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Alianzas Impias (página 2)

Enviado por Julio Basualdo


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Nuestro emperador amigo de él (Cristo), actuando como interprete de la palabra de Dios, aspira hacer volver a toda la raza humana al conocimiento de Dios; proclamando claramente en los oídos de todos y declarando con poderosa voz las leyes de la verdad y piedad a todos los que moran en la tierra…al estar investido de un semblante de soberanía celestial… encuadra su gobierno terrenal según el molde de ese original divino…la monarquía de Dios.

No puede caber duda en cuanto a la asombrosa exactitud de la visión del apóstol Juan de una ciudad que pretende pertenecer a Cristo pero que se prostituye con los reyes de la tierra. Hacer que gobernantes paganos impongan el "cristianismo" mediante el poder militar sobre un imperio papal cada vez más extenso es una parodia blasfema de la verdad que Cristo proclamó. Era una tergiversación tan obscena del evangelio y una identificación tan confusa del estado con la Iglesia que finalmente a Cristo se lo considera el verdadero gobernante de Bizancio. Había monedas que los describían llevando la corona imperial así como iconos que los representaban llevando las vestiduras del emperador. El propio trono del emperador estaba al lado de otro trono, que estaba vacío excepto por una copia de los evangelios, indicando que Cristo era el coemperador de Bizancio. Ese era el espíritu de los tiempos que también prevaleció en el occidente.

Finalmente, el papa Inocencio III abolió el senado romano y colocó la administración de Roma directamente bajo su control con un sólo senador como su diputado. El 1266 Clemente IV asignó esta función a Carlos de Anyoú, quien fundó la universidad de Roma. El papado continuó participando activamente en el corazón mismo de casi todas las intrigas políticas; y sus ejércitos estaban aliados con las fuerzas militares de muchos reyes en las guerras continuas que plagaron a Europa. En el Nuevo Mundo la Iglesia era la participe en las actividades de los conquistadores españoles y portugueses en el África. Recientemente, los nativos norteamericanos activistas hicieron un llamado al papa Juan Pablo II para que revocará formalmente una bula papal, Inter Cetera, promulgada en 1493, que declaraba que las "naciones bárbaras descubiertas y por describir debían someterse a la fe católica a fin de propagar el imperio cristiano". De la historia antigua podrían multiplicarse ejemplos de "fornicación con los reyes de la tierra" pero necesitamos continuar con los tiempos modernos.

El concordato de 1929.

En 1870 Italia declaró su independencia y lo que quedaba de los Estados Papales fue absorbido por la nueva nación unida. El pueblo italiano votó abrumadoramente en contra del régimen del papa y a favor de la nueva independencia. Los poderes temporales de los papas se terminaron, incluyendo su prestigio y alianzas con regimenes terrenales. La autoridad civil de los papas fue limitada al Vaticano, donde permanecieron en exilio autoimpuesto por casi 60 años hasta que, en 1929, Mussolini y el papa Pío XI firmaron el Tratado de Letrán.

Este concordato nuevamente hizo del catolicismo romano, por ley nacional,"la única religión" de Italia. Ni Pedro, ni Pablo, y seguramente ni Cristo, habrían celebrado semejante acuerdo con ningún gobierno, mucho menos con una "dictadura fascista". El Vaticano, que pretende ser la verdadera y única Iglesia, la esposa de Cristo, quien dijo que su reino no era reconocido como un estado soberano con la categoría de nación secular capacitada para enviar y recibir embajadores políticos.

Por haber confiscado los territorios papales en 1870, Italia le pagó a la Santa sede 750 millones de liras al contado y mil millones de liras en bonos del estado. Algunos de estos fondos se usarían para fundar el Banco Vaticano, actualmente famoso por su corrupción. Algunos terminarían en inversiones más bien extrañas que fueron hechas por la Santa Madre Iglesia, como por ejemplo "una fabrica italiana de armas de fuego y una compañía farmacéutica canadiense que fabricaba contraceptivos".

No cabe duda que la Iglesia Católica Romana puso a Mussolini en el poder. A fin de lograr el Tratado de Letrán, el papa exigió que los católicos se abstuvieran de participar en la política (muchos habían sido socialistas activamente opuestos a Mussolini y su partido fascista) y le otorgó el respaldo de la Iglesia al Duce. El papa hizo declaraciones publicas tan fuertes en apoyo a Mussolini – e.g.,"Mussolini es el hombre enviado por la Providencia"- que los católicos no tenían otra alternativa sino apoyar al dictador fascista pretendiente. Sin esa ayuda Mussolini no habría sido votado y la historia podría haber sido muy diferente.

Quid pro quo.

Después de firmarse el concordato, Mussolini, por su parte, declaró: "reconocemos el lugar preeminente que la Iglesia Católica ocupa en la vida religiosa del pueblo italiano – algo que es preferentemente natural en un país católico como el nuestro, y bajo un régimen como el fascista". Todos los cardenales en Roma, en un discurso dirigido al papa, alabaron a Mussolini como "ese eminente estadista (que gobierna Italia) por decreto de la Divina Providencia". Al reflexionar sobre esto, uno se pregunta cómo es que hombres que pretendían ser emisarios del Espíritu Santo pudieran estar tan equivocados. No obstante, había una razón para la necesidad de ellos.

Esto era un quid pro quo que prometía mucho para ambas partes. Mussolini necesitaba a la Iglesia para establecer su control en Italia, y por su parte la Iglesia estaba dispuesta a apoyarlo a cambio de la restauración de por lo menos algo de su prestigio y poder anteriores. Con el sólido respaldo de la Iglesia, Mussolini se estableció como dictador. Y con el Tratado, el pontífice romano logró una vez más la categoría de ayudante indispensable del emperador, un cargo que los papas habían disfrutado anteriormente, comenzando con Constantino y continuando con sus sucesores. La "fornicación con los reyes", después de una breve interpretación había comenzado de nuevo.

Durante todo el tiempo que duró la segunda guerra mundial, la iglesia siguió siendo la fiel participante de una dictadura opresiva que se había sentido más que feliz de darle al papa lo que él quería: la supresión de los derechos humanos fundamentales. Con el catolicismo ahora como la religión del estado, la educación religiosa se hizo obligatoria en las escuelas, los maestros y libros escolares tenían que ser aprobados por la Iglesia, el casamiento religioso se hizo obligatorio, y el divorcio estaba prohibido. La critica contra el catolicismo, oral o impresa, se decretó una ofensa capital.

Como Avro Maniatan lo expresa en la obra The Vatican and World Politics: "La Iglesia por lo tanto se volvió el arma religiosa del Estado Fascista, mientras el Estado Fascista se volvió el arma secular de la Iglesia".

El 3 de junio de 1985, el Vaticano e Italia firmaron un nuevo concordato que terminaba diciendo: "un numero de privilegios que la iglesia Católica tenia en Italia, incluyendo su categoría como Iglesia del estado…el nuevo tratado garantiza libertad de religión para no católicos y pone fin al estado de Roma como una ciudad sagrada pero, todavía reconoce la importancia particular de Roma para con el catolicismo romano.

El concordato de 1933 con Hitler

Una de las figuras claves en negociar el Concordato de 1929 con Mussolini fue el procurador Francesco Pacelli, hermano del cardenal Eugenio Pacelli, que más tarde sería el papa Pío XII. Este último, como Secretario de Estado del Vaticano, desempeñaría un papel clave en negociar el lucrativo (para la Iglesia) Concordato con Hitler.

Uno de los beneficios del Concordato eran los miles de millones de dólares que afluirían a la Iglesia Católica Romana mediante el Kirchensteuer (impuesto de Iglesias) durante toda la guerra. Como recompensa, Pío XII jamás excomulgaría a Hitler de la Iglesia Católica ni levantaría la voz para protestar contra la matanza de 6 millones de judíos.

Los prelados y teólogos católicos prominentes estaban extáticos por la firma del concordato de 1933 el teólogo católico Michael Schmaus escribió en alabanza del autoritarismo del régimen nazi y lo comparó al de la Iglesia: "El fuerte énfasis en la autoridad en el nuevo es algo esencialmente familiar a los católicos. Es la contraparte, al nivel natural, de la autoridad de la iglesia de la esfera sobrenatural. En ninguna parte el valor y significado de la autoridad es tan conspicuo como en nuestra santa Iglesia Católica". Por supuesto, eso era cierto. El papado había trabajado durante siglos en estrecha asociación con reyes y emperadores autocráticos en la supresión de los derechos humanos fundamentales.

Los católicos de hoy necesitan enfrentar el hecho de que el totalitarismo de la Iglesia de ellos fue un factor principal en preparar a los católicos alemanes para que aceptáran el régimen nazi. Joseph Lortz, profesor de historia de la iglesia católica, "nunca se cansó de hablar de "el parentesco fundamental entre el socialismo nacional y el catolicismo nacional y el catolicismo, parentesco que corre a un nivel asombrosamente profundo…". Durante el mismo año,1933, un prelado muy conocido de Colonia, Robert Grosche, escribió en Die Schildgenossen:

Cuando la infalibilidad papal se definió en el año 1870, la Iglesia se estaba anticipando a un nivel superior a la decisión histórica que ahora se ha tomado a nivel político: una decisión a favor de la autoridad y en contra de la discusión, a favor del papa y en contra de la soberanía del concilio, a favor del Fuehrer y en contra del Parlamento.

August Bernard Hasler, que durante algunos años fuera el curador de los archivos del Vaticano, haciendo uso de sus años de estudio de documentos secretos, anota:"Tanto en Italia como en Alemania, la Curia aprovechó la oportunidad para asegurar de un régimen dictatorial lo que parecía imposible bajo el gobierno parlamentario, es decir; un concordato". Luego cita del líder católico alemán Ludwing Kass:"El "estado autoritario" necesariamente entendió los principios básicos de la "Iglesia autoritaria" mejor que lo habían entendido otros". Efectivamente, ellos eran socios que estaban hechos el uno para el otro. Hitler recibió la siguiente nota calurosa del Cardenal Michael Faulhaber seis meses después que asumió el poder:

Lo que los antiguos parlamentos y partidos fracasaron en lograr en sesenta años vuestra amplia visión de estadista de la historia del mundo lo ha hecho una realidad en seis meses. Este apretón de manos con el papa, la más grande fuerza moral en la historia del mundo, significa un hecho poderoso lleno de inmensas bendiciones y un aumento del prestigio alemán en el este y el oeste, ante los ojos de todo el mundo.

John Toland, periodista ganador del premio Pulitzer, señala que los lideres de la Iglesia Católica Romana estaban ansiosos de congraciarse con Hitler acababa de proscribir el Partido Católico, su líder; el Monseñor Ludwing Kass (en palabras que tenían la intención obvia de impresionar al Fuherer), declaró a la prensa:" Hitler sabe como guiar el banco. Aún antes de que fuera Canciller me reunía con él con frecuencia y me quedaba muy impresionado por su clara forma de pensar, por la forma de enfrentar las realidades mientras sostenía sus ideales, que son nobles". Toland continúa explicando:

El Vaticano estaba agradecido de ser reconocido como socio accionista que le pidió a Dios que bendijera al Reich. A un nivel más práctico, ordenó que los obispos alemanes juraran fidelidad al régimen socialista nacional. El nuevo juramento concluía con estas palabras importantes. "En el desempeño de mi cargo espiritual y en mi solicitud por el bienestar e interés del Reich alemán, me esmeré para evitar cualquier acto perjudicial que pudiera ponerlo en peligro"

Atraído al remolino

Cuando Hitler, a pesar de las objeciones de Mussolini, anunció que Alemania se retiraba de la Liga de Naciones, un telegrama vino pronto de la Acción Católica prometiendo su apoyo. Astutamente, Hitler hizo que esta decisión estuviera sujeta al voto del pueblo, luego lo presionó para que lo respaldara. La Iglesia Católica le concedió su apoyo con entusiasmo e hizo claro a los católicos de que ellos debían votar a favor de la decisión de Hitler. El cardenal Faulhaber, con la aprobación de todos los obispos de Bavaria, declaró que por votar que sí, los católicos de nuevo "profesarían su lealtad al pueblo y la patria y su acuerdo con los esfuerzos enérgicos y previsores del Fuehrer para evitarle al pueblo alemán el temor de la guerra y los horrores del bolchevismo, para asegurar el orden público y crear trabajo para los desocupados".

Cuando Hitler movió sus tropas a Austria, después de sus promesas habituales de que no lo haría, se quedó pasmado ante el entusiasmo de las multitudes de austriacos, casi todos católicos, que lo saludaron. Después de dirigirse a una multitud de unos 200.000 en la Heldenplatz, encabezó un desfile que pasó por el Palacio de Invierno con generales austriacos que lo seguían a caballo. Mas tarde, el cardenal Innnitzer saludó a Hitler "con el signo de la cruz, y le aseguró que siempre y cuando la Iglesia retuviera sus libertades los católicos austriacos se volverían "los más genuinos hijos del gran Reich a cuyos brazos habían sido traídos de vuelta en este dia trascendental"."Der Fuehrer estrechó calurosamente la mano del cardenal y "le prometió todo".

Para el quincuagésimo cumpleaños de Hitler, "se celebraron misas votivas especiales en todas las iglesias alemanas para implorar la bendición de Dios sobre el Fuehrer y el pueblo". El obispo de Mainz hizo un llamamiento a los católicos de su diócesis para que oraran específicamente por "el Fuehrer y canciller, el inspirador, ampliador y protector del Reich"." Ni el papa dejó de enviarle sus felicitaciones

La prensa católica por toda Alemania declaró casi unánimemente de que fue por la milagrosa protección de Dios que Hitler había escapado por un pelo del atentado contra su vida en 1939. El cardenal Faulhaber dio instrucciones para que se cantara un Te Deum en la catedral de Munich "para agradecer a la Divina Providencia en el nombre de la arquidiócesis por el afortunado escape del Fuehrer". Habiendo fracasado en condenar el hecho de que Alemania había liquidado a Polonia, el papa no fue remiso en enviar a Hitler sus felicitaciones personales especiales por su milagrosa supervivencia del intento de asesinato.

Aún cuando la maldad de Hitler se había revelado plenamente, la Iglesia continúo apoyándolo. Cuando las tropas alemanas lanzaron su ofensiva contra la Unión Soviética, el papa de nuevo "manifestó con claridad de que él respaldaba la lucha nazi contra el bolchevismo, describiéndola como una "magnámina valentía en defensa de los fundamentos de la cultura cristiana". Un número de obispos alemanes, como se esperaba, abiertamente apoyaron el ataque. Uno le llamó "una cruzada europea", una misión similar a la de los caballeros teutónicos. El papa exhortó a los católicos que pelearan por "una victoria que permitiera que Europa de nuevo respirara libremente y prometiera un nuevo futuro a todas las naciones"."

Podría continuar citando página tras página de documentación. No obstante, esto debería ser suficiente para establecer el hecho de que desde el papa y los obispos para abajo, hasta los feligreses católicos, todos sentían un parentesco con Hitler y lo apoyaron aun después que ya se conocían bien sus ambiciones expansionistas implacables y crímenes contra la humanidad.

Las alianzas que continúan…

La portada de la revista TIME del 24 de febrero de 1992, mostraba fotografías del ex presidente Ronald Reagan y del papa Juan Pablo II junto con esta leyenda alarmante: "SANTA ALIANZA": Cómo Reagan y el papa conspiraron para ayudar al movimiento Solidaridad de Polonia y acelerar el fallecimiento del comunismo". El articulo principal contaba cómo Reagan había "creído fervientemente en los beneficios así como en las aplicaciones prácticas de la relación de Washington con el Vaticano. Uno de sus primeros objetivos como Presidente, dice Reagan, era reconocer al Vaticano como un Estado y hacerlo aliado".

Y se volvieron aliados en una de las más asombrosas hazañas de la historia. Echó abajo el muero de Berlín, puso fin a la Guerra Fría, y desenmarañó totalmente el comunismo soviético. Fue una historia de intriga y cooperación entre la Agencia Central de Inteligencia y los agentes, aparentemente mucho más eficaces del Vaticano. Reagan y Juan Pablo II, ambos sobrevivientes de atentados de asesinato, compartieron "una unidad de punto de vista espiritual y una unidad de visión respecto al imperio soviético: la razón y lo correcto finalmente prevalecieron en el plan divino".

Una estrategia de cinco partes emergió durante la primera mitad de 1982 "que estaba dirigida a traer aparejado el colapso de la economía soviética, desgastando los vínculos que unían a la U.R.S.S, con sus estados clientes el en Pacto de Varsovia y forzando reformas dentro del imperio soviético". En el desarrollo del plan, el ex Secretario de Estado Alexander Haig reconoció que "la información del Vaticano era absolutamente mejor y más rápida que la nuestra en todo aspecto". El coordinador del Vaticano con la Casa Blanca, el arzobispo Pio Laghi, les recordaba constantemente a los oficiales norteamericanos: "Escuchen al Santo Padre. Nosotros tenemos 2000 años de experiencia en esto".

Después, tanto Reagan como Gorbachev admitieron francamente que el papa había desempeñado un papel clave. Un articulo en un importante periódico que se publicó tres semanas después de la historia en el TIME, informaba que: "El papa Juan Pablo II desempeño un papel político muy importante en el colapso del comunismo en Europa Oriental". Dijo Mikhail Gorvachev, ex líder de la unión soviética. Gorbachev predijo que el papa continuaría desempeñando "un gran papel político" en la actual transición muy delicada que está ocurriendo en Europa…los sucesos en Europa oriental no habrían sido posibles sin la presencia de este papa, sin el gran papel- incluyendo el político- que él sabia cómo jugar en la escena mundial dijo Gorvachev.

A esta altura dejaré que el lector considere la motivación del Vaticano en dicha intervención política pesada. El Vaticano ha estado involucrado por mucho tiempo en actividades clandestinas y asociaciones egoístas con muchas naciones. Según la revista de los Caballeros de Colón, "la historia de los vínculos diplomáticos entre los Estados Unidos y la Santa Sede comenzó hace casi 200 años". El artículo mostraba una fotografía del entonces embajador norteamericano en el Vaticano, Thomas Melady, y su esposa, Margaret, con el papa, y citaba a Melady:

El papa Juan Pablo II está en el punto de respeto elevado como líder mundial…nuestro gobierno está cooperando como un gobierno con otro gobierno, el gobierno de la Santa Sede. Es un gran honor para mí estar allí, representando a nuestro gobierno ante la Santa Sede, en este momento de tanta importancia en la historia del mundo

Aparentemente Cristo, cuyo reino al principio según él "no es de este mundo", había cambiado de idea. El que comisionó a sus discípulos para llamar convertidos del mundo a la ciudadanía celestial con su evangelio de gracia redentora aparentemente ha decidido trabajar con las naciones de este mundo para crear un paraíso aquí abajo. El artículo de los Caballeros de Colón continuaba exultando el hecho de que…

Las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y la Santa Sede XVIII cuando los Estados Papales (antes de su incorporación a Italia) acordaron abrir varios puertos mediterráneos al transporte marítimo estadounidense. En 1797, Juan B. Sartori, un italiano fue nombrado cónsul norteamericano.

En 1847, a solicitud del presidente James K. Polo, el senado de los Estados Unidos estableció un puesto diplomático en los Estados Papales…hasta 1867, cuando elementos anticatólicos en los Estados Unidos lograron hacer que la misión diplomática se eliminara.

Relaciones informales se resumieron en 1939 cuando el presidente Fraklin D. Roosevelt designó a Myron C. Taylor como su "enviado personal" a la santa sede…

En 1981, el Presidente Reagan nombró a William A. Wilson, un católico, el cargo. Wilson prestó servicios hasta 1984, cuando el Vaticano y los Estados Unidos comenzaron relaciones diplomáticas plenas a Wilson lo designaron primer embajador norteamericano ante la Santa Sede.

Considérese lo siguiente de un folleto publicado anunciando. "El suceso católico del año": "El papa Leo XIII comparó la relación apropiada entre la Iglesia y el Estado a la unión del alma y el cuerpo en el hombre.¡Imaginémonos una unión sin un alma! Según lo han confirmado con aterradora claridad los sucesos recientes, Estados Unidos hoy es dicha nación. América fue descubierta por un católico (Cristóbal Colón), quien la reclamó para Cristo el Rey. Si Estados Unidos ha de ser redescubierto y reclamado para nuestro rey – si ha de encontrar su alma perdida – son los católicos los que deberían actuar, y actuar ahora".

Roma no ha cambiado. Sus muchas ambiciones siguen siendo las de este mundo. Por supuesto, es en el nombre de Cristo que ella quiere restablecer su" reino sobre los reyes de la tierra" .Es para el bien de la humanidad y la gloria de Cristo, según ella lo percibe, que "la Iglesia Católica busca incesante y eficazmente el regreso de toda la humanidad y todos sus bienes" de vuelta bajo su control. El Concilio Vaticano II no podría ser más claro en este aspecto.

 

 

Autor:

Julio Basualdo

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