- El concepto vulgar de la transferencia
- Transferencia y sugestión.
- La transferencia, desde la tópica Freudiana
- Neurosis de transferencia
- La transferencia y el "sujeto supuesto al saber"
- La transferencia y el poder de su cura en la labor analítica
- El amor de transferencia
conduce"
Jacques Lacan
La dirección de la cura y los principios de su poder
El concepto vulgar de la transferencia
Es muy normal escuchar o decir a cualquier persona la palabra "transferencia", de hecho, se usa para distintas situaciones, puede ser generalizando su uso o para señalar algo en específico. Esto es debido a que esta palabra tiene varias acepciones, según la Real Academia Española, mencionaremos las más usuales:
1.- Acción y efecto de transferir
2.- Operación por la que se transfiere o se proyecta un sentimiento hacia otra persona.
3.- Evocación de toda relación humana, y con más intensidad en la psicoterapia, de los afectos y emociones desde la infancia.
4.- En psicoanálisis, son las ideas o sentimientos derivados de una situación anterior, que el paciente proyecta sobre el analista durante el tratamiento, que es parte esencial.
Y podría agregar una definición más que, posiblemente se acerque al objetivo de nuestro trabajo: la transferencia es la repetición en lo actual, con el analista de las experiencias sexuales infantiles vividas en el pasado.
Como se puede observar todas estas acepciones de la palabra transferencia, tienen algo de verdad. Y siempre se encuentran en nuestro vocabulario, ya sea en personas comunes o hasta en los más altos niveles intelectuales. Sin embargo, para el propósito que nos atrae en este trabajo, pareciera que todas estas definiciones no nos satisfacen completamente nuestras expectativas.
Pero, ¿qué pasaría, si nos pudiéramos acercar aún más a una definición exacta de transferencia? A simple vista, puede ser que las últimas dos definiciones sobre transferencia cubren satisfactoriamente nuestras necesidades como analistas para poder entender que es lo que está sucediendo en la mente de nuestro analizado, en relación con nosotros y el set analítico. Empero, creo que no es suficiente y que requiere de un desarrollo más extenso para precisar su definición y explicarnos mejor sus efectos en el proceso analítico.
Transferencia y sugestión.
Otro aspecto importante que es necesario aclarar, es que, también, se llega a confundir frecuentemente estos dos conceptos: la transferencia y la sugestión.
Cuando el aspirante al análisis establece el primer contacto con el analista, empieza a surgir una ligazón simbólica, que es provocada por las expectativas que tiene el analizado, en relación a todo lo que le rodea al analista, a su vez, cuando ya establece ese contacto, debido a la forma en que el analista enuncia sus primeras palabras en las entrevistas y posteriormente al encuadre del proceso analítico, crean en el paciente un halo de buena disposición a participar en las condiciones que la misma situación terapéutica exige; asistir a cada semana a las sesiones y someterse a la regla fundamental de la asociación libre de ideas.
Hasta este momento del proceso analítico, se juegan muchas cosas entre analista-analizado; "El cuadro transferencial" que no es lo mismo que la transferencia, es más bien, un estado de sugestión, que se ve favorecido por todas las circunstancia que rodean al analista.
Es muy común escuchar a nuestros analizados, que al cabo de algunos meses el paciente nos comunique lo siguiente: "! Los síntomas que tenía desaparecieron y ya no tengo nada ¡.Incluso estos pacientes al ver la mejoría dejan de asistir a las sesiones a causa de la desaparición de los síntomas. Y este fenómeno es muy probablemente que se deba a los efectos de la sugestión. Que no tienen nada que ver con la transferencia, pero que, para el lego en psicoanálisis es muy fácil confundir, atribuyéndole efectos curativos a esta fase de la sugestión, cuando en la realidad lo que está sucediendo es encubrir los síntomas y no su desaparición.
La transferencia, desde la tópica Freudiana
En el ensayo de Freud, de la Dinámica de la transferencia en 1912, nos dice que, "las disposiciones congénitas y las influencias experimentadas por los sujetos en los años infantiles determinan en cada individuo, la modalidad especial de su vida erótica, fijando los fines de la misma, las condiciones que la persona habrá de exigir en ella y los impulsos que en ella habrá de satisfacer. Una parte de su vida erótica ha realizado una evolución psíquica completa, mientras que la otra parte, esas tendencias libidinosas quedando detenidas en su desarrollo por la prohibición de la parte consciente de su personalidad y de la realidad y solo se ha podido expresarse por medio de la fantasía y ha quedado precipitada en la esfera de lo inconsciente, ignorada por la personalidad consciente del sujeto. Cuando estas tendencias libidinosas no son satisfechas, buscarán nuevas personas que se presenten en su camino".
Hasta aquí, todavía nos parece difícil de precisar que es la transferencia, según el psicoanálisis, y nos habla de esa parte de la psique que guarda una vida erótica reprimida por la realidad, expresándose en fantasías y actos inconscientes. Pero, seguramente surgirá una pregunta. ¿Y que son esos recuerdos eróticos que buscan nuevos objetos para satisfacerse? ¿Serán los mismos recuerdos desde la infancia, que se repiten en la vida adulta? O ¿Serán diferentes?
De bote pronto, parece indicar que todo lo que se conoce por transferencia, se adecua a todo lo que se ha desarrollado anteriormente. En parte es cierto, pero no es todo lo que conocemos como transferencia. Y Creo oportuno desarrollar más el concepto para su mejor comprensión.
Neurosis de transferencia
Si agregáramos el concepto de neurosis de transferencia, al de transferencia, podría ayudarnos a ser más precisos en su definición y a entender mejor este fenómeno dentro del proceso analítico.
Podríamos empezar a decir que, la neurosis de transferencia es un producto psíquico, mórbido, espontaneo y fundamentalmente inconsciente. Así como en la definición de la transferencia también encontramos el elemento en común, el inconsciente, es decir, el sujeto hace las cosas sin darse cuenta, pero también Freud agrega una palabra más, que nos permite explicar mejor este fenómeno. La neurosis de transferencia es una neoformación, como si fuera un tejido canceroso, como un tejido viviente. Esos son las palabras que usó Freud: "tejido viviente".
Voy a tratar de explicar que es lo que Freud quiso decir con "tejido viviente", "una creación nueva". Todos sabemos que el cáncer, por ejemplo, son células que se reproducen de manera insidiosa y descontrolada, así la transferencia también, es como el cáncer, es un tejido viviente y crea nuevas células, es decir, no es la misma. Por lo que el concepto de transferencia, toma así otro giro muy distinto al que se había planteado desde el principio de este trabajo. Y por lo tanto la definición de transferencia se nos empieza a volver más precisa y explicable.
Voy a tratar de ser más claro. Freud también nos dice que la transferencia es una estructura inconsciente y espontanea: Inconsciente por que el sujeto no percibe o no se da cuenta de sus acciones y espontanea por que puede surgir en cualquier momento o en cualquier situación cotidiana, pero, específicamente, es más proclive durante el proceso terapéutico.
Si recapitulamos todo lo anterior, tenemos que, la transferencia o la neurosis de transferencia mejor dicha, es la actualización en el presente con el analista, de antiguos deseos eróticos, o en otras palabras. La neurosis de transferencia es uno de los posibles destinos de la pulsión (sublimación y represión). Aquí ya estamos agregando el término pulsión. Y es que no podría ser de otra forma, que es lo que el paciente transfiere hacia la situación analítica, pulsiones, o sea antiguos deseo eróticos infantiles, pero, estos deseos o pulsiones nunca van a ser los mismos que se experimentaron desde la niñez, hasta la edad adulta, cambian. Recuerden lo que Freud había dicho sobre la neurosis de transferencia, es una neoformación, esto se entiende que los impulsos siempre van a ser diferentes, aunque con la misma connotación sexual.
Se podría decir que la pulsión en la neurosis de transferencia va hacia la persona del analista, gira alrededor de él y vuelve al punto de partida. La transferencia se entiende como un corte pulsional particular en la vida del analizado. Nunca va a ser las mismas pulsiones que se vivieron de niño a las pulsiones de adulto. Cambia su significación.
Resumiendo todo lo anterior, ahora si podemos dar una definición, diría yo, más operacional de la transferencia, basándonos en lo que Freud decía acerca de la transferencia, es la repetición en el presente de las experiencias pulsionales vividas en el pasado.
La transferencia y el "sujeto supuesto al saber"
En los textos de Freud sobre la transferencia dice: "En tanto la neurosis de transferencia se instaura en el comienzo de una fase de tratamiento, ocurre un fenómeno particular, muchas veces los síntomas por los cuales el paciente está allí, desaparecen". Y si hay algunos síntomas que permanecen, esos síntomas van a connotar, a vehiculizar, una nueva significación que Freud llama "una significación transferencial". Además de este efecto, Freud nos dice que, no solo los síntomas antiguos desaparecen, sino que van a aparecer nuevos síntomas., producto de la relación analítica.
Que es la significación transferencial? Es como un mensaje al analista a través de nuevos o antiguos síntomas por parte del paciente. Es decir el analista se convierte en el interlocutor de los síntomas. Es en ese instante donde podemos descifrar lo que el paciente nos dice con síntomas lo que no puede decir con palabras.
Pero, para que se dé esta "significación transferencial", es necesario que aparezcan ciertas condiciones en el analista.: la inflexión de la voz, como se conduce con el paciente en las primeras sesiones, el set analítico y las expectativas que guarda el paciente hacia la persona del terapeuta. En otras palabras, la manera en como el analista encarna la figura imaginaria, es decir el falo, para decirlo con toda sus palabras.
Para que los síntomas se conviertan en mensajes dirigidos hacía el analista, este debe de ocupar el lugar del deseo del analizado, es decir, la expresión imaginaria del deseo de la pulsión, donde la pulsión nunca puede ser satisfecha, no existe objeto que satisfaga la pulsión. Si el analista logra ocupar ese lugar de objeto imaginario de la pulsión, es decir el falo, este logra ocupar el lugar del Otro, en donde el analizado va a dirigir todas sus demandas, dicho de otra manera, los síntomas se transforman en demandas hacia el analista, porque este, ocupa el lugar del deseo del analista.
¿Y qué es el deseo del analista? Es el lugar del objeto recubierto por el manto de un falo imaginario, esto es, el deseo del analista. Habría que aclarar que el deseo del analista no es lo que quisiera ser una analista, no, es más específicamente. un esquema donde el analista se convierte en el objeto del deseo del paciente, es en ese momento donde los síntomas del paciente, cobran una nueva significación: El silencio, la situación austera de del proceso analítico, la no satisfacción de la demanda de amor del paciente por parte del analista, constituyen condiciones necesaria para que el analista se acerque cada vez más a ese objeto insatisfactorio de la pulsión del paciente y de esta manera haremos aparecer el Otro, el gran Otro; haremos surgir la autoridad– utilizando la expresión lacaniana- aparecerá inmediatamente la figura del "sujeto supuesto saber".
Es muy interesante observar al analizado, cuando aparecen reacciones transferenciales. En este momento de algidez que no se da frecuentemente, sino que, en espacios breves y fugases, cuando ya se han llevado varios años de análisis, los comportamientos de los pacientes se asemejan mucho a lo que son las alucinaciones. Las emociones inconscientes, es decir las pulsiones buscan aparecerse o recrearse en el presente alterando toda la secuencia cronológica y presentándose sin una lógica o coherencia.
Freud lo menciona claramente que, el momento más alto de las reacciones transferenciales, se parecen mucho a lo que sucede con los sueños.
¿Pero qué pasa cuando el paciente experimenta el primer rechazo a su demanda de amor? El yo del paciente se identifica ahora con el falo que le es rehusado y se constituye como el falo, como el objeto del deseo del Otro, es decir, al ser el falo del Otro por identificación, este último pierde su autoridad y se convierte en objeto deseante por el Otro, que es el analista.
Quisiera ser más claro en este aspecto y para reafirmar la idea de cómo se da las reacciones transferenciales a nivel inconsciente, podríamos decir que una vez que el paciente se ve rechazado por segunda vez sus demandas de amor hacia el analista, el paciente se identifica con el falo del analista. Él demanda el falo, y al demandarlo y no recibirlo, y no obteniendo más que un segundo rechazo, se identifica con el falo. Demandaba el falo, y tras el doble rechazo se puede decir que, ahora el es el falo. El yo se identifica con el falo que le es rechazado y se identifica con él. Como consecuencia sucede lo siguiente: se hace falo imaginario del Otro quitándole la autoridad al analista como sujeto supuesto-saber y convirtiéndose ahora como un falo que pretende colmar al analista convirtiéndose éste último, como sujeto supuesto-desear.
En este momento doloroso de la transferencia es donde se juega el proceso de la cura. Sí podemos resolver la neurosis de transferencia en esta instancia, las cartas están echadas, se puede decir que se ha roto el umbral de las resistencias del yo que han trabajado para oponerse a que emerjan a la conciencia las fuerzas pulsionales del inconsciente..
La transferencia y el poder de su cura en la labor analítica
La transferencia, decía Freud, es una resistencia, un obstáculo. La actualización en el presente de pasiones pasadas impiden en el analizante una libre asociación y por lo tanto una dificultad para poder hacer emerger el inconsciente. Pero además, agrega en su trabajo sobre la dinámica de la transferencia" que la transferencia se puede convertir en un motor hacia la cura. ¿Pero cómo podemos tomar a la transferencia como un aliado, cuando al principio se nos plantea como un enemigo en la consecución de la cura?
Que sucede en la transferencia con la libido, Freud dice, "el yo busca atraer sobre él, esa libido que está orientada hacia los objetos, y a imponerse al ello como objeto de amor", es decir, los objetos están catectizados o investidos y lo que hace el yo es, retrotraer la libido en los objetos, y ahora el yo se encuentra investido libidinalmente. El yo se convierte de esta manera como el objeto de amor, "Es así como el narcisismo del yo se convierte en narcisismo secundario retirado de los objetos" Escribe Freud en el Esquema del Psicoanálisis.
En base a lo anteriormente expuesto podemos dar razón del por qué la transferencia se convierte para el analista en una arma de dos filos; como resistencia y como herramienta fundamental en la cura. Decía Freud, en su artículo Dinámica de la transferencia. "La libido a emprendido (total o fragmentariamente) una regresión y así ha reanimado las imágenes infantiles. En este camino es seguida por la cura analítica, que quiere descubrir la libido, hacerla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad. Allí donde la investigación analítica tropieza con la libido, encastillada en sus escondites, tiene que surgir un combate. Todas las fuerzas que han motivado la regresión se alzarán, en calidad de resistencias, contra la labor analítica, para conservar la nueva situación, pues sin la introversión o regresión de la libido no hubiese estado justificada por una determinada relación con el mundo exterior (generalmente por la ausencia de satisfacción)".
La libido, al sustraerse de los objetos que han sido investidos por ella, tiene como consecuencia un debilitamiento y pérdida de la realidad, el sujeto se abandona de toda percepción de las cosas y emprende un viaje a lo fantasioso e ilusorio. Estas fuerzas inconscientes que motivan al paciente a la regresión, tienen que ser vencidas por el analista, ya que representan el obstáculo más infranqueable para la cura y la razón que procura la enfermedad. De esto podemos concluir que la intensidad de la transferencia depende fundamentalmente del grado de resistencia que presente el sujeto. Por lo que el analista deberá estar siempre atento a este fenómeno.
El amor de transferencia
He de advertir al lector que este subtema del amor de transferencia, tiene varias connotaciones, que a la postre podrían ser contradictorias y a la vez congruentes. Es muy normal que la dualidad entre analista-paciente, nos encontremos con una situación muy peculiar y muy distinta, a la que sucede con otro tipo de relación profesional, por ejemplo; con un analista, un médico, un arquitecto, un técnico, un maestro, un asesor etc. En el primero, vemos involucrados una serie de situaciones que nunca se darán en los segundos, principalmente por la situación que enmarca al analista y su paciente, mientras que en las otras difiere diametralmente esta circunstancia tan peculiar del análisis.
A diferencia de los otros servicios profesionales, el analista no retribuye al paciente en algo material por el pago de sus servicios, en base a esto, el ambiente que se va creando entre estos dos personajes, obliga a que los fines de este servicio se conduzcan por otros caminos.
¿Pero, cuales son estas vías a la que ambos, analista y analizado tiene que enfrentar? Es muy común, por ejemplo que; el paciente empiece por sentir cierta atracción hacia su analista o también puede ser que se generen sentimientos de rechazo. Pero lo que hace más característica esta relaciones son, los afectos que el médico guarda para con su paciente.
Tanto la primera circunstancia, como en la segunda, depende totalmente el éxito del tratamiento, o dicho forma la consecución a la cura. Todo depende de la actuación ética del profesional en cuestión.
Freud nos dice en su artículo "observaciones sobre el amor de transferencia" 1914. "Así, pues al saber que el paciente se ha enamorado del médico, opinará que solo caben dos soluciones: o las circunstancias de ambos les permite contraer una unión legitima y definitiva, cosa poco frecuente, o, lo que es más probable, tienen que separarse y abandonar la labor terapéutica comenzada. Existe, desde luego, una tercera solución, que parece además compatible con la continuación de la cura: la iniciación de unas relaciones amorosas ilegitimas y pasajeras; pero tanto la moral burguesa como la dignidad profesional del médico, la hacen imposible. De todos, modos el profano demandará que el analista le presente alguna garantía de la excusión de este último caso. Es evidente que el punto de vista del analítico debe ser completamente distinto".
Es evidente, nos plantea Freud, que este enamoramiento que sucede en una relación terapéutica entre el paciente y su médico, no se le puede atribuir en ningún momento a los propios atributos personales del profesional, y por tanto no tiene ningún merecimiento propio tal actuación por parte del analista. Por lo que consideramos, los que entendemos esta situación dispar, que está motivada por una relación profesional y que no obedece en ninguna circunstancia, a un encuentro entre dos personas, en condiciones que suceden en la cotidianidad.
Es muy común en nuestro medio, oír comentarios sobre terapeutas que aprovechan este efecto transferencial o de enamoramiento para sacar provecho doble; cobrar y buscar la posibilidad de un encuentro amoroso con el paciente, y de esta manera brincar cualquier norma ética que, vaya dirigida al auxilio de las demandas legitimas del paciente, confundiéndolas con deseos eróticos dirigidos hacia el médico.
Sí bien es cierto, que existe, por parte del paciente, pulsiones o demandas libidinales que van dirigidas hacia su médico, éstas no deberán ser confundidas por parte del profesional como una señal de amor dirigida hacia él, en todo caso, sería, una clara evidencia de un amor patológico o pulsional que tiene como sello característico, un hecho del pasado erótico del paciente, que busca descargarse en un acto compulsivo hacia la persona de su analista.
Partiendo de este antecedente, podemos encontrar que, las reacciones transferenciales, son en mucho las causas de que el proceso de la cura tenga que prolongarse por un tiempo suficientemente amplio para llegar a su conclusión, es decir, en estas circunstancias la transferencia se convierte en una resistencia y en principal obstáculo para los fines terapéuticos.
El paciente empieza a demostrar sentimientos positivos y de mucho afecto hacia su analista, se subordina y se muestra muy obediente ante cualquier indicación por parte de él. Estos factores, por supuesto, que complican en grado sumo la labor emprendida por nosotros, sin embargo, debemos estar muy atentos a todas estas reacciones que, a pesar de que se nos presentan como una enorme dificultad en el proceso hacía la cura, se convertirán, como veremos más adelante, en uno de nuestros más importantes aliados terapéuticos.
Pero, ¿cómo habremos de conducirnos, sin tener que estar tentados a corresponder las constantes muestras de amor que se nos presentan por parte del paciente? No parece una tarea fácil de sortear, incluso, cuando tenemos a pacientes que son atractivas, y que es muy difícil mantenerse en un estado de completa neutralidad.
Pues bien, el consejo no parece nada fácil, sin embargo, habremos de hacer un llamado a todos nuestros principios morales y éticos que tengamos a la mano, así como, de los profesionales, y tener en cuenta que, hay más por ganar en este terreno, sí ponemos límites a nuestro comportamiento, que dar rienda suelta a las pulsiones e involucrarnos en el plano amoroso en una situación transferencial con el paciente.
Si por debilidad espiritual, el médico no logra dar obediencia a estas reglas fundamentales para el inicio de un buen tratamiento, y por el contrario cede a toda pretensión amorosa sugerida por el paciente, significará para el profesional un contundente fracaso para lo que fue requerido por el paciente, en cambio éste, triunfará una vez más en sus aspiraciones por no ser curado.
El médico deberá entender que el enamoramiento por parte de su paciente hacia él no obedece por ninguna circunstancia, como ya lo habíamos señalado anteriormente, a sus atributos personales ni a su atractivo y mucho menos a su poder carismático, por el contrario, todo está generado por la misma situación analítica.
Si bien es cierto que, los sentimientos amorosos por parte de ambos debemos mantenerlos al margen de toda relación personal, también es cierto que, son necesarios utilizarlos como una herramienta terapéutica, en el entendido de que solo representa esto, una situación irreal o fantaseada.
De esta manera podremos aspirar a entender más profundamente los motivos inconscientes que desencadenaron los malestares por lo que el paciente requirió nuestro auxilio, y el paciente en estas circunstancias, se verá más favorecido, para lograr llevar a la conciencia, todos aquellos eventos de su vida erótica infantil y las causas que convocaron a su represión.
Podemos ahora llegar a diferenciar entre el amor normal y el amor de transferencia; el primero, muestra seguramente signos de docilidad, y buena voluntad por parte de la persona, así como una total disposición a todas las indicaciones de su partenier. Sin embargo, esta misma situación la trasladamos a una relación terapéutica, diríamos que, nunca podría presentarse, dado que las condiciones a las que se someten ambos, analista-analizado son completamente distintas.
El amor de transferencia, en cambio presenta posiblemente menos más discrecionalidad y menos libertad de acción, que el amor normal. Esto es debido a que el amor de transferencia esta coartada la forma de amar, porque obedece a la represión de los impulsos y su perversa satisfacción. El amor de transferencia es la repetición en acto, de los impulsos reprimidos en etapas infantiles. Así es como se expresa este amor patológico, y que va dirigido hacia la persona del médico, pero no es él, el que genera este momentum, es la misma situación analítica la que invoca el fenómeno.
De este modo, el analista deberá sortear sus propios sentimientos hacia el paciente, los sentimientos del paciente hacia él, y llevarlo a un estado, donde pueda entrar en el terreno de lo analítico y explorar sus motivaciones pulsionales, que lo limitan actuar libremente y le impiden mantener un estado de solvencia emocional.
Pero, ¿cómo habremos de saber cuando el paciente ha entrado en este estado transferencial al que tanto hemos referido en párrafos anteriores? La respuesta no es fácil de contestar, puesto que, hasta hoy en día, no existen verdaderos consensos sobre este tema, aunque podemos decir que, muchos comparten elementos teóricos en común.
En este caso daré una explicación más detallada sobre cómo podemos entender mejor cuando nos encontramos en un estado transferencial con el paciente y cuando no. Empezaré diciendo que, en todas las terapias excepto la psicoanalítica se utiliza la transferencia como sugestión. Ya en líneas anteriores habíamos mencionado este hecho. Es decir, el terapeuta que no es analista, y que pertenece a otras corrientes psicológicas, echa mano frecuentemente de los efectos transferenciales o de sugestión, para provocar la cura, o más bien dicho la desaparición temporal del síntoma. Sabemos en psicoanálisis que, en las primeras fases de la transferencia, el paciente empieza a demandar amor a su terapeuta, éste utiliza hábilmente el estado de enamoramiento de su paciente para indicarle que sus síntomas han de desaparecer, o, el mismo paciente se alivia para beneplácito de su terapeuta. En esta fase, ambos, presentan el juego infantil del enfermo y el doctor.
Freud, se dio cuenta de esta trampa en todos sus casos, principalmente en los primeros, cuando observaba que sus pacientes desplegaban todo tipo de argucias eróticas hacia su persona. Todos conocemos el caso de Dora, que es bastante representativo del resto de los pacientes de Freud.
Cuando Freud no correspondía a estas muestras de amor de sus pacientes, estos mostraban reacciones infantiles que oscilaban entre sentimientos de amor como también de odio. En esta fase del tratamiento, Freud descubrió que, estos comportamientos se repetían a lo largo de las sesiones y que, se resistían en desaparecer. Partiendo de este descubrimiento desarrollo en 1914 su ensayo sobre "recuerdo repetición y elaboración".
La regla de la abstinencia, llegó a ser y sigue estando vigente, en todo tratamiento analítico, como el método que distingue al psicoanálisis de otras terapias, después, por supuesto, de la asociación libre de ideas.
Cuando el analista mantiene una situación de abstinencia con el paciente, permite un espacio para que analista-analizado, puedan observar sus reacciones transferenciales, es decir, hacer surgir los sentimientos de amor y odio, no en relación a la persona que tiene enfrente, sino con su propio inconsciente. Esto es muy importante aclararlo, Anteriormente se creía que, habría que interpretar la transferencia. Se empleaba frecuentemente en el medio psicoanalítico tener que darle un significado a las reacciones que el paciente presentaba durante el análisis, esto parece que ya se está superando. Ahora, con los desarrollos de Lacan, sabemos que esto no es así exactamente. La transferencia son los sentimientos de amor o de odio que el paciente transfiere o que desplaza a la situación analítica. Y que por lo tanto, es este hecho inconsciente al que el paciente tiene que darle una nueva significación.
Si la transferencia no se maneja de esta manera, el analista o terapeuta que trabaja con este fenómeno, correrá el riesgo de estar sumergido en las aguas de la sugestión. Por lo tanto podemos definir que, la transferencia o el amor de transferencia no significa propiamente el desplazamiento de los sentimientos hacía el analista, sino más exactamente como el encuentro entre el analizado y como se sitúa éste con su propio inconsciente.
Para ser más esquemático con esta definición, podríamos poner como ejemplo, los sueños. Sabemos que en los sueños hay un saber, un saber que está relacionado con nosotros, que nos involucra como persona, que tiene una articulación con nuestro propio saber. Cuando nos paramos en esa reflexión y entendemos que ese saber tiene que ver conmigo y no con nadie más, estamos más cercanos a lo que conocemos como transferencia.
Lo mismo sucede en las sesiones de análisis, cuando logramos que el paciente logre descubrir que, todo lo que acontece en las sesiones es un hecho que, lo involucra con su propio saber inconsciente, es decir, con lo que ya conoce, pero, que no lo sabe, creo que en ese momento hemos logrado establecer la transferencia. De lo contrario, cuando permitimos que, los sentimientos se involucren o que se desplacen de ida y vuelta, del paciente al terapeuta o viceversa, infructuosamente llegaremos a la transferencia y por ende entraremos en los terrenos de la sugestión.
Una vez que la transferencia ponga a flote el inconsciente del paciente, podremos enfrentarlo y conocerlo, descubriendo así la parte más obscura de su personalidad y los motivos perversos que desencadenaron los síntomas del sujeto.
En el artículo sobre "la dinámica de la transferencia" Freud nos dice "Es innegable que el vencimiento de los fenómenos de la transferencia ofrece al psicoanalítico máxima dificultad, pero no debe olvidarse que precisamente estos fenómenos nos prestan el inestimable servicio de hacer actuales y manifiestos los impulsos eróticos ocultos y olvidados de los enfermos, pues, en fin de cuentas nadie puede ser vencido in absentia o in effigie.
Estas últimas palabras resumen a mí entender, lo que el psicoanálisis nos pretende enseñar. Nadie puede declararse vencedor, cuando no hay enemigo o simplemente cuando tenemos la imagen de él. Esto es lo que precisamente nos distingue de los demás métodos terapéuticos, y a lo que los psicoanalistas debemos tener como premisa fundamental. Solo el inconsciente de una persona puede manifestarse ante el analista, si se me permite la expresión, si, y solo si, el sujeto tiene la oportunidad de experimentar el proceso transferencial dentro de la situación analítica.
Por tanto, el trámite de la cura se juega en el campo de batalla, con el enemigo enfrente, no en la imaginación. Y la única condición hasta ahora conocida, para que se dé esta circunstancia, es a través del proceso transferencial.
Es por esto que el psicoanálisis de una persona requiere de años, para que puedan surgir los remanentes pulsionales del pasado, en el presente, y que estos, puedan ser interpretados descubriendo la verdad de los motivos inconscientes, que inclinaron al paciente a una situación mórbida.
En relación a la transferencia, Lacan nos dice en sus escritos sobre la "dirección de la cura y los principios de su poder":
"La transferencia en esa perspectiva se convierte en la seguridad del analista, y la relación con lo real, en el terreno donde se decide el combate. La interpretación que ha sido pospuesta hasta la consolidación de la transferencia se hace desde ese momento subordinada a la reducción de ésta. Resulta de ello que se reabsorbe en un working through, que se puede muy bien traducir simplemente por trabajo de la transferencia, que sirve de coartada a una especie de desquite sobre la timidez inicial, es decir a una insistencia que abre la puerta a todos los forcejeos, puestos bajo el pabellón del reforzamiento del Yo"
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