Este trabajo refiere al ensayo como género literario, suscitador de aprehensiones varias, destacando su elan filosófico-cultural y las infinitas posibilidades hermenéuticas que posee para asumir la realidad con sentido complejo, a través de un discurso integrador que no impone ni dispone, sino propone…
La concepción del ensayo, como el ensayo mismo, tiene su historia. Como género literario no siempre su definición conceptual ha coincidido con su contenido real. Ha primado con frecuencia la superficialidad definitoria y acomodaticia de encuadrar un concepto, con independencia de su correlato con la realidad y el espíritu animador del sujeto que piensa, siente y actúa. Sencillamente, por tradición lógica hay que definir, aunque se empobrezca lo definido. ¿Actitud nihilista ante las definiciones lógicas? Por supuesto que no, siempre y cuando se conciban en su relatividad aproximativa, como acercamiento al objeto y a sus diversas mediaciones que lo hacen complejo. Es necesario tener en cuenta la especificidad del objeto y el sujeto que lo aprehende, es decir, en resumen, seguir la lógica especial del objeto particular y su inserción histórico-cultural.
Por eso, los grandes espíritus ensayistas y nuestro continente es pródigo en ello- no rehúyen las definiciones como punto de partida del discurso analítico y sintetizador, pero las completan con las caracterizaciones, la imaginación creadora y otras formas aprehensivas, incluidas la hermenéutica, la semiótica y el psicoanálisis en la configuración del discurso.
No siempre el rigorismo lógico y los prejuicios formales que le son inherentes han reinado absolutamente con sus secuelas autoritaristas. Sin embargo el género ensayístico ha sufrido sus nefastas consecuencias. Se ha considerado ejercicio intelectual de menor grado. Medardo Vitier, mente de alta estirpe de Cuba y América, lo ilustra con fuerza convincente: "(…) Kelly, el hispanista inglés, que tanto predicamento alcanza a virtud de su Historia, ni siquiera usa la palabra ensayo en las líneas que escribe sobre D. Miguel de Unamuno. Es cierto que fija la importancia de la figura, pues dice: "Es un talento múltiple: erudito, crítico, poeta (…) pero no apunta la función del ensayista ni se detiene a ese respecto en otros coetáneos de Unamuno que con sus ensayos dan fisonomía a las letras españolas (…) Estudia los escritores románticos (…) mas de aquella concepción del mundo que comunicó tono inconfundible a la época literaria, no hay noticia (…) El ensayo es en ellos se refiere también a Ortega y Gasset- y lo ha sido para la sensibilidad española en estos decenios de la centuria, cosa orgánica, sustantiva, porque ha examinado, del novecientos acá, los motivos y valores del alma nacional."
Esta tendencia, por suerte, no se impuso. La concepción de que las fronteras entre los géneros literarios más que absolutas, son movedizas, inestables y relativas, convirtióse en convicción y la tesis del grande ensayista martiano, Juan Marinello, de que el tratado impone y el ensayo pone, abre cauces de sorprendente valía. Y es que el ensayo -sin menospreciar los otros géneros literarios que cumplen sus respectivas funciones en la literatura-, posee particularidades propias que enriquecen, avivan y vitalizan el pensamiento creador y la ascensión humana. Su miraje sociocultural antropológico permeado de espiritualidad escrutadora, convierte en indisoluble haz la filosofía, la literatura, el arte, la sociología y todas las ciencias del hombre para desplegarse con fuerza hacia la naturaleza del cosmos humano en relación con su universo cultural y social.
El elan filosófico cultural que resume y nuclea al ensayo, en su esencialidad, posibilita que el discurso que lo encauza vincule en estrecha unidad las ciencias del hombre. Evita por su propia naturaleza, la especialización discursiva, que aunque en los tratados didácticos intente agotar los problemas en sistemas coherentes, enseña, pero no cultiva. Y la enseñanza es parte de la cultura, pero no la cultura misma, que implica por sobre todas las cosas sensibilidad humana, razón utópica y conciencia crítica. Triada imprescindible para la formación humana. ¿Aversión a los tratados? Indudablemente que no, pues organizan la mente, informan, sistematizan los conocimientos y valores heredados. Pero para la flexibilidad dialéctica, la cultura del ser existencial humano y la búsqueda creadora, el discurso ensayístico es insustituible. Se trata de una necesidad de humano propósito, presente en todas las latitudes de la civilización humana.
En Europa, la tradición ensayística por exigencia cultural, a partir de Montaigne encuentra desarrollo y concreción. Grandes mentes excepcionales de las letras y la filosofía, sin proponérselo, recurren al ensayo para expresar su ser esencial y el devenir de sus circunstancias temporales, intereses y fines humanos.
En España, la historia del ensayo, como expresión también de la subjetividad humana, en perenne búsqueda de la creciente espiritualidad y los problemas del hombre, en relación con la sociedad, encuentra grandes cultivadoresDurante el siglo XIX el ensayo continúa cultivándose con vigor y se consolida en su forma actual con la Generación del 98. Larra publicó numerosos artículos en periódicos y revistas de la época, posteriormente recopilados en Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres (1835-1837, 5 volúmenes) y Angel Gavinet (Idearium español) es el antecedente más inmediato de la Generación del 98. Le siguen Unamuno (En torno al casticismo; La vida es sueño) y Azorín (Los pueblos; Castilla). La erudición queda representada en la obra de Menéndez Pidal, autor de reconocido prestigio en Europa. Los principales exponentes de la corriente ensayística anterior a la guerra son Ortega y Gasset (España invertebrada; La rebelión de las masas), Eugenio d'Ors (Glosario) y Gregorio Marañón (Enrique IV de Castilla; Don Juan). (Ibídem) que hicieron época e influyeron con fuerza en nuestra América.
Página siguiente |