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La muerte también existe: Afrontar la muerte de una persona muy querida

Enviado por Felix Larocca


  1. El duelo
  2. Cómo se manifiesta el duelo
  3. ¿Y si el duelo se convierte en patológico?
  4. Errores frecuentes ante la pérdida de un ser querido
  5. Frente a la muerte de un ser querido
  6. En resumen
  7. Muriendo e ignorando: El Mito de la Inmortalidad del Político Dominicano…
  8. Bibliografía

Hacerse mayor conlleva familiarizarse con el sufrimiento, aprender a soportarlo y saber salir adelante tras cada golpe que la vida nos asesta.

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Cuando se es niño, la más elevada expresión de la actividad socio-festiva la constituyen bautizos y primeras comuniones; la adolescencia y juventud incorporan a este agradable catálogo de encuentros las siempre felices bodas. Pero superados los cuarenta el principal rito social es que un mes sí y otro no acudimos al entierro de un amigo, compañero de trabajo o familiar directo. Así, nos encontramos con ese inconfundible dolor que genera la muerte, la ausencia definitiva e irreparable de personas fundamentales en nuestra vida. Una de las razones del desconcierto en que nos sume la muerte es que casi siempre acontece sin que hayamos efectuado previamente el entrenamiento que nos permita asumirla como un hecho inevitable y rutinario, y ello es porque siempre vivimos de espaldas a la muerte.

El duelo

Las personas afectadas por la muerte de un ser querido presentan unos síntomas característicos y siguen una serie de etapas para la admisión de la pérdida. A veces se presentan dificultades añadidas que frenan el proceso y que lo hacen aún más duro, pero esta sensación sobredimensionada de luto puede superarse con un planteamiento y apoyo adecuados. Nuestra cultura actual dificulta la elaboración del duelo, pero somos seres inteligentes dotados de un gran instinto de supervivencia, y por ello sabemos reaccionar ante las dificultades y sobreponernos a ellas — y si no, entonces, aprendemos. La tragedia ha ocurrido, pero la vida continúa y las exigencias que la cotidianeidad nos presenta requieren de toda nuestra atención, entusiasmo y lucidez. Una correcta elaboración del duelo permitirá al afectado reintegrarse a su vida normal con la energía necesaria.

Cómo se manifiesta el duelo

Los síntomas son parecidos a los de las depresiones mayores: tristeza, trastornos del sueño, alteraciones del apetito y la libido, pérdida de peso y energía… También disminuye el interés por el mundo exterior, sobre todo en lo que respecta a la persona fallecida. De pronto, sobreviene el desinterés por el trabajo, por encontrar nuevas relaciones, además de manifestaciones de angustia, sentimientos de culpa, apatía, falta de esperanza, e incluso -en casos graves- los pensamientos de suicidio.

Además, surgen síntomas físicos como dolores de cabeza, úlceras, diarrea, problemas respiratorios, palpitaciones, sudoración, y disminución de las defensas del organismo.

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Los pasos de la elaboración del duelo son:

  • Incredulidad. Es la primera reacción ante la noticia de la pérdida, acompañada de aturdimiento ("esto no me está pasando a mí"). Nos alejamos de la realidad, en un intento de paliar el dramático acontecimiento.

  • Agresividad, ira. La persona se vuelve irascible, con reacciones de descontento, y resulta difícil de abordar. Adopta, a veces, actitudes críticas frente a quienes le rodean y se pregunta por qué le ha tenido que tocar esta desgracia.

  • Depresión. Actitudes de apatía y silencio. Va haciéndose a la idea de que la pérdida es irreversible y va dejando de aferrarse a la imagen del ausente. Es una triste, amarga y silenciosa resignación.

  • Aceptación y paz. Se asume serenamente la ausencia. Comienza la persona a centrarse y vuelve a sus actividades cotidianas.

¿Y si el duelo se convierte en patológico?

Para superar el duelo hay que vivirlo, tenemos que concedernos la oportunidad de sufrir sus consecuencias. Como asimismo necesitamos comprender la tristeza de quien lo sufre, por muy acentuada o exagerada que parezca.

Pero si el duelo no se elabora correctamente – no se han vivido algunas fases, se han interrumpido o se han reprimido emociones dolorosas-, pueden surgir síntomas patológicos, relacionados con la necesidad de permanecer unido al ausente.

Indicadores del duelo patológico

  • Sentimientos de culpa. Se siente uno culpable de la muerte, de no haber hecho lo posible por evitarla, de no haber sido suficientemente diligente o afectuoso con el fallecido.

  • Pensamientos de muerte. El vivo debería haber desaparecido junto al fallecido, o incluso haber muerto en su lugar.

  • Sentimientos de inutilidad. Ya nada tiene sentido, sin el difunto la vida carece de interés, sin él o ella nada es igual, no vamos a poder hacer frente a la vida.

  • Experiencias alucinatorias. Como oír la voz del fallecido o ver fugazmente su imagen.

  • Sensaciones de padecer la misma enfermedad de la persona difunta, en un trasvase del problema que causó la muerte del ser querido.

  • Confusión. Algo profundo está cambiando en el fondo de sí mismo y en el mundo.

  • Lentitud psicomotora y deterioro de algunas funciones orgánicas.

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Errores frecuentes ante la pérdida de un ser querido

  • Pensar que no debemos conocer los detalles de la muerte ni ver el cadáver. Aunque resulte duro, saber los detalles de la desaparición de la persona amada ayuda a aceptar la realidad de la ausencia. La falta de información puede generar confusión y fantasías irreales.

  • Creer que cuando se demuestra rabia, dolor o desesperanza mediante el llanto desgarrado o los gritos, se está más expuesto a la depresión. La expresión de estos sentimientos es necesaria, porque permite que se procese la pérdida y se elabore el duelo, aunque puedan percibirse como manifestaciones exageradas o propias de culturas o países poco desarrollados.

  • Pensar que cuando la persona muere se pierde su recuerdo. El recuerdo y las vinculaciones emocionales no desaparecen. Permanecen, y aparecen en forma de reminiscencias pasajeras o sueños.

  • Pensar que, para superar el dolor cuanto antes, debemos volver inmediatamente a nuestros quehaceres cotidianos. Conviene que nos demos un tiempo para reflexionar y para vivir el dolor sobrellevando el duro proceso emocional que supone la pérdida.

  • Considerar que el afecto por el ausente debe expresarse con mucha moderación. Aunque en nuestra cultura se valoran la firmeza de carácter y la entereza, debemos permitirnos expresar libremente las emociones dolorosas.

  • Mantener que conviene no hacer partícipes a los niños de estas situaciones de luto. Los niños son tan capaces como los adultos para elaborar los duelos. No les ocultemos la realidad. Deben aprender a superar pérdidas que, antes o después, llegarán.

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Frente a la muerte de un ser querido

Es muy conveniente desahogarnos con alguien que pueda entender y compartir nuestro dolor. Pero no seamos demasiado exigentes, es difícil que quien no se ve directamente afectado comprenda la dimensión de nuestro dolor.

  • El sufrimiento no desaparece ni se reduce poniendo tierra de por medio, alejándose de la situación dolorosa o de lo que nos recuerda al ausente.

  • Más que cambiar las circunstancias externas, conviene modificar los procesos mentales que llevan a la aceptación de la realidad. Después de ese cambio mental, y permaneciendo lúcidamente en la situación real, ya se pueden hacer viajes, o cambios en el hogar, o cualquier otra cosa.

  • Conviene que el afectado conozca las fases del proceso de elaboración del duelo, para que las acepte como algo normal.

  • Tan poco aconsejable es conservar tal cual estaban todas las pertenencias del fallecido, como hacerlas desaparecer. Lo adecuado es que el doliente se quede con los recuerdos más significativos del ausente y prescinda de los demás.

  • Cuando aparezcan los síntomas del duelo patológico, conviene acudir al médico de cabecera; y, si es necesario, al psiquiatra.

En resumen

La muerte es parte de nuestra vida, y como tal, debe de ser concebida y aceptada.

La muerte es proceso que se acompaña por fenómenos predecibles y constantes. Uno de ellos es el del duelo. Este proceso del duelo es normal, y no debe de ser interferido con el uso de medicaciones ni con intervenciones psicológicas innecesarias.

Aprender a vivir plenamente, conlleva realizar y aceptar que algún día tendremos que morir.

Amén

Muriendo e ignorando: El Mito de la Inmortalidad del Político Dominicano…

Dr. Félix E. F. Larocca

Cuando reflexionamos, forzados por circunstancias amargas, en la progresión de nuestras vidas hacia el destino ineluctable de la muerte. Siempre lo hacemos con la indiferencia de quien "sabe" que ese instante final, tan íntimo como personal, nunca (para nosotros) llegará.

Benjamín Franklin nos dijo: "Morir. Es lo último que deseo hacer en mi vida…" Kafka: "El hombre no puede vivir sin la confidencia inquebrantable de que dentro de sí, vive algo esencialmente indestructible".

El ser humano es el único animal que desde hace unos cuarenta y cinco mil años entierra sus muertos. Parece ser, que la necesidad inmanente que tenemos de ser inmortales es una de las fuerzas más poderosas que nos impulsa. Toda mitología, toda religión y toda creencia humana, inevitablemente, tratan de solucionar el acertijo de nuestras vidas y el temido instante en que ésta cesará — con la llegada sigilosa de la muerte.

Mito

Endimión era un mancebo, dotado por los dioses con belleza excepcional. Cuando la diosa de la luna lo vio, (por supuesto) se enamoró de él. Endimión reciprocó, en ese otro, de los amores olímpicos. Fue entonces, que cuando la diosa pidió a Zeus que le confiriera la inmortalidad a su amado, su petición fuera concedida. Pero, como los dioses del Olimpo (políticos ávidos y manipuladores consumados) siempre tienen que añadir un elemento humano a todas sus transacciones, Zeus, le confirió a Endimión, la inmortalidad (condicionada): Endimión no moriría, sino que viviría en un sueño eterno.

Esquemas usados para resolver simbólicamente las cuestiones de la Inmortalidad y de la Longevidad

Para tratar de lograr la solución al enigma de la muerte y para resolver nuestra necesidad por una vida sempiterna, se han identificado cinco estrategias antropólogo-culturales: La biológica, la religiosa, la creativa, la natural y la mística.

La Biológica: Consiste en la inmortalidad genética. Cuando tenemos hijos, cuando nosotros o nuestros parientes cercanos se reproducen; adquirimos inmortalidad biológica, aunque no sea ésta la que (precisamente) todos buscamos.

Otra de las estrategias biológicas más refinadas es la de la clonación. Las investigaciones en clonar y en la reproducción in vitro de células genéticas continúan, a pesar de los problemas éticos que éstas suscitan. Verdaderamente, existe un mercado potencial y lucrativo en eso de una vida eterna.

La Religiosa: Promete una vida perpetua a quien en esas cosas creen. Esta vida imperecedera puede manifestarse como resurrección, reencarnación, metempsicosis (u otra forma de resurgir).

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Las estrategias Creativa, la Natural y la Mística. Se confunden es sus fronteras, ya que éstas emplean el uso de las artes, la sublimación y las elegías para asignar a los seres queridos su lugar permanente en nuestras vidas — forjándolos inmortales.

Nuestras tendencias comerciales y nuestra necesidad de sonsacarle provecho a todo, aún al fenómeno natural de la muerte, hace posible el origen de la industria mortuoria, la de los embalsamos, y la de construcción de cementerios (del griego, lugar donde se duerme). Los cementerios; con sus derroches de esplendor y de bellezas para los que mueren adinerados, confirman el destino de los pobres: Aún en la muerte, el rico y el pobre son desiguales.

Indescriptiblemente para los que no hayan vivido en el sur de los Estados Unidos, resultaría insólita la existencia de "cementerios blancos" y "de cementerios negros". Pero, los hay. Como asimismo florecen cementerios judíos, mahometanos, alemanes, hispano-americanos y de otras religiones, orígenes étnicos, y cultos.

Tenemos que ser diferentes. Una vez se hizo un estudio en el Instituto para el Psicoanálisis de Chicago, donde se obtuvieron los pensamientos y las reacciones de personas que atendieran funerarias para "pagar los últimos respetos". Lo que se recopiló fue una expresión de la perversidad de nuestra especie: "Tan joven (la viuda) quizás necesite un hombre (como yo) de cuando en cuando." "Luce como el estúpido cabrón que fuera." "¡Qué calor hace aquí. Yo ni siquiera fui amigo del hijo de p…!"

La necesidad instintiva que nuestros honorables antepasados desarrollaran por los muertos, quizás tuvo una "razón" esencial: Si es cierto que la caza y la pesca, combinados con la búsqueda de frutas y vegetales esparcidos por los montes, nos destinaban a mantener una vida de nómadas, la presencia de nuestros cementerios puede que dictara la decisión de permanecer en la vecindad de nuestros seres queridos. Esta necesidad es tan innata, que desde tiempos inmemorables, los judíos clamaron como patrimonio la tierra donde sus antepasados fueran enterrados. Esa misma demanda primordial la hacen los nativos americanos ("indios") y la que harían los descendientes despojados de los "indios" araucanos/taínos de ésta (nuestra) pobre Quisqueya. Seres humanos (¿?) de estatura pequeña) que fueran enterrados en Punta Cana y cuyos restos fueran removidos para cederle el paso a un campo de golf. Pero la "evangelización", la "conquista" y (ahora el dólar) los desenterraron y los desterraron. Para que los ricos y potentados, jueguen el juego de los carritos…

El hombre "primitivo" creó las ciudades para contener sus cementerios. Concepto muy interesante y esotérico. Los carritos de golf… esos vinieron más tarde…

El antropólogo, el arqueólogo y el psicoanalista de cualquier persuasión doctrinaria; reconoce que en el estudio de las pirámides, y de los artefactos que acompañan los muertos a sus tumbas (incluyendo la de San Pedro) se descubren hechos increíblemente útiles en la tarea de comprender ese simio extraño (que somos): el ser humano.

Pero los vivos, particularmente cuando hemos tenido la experiencia del algún éxito en la vida, tenemos "armas" disponibles para sojuzgar a nuestros supervivientes, desde el sigilo de la tumba.

Lenin y Mao fueron embalsamados. Los ateístas consumados siguieron los rituales de doctrinas teísticas: Plus ça change…

Entonces tenemos las cláusulas testamentarias, por medio de las cuales imponemos sumisión a nuestros herederos.

También tenemos los legados inciertos de los creadores de los partidos políticos dominicanos: ¿Quién pudiera creer que en siglo XXI los espectros intangibles de Juan Bosch, Joaquín Balaguer y de José Francisco Peña Gómez estarían (desde sus tumbas apartadas) controlando el escenario político de nuestro país?

¿Quién pudiera imaginarse que frente al sepulcro de Peña Gómez, tantos políticos han acudido en tiempos recientes, para hacer promesas de naturalezas "patrióticas" y de fervor moral; pero cuyas naturalezas fueran, tristemente pérfidas?

Es que cuando más y más ostensiblemente negamos la muerte; es cuando los que nos rodean necesitan que, para sus fines egotistas, sigamos viviendo.

Si los políticos locales creen que ellos son inmortales… Que consulten a los dioses del Olimpo.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca