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Dimensiones de la corrupción (página 2)


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Por último, supongamos que alguien desea asegurar los servicios de un empleado que permanezca en su puesto en una organización a la que parece tener completa lealtad, mientras que en realidad favorece los inte­reses conflictivos del sobornador. Se trata aquí de la forma denominada "compra descarada".

Lo anterior no agota las modalidades de la corrupción. Existe una gran variedad adicional de las mismas, cuya prevalencia ha dado lugar a una serie de frases pintorescas del argot criollo.

"En el Perú todos somos compadres" llegó a decir Luis M. Sánchez Cerro aludiendo al nepotismo, o tendencia a valerse de influencias median­te vínculos familiares y no en base al mérito.

    "Aprovéchate, gaviota, que después de esta no hay otra"  es la frase inspiradora del funcionario que accede al poder, ansiando, apropiarse ilegalmente de los recursos públicos para usos personales (Peculado).

  "Estando bien con Dios, los Santos son Inquilinos" proclama quien practica el arribismo o tendencia a subir en la escala social mediante el uso de cualquier medio, licito o no.

"Voy a jamonearme" piensa deleitosamente quien consigue para sí mismo el privilegio administrativo que sería conseguido por un agente ex­terno mediante sobornos. De este modo, se adjudica contratos a sí mismo, utilizando organizaciones de fachada, o se apropia de bienes públicos, para recompensar a algún otro miembro de la organización política (Auto-co­rrupción).

La difusión, prevalencia e impunidad de acciones como las arriba des­critas llevó al ex-presidente Riva Agüero a firmar en las memorias que pu­blicó bajo el seudónimo de "Pruvonena" que "En el Perú lo que no da as­co, da risa". Más tarde la indignación de González Prada estallaría en aque­llo de que "En el Perú, donde se pone el dedo salta la pus" y, más recien­temente, halla su colofón en la pesimista frase de Pablo Macera: "El Perú es un burdel".

Variaciones históricas y nacionales

La Corrupción existe en todas las sociedades, pero en unas las presio­nes para controlarla son más intensas que en otras. En un extremo, pode­mos citar el caso de Suecia, donde los mozos no aceptan propinas por los servicios que prestan, porque aducen que para ello reciben un salario que consideran suficiente. En el otro extremo, cabe anotar el patético testimo­nio de Stanislav Andreski, quien, en 1968 relataba haber visto hospitales en el África Occidental donde los pacientes tenían que pagar a las enfer­meras para que les trajeran el depósito para hacer sus deposiciones; donde los doctores (que recibían un salario del Estado) atendían sólo a los pa­cientes que les daban dinero, sin tener en cuenta cuál condición exigía una atención más urgente. Agrega el citado autor que:

"Los empleados a cargo del dispensario robaban los medicamentos y los vendían a los pacientes del hospital o a los vendedores de medicina. Los médicos hacían lo mismo, tornando los medicamentos para su uso en sus consultorios privados.

Los pacientes sin medios para pagar recibían inyecciones de agua co­loreada. Muchos que pagaban, eran engañados y obtenían exactamente lo mismo" (Andreski, 1968).

Una primera lectura de este caso, nos produce la tentación de identi­ficar la corrupción con el subdesarrollo. Sin embargo, no sería una conclu­sión correcta. Los países desarrollados están pletóricos de escándalos, tales como el de Spyro Agnew, en Estados Unidos, el affaire de la Lockheed y el Príncipe Bernardo de Holanda, y las noticias de periódicos fusilamientos de funcionarios corruptos en la Unión Soviética. Parece como si existiera en el ser humano una tendencia a tentar los límites de la regla moral o le­gal, para ver "hasta donde podemos llegar sin que nos atrapen".

Pero no todo es desolación en el panorama. En nuestro pasado Incaico podemos encontrar ejemplos positivos de alto control anti-corrupción, que fue resaltado por Jacobo Von Klaveren en 1957, estableciendo que los fac­tores que convergían para este resultado eran:

a. El carácter absoluto de la monarquía.

b. La dedicación de todos lo recursos del país al cumplimiento de un plan económico que servía a la glorificación del gobernante y al culto del Sol.

c. La imposibilidad que tenían los funcionarios de desviar más impuestos que los que les había adjudicado el Inca en su plan económico, dado que no existían factores productivos sin cobertura.

d.  La determinación específica de los ingresos de los funcionarios y del pueblo de acuerdo con su posición social. Esta situación afectó hasta las pautas de nutrición, el número de esposas y la calidad de los vestidos que les eran distribuidos. Un gobernante de la casta del Inca reci­bía trajes de vicuña de los almacenes públicos, mientras que las telas del pueblo eran hechas de lana de llama. El pueblo debía caminar. El Sapa Inca y los altos funcionarios de origen Inca eran llevados en sillas o angarillas.

Agrega Klaveren que:

"de este modo, todos recibían los ingresos apropiados. El pedir más constituía una ofensa contra el Sapa Inca y el Culto del Sol. Esta dis­tribución nacional de ingresos para la promoción de la riqueza común estaba basada en valores éticos y religiosos, pero estaba orientado a la glorificación del Inca y del Sol"(Klaveren, 1957).

El reforzamiento de los valores éticos era cotidiana, mediante el conocido saludo de "No robes, no mientas, no seas ocioso". Además, la base del prestigio no consistía en la acumulación de riquezas sino en la multiplica­ción de las vinculaciones del parentesco.

Causas de la corrupción

Pero la pregunta acuciante sobre las causas de la corrupción sigue en pie. Múltiples autores han mencionado por lo menos doce factores que pa­recen contribuir a crear condiciones favorables para la aparición y prolife­ración de este fenómeno. Ellos son:

a.  El Subdesarrollo.

b.  La situación general de anomia, que conduce a la gente a pensar que cualquiera que ocupa una posición de poder va, probablemente a ex­plotarla en el propio interés, en el de su familia u otros grupos socia­les hacia los que tiene un sentimiento de lealtad.

Si es así, las creencias de la gente acerca de la corruptibilidad de los políticos y administradores sería en parte un reflejo de lo que les gus­taría hacer, dados los medios.

c. La existencia de una profunda brecha entre el gobierno y la sociedad.

d. La ausencia de un proyecto nacional y de lealtad del ciudadano hacia una sociedad organizada.

e. La expansión de la autoridad gubernamental y la multiplicación de ac­tividades sujetas a regulación del gobierno.

f. Las acciones de empresas transnacionales que buscan decisiones guber­namentales que las favorezcan.

g. Un bajo nivel de disciplina social.

h. Una debilidad de los mecanismos de reforzamiento social y guberna­mental.

i. La prevalencia de desigualdades en la distribución de la riqueza y de una considerable pobreza absoluta.

j. Una desinformación sobre cuáles son las reglas oficiales o sobre qué conductas son violatorias de las mismas.

k. Una mayor valoración del intercambio de favores, lealtad personal y ganancias privadas y una menor valoración de la probidad y eficiencia impersonal.

l. Una indiferenciación entre rol público e interés privado aunada a una tendencia a ver la función pública como el medio principal de enrique­cerse.

En base a lo anterior, podemos establecer, que a mayor:

Caos, subdesarrollo, desorientación, desintegración, dependencia del exterior, indisciplina, desigualdad, ignorancia y deshonestidad, mayor será la corrupción.

Consecuencias sociales

Se han identificado una variedad de consecuencias de la corrupción:

(Bayley, 1961; Mydral, 1968; The Economist, 1967; Nye, 1967; Mc Mu­llan, 1961).

a. En el orden político, la corrupción es incompatible con un gobierno racional, moderno y honesto, en la medida de que se torna endémica. Produce una situación general de injusticia, bien sea por escaso refor­zamiento de la ley o por medidas represivas.

Adicionalmente, reduce el respeto, la confianza y la legitimización del gobierno por parte del consenso ciudadano, así como el coraje político de la gente. A ello viene a agregarse la reducción de la estabilidad polí­tica y la posibilidad de consolidación nacional, propiciando los golpes de estado de toda índole, haciendo insostenible la continuidad de la democracia.

b. En el orden económico, la corrupción origina la fuga de capitales na­cionales a bancos suizos, lo que constituye (Nye, 1967) una pérdida neta para los países en desarrollo y origina la privación de ayuda extranjera debido al repudio de los donantes del extranjero hacia la co­rrupción en un país en desarrollo.

Distorsiona las inversiones, las mismas que no pueden canalizarse hacia sectores tales como la construcción, no por el proyecto económico si­no porque son más susceptibles de esconder tarifas de corrupción me­diante contratos mayores del costo y el uso de los créditos de los pro­veedores.

Desalienta las inversiones, sobre todo la extranjera, porque la corrup­ción constituye un riesgo, porque el costo no oficial para comenzar una empresa es demasiado alto para ser rentable.

Produce desaliento, en una compañía que trata de mantener una acti­tud correcta y que se encuentra con la competencia injusta y desleal de otras compañías que recurren al soborno.

c. En el orden administrativo, promueve una situación general de inefi­ciencia administrativa (los trenes incumplen su horario, los contratos se adjudican a contratistas equivocados, las investigaciones no produ­cen descubrimientos y los planes no se llevan a cabo. El trabajo en grupo y la lealtad se desintegran).

Se desvían recursos de propósitos públicos a propósitos privados de políticos o funcionarios, y se eleva el costo de la administración, da­do que quien paga impuesto y a la vez tiene que sobornar, tiene que pagar varias veces por el mismo servicio.

Debilita la incorruptibilidad de un funcionario en una situación de co­rrupción generalizada. Si el funcionario resiste la tentación, encontra­rá dificultades muy serias al realizar sus labores, lo cual contribuye a la inercia y a la ineficiencia de una sociedad. El aludido terminará preguntándose:

"Bien, si todo el mundo es corrupto, ¿por qué no serlo yo también?". Obliga a dedicar una gran cantidad de tiempo para conseguir contac­tos que faciliten las gestiones, elevando así los costos en términos mo­netarios y humanos.

Provoca litigios, acusaciones, calumnias y quejas.

Como puede verse, las consecuencias, son nefastas y justifican que personas de diversas tiendas ideológicas, estratos sociales y especialidades in­tenten combinar sus capacidades y experiencias para diseñar una estrategia de ingeniería social encaminada a mantener bajo control y reducir y, si es posible, cancelar estas pautas de conducta que constituyen los "costos es­condidos" que sabotean cualquier proyecto de desarrollo nacional.

Lineamientos de acción

Ante el panorama de la corrupción, la pregunta que surge es la de:

¿Qué hacer? Muchos países han experimentado con diversas medidas con variados grados de éxito. Creemos oportuno exponerlas aquí, a manera de un conjunto de alternativas tácticas a disposición de los tomadores de de­cisiones a quienes preocupe el problema.

No es posible reducir la corrupción si es que los líderes nacionales no la consideran como un problema importante. Logrado ello, el esfuerzo ini­cial de los líderes requiere ser apoyado por la protesta pública para que las reformas puedan iniciarse, mantenerse y consolidarse. Por otro lado, cabe advertir que no se puede combatir exitosamente la corrupción en los nive­les inferiores sin erradicarla de los niveles superiores. Cuando la corrupción ha durado muchos siglos y ha devenido a la vez en causa y efecto de una estructura socioeconómica injusta y de una inversión de la tabla de valo­res, la acción requerida es el cambio estructural.

Es también recomendable revisar los códigos Penal y de Procedimien­tos Penales así como otras leyes y reglamentos con el fin de eliminar aque­llas disposiciones que tienden a incrementar las oportunidades de corrup­ción y a lentificar los procesos anti-corrupción:

Este tipo de procesos tienen un carácter ejemplarizador, que son la mejor prueba de que la intención de un gobierno de moralizar el país no se reduce a meras declaraciones. Cuanto más alto sea el status de los enjuicia­dos mayor será la acción ejemplarizadora, porque se demostrará que la ley no tiene dos pesas y dos medidas que se aplican en función del status del acusado.

Algunos países han llegado a prohibir que las entidades privadas den contribuciones a los partidos políticos y han castigado a aquellos miem­bros de dicho sector que corrompen a funcionarios. A ello se ha agregado el diseño de políticas y procedimientos especiales para atender denuncias de corrupción, protegiendo a las personas que efectúen denuncias "de bue­na fe".

La Administración Pública puede también beneficiarse si se introduce una supervisión más estrecha, se establecen reglamentos más simples y pre­cisos y se mejora el nivel salarial del empleado público y se promueve su desarrollo cómo persona.

El incremento del nivel de eticidad del Empleado Público requiere te­ner en cuanta que la honradez de la persona está condicionada por:

a. La necesidad, es decir, la medida en la que sus necesidades básicas de alimentación, vestido y vivienda y otras están satisfechas. Recordemos la frase de Maslow: "No se puede hablar del espíritu a un estómago va­cío".

b. La disposición, que es el resultado del conjunto de influencias éticas o anti-éticas recibidas a lo largo de la existencia y que contribuyen a un mayor o menor grado de diferenciación de su conciencia moral.

c. La oportunidad, es decir, la medida en la cual se lo ubica en una situa­ción en que puede cometer actos corruptos con la garantía de impuni­dad. Cabe aquí citar el refrán de que "en arca abierta, el justo peca".

Una campaña de moralización requiere del pleno apoyo de los medios de comunicación de masas y de la estructura educativa. Los mensajes pro­palados por los medios requieren ser percibidos, elaborados, retransmiti­dos, explicados y prestigiados por los líderes de la opinión pública en cada zona del país. El receptor último del mensaje es el grupo de educandos en todos los niveles, incluyendo el de la capacitación de Administradores Pú­blicos.

Estimamos que, para este fin, se requiere incluir el tema de la corrup­ción tanto en cursos de ética Social como en los de Educación Cívica en los tres niveles educativos.

Una campaña moralizadora no debe ser de corta duración sino prolon­garse a lo largo de los años hasta llegar a ser una parte normal de todos los procesos educativos para crear conductas éticas irreversibles.

Medidas adicionales que se han aplicado son: el reforzamiento de la vi­gilancia, incluyendo la creación de departamentos de policía especializa­dos en denuncias de corrupción.

Quienes estén seriamente interesados en resolver este problema tienen ante sí un problema secular que sólo puede ser resuelto en la medida que existan metas claras, medios adecuados y una persistencia de las acciones a lo largo de décadas. El tiempo resulta cada vez más corto debido al enor­me déficit de partida que nuestro país posee en este aspecto. Pero recorde­mos aquella frase de Burke, quien decía que para que el mal triunfe sólo se necesita una cosa: que los hombres de bien se crucen de brazos.

REFERENCIAS

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Autor:

Álvaro González Riesle

Psicólogo Social

URL: www.alvarogonzalezriesle.com

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