atacaba a Mokerkjalfi con un azadón, Thor apareció súbitamente en escena y lanzó su martillo contra la cabeza de su oponente. Hrungnir, para evitar el golpe, interpuso su garrote de piedra, el cual fue reducido a pedazos, que se esparcieron por toda la tierra, proporcionando todas las piedras de sílex que se encontrarían en lo sucesivo y uno de los fragmentos se insertó profundamente en la frente de Thor. Mientras el dios caía desvaneciéndose al suelo, su martillo aplastó el cráneo de Hrungnir, el cual cayó muerto a su lado, de tal manera que una de las pesadas piernas fue a parar sobre el dios recostado.

Thjalfi, mientras tanto, había vencido al gigante de arcilla con su cobarde corazón de yegua y corrió ahora en ayuda de su señor, pero sus esfuerzos y los de los dioses a los cuales había convocado rápidamente, fueron en vano para levantar la pierna opresora. Mientras se encontraban allí, preguntándose indecisos qué hacer a continuación, llegó el pequeño hijo de Thor, Magni.

Según varias versiones, él tenía entonces sólo tres días o tres años, pero pronto asió el pie del gigante y, sin ser ayudado, liberó a su padre, diciendo que, de haber sido llamado antes, hubiera dispuesto fácilmente del gigante y de su escudero. Esta exhibición de fuerza dejó a los dioses maravillados y les ayudó a comprobar la verdad de las predicciones, todas las cuales declaraban que sus descendientes serían más poderosos que ellos, les sobrevivirían y gobernarían a su vez el nuevo cielo y tierra.

Para recompensar a su hijo, Thor le entregó el corcel Gullfaxi (crines doradas), el cual había sido heredado por derecho de conquista del gigante. Magni cabalgó por siempre después en su maravilloso caballo, que casi igualaba al célebre Sleipnir en velocidad y resistencia.

Groa, la Hechicera

Tras intentar sacarse en vano la astilla de piedra de su frente, Thor regresó tristemente a su hogar en Thrudvang, donde los cariñosos esfuerzos de Sif fueron igualmente inútiles. Por consiguiente, ella mandó llamar a Groa (la creadora de verde), una hechicera, famosa por sus habilidades médicas y por la eficacia de sus hechizos y encantos.

Groa mostró inmediatamente su disposición a prestar todos los servicios en su poder al dios que tan a menudo la había beneficiado y comenzó a recitar solemnemente poderosas runas, bajo cuya influencia sintió Thor que la piedra se aflojaba más y más. Su deleite ante la perspectiva de una rápida liberación, hizo que Thor deseara recompensar a la hechicera sin dilación y, sabiendo que nada podría complacer más a una madre que la esperanza de ver de nuevo a un hijo perdido hacía mucho tiempo, procedió a contarle que él había cruzado recientemente los Elivagar, o corrientes de hielo, para rescatar a su pequeño hijo Orvandil (germen) de las crueles garras de los gigantes de hielo. Y como el pequeño persistió en sacar uno de los dedos de su pie desnudo por uno de los agujeros de la cesta, se había congelado y Thor, rompiéndolo accidentalmente, lo había arrojado al cielo para que brillara como una estrella, conocida en el Norte como "El Dedo del Pie de Orvandil".

Encantada con esta noticia, la profetisa cesó su encantamiento para expresar su alegría, pero, habiendo olvidado dónde lo había dejado, fue incapaz de continuar con su hechizo y la piedra de sílex permaneció incrustada en la frente de Thor, de donde nunca pudo ser desprendida.

Thor y Thrym

Por supuesto, ya que el martillo de Thor siempre le había sido de gran ayuda, constituía la más preciada de sus posesiones y su consternación fue inmensa cuando se despertó un día y se encontró con que ya no estaba allí. Su grito de furia y decepción pronto atrajo a Loki a su lado, declarando que, si los gigantes llegaban a oírlo, pronto intentarían asaltar Asgard y destruir a los dioses.

Loki declaró que intentaría descubrir al ladrón y recuperar el martillo, si Freya le dejaba sus plumas de halcón, tras lo que se dirigió inmediatamente a Folkvang para tomarlas prestadas. Su misión tuvo éxito y con la forma de un pájaro emprendió su vuelo sobre el río Ifing y sobre las áridas extensiones de Jotunheim, donde sospechó que encontraría al ladrón.

Allí divisó a Thrym, príncipe de los gigantes de hielo y dios de la destructiva tormenta de trueno, sentado solo en al ladera de una colina. Interrogándole astutamente, pronto averiguó que había robado el martillo y que lo había enterrado muy profundamente bajo tierra. Además, descubrió que había pocas esperanzas de recuperarlo, a menos que se le trajera a Freya ataviada como una novia.

Indignado ante la presunción del gigante, Loki regresó a Thrudvang, pero Thor declaró que sería mejor visitar a Freya y tratar de convencerla para que se sacrificara por el bien de todos. Sin embargo, cuando los Aesir le contaron a la diosa de la belleza lo que deseaban que hiciera, experimentó tal acceso de cólera que incluso su collar reventó. Ella les contó que nunca abandonaría a su esposo Odur por ningún otro dios, pero mucho menos para desposarse con un detestable gigante y vivir en Jotunheim, donde todo era extremadamente monótono y donde pronto moriría por la nostalgia de los campos verdes y los prados florecidos, en los que adoraba pasear.

Viendo que las persuasivas adicionales serían inútiles, Loki y Thor regresaron a casa y allí deliberaron sobre otro plan para recuperar el martillo.

Por consejo de Heimdall, Thor tomó prestados y se puso los atavíos de Freya, junto a su collar, y se cubrió a sí mismo con un grueso velo. Loki, tras vestirse como una criada, montó con él en su carro tirado por chivos y la extrañamente vestida pareja se dirigió a Jotunheim, donde pretendían desempeñar los papeles respectivos de diosa y asistenta.

Thrym dio la bienvenida a sus "invitadas" en la entrada del palacio, encantado ante la idea de asegurarse la indiscutible posesión de la diosa de la belleza, por la que había suspirado durante tanto tiempo en vano. Les condujo rápidamente hasta la sala de banquetes, donde Thor, la prometida electa, devoró un buey, ocho enormes salmones y todas las tartas y dulces suministradas para las mujeres, regando las diversas viandas con el contenido de dos barriles de hidromiel.

El gigante prometido observó estas hazañas gastronómicas con asombro, después de lo cual Loki, para tranquilizarle, le susurró confidencialmente al oído que la novia estaba tan enamorada de él que no había sido capaz de probar bocado durante más de ocho días. Thrym intentó entonces besar a su prometida, pero retrocedió horrorizado ante el fuego de su mirada, que Loki explicó como la mirada ardiente del amor.

La hermana del gigante que reclamaba los acostumbrados regalos, fue ignorada, por lo que Loki volvió a susurrarle al perplejo Thrym que el amor volvía a la gente distraída. Embriagado por la pasión y el hidromiel, que también él había bebido en grandes cantidades, el novio ordenó a sus sirvientes que presentaran el martillo sagrado para consagrar el matrimonio cuya ceremonia acababa de iniciarse. Tan pronto como lo trajeron, él mismo lo colocó sobre el pretendido regazo de Freya.

Al siguiente momento, una poderosa mano se cerró sobre el corto mango y, pronto, el gigante, su hermana y todos los invitados fueron muertos por el terrible Thor. Dejando una pila humeante de ruinas detrás de ellos, los dioses condujeron rápidamente de vuelta hasta Asgard, donde, le devolvieron a Freya los atavíos y el collar prestado. Para gran alivio de Thor y los dioses, se regocijaron por haber podido recuperar el precioso martillo.

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Cuando Odín contempló aquella parte de Jotunheim desde su trono Hlidskjalf, vio las ruinas cubiertas por brotes aún verdes, pues Thor, tras derrotar a su enemigo, había hecho toma de posesión de sus tierras, que en lo sucesivo dejarían de permanecer áridas y desoladas para crecer en ellas fruta en abundancia

Thor y Geirrod

Loki tomó prestado en una ocasión el vestido de halcón de Freya y voló en busca de aventuras a otra parte de Jotunheim, donde se posó sobre las tejas de la casa de Geirrod. Pronto atrajo la atención de este gigante, que le ordenó a uno de sus sirvientes que capturara al pájaro.

Divertido ante los torpes intentos del individuo para atraparle, Loki voló de un sitio a otro, moviéndose sólo cuando el gigante estaba a punto de caer sobre él con sus manos. Sin embargo, calculó mal la distando en una ocasión y de pronto se vio hecho prisionero.

Atraído por los brillantes ojos del ave, Geirrod lo observó de cerca e intuyó que era un dios disfrazado. Tras darse cuenta de que no podía hacerle hablar, lo encerró en una cueva, donde lo retuvo durante tres meses enteros sin comida ni agua. Derrotado al final por el hambre y la sed, Loki reveló su identidad y obtuvo la libertad tras prometer que convencería a Thor para que visitara a Geirrod sin su martillo, cinturón o guantelete mágico.

Loki voló entonces de vuelta a Asgard y le contó a Thor que había sido espléndidamente agasajado y que su anfitrión había expresado un fuerte deseo de ver al poderoso dios del trueno, de quien había escuchado maravillosas historias. Halagado por este ingenioso discurso, Thor fue convencido para realizar un viaje amistoso hasta Jotunheim y los dos dioses partieron, dejando en casa las tres mágicas armas.

No habían avanzado mucho, sin embargo, antes de que hubieran llegado a la casa de la giganta Grid, una de las muchas esposas de Odín. Viendo que Thor iba desarmado, le advirtió que se cuidara de la traición y le prestó su propio cinto, garrote y guante.

Pasando un tiempo tras dejarla, Thor y Loki llegaron hasta el río Veimer y el Atronador, acostumbrado ya a ello, se dispuso a vadearlo, ordenándole a Loki y a Thjalfi que se agarraran fuerte a su cinto. Sin embargo, a mitad de la corriente, una súbita lluvia y la consiguiente inundación les sorprendieron. Las aguas comenzaron a elevarse y a rugir y aunque Thor se apoyó con fuerza sobre su garrote, casi fue arrastrado por la fuerza de la furiosa corriente.

Partes: 1, 2
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