Thor se dio cuenta ahora de la presencia, corriente arriba, de la hija de Geirrod, Gjalp y, sospechando de forma correcta que ella era la responsable de la tormenta, asió un enorme canto rodado y lo lanzó hacia ella, murmurando que el mejor sitio para regresar un río era en su origen. El proyectil tuvo el efecto deseado, pues la giganta huyó, las aguas cedieron y Thor, exhausto pero ileso, se arrastró hasta la orilla opuesta tirando de un pequeño arbusto, el serbal. Éste fue conocido desde entonces como "la salvación de Thor" y se le atribuyeron poderes mágicos.
Tras descansar durante un rato, Thor y sus compañeros reanudaron su viaje. Pero a la llegada a la casa de Geirrod, el dios estaba tan exhausto que se hundió agotado en el primer asiento a la vista. Para su sorpresa, sin embargo, notó cómo éste se elevaba por debajo de él y, temiendo que pudiera ser aplastado, empujó el garrote prestado contra el techo, obligando al asiento a bajar con todas sus fuerzas. A ello siguió un terrible crujido, gritos repentinos y quejidos de dolor. Cuando Thor se dispuso a averiguar lo que pasaba, descubrió que las hijas del gigante, Gjalp y Greip, se habían deslizado bajo su sillón con la intención de matarle a traición, por lo que habían obtenido una retribución justa, muriendo ambas aplastadas.
Geirrod se presentó entonces y retó a Thor a poner a prueba su fuerza y habilidades y, sin esperar a una señal preconcertada, le arrojó una cuña incandescente. Thor, rápido de ojo y experimentado receptor, cogió el proyectil con el guante de hierro de la giganta y lo lanzó de vuelta a su oponente. Tal era la fuerza del dios, que el proyectil atravesó no sólo el pilar tras el cual se refugió el gigante, sino también su cuerpo y la pared de la casa, enterrándose profundamente en la tierra del exterior.
Thor se acercó entonces resueltamente hasta el cadáver del gigante, al que el golpe de su arma había transformado en piedra y lo situó en un lugar destacado, como monumento a su fuerza y a la victoria que había obtenido sobre sus indiscutibles enemigos, los gigantes de las montañas.
El Culto a Thor
El nombre de Thor se dio a muchos de los lugares que él solía visitar, como el puerto principal de las islas Feroe y a las familias que afirman ser sus descendientes. Thor era considerado como una deidad preeminentemente benévola y por esa razón era tan venerado en todas partes y se le dedicaron templos en Moeri, Hlader, Godey, Gotland y Upsala y otros sitios, donde la gente no faltaba para invocarlo para pedirle un año favorable durante Jultide, su principal festival.
Era costumbre en esa ocasión el quemar un gran tronco de roble, su árbol sagrado, como emblema del calor y de la luz del verano, que ahuyentaría la oscuridad y el frío del invierno.
Las novias se vestían invariablemente de rojo, el color preferido de Thor, que era considerado emblemático del amor y por la misma razón los anillos de compromiso en el Norte eran por lo general hechos con piedra roja.
Los templos y las estatuas de Thor, como las de Odín, estaban hechos de madera y un gran número de ellos fueron destruidos durante el reinado de Olav el Santo. Según las antiguas crónicas, este monarca convertía a la fuerza a sus súbditos al cristianismo
Autor:
Allan Alvarado Aguayo, MSc
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