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Cultura y Normas

Enviado por Pablo Turmero


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    La cuestionable dicotomía naturaleza/ cultura Como argumenta el antropólogo Alfredo Francesch, en el caso de los seres humanos la dicotomía naturaleza/ cultura no permite entender casi nada. Alfredo Francesch (del Departamento de Antropología Social y Cultural de la UNED), “Sabores y sinsabores de de un programa darwinista para las ciencias sociales”, manuscrito a la espera de publicación, otoño de 2010 Veamos un texto de un conocido científico contemporáneo, Steven Pinker: “No rebato, como algunos suponen, una postura extrema en defensa de la ‘educación’ con otra postura extrema en defensa de la ‘naturaleza’, pues la verdad se encuentra en algún lugar intermedio.”

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    “En algunos casos, es correcta una explicación ambiental [se refiere al contexto cultural] extrema: un ejemplo evidente es la lengua que uno habla, y las diferencias entre las razas y los grupos étnicos en las puntuaciones de los test quizá constituyan otro. En otros casos, como en determinados trastornos neurológicos heredados, será correcta una explicación hereditaria extrema. En la mayoría de los casos, la explicación correcta estará en una interacción compleja entre la herencia y el medio: la cultura es esencial, pero no podría existir sin unas facultades mentales que permiten que los seres humanos construyan y aprendan la cultura. Mi objetivo en este libro no es defender que los genes lo son todo y que la cultura no es nada —nadie cree tal cosa—.” Steven Pinker, La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, Paidós, Barcelona, 2003.

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    Un ser humano sin cultura ni siquiera sería un ser humano Pero la cuestión no es tanto –observa Francesch– que “la verdad se encuentre en algún lugar intermedio”, sino que, por así expresarlo, la naturaleza humana es inmanentemente cultural. Como escribió Clifford Geertz hace ya bastante tiempo, un ser humano sin cultura ni siquiera sería un ser humano. Clifford Geertz: “El impacto del concepto de cultura en el concepto de hombre”, en La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona 1987. “Los homínidos, antiguos y modernos, probablemente han dependido siempre de alguna forma de cultura para su propia existencia.” Marvin Harris, Introducción a la antropología general, Alianza, Madrid 1983, p. 49.

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    Def. de cultura En los seres humanos la cultura no está, simplemente, yuxtapuesta, o superpuesta a la naturaleza: lo penetra todo. En su formulación más amplia, cultura es información transmitida por aprendizaje social (a diferencia de la información transmitida por herencia). Jesús Mosterín, Filosofía de la cultura, Alianza, Madrid 1993, p. 16. Veáse también, del mismo autor, La cultura humana, Espasa, Madrid 2009. La antropología moderna trabaja básicamente con esta noción.

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    Así, según la clásica definición de Edward B. Tylor en 1871, cultura es “todo aquel complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad”. Citado en Marvin Harris, Introducción a la antropología general, Alianza, Madrid 1983, p. 123.

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    Bronislaw Malinowski también habló de cultura en términos de herencia social (no biológica), especificando que “la cultura comprende artefactos, bienes, procesos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados”. Bronislaw Malinowski, voz “Culture” en la Encyclopedia of the Social Sciences vol. 4, Nueva York 1931, p. 621. Marvin Harris se refiere a “el estilo de vida total, socialmente adquirido, de un grupo de personas, que incluye los modos pautados y recurrentes de pensar, sentir y actuar”. Marvin Harris, Introducción a la antropología general, Alianza, Madrid 1983, p. 123.

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    Malinowski incluía en la definición de cultura artefactos y bienes, que convendría considerar más bien como efectos o resultados de la cultura, más que como cultura misma; Harris incluía explícitamente los modos de acción, las prácticas y conductas. Una posibilidad –elegida por algunos antropólogos— sería restringir el significado de cultura a su “componente ideal”: las reglas mentales para hablar y actuar compartidas por los miembros de una sociedad. Desde esta perspectiva, acciones y prácticas quedarían del lado de la antropología social, mientras que ideas, creencias, normas y valores pertenecerían a la antropología cultural. Cf. Harris, Introducción a la antropología general, op. cit., p. 124. Un libro sumamente estimulante como todos los de su autor–: Terry Eagleton, La idea de cultura, Paidós, Barcelona 2001.

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    El componente ideal de la cultura Tendríamos entonces una definición restringida de cultura como ideas, creencias, normas y valores transmitidas por aprendizaje social, separando el componente “ideal” del “material”. “La cultura de cualquier sociedad, o de cualquier grupo de una sociedad, puede definirse como el sistema de significados que comparten los miembros de un grupo humano y que definen lo que es bueno y lo que es malo, lo correcto y lo incorrecto, y de qué manera deben pensar y comportarse los miembros del grupo. Como dice Raymond Williams (1981), una cultura es un sistema significante, y a través de el se comunica, se reproduce, se experimenta y se explora un orden social”. Tony Watson, Trabajo y sociedad. Ed. Hacer, Barcelona 1994, p. 94.

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    Valores y normas En la cultura (según nuestra definición restringida) cabe distinguir un elemento normativo (valores y normas) y otro cognitivo (ideas y creencias). Aunque volveremos sobre ello, anticipemos que los valores son las cosas que la gente considera importantes en su vida (la filosofía antigua los llamaba “bienes”; “valores” es el término moderno). Mientras que las normas establecen lo que puede considerarse comportamiento correcto o incorrecto.

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    En cuanto seres vivos, para nosotros hay valores; perseguimos distintas clases de bienes. En cuanto seres humanos, actuamos según normas (no hay ningún programa genético rígido que me diga cómo debo comportarme). Lo normativo es indisociable de lo humano.

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    Interacción entre la cultura y los demás componentes del mundo humano Nos vendría bien un modelo –aunque sea esquemático— de la interacción entre la cultura y los demás componentes del mundo humano. Asumiremos el propuesto por el sociólogo británico Tony Watson. El punto de partida son las necesidades básicas. “Tienen que satisfacerse ciertas necesidades mínimas para que los seres humanos sobrevivan en el mundo. Éstas se pueden reducir a dos tipos: primero, necesidades físicas de alimento, cobijo y similares, y segundo, una necesidad mental de encontrar un sentido al mundo en que se encuentran. Las personas no sólo necesitan un cobijo físico contra los elementos; también necesitan un ‘escudo mental contra el terror’ (P.L. Berger) –una manera de organizar las ideas y creencias que genere un sentido de orden frente al caos potencial del mundo.” Tony Watson, Trabajo y sociedad. Ed. Hacer, Barcelona 1994, p. 64.

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    Así, han de solucionarse dos problemas para que se desarrolle la vida social: 1. el problema de la asignación de los recursos escasos y preciados (área de los intereses) y 2. el problema de dar un sentido al mundo (área de las ideas). Véase el completo esquema de Watson en p. 66. ¡Observemos que en ambos casos la filosofía –y en particular la filosofía práctica– tiene mucho que decir!

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    “Las formas en que se tratan estos dos tipos de problemas están estrechamente interrelacionadas. Como los seres humanos se caracterizan por una capacidad de concebir alternativas, tenderán a hacer evaluaciones de los medios disponibles para satisfacer necesidades fundamentales. (…) De este modo, entre los recursos disponibles algunos se valorarán más que otros y estas evaluaciones se pondrán en común en los modelos de significado que se desarrollan en la esfera de las ideas y apuntalarán la cultura emergente. Aquí, en el proceso de interacción del ser humano subjetivo con el ambiente objetivo, vemos una interacción dialéctica entre lo material y lo mental al influir las ideas en los intereses y los intereses en las ideas.” Watson, op.cit., p. 64.

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    El materialismo cultural El antropólogo norteamericano Marvin Harris (1927-2001) ha estudiado las culturas de los grupos sociales mediante la hipótesis de que toda cultura es, por más que aparente otra cosa, siempre una manifestación de la conducta social que responde a una necesidad social material. La cultura es, en este sentido, funcional a las necesidades materiales. Por ejemplo, el culto y protección de las vacas en la India, aunque se presente en forma de veneración religiosa, obedecería más bien a su consideración, implícita, como recurso. Las vacas serían más valiosas como productoras de abono que como alimento, de modo que la población India habría desarrollado un símbolo religioso para ellas funcional para una estrategia adaptativa al medio de aquella sociedad.

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    En los grupos humanos se da un proceso de retroacción constante entre la cultura (en sentido restringido: ideas, creencias, valores y normas) y los factores materiales de la existencia humana. Aclarado lo anterior, resulta obligado dedicar alguna atención a los símbolos y lo simbólico.

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    Signos y símbolos Signo, en el habla corriente, es algo que de forma natural indica o evoca la idea de otra cosa (p. ej. signos o señales de enemistad, de enfermedad, de lluvia…) El símbolo es el resultado de una convención social, y no resulta comprensible para quien no esté familiarizado con él. Aunque exista una relación –histórica, por ejemplo– entre el símbolo y lo simbolizado (pensemos p. ej. en la cruz para los cristianos), el primero es arbitrario en relación con el segundo. Cf. Bertil Malmberg, La lengua y el hombre, Istmo, Madrid 1981, p. 42-43. Pero ojo porque esta terminología no es estándar: los lingüistas han definido de diversa manera las categorías de indicio, señal, signo, símbolo, etc. Cf también Georges Mounin, Claves para la lingüística, Anagrama, Barcelona 1976; y un espléndido tratamiento del asunto en José Hierro S. Pescador, Principios de filosofía del lenguaje vol. 1, Alianza, Madrid 1980, capítulo 2.

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