El mensaje
Mi nombre es Hans y vivo en una dimensión distinta a la vuestra. Mi planeta, Tundher 777 pertenece a la lejana NGC 4414, una típica galaxia espiral en la constelación Coma Berenices, a una distancia aproximada de 20 millones de parsecs.
[1 pársec = 3,2616 años luz o lo que es lo mismo a 30.857 mil millones de kilómetros]
Visité la Tierra en el "Ecrástico Thrusdan" lo que ustedes llamarían año 2003 d.C. No tengo ni remota idea de cómo llegué a vuestro mundo. Recuerdo claramente que sufrí de un intenso mareo y de repente me encontraba en un mundo oscuro. La asfixia me abrumó, tenía tantos gases en los Rattans (Pulmones) que comencé a ahogarme. Tras un fallido intento por recuperar la compostura caí al suelo aturdido y asustado. El golpe abrió mi Alhom (filtro nasal), expulsando todos los gases de mi sistema, salvándome de la muerte y permitiéndome respirar en esta atmósfera tan cargada.
[Voy a dejar de usar expresiones de mi idioma para facilitarles la lectura]
Al recuperarme de ese primer impacto, quede asombrado por las extrañas formas de vida que me dieron la bienvenida, "árboles" les llaman ustedes. Robustos e inmóviles, pero altos y bellos a su vez. Lo que más me asombró es que estos seres estáticos convivían con muchas otras especies, de muchas formas y tamaños. Además noté que estas entidades verdes cubrían toda la superficie del valle en donde estaba.
Debo explicarles que mi planeta no tiene esta diversidad biológica, su superficie es árida y seca. Lamentablemente aparte de nosotros, no existen otras formas de vida. Nos alimentamos de lo que ustedes llamarían arena, la cual es abundante en mi hogar.
[Una pequeña aclaración: Somos fenotípicamente semejantes a ustedes, la diferencia se encuentra en el interior de nuestro organismo. Pero bueno, no los aburriré con detalles de mi especie así que continuaré con mi historia]
Luego de adaptarme a vuestra atmósfera y sobrellevar el hecho de que no me encontrase en ningún lugar conocido, note que este nuevo mundo no se encontraba alumbrado por una estrella (era de noche, pero yo desconocía vuestro ciclo de día/noche), esto me asustó lo suficiente como para moverme de mi posición. Comencé a buscar vida inteligente, dado que mis estáticos compañeros, los árboles, me eran inútiles.
Divisé borrosamente una edificación en la lejanía. Tras atravesar aquel frío y oscuro bosque, me acerqué cautelosamente a uno de los orificios que llamáis ventanas. En el interior de la cabaña se encontraba un anciano sentado en un sillón, calentándose junto a una pila de fuego.
Me pareció que aquel lugar era un poco primitivo, pero regresó mi espanto al percatarme que la choza estaba construida de madera, hecha con árboles sin vida. El miedo y la furia se combinaron, y corrí, corrí lejos de aquella hecatombe. Me perdí entre la vegetación. No sé realmente cuanto tiempo estuve corriendo, pero al llegar a la llanura; note que la tonalidad del cielo comenzaba a cambiar, adquiriendo tonalidades más claras. Observé este fenómeno con curiosidad, tratando de explicarme la razón. Hasta que finalmente el sol se mostró. << ¡El planeta gira alrededor de una estrella!>> exclamé para mis adentros al ver finalmente el amanecer.
[Verán, mi planeta es inmenso en comparación con el vuestro y tiene seis estrellas que son sus satélites naturales, por lo que nunca oscurece]
Rompí en lágrimas al notar la soledad de aquella gran inmensidad. El hambre detuvo mis dolencias, en todo aquello no estaba seguro de dónde encontrar alimento. Así que me arriesgué a probar un bocado de "tierra", la cual por cierto es extremadamente deliciosa. Posterior al gran festín, caí dormido sobre la hierba baja.
Me despertó un hombre relativamente joven, 38 años de los vuestros. Era un explorador llamado Francis. Su lengua era primitiva y sencilla, con sólo unas palabras que me dirigió logré entenderle. Hablarlo era más complejo, pero aumentando un poco la frecuencia de mis sonidos logré que me entendiese. Francis era un hombre sabio, también una persona abierta e instruida. Era un científico (como yo), era lo que ustedes llamarían un biólogo.
Conversamos durante horas, debo destacar que fue complicado convencerle que yo era un visitante del exterior. Tuve que hacer algo que prefiero no relatar por cuestiones de intimidad. Le comenté de mi tierra, de mi civilización, la cual es bastante avanzada con respecto a la vuestra. Él también me explicó el funcionamiento del planeta, explicándome detalles impresionantes de la vida que existe en él.
Verdaderamente vuestro mundo es increíble, millones de especies coexistiendo en un solo planeta.
Y cuando creía que ya nada podría sorprenderme, el cielo se cubrió de nubes grises y densas. El viento montó en cólera y el joven naturalista sacó dos capas de su abarrotada mochila <<Va a llover>> dijo al tiempo que me ofrecía una. Pequeñas gotas comenzaron a caer del cielo; primero unas pocas, hasta convertirse en miles, como si se hubiera reventado de pronto alguna presa celestial. Yo observaba el espectáculo con tal asombro, que Francis reía al apreciar mi expresión incrédula. Nunca había visto un proceso natural tan sublime y bello, era tan extraordinario ver cómo esas gotas caían atraídas por la gravedad, cómo el planeta tenía vida propia.
<<Este es sin duda un mundo mágico>> dije desvaneciéndome, antes de ser atraído por la intensa fuerza de un agujero de gusano. Han pasado 10 años y aún no conozco a ciencia cierta cómo logré moverme entre dos mundos. Debido a eso, es que he centrado mis investigaciones en viajes interdimensionales y comunicaciones interestelares.
Si alguien ha recibido este escrito es que he tenido éxito y dentro de poco estaré de vuelta a la Tierra.
Record
[Reproducción de Grabación]
…No sé porque hago esto, pero tengo la esperanza de que alguien encuentre algún día esta grabación.
Mi nombre es [Nombre Censurado] y sólo soy un joven de 18 años.
Desde hace ya cuarenta días no hay electricidad, me imagino que las centrales eléctricas se hayan quedado sin combustible. La única fuente de energía que he encontrado es un dinamo, pero alcanza solamente para cosas pequeñas como una lámpara incandescente.
Como ya debes saber, todo comenzó con esta maldita niebla, que apareció en las noticias como una simple tormenta, pero nos engañamos. Pues comenzó a crecer incesantemente y silenciosamente cubrió todo el océano Atlántico. Fue entonces cuando los gobiernos de los países occidentales empezaron a prestarle atención a este fenómeno. Pero no comprendieron la realidad del mismo, hasta que arribó a nuestras costas.
¡Este maldito humo hace que las personas se pierdan a sí mismas, simplemente no razonan, no piensan, no hacen nada!
Es como si estuviesen en otra dimensión, se quedan allí parados sin moverse, sólo respiran y parpadean.
Por lo demás, están tiesos, apáticos y no ingieren agua ni alimento alguno. Si al menos se inmutasen ante en movimiento, los sonidos o siquiera ante el dolor; pero no, tienen la mirada perdida. El colmo es que se miccionan y se defecan encima y no se inmutan. La fetidez se ha adueñado del vecindario,
¡Ah! Este silencio me está volviendo loco, para colmo la temperatura ha disminuido unos 20°C y a causa de esto las noches son extremadamente frías, además de oscuras por la densa niebla.
Pero los problemas climáticos terminan aquí. Siempre se está calmado, en 128 días de "Sombras" (así es como la llamo) no hubo una sola lluvia, ni tan siquiera una brisa. Es como si el mundo se hubiese calmado, como si el mismo hubiese fallecido.
Lo peor de todo fue llegar a mi hogar y ver a mis familiares en ese estado…
Fue aquí cuando me di cuenta que la niebla no me afectaba y realmente no lo comprendo, ya que la niebla lo cubre todo y no soy ninguna excepción.
Algo realmente extraño es que no he tenido contacto con ningún otra forma de vida, es como si los animales hubiesen desaparecido. Ayer me pareció ver una extraña figura en el cielo, pero la niebla es tan densa que no alcance a distinguirla antes de que desvaneciera.
Hace tanto tiempo que vivo entre la niebla que… [Suspiro]
¡Dios! No aguanto más esta tortura.
La soledad, el frío, el silencio ¡La niebla! Me han triturado los deseos de existir. Puesto que hasta ahora soy el único "vivo" y la agonía de la extinción parece certera.
Me despido rogando el perdón a cualquiera que escuche esta grabación por abandonarle, pero la tentación de la muerte es mucho más alegre que estos páramos grises.
[Se escucha un disparo]…
[Fin de la reproducción]
Metamorfosis
Extraño a mis padres, nunca los conocí. Cuando mis seis ojos se abrieron por primera vez me encontraba en el envés de una perfecta hoja acompañado de trescientos cuerpecillos cilíndricos y verdosos. Al comparar mi escasa anatomía y la de estos babosos- patudos llegué a la conclusión que éramos familia, desde entonces los llamé hermanos. Practicábamos el gregarismo, hasta que un lluvioso día de mayo ninguno de mis compañeros regresó, luego supe que es normal en mi especie llevar una vida solitaria e independiente. También los extraño, pero eso es pasado, ahora siento la inmensa necesidad de comenzar a construir mi capullo. No tengo ni remota idea de cómo hacerlo. Todas las mañanas miró al cielo para ver si encuentro alguna mariposa y así poder preguntarle acerca de la construcción de mi cápsula protectora. Si no logro encontrar a alguien que me guíe en esta tarea seguiré siendo una horrible larva por siempre. La desesperación me llevó a descender de mi hermosa planta para buscar respuestas, ya en el suelo, vi pasar un ciempiés y le comenté mi problema, el muy soquete me respondió: "los animales que tienen tan pocas patas como tú no tienen clase y no son de fiar". Después de esta amarga experiencia volví a mi hoja, me sentía derrotado, deprimido y abandonado. No tengo apetito ni quiero caminar, para rematar parece que he enfermado pues estoy segregando una sustancia pegajosa en todo mi cuerpo. Han pasado tres días y ya casi me cubre por completo está seda, no conozco ningún médico cerca por acá, creo que moriré pronto. Hoy he despertado y para mi asombro no veo la luz del sol, me encuentro en un lugar estrecho y silencioso. No siento mi cuerpo, ¿habré quedado inválido? , este lugar me asusta en gran manera pues no tengo noción del tiempo y he intentado escapar pero es en vano.
Gracias a Dios ya siento como un cosquilleo en mi pecho, me siento mejor, tengo nuevas fuerzas. Creo que intentaré liberarme de este largo encierro. Ahora trato con todas mis fuerzas de quebrar esta armazón, siento que está cediendo, escucho un gran estruendo y por fin soy libre. Que feliz me siento, soy una nueva y mejorada criatura. Puedo volar, es extraordinario. He adquirido este par de coloridas alas, con las cuales podré volar a donde desee. A lo lejos veo un grupo inmenso de mariposas, me uniré a ellas, creo que mis días de soledad han acabado.
La lección
Una jovencita, de un planeta de una galaxia lejana, con triste semblante concurrió ante el sabio del pueblo, en busca de ayuda.
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa, que no tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que soy inútil, que soy torpe, fea y bastante tonta. ¿Cómo puedo mejorar maestro? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarla, le respondió:
-¡Cuánto lo siento muchacha!, no puedo ayudarte en este momento, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después… Si quisieras ayudarme tú a mí primero, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
-Encan… encantada, maestro -titubeó la joven-, pero sintió que otra vez era subvalorada y que sus necesidades eran postergadas.
-Muy bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo de oro que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y dándoselo a la muchacha agregó: Toma el caballo que está ensillado allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda de juego. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro por él. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
La poco agraciada jovenzuela tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con interés hasta que ella decía lo que pretendía por el anillo. Cuando la joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le viraban la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un simple anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y dos pieles de oso, pero la joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a toda persona que se cruzaba en su camino -más de cien personas- y abatida por su fracaso, montó de nuevo en el corcel y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado la muchacha obtener esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al sabio para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
-Maestro -dijo con voz entrecortada- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 monedas de plata, pero no creo que yo pueda timar a nadie, respecto del verdadero valor del anillo.
-¡Qué importante lo que dijiste, jovencita! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero del pueblo. ¿Quién mejor que él para darnos una opinión? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto daría por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
Otra vez la atlética joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
-Dile a tu maestro, que si lo quiere vender, no puedo darle más que 50 monedas de oro por su anillo.
-¿50 monedas? -exclamó asombrada la damita-.
-Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…
La muchachita corrió emocionada a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate -dijo el maestro después de escucharla- Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? El que no te vea como una persona especial y extraordinaria es porque continúa inmerso en la más completa ignorancia.
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
La sirena inconforme
Creo que las cosas a medias no sirven. Mírenme a mí, casi humano y casi pez. ¿Por qué no hubiese sido simplemente una chica ardiente o un magnífico pez? Pero no, tengo que resignarme a continuar siendo solamente un híbrido que se siente incompleto. ¿Por qué Dios siendo perfecto habrá creado un ser tan imperfecto como el mío? Debo permanecer en el anonimato, pues las personas no están preparadas para ver ni aceptar a una criatura como yo. Qué lástima, tengo una hermosa voz, pero nunca podré deleitar al público en un escenario y recibir su aplauso después de una canción.
Astucia
Me siento feliz, pues he encontrado la manera de dominar a esa voz masculina dentro de mi cabeza que me atormenta de día y de noche. Ahora para burlar a ese incansable señor de las órdenes dentro de mí, obedezco una sí y otra no. Al ingenuo de mi loquero le comenté que la voz en mi oído había desaparecido, no es verdad, pero así no me indica esos medicamentos que me deprimen los sentidos y me impiden ver los gorriones juguetear en mi ventana.
Sinvergüenza
Una elegante señora, de unos cuarenta, se dirige hacia la estación central de trenes de La Luna. En la ventanilla de información le comentan que el tren con destino a la cara oculta de la Luna que ella espera, está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a dicha estación.
Un poco enfadada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa a la cafetería y compra un paquete de galletitas de chocolate con crema dentro y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los cómodos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven alto se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.
La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto soberbio, toma el paquete y saca una galleta que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente a los ojos.
El joven sonríe… y toma otra galletita y se la pone en su boca suavemente. La señora gime un poco, toma una nueva galletita y con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más jovial.
Finalmente, la señora se percata que en el paquete queda solamente una mísera galleta. "No podrá ser tan sinvergüenza", piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y la galleta.
Con calma, el muchacho alarga su mano, toma la última galleta y con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
-Gracias – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
-De nada – contesta el joven sonriendo angelicalmente, mientras come su mitad.
Se escucha un ruido a lo lejos, es el tren arribando a la estación. Apurada y furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: "Insolente", "Maleducado"…
Siente la boca reseca de la ira por la amarga experiencia que pasó. Abre su cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado e intacto su paquete de galletitas.
Autor:
Jorge Alberto Vilches Sanchez