FACTORES QUE INTERVIENEN EN EL DESARROLLO
Y LA ADQUISICIÒN DEL LENGUAJE DE LOS INDIVIDUOS
Todo individuo para desarrollar, consolidar y obtener competencias, lingüística y comunicativa, de su lenguaje ha de sufrir o experimentar etapas o fases que según los teóricos le han de ayudar a estructurar propiamente dicho su lenguaje, donde todos han de vivir el mismo proceso evolutivo, con diferencias marcadas propias de la individualidad.
Al ser la comunicación un proceso diario y de importancia para el colectivo, los estudiosos se han enfocado en definir los factores que influyen o determinan la manera de adquirir el lenguaje.
En el siglo V a.c., Panini describió y aisló los sonidos y las palabras del Sánscrito, logrando estructurar de manera orgánica las combinaciones fonológicas, más comunes, con este hecho se pone un precedente para los futuros estudios.
Posteriormente, en los años 1600 d.c los filósofos nominalistas enfocan sus estudios en los procesos comunicativos del hombre, llegando a decir que: " el lenguaje es un medio de transmisión de pensamientos".
En el siglo XX se realizan estudios más precisos en esta área siendo de especial consideración los aportes realizados por: Piaget, Skinner, Chomsky, Sullivan, Ausubel, entre otros, quienes determinaron o expusieron sus ideas sobre el desarrollo y la adquisición del lenguaje, demostrando que existen factores que no determinan de manera directa la adquisición del lenguaje pero si influyen para el desarrollo del mismo.
Se sabe, por estudios realizados en el campo de la neurociencia y de la psicología cognitiva, (Ellis, 1996; Gardner,1996; Jensen, 1996: Jonson Laird, 1990; Calvin, 2001) que nuestro cerebro está neurológicamente preparado para aprender. Tenemos un programa genético predeterminado. Éste incluye la capacidad de aprender los cincuenta y dos sonidos de los lenguajes universales, su entonación y sintaxis. Cuando aprendemos, nos "ponemos al tanto "y / o actualizamos lo que nuestro cerebro ya tiene (Jensen 1996: 6)".
Los niños activan esta capacidad al ser expuestos a su lengua. En la primera infancia su necesidad de comunicación se ve satisfecha con la emisión de palabras; cometen errores, pero no son corregidos a menos que el mensaje sea ininteligible.
Aquí hay una combinación de factores, Individuales, como la edad y sico sociales, el ambiente, que influyen en esa evolución de competencias lingüísticas y comunicativas.
El punto de vista racionalista adoptado por Jacobovits atribuye al niño un dispositivo cognitivo para la adquisición del lenguaje (1968) el cual lo guía en el descubrimiento de las reglas universales de formación del idioma – reglas gramaticales- al cual está expuesto desde su nacimiento.
Esta concepción mantiene que la adquisición de la estructura sintáctica, formal del lenguaje es completamente independiente del conocimiento del mundo o de una "interacción social privilegiada con los hablantes del lenguaje" (Bruner 1998: 174).
Desde este punto de vista, el dispositivo para la adquisición del lenguaje (DAL) sería un programa innato (Gardner 1996; Bruner, 1998) a través del cual el niño, aprendiz de hablante, sería capaz de reconocer regularidades profundas, en la estructura superficial del lenguaje determinado al que está expuesto, gracias a su conocimiento previo de la naturaleza profunda de todos los lenguajes, la cual es "universal" (Brunner 1998:174).
En su llamado "Enfoque Natural", Krashen (1981) especifica, por un lado, que la adquisición del lenguaje es natural y espontánea, siguiendo las reglas internas y tiempos de cada individuo, tal como lo hacen los niños.
El aprendizaje, por otro lado, es la incorporación en forma consciente – y hasta a veces forzada – de reglas gramaticales.
Incluso antes de Krashen, Newmark (1964) afirmó que la atención sistemática a las formas gramaticales de una emisión lingüística (una unidad de sentido expresada en forma oral) no es una condición necesaria para el aprendizaje efectivo de la lengua materna.
Asimismo, Newmark (1964) argumentaba que el recurrir al aprendizaje de reglas gramaticales inhibe el desarrollo de las habilidades lingüísticas, ya que consideraba que el estudiante que es expuesto a estas formas de manera artificial, o sea, en forma consciente y deliberada, se transforma en un hablante lento, inhibido e incapaz de expresarse.
Siguiendo la misma línea de Newmark, Jakobovits (1968) cree que los conceptos establecidos en los estudios sobre la adquisición del lenguaje pueden ser transferidos, esencialmente sin modificación, a la vida diaria y con sentido claro y preciso de información.
En efecto, el proceso de lateralización de las funciones cerebrales, que se completa alrededor de los 13 años de edad, tiene efectos profundos sobre el procesamiento del lenguaje, aumentando la capacidad de análisis consciente, por un lado, pero disminuyendo la capacidad de discriminación fonológica, por otro.
Como contrapartida a los autores dentro del enfoque de "adquisición no forzada", podemos mencionar la posición de Allen (1974), entre otros autores interesados en lo que podemos llamar estilos cognitivos. Allen critica esta posición "naturalista" por parecerle muy general y uniforme, ya que la misma no tiene en cuenta la diversidad de estilos y de situaciones de aprendizaje.
Uno de los mecanismos de compensación que podemos mencionar, como una ventaja que se presenta en el aprendizaje, es el uso de su memoria, la cual no está muy desarrollada en los niños (Ellis, 1996; Fodor, 1983).
Gracias a los conocimientos que provienen de la neurociencia, sabemos que, a nivel neurocientífico, la memoria se define como " la capacidad de generar nuevas sinapsis, y/o cambiar la eficacia de las mismas en la transmisión de la información entre neuronas", (Bodnar 2001). Sabemos, gracias a la neurolingüística, la neurociencia y la psicología cognitiva que el cerebro opera en distintos niveles y que es incentivado por experiencias multimediales. (Gardner, 2000; Fodor, 1983; Ellis, 1996; Duncan, 2001; Oxford, 1990).
A esta capacidad del cerebro para acomodarse a la incorporación de nuevos estímulos o informaciones se la denomina – por lo maleable de las conexiones entre las células nerviosas – "plasticidad neuronal".
Esta característica generalmente va en disminución con la edad, de ahí que la dificultad para memorizar se incremente a medida que la persona envejece (Bodnar 2001).
Por otro lado, desde un punto de vista más sociológico y como fuente de presión o stress, hay algo que los niños no tienen en cuenta y que está hoy en día presente.
Esto es lo siguiente: los adultos saben que el aprendizaje a lo largo de toda la vida debe ser adoptado como base estratégica para su futuro laboral.
Son conscientes hoy en día de que la competencia profesional y las habilidades necesarias para el trabajo cambian constantemente; por ello la clave en la sociedad de la información es el ya conocido "aprender a aprender", situación que desconocen los niños quienes no entienden o valoran de manera plena el aprendizaje del lenguaje, por lo tanto, la edad es un factor de suma importancia en la consolidación y madurez lingüística (competencia comunicativa y lingüística).
Ante estas diferencias mencionadas, podemos concluir que, si se aplican los conceptos sobre la adquisición de la lengua, se cae en el error de generalizar el proceso como común a todos los individuos, sin tener en cuenta diferencias de estilos y necesidades de aprendizaje.
La incorporación de vocabulario y estructuras se lleva a cabo en formal gradual y casi diríamos, "natural" en términos de conciencia racional: los chicos pueden aprender el idioma "jugando", incorporando frases que resulten de la necesidad de comunicación en situaciones reales especialmente preparadas para que el niño "construya" a través de su experiencia.
En esta concepción la teoría del aprendizaje a edad infantil, es natural y sabido, por ejemplo, que los niños aprenden su lengua en forma oral ( Bruner, 1998), aprendiendo palabras en el inicio de su aprendizaje, pasando después a frases cortas hasta llegar a la construcción de oraciones más complejas.
Como ya ha sido mencionado anteriormente, a los niños no se los corrige, al cometer un error, el instructor recurre al "eco" o paráfrasis (Skinner), repite en forma correcta lo dicho por el niño. Si éste tiene suficiente madurez lingüística como para corregirse, entonces lo hará; si no es el caso, el instructor deja pasar el error, aunque si su edad es mayor (operaciones formales: Piaget), el individuo reconocerá su error de manera involuntaria.
Esta percepción anteriormente mencionada es lo que Krashen (1981) llama "el monitor", un dispositivo mental que "avisa" que lo que se está expresando es erróneo.
Cuando este monitor se ha desarrollado en su medida justa, contribuye a la autonomía del alumno en términos de precisión y corrección en la expresión. Sin embargo, cuando este monitor se encuentra híper-desarrollado a causa de un entrenamiento muy severo en términos de gramaticalidad, el resultado es un hablante lento y dubitativo, sin confianza en sí mismo y confirmando mentalmente cada palabra que emite.
Por otro lado, cuando este monitor no ha sido desarrollado, como consecuencia de un entrenamiento informal y sin reglas gramaticales de construcción, el resultado es un hablante impreciso y una producción repleta de errores que impiden una comunicación eficiente. Otra diferencia que se debe considerar para el aprendizaje y consolidación del lenguaje, de acuerdo a la edad –se presenta en el campo de la metacognición.
Una marcada característica distintiva que presentan los adultos es la conciencia que tienen de su propio proceso de aprendizaje: su metacognición (O´Malley, 1993), la cual se desarrolla a una edad no temprana, pasada la adolescencia. O´Malley define el conocimiento metalingüístico como ‘la habilidad de reflexionar acerca de las formas y estructuras de un idioma y de analizarlas y la habilidad de "hablar acerca del idioma" ‘(O´Malley 1993: 121).
Los estudiantes adultos, a través de su metacognición, "saben cuándo no saben". En el caso del aprendizaje del idioma, se requiere de un instructor experimentado y conocedor del tema de la enseñanza en segundas lenguas en la edad adulta para poder guiarlo eficientemente, para poder enseñarle a aprender y para no frustrarlo con exigencias o técnicas no adecuadas a las características del estudiante en cuestión.
De no ser ese el caso, situación muy frecuente en nuestros días, el estudiante culpa su falta de éxito a su "poca capacidad lingüística", lo cual, si bien es posible que su habilidad lingüística no sea muy buena por el hecho mismo de no haberse ejercitado desde edad temprana, no significa que no pueda aprender y alcanzar el objetivo de poder comunicarse en forma eficiente. "Las mentes son creativas e impredecibles" (Calvin, 2001: 15).
Un buen entrenamiento lingüístico puede compensar esta "inteligencia lingüística poco entrenada", lo cual no significa que la persona no sea "inteligente" en otras áreas. (Gardner,1998; Calvin, 2001).
Como ya hemos visto, entonces, el punto medio está dado por la identificación de los diferentes estilos cognitivos de cada estudiante y proveer una metodología adecuada.
Aunque debemos tener presente lo manifestado por Ch. Hockett: "Entre los cuatro y los seis años, el niño normal es lingüísticamente adulto. Controla ya – con alguna excepción marginal, si la hay- el sistema fonológico de su lengua; maneja cómodamente su núcleo gramatical; conoce y usa un vocabulario básico de contenientes. Desconoce aún, por supuesto, un vocabulario numeroso de contenientes, pero esta situación perdurará, en cierta medida, durante toda su existencia."
Toda conducta es procesada por el cerebro, en definitiva por neuronas. Es decir, el pensamiento es generado por neuronas que integran toda la información necesaria para realizar el análisis de una determinada circunstancia.
En tal sentido siendo el lenguaje una acción única de los seres humanos, también es controlada por el cerebro, es decir, el cerebro es el banco lingüístico por excelencia, allí radican los pensamientos y la organización del todo somantico de los individuos.
En el desarrollo y adquisición del lenguaje intervienen múltiples factores que determinan el grado de madurez de las competencias lingüísticas y comunicativas de los individuos, donde es importante determinar que los factores individuales como la edad, la motivación, la inteligencia, la atención y la memoria son factores básicos para desarrollar el lenguaje pero al mismo tiempo los factores sico-sociales deben ser integrados, es decir, los adultos responsables deben ayudar al niño en su proceso de desarrollo lingüístico porque dicho proceso se retardara si ellos no lo estimulan. Sabiendo claro, que el lenguaje como proceso de aprendizaje, es perpetuo y perenne, en el individuo donde se modificara en interacción con el medio en el cual se desenvuelva.
Por tanto podemos concluir, que la adquisición del lenguaje es innato en el ser humano, pero que para ser desarrollado deben intervenir múltiples factores de manera tal que permitan una construcción gradual y sistemática de las competencias lingüísticas necesarias para la realización plena.
Ante estas diferencias mencionadas, podemos concluir que, si se aplican los conceptos sobre la adquisición de la lengua, se cae en el error de generalizar el proceso como común a todos los individuos, sin tener en cuenta diferencias de estilos y necesidades de aprendizaje.
GOMEZ JOSÈ
MONTILLA ATALA
TORREALBA FRANCISCO
REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DE EDUCACIÒN SUPERIOR
COLEGIO UNIVERSITARIO FERMÌN TORO
GUANARE – EDO – PORTUGUESA
DICIEMBRE 2005