La globalización "suele ser entendida como un proceso de occidentalización del mundo". Este proceso es aceptado por los defensores de este acontecimiento como un movimiento civilizador, que tendría su origen en el Renacimiento, seguido por la Ilustración y posteriormente la Revolución Industrial, otorgando un supuesto bienestar a las sociedades occidentales.
Cabe destacar que esta exportación de valores occidentales al mundo es considerada por muchos como una contribución de la cultura Occidental a la humanidad, mientras que para otros es un mal que debe ser erradicado, es así como se están creando movimientos antiglobalización.
Estos movimientos habrían nacido con la protesta de más de 50.000 personas ante la conferencia de la Organización Mundial del Comercio en la ciudad estadounidense de Seattle (12/1999).
A esta protesta según la periodista española Pepa Roma "Hay que reconocerla como una voz que dice basta, no vamos a aceptar más una situación que sólo beneficia a los países ricos, que dominan sectores enteros de la economía de los países pobres. Seattle es una llamada al despertar".
Desafortunadamente, la Globalización se ha observado, hasta el momento, sólo en el plano económico, a la vez que "Al capitalismo global le preocupa mucho más la expansión del dominio de las relaciones de mercado que, por ejemplo, el fomento de la democracia, el desarrollo de la educación elemental o la mejora de las oportunidades sociales de los marginados".
Para George Soros, los grandes capitales prefieren para tener injerencia en el gasto público del tercer mundo, negociar con autocracias y no con democracias más proteccionistas. Es así como buscarían crear elites de ejecutivos y obreros con privilegios sobre la masa analfabeta.
Estos nuevos movimientos antiglobalización no responden a la lógica tradicional de los grupos de poder. Estos actores no son estatales y enfrentan tanto a los organismos internacionales como a los gobiernos de los Estados – Nación y a las corporaciones transnacionales. En este nuevo escenario, estos nuevos actores empiezan a tener influencia en la Comunidad Internacional y sus decisiones.
Los Atentados del 11 de Septiembre de 2001 en los EE. UU.
Para Jean Baudrillard la década de 1990’ se caracterizó por la ‘Huelga de los eventos’ simbólicos, o sea acontecimientos mundiales que tuvieron la capacidad de desestabilizar la mundialización, término que utiliza la intelectualidad francesa para denominar a la Globalización.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001, dentro del territorio de la principal potencia mundial, hacen que la humanidad se encuentre ante "un evento absoluto, la ‘madre’ de los eventos, el evento puro que concentra en sí todos los eventos que nunca tuvieron lugar. Todo el juego de la historia y del poder queda subvertido, y al mismo tiempo las condiciones del análisis".
Baudrillard considera que este ataque terrorista ha sido la visión de la autodestrucción de una superpotencia, que sería la propia promotora de este tipo de violencia en el mundo ante su exceso de hegemonía. Si no existiera esa connotación de fondo, el acto terrorista no tendría toda esa carga simbólica.
La propia Globalización habría permitido este atentado, ya que "Cuanto más el sistema se concentra mundialmente, llegando a constituir en última una sola red, tanto más se vuelve vulnerable en un sólo punto".
El mismo sistema habría creado las condiciones para el atentado, al ser una potencia única, dominante en la actualidad, a la cual los terroristas habrían respondido realizando un ‘transfert’ con los ataques, en una especie de terror contra terror.
Este nuevo terrorismo se encontraría en todas partes, ya que es una sombra del sistema de dominación, que actúa como ‘agente doble’ dispuesto a despertar y contraatacar.
El sistema dominante tiene la capacidad de combatir a cualquier oponente visible, pero ante este nuevo fenómeno del terrorismo, no podría hacer nada debido a que es un anticuerpo de la propia Globalización, que no tendría como enemigos identificables a los EE. UU. y al Islam, que es lo que se intentaría mostrar para poder encarar a un oponente identificable, sino por el contrario, esta nueva Cuarta Guerra Mundial tendría como enemigo a la propia mundialización (Globalización), por eso sería un conflicto del sistema dominante contra sí mismo.
Esta nueva Guerra Mundial es para Baudrillard una guerra fractal entre las singularidades que se manifiestan como anticuerpos que, al no ser visibles, obligarían a plantear guerras escenográficas, como Irak y Afganistán, para salvar el concepto de guerra clásica. Esta Guerra tiene otra lógica, ya que "¡Está en lo que hechiza cualquier orden mundial, cualquier dominación hegemónica! Si el Islam dominara el mundo, el terrorismo se levantaría contra el Islam. Pues el mundo mismo resiste la mundialización".
El espíritu de estas nuevas amenazas a la seguridad, no buscan atacar el sistema por medio de una relación de fuerzas, sino por el contrario, desplazar la lucha al plano simbólico, a lo cual sólo se puede responder con un medio igual, o sea la muerte con una respuesta de mayor muerte que incluye a la propia del sistema dominante.
Esto es, según Baudrillard, lo que procura el propio terrorismo, la destrucción del sistema mediante su suicidio ante el desafío de la respuesta contraterrorista.
La década de 1990 se inició como una época que se presentaba desde el punto de vista tecnológico, más innovadora, desde el cultural, más creativa, y desde el económico, más dinámica. Al no existir el enfrentamiento Este-Oeste, las posibilidades de cooperación internacional aumentaron, porque no estaba presente la amenaza de destrucción mutua, lo que provocó un cese de hostilidades que otorgó un tiempo de paz apto para "Una nueva orientación productiva de la inversión".
El catedrático catalán Manuel Castells escribió en el año 2002 que todo ese supuesto avance parece extraño ante las posibilidades reales que se le presenta al mundo de recesión económica mundial, tensiones geopolíticas y las consecuencias de los atentados a los EE. UU. que tiene a la población en un estado de incertidumbre. Todo esto mostraría la fragilidad de los supuestos logros de la Globalización.
Las causas de esta fragilidad estarían, según Castells, en la volatividad financiera, ya que los mercados financieros son interdependientes, hecho que es el núcleo de la Globalización, situación que ante el gran volumen de información produce ‘turbulencia’ en los mercados.
Otra fuente de inestabilidad estaría en el crecimiento económico y la sustentabilidad del medio ambiente, debido a que al incrementarse el intercambio se produce un mayor desgaste del ecosistema.
A esto se suma que las formas tradicionales de vida están quedando relegadas, lo que provocaría el aumento de la pobreza en las sociedades menos favorecidas.
También, la creación de una cultura unificadora a través de los medios masivos de comunicación, a nivel global, estaría intentado implementar el dominio de los valores occidentales, de características individualistas, en contradicción con la autoafirmación cultural como la religión, la etnia, el territorio nacional y la identidad. Esta última es una ‘fuente de significados’ para los individuos "En una época de cambios rápidos, y en plena crisis de legitimidad de las instituciones políticas en la mayor parte del mundo, las personas se refugian en su dios, en su tierra, en su historia, en su ser cultural / biológico".
Es así como el terrorismo fundamentalista se presentaría como un símbolo de la carencia de canales de comunicación multicultural, que va mas allá de un supuesto ‘Choque de Civilizaciones’ debido a que los terroristas del 11/09 no representarían a la mayoría de los musulmanes y sus creencias, a pesar de que la identidad islámica se siente marginada por Occidente ante la ocupación israelí de Palestina, que se constituye en el mundo arabo-islámico como una herida abierta.
Para Edgar Morin, en el marco de las manifestaciones pacifistas para la no invasión a Irak, el mundo se encuentra en la etapa previa a la post historia, que sería la última fase de la Globalización que se inició en la década de 1990, con el resultado de la creación de una sociedad mundial, pero "Incapaz de instalar las estructuras para poder gobernar, y por consiguiente, desencadena el caos".
Esto traería la necesidad imperiosa de que la ONU logre asumir su papel y así se pueda lograr la pacificación mundial. Si no sucede esto, sólo restaría la alternativa de que un nuevo imperio tome el control de esta sociedad-mundo.
En otro escrito, Morin plantea que el avance científico posibilitó la proliferación de armas de destrucción masiva (Nucleares, biológicas y químicas), a la par del aumento de las comunicaciones pero también de la incomprensión, ya que la occidentalización abarca al mundo, pero las reacciones que provoca en los demás son refugiarse en sus respectivas etnias, religiones y nacionalidades.
Por lo anterior "La barbarie del siglo XX había suscitado terrores policiales, políticos, concentracionistas. La barbarie del siglo XXI contiene, después del 11 de setiembre de 2001, una potencialidad ilimitada de terror planetario".
DR. Ramiro Anzit Guerrero
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