La analogía es mas sencilla de lo que pueda creerse, solo abriendo los ojos pasa por frente al entendimiento: Los Colombianos SOMOS los perros callejeros del planeta. Es nuestra naturaleza.
¿Vale la pena repetir las versiones históricas de los libros de texto elementales que narran, mas que explicar, la etimología del ciudadano? Creo que si es pertinente basarse en las escrituras para interpretar, de hecho lo hacen las religiones , así que es legítimo buscar en los textos los paradigmas que nos hacen animales.
Hay una coincidencia en estas obras: Se afirma que los españoles al llegar a la tierra prometida, conocida como "las indias" se mezclaron con cuanta india vieron desprovista de taparrabo a fin de evangelizar este salvaje nuevo mundo. Lo mismo le hicieron a las negras, princesas etíopes venidas a menos y con el agravante de que las tenían encadenadas, lo cual facilitó muchísimo la sumisión al español. Las muy abundantes criaturas producidas por este apareamiento no selectivo y encarnizado vinieron a su vez a procrear entre sí, dando a luz a tres clases de nuevos mutantes, que así les llamaríamos hoy a estos seres.
El mulato, hijo de la blanca y el negro; el zambo pariente de la india y el negro, y el mas común de los habitantes de la América hispana al que se le llamó mestizo, enrazado con la reina Isabel y el Indio ese. Que lindo, este país viene siendo algo como el jardín infantil de la torre de babel.
La historia no siempre muestra la versión de los derrotados, así como también oculta los discursos de los marginados. Muchos relatos no pasaron de la fase oral porque sus autores no dominaban la escritura, y no estoy hablando de épocas fenicias o del imperio Sumerio. Aun a la fecha, el analfabetismo en varias regiones de Latinoamérica llega al 10 %. Quedan también al margen los testigos y protagonistas de historias que nunca se podrán poner en palabras dichas o escritas, ese es el caso de los perros, partícipes fieles y maltratados por desarrollo de nación y de los cambios socioculturales. A donde va el hombre, van los perros y las ratas. Por lo visto, la rata ha logrado mezclarse con el hombre y ha creado alguna sub.-especie de homínido; pero este es tema de otro ensayo. El perro es quien ha vivido y cambiado paralelamente al hombre, tanto que si se quiere conocer una sociedad debe empezarse por sus canes. Así como un buen indicador de gestión económica en una ciudad está dado por la cantidad de taxis que circulan, un medidor de la cultura organizacional a mayor escala se verifica a través de la población perruna. Un hombre promedio se parecerá demasiado a un perro promedio, porque viven juntos y son afectados por su momento histórico de igual manera.
Así es, la pragmática callejera indica en nuestro caso específico, una noción de identidad que al fin logra determinar rasgos comunes entre los colombianos: El perro callejero. Razones que sustenten este precepto se hallan fácilmente para quien es observador del país, y de igual modo es fácil sentir una plena identificación respecto al mejor amigo del hombre.
Los habitantes de esta república tropical, como ya se ha explicado en virtud a la tradición histórica, provenimos de una mixtura racial que no se dio en otros lugares, así que buscar unidad racial o morfológica es mas difícil que anotarle un gol de chilena a Oliver Khan. Así mismo pasa con los perritos callejeros, si se les mira con detenimiento encontramos una divertida combinación no programada de rasgos que los hace ser lo que son. Hocico de terrier irlandés, pelos de pastor alemán, patas cortas, orejas de chihuahua, un ojo verde y otro café. Es lo mismo que el mestizaje: Los albinos de Boyacá y Santander, ojos claros y cabello rubio con mechones marrones en niños desnutridos del eje cafetero, morenos antioqueños con la mandíbula sobresaliente como la quijada de un vasco, mujeres caderonas de sangre árabe en la costa atlántica con senos propios de una inglesa triste, guajiros de piel oscura y claros ojos grises.
La misma combinación cantinflesca del ADN mestizo produce hombres de baja estatura y que son "unos berriondos" para subir colinas en bicicleta, gente con pulmones de raza negra y piernas fornidas del indio minero. Véase al perro callejero promedio, animal de corta alzada, pequeñín pero con las patas suficientes para perseguir varias cuadras a un afanado gamin que le ha tirado una piedra.
Da paso este comentario para citar la habilidad marrullera y picaresca de los dos animales en comparación. El can callejero no se deja morir de inanición, saquea canecas de basura y rompe bolsas de plástico negro para extraer las cáscaras de algún tamal o los huesos roídos de un pollo asado que una familia colombiana devoró con hambre. La dieta de ambos es muy similar entonces, y consta de una gran dosis de carbohidratos , que suplan las deficiencias proteínicas con las que se tiene que luchar en virtud de la inestabilidad económica que impide la adquisición de alimentación balanceada. Un insight refleja la única diferencia entre estos dos mamíferos, hombre y perro: En Colombia, perro no come perro. Al menos, haciendo referencia al animal, es cierto, jamás se ha visto a un "chandoso" aniquilar a un gran danés para devorársele las entrañas y salir después limpiándose los espacios interdentales con un palillo. Al contrario, creo haber visto a diario como un hombre colombiano , cumpliendo otro insight "mata y come del muerto"; esto es, claro, dándole su respectiva equivalencia sociocultural, matar a otros humanos para quedarse con sus posesiones.
Si un perro mata a otro, en justa pelea callejera, lo hace por el dominio territorial , o en su defecto defensa propia, asentando un status de reconocimiento como líder y mastín reproductor. Un colombiano también puede hacer lo mismo: Mata a otros colombianos sacándoles las tripas y hace pública ostentación de ello para lograr dominio territorial, Si hace falta ilustrar este tópico, léase cualquier obra acerca de la violencia en el país y en especial lo referente a las matanzas en el campo y los famosos cortes de la corbata o el corte de la iguana o de franela.
Recuérdese que el icono de este país es el "Sagrado Corazón" , una imagen neo barroca en la que se representa a un hombre que tiene un corazón humano sobre la mano izquierda. Este es un país simbólico en si mismo.
Y también es un país de distancias.
Sociales, económicas y geográficas. Y es un lugar en el que los trechos de las carreteras construidas por humanos se miden por un curioso sistema: Por la cantidad de perros muertos sobre la vía de asfalto. Curiosamente, jamás se ha visto un perro atropellado yaciendo sobre una carretera destapada o un camino rural secundario, mientras que para distancias que en los mapas figuran como los 468 kilómetros que median entre Bucaramanga y Bogotá, el numero de canes destripados por autos particulares, buses y camiones es de 29 en promedio. Así que si usted es visitante y se interesa por la idea absurda de recorrer por carretera un trayecto vial de este país, no debe preguntar por ejemplo ¿Señora, a cuantos kilómetros está la ciudad de Armenia ?, debe preguntar ¿Señora, cuantos perros atropellados hay de aquí hasta Armenia?. Probablemente le contesten que no lo saben , pero que Armenia está a dos horas de distancia.
Tanto Colombianos como perros desconocen la noción de distancia medida en unidades de longitud y prefieren darla en unidades de tiempo. El pueblo queda a media hora de distancia, a 15 minutos, a " 2 horas a buen paso", pero nunca queda a 14 kilómetros, 600 metros o 50 millas. Hasta le pueden decir en algunas zonas rurales que la vereda que usted busca está a " 3 tabacos".
Y en cualquier calle, vereda o cuadra de Colombia, perro que ladra muerde. Y humano que amenaza, hace daño. Haga caso de sus instintos y desconfíe de perros callejeros con espuma en la jeta, y de borrachos de Cerveza Águila que también echan espuma por el hocico, los dos son igualmente peligrosos.
Un Colombiano se siente "orgulloso" de su país, pero solamente cuando está por fuera de él o cuando se halla en presencia de extranjeros. Un perro callejero también hace lo mismo, ladra amenazante cuando otros perros extraños se quieren meter en su terreno. Pero, mírese bien, cuando están solos, no hacen más que chillar y aullar, oliéndolo todo y poniendo hocico rabioso y mirando hacia el cielo. Y ábrale la puerta de su casa a un perro y a un colombiano dándoles la oportunidad de salir: Lo hacen sin dudarlo y sin mirar atrás, salen corriendo a la calle o a Miami según el caso; pero terminan por volver más tarde a pedir alimento luego de haberse revolcado en las calles con otros perros.
Volvamos al perro callejero promedio, de raza indefinida, oportunista y agresivo. A este animal le gusta andar en grupos detrás de una perra. Hace poco vi a Natalia París firmando autógrafos en un centro comercial y al lograr salir por fin, estaba llena de rasguños y saliva producto de los caballeros y jóvenes que se aglomeraron para verla y acosarla. Otra casualidad entonces, pueden ser tan similares como naturales las conductas de nuestros dos animales, perro y colombiano. Pobre Natalia, no es culpable de soltar tantas feromonas delante de una jauría en celo. Y respecto al tema de la naturaleza biológica ,muchos colombianos y el mismo perrito callejero no saben a ciencia cierta quien es su padre. Ni su misma madre lo sabe con certeza. Cifras estadísticas dan luces acerca de estas conductas animales y humanas: Un aproximado 20% de las adolescentes estudiantes de colegios públicos está embarazada. Y hace poco, conocí cifras de un hombre que hace labor social y sabe que el 79% de las menores entre 13 y 18 años de cierta localidad están engordando mientras esperan a la cigüeña, sin saber que las cigüeñas no viajan desde Paris hasta los barrios pobres de Colombia. No solo las hembras fértiles de la raza canina tienen problemas de reproducción entonces… esa es la deducción.
El concepto de "bien público" es un problema que no logran resolver perros y colombianos. Caso pintoresco, todo monumento público expele hedor a orines y la culpa no es exclusiva de los canes. En Bogotá es más fácil, y de nuevo cito la frase ya expuesta, anotarle un gol de chilena a Oliver Khan, que encontrar una dotación pública de baterías sanitarias. Humanos y perros comparten por igual estos hábitos uro-hídricos en paisajes urbanos.
Y en cuanto a lo político, el sistema colonialista aun vigente hace que se presente con facilidad un fenómeno de comunión entre perros y humanos. Para explicarlo mejor, me valdré de lo prosaico: Todo loco, ñero, reciclador o como se le llame a estos enajenados, es seguido de cerca por una abundante cuadrilla de perros callejeros, sucios y con todas las características ya expuestas. Pásese esta analogía a la política de los colombianos y se verá entonces que no hay diferencia alguna, son seguidores de cualquier charlatán que a cambio les promete un pedazo de pan o un refugio, un puesto para sus hijos o el apadrinamiento de "un ahijado". A donde vaya el sucio loco, allí va el colombiano perro callejero siguiéndolo esperanzado de que le arrojarán un mendrugo de pan y lo defenderán de la policía. Obsérvese esto: ¿Cuando se ha visto a un pero callejero que no le ladre amenazante a la policía?. Es otro principio común: El desconocimiento y la desobediencia al principio de autoridad. En el único momento en que perro y ciudadano de Colombia comparten juntos una ceremonia donde se representa el poder (la misa católica), hay un enfrentamiento que termina con la salida del templo por parte del animal., generalmente a las patadas y los insultos sin mostrar misericordia de la que se predica.
Con todo esto, parece que hay que fijarse en nuevos indicadores sociales cuando se quiera entender la conducta del pueblo colombiano. Este indicador nuevo está dado por la calidad de vida de sus perros callejeros, que evidencian con fidelidad y cercanía representativa a la clase humana con la que conviven. Un colombiano es más animal de lo que se piensa hasta ahora; pero en reciprocidad no puede decirse que un perro tienda a ser más humano de lo que se cree; porque no puede hacerse humano un ente biológico que como es el caso del pero callejero, convive con animales más animales que él.
Nacho Ardila