El genitivo «de Dios» sugiere la doctrina de la procesión del Espíritu, es decir, de la relación eterna entre las tres personas de la trinidad (Mt. 3:16-17).
La mención de «las siete estrellas» apunta al hecho de que el Señor tiene control sobre las siete iglesias y las hace estrictamente responsables de responder ante una provisión espiritual tan abundante.
C. LA CONDENACIÓN DE CRISTO A LA IGLESIA:
«Yo conozco tus obras».
Esta frase apunta a la omnisciencia del Señor, él tiene un conocimiento absoluto de todas las cosas. Nada (pasado, presente o futuro) se esconde de él.
Esto también puede referirse a los primeros estudios de la reforma cuando Martín Lutero y otros se dedicaron a desafiar a las autoridades de Roma, aun a riesgo de sus propias vidas, para obedecer la enseñanza bíblica de la salvación por la fe.
«Que tienes nombre de que vives».
Es probable que esta declaración refleje la condición misma de los habitantes de Sardis. Cuando el Apocalipsis se escribió ya la gloria y la fama de la ciudad de Sardis había pasado a la historia. Es probable que los habitantes de aquella ciudad continuaran manteniendo el orgullo de la gloria pasada sin tomar en cuenta de que vivían en una situación diferente (Mt. 10:39).
1. En primer lugar, Sardis tenía una falsa reputación de vida. Un «nombre de que vives» sugiere que quienes contemplaban la congregación de Sardis deducían que era una congregación cuyos signos vitales eran aceptables. Tal vez, era una asamblea que vibraba con actividades, predicaciones, programas, y conferencias, pero, en lo que concernía a Cristo estaba tan muerta como un cementerio. La realidad en Sardis era más bien de muerte espiritual no en el sentido de aniquilación o de cese de la existencia, sino de un estado de impotencia, incapacidad e inhabilitación (véanse Ro. 4:19; He. 11:12). La frase es enfática en el texto griego: [que un nombre tienes de que vives, pero muerto estas]. La congregación de Sardis sólo vivía en apariencia pero en realidad, en lo que a Dios se refiere, estaba muerta (Jn. 11:25).
2. «No he hallado tus obras perfectas delante de Dios».
Obsérvese el tiempo perfecto del verbo «hallar». El Señor ha buscado pero «no ha hallado» las obras de los creyentes de Sardis «perfectas» (plepleroména). El vocablo «perfecta» es el participio perfecto, voz pasiva con función de predicado del verbo «pleróo», que significa «llenar», «cumplir», «ser llenado». Las obras de los creyentes de Sardis estaban faltas de aprobación divina porque, evidentemente, no eran generadas por una fe genuina. Lo que se reprocha no es la cantidad sino la calidad de las obras de aquella congregación (Is. 29:13).
3. El Señor manda que la congregación afirme «las otras cosas que están para morir».
Incluso el más leve vestigio de vida que quedaba en Sardis estaba a punto de morir. [Los valores que aún permanecían continuaban declinando]. Cuando Jesús pronunció este mandamiento. los tiempos verbales los describen como algo que estaba a punto de morir en el pasado y continuaba el proceso hasta el presente, con la inminente posibilidad de perder la última señal de vida.
4. Por último, el Señor acusa a la congregación de tener solo «unas pocas personas. que no han manchado sus vestiduras».
Lo terrible del caso es que solo una ínfima minoría de los creyentes de Sardis llevaba una vida de separación del paganismo y del mundo. [La iglesia tenía una reputación de estar viva, pero solo algunos de sus miembros vivían en consonancia con esa reputación. La mayoría de sus miembros era una contradicción de lo que ellos como iglesia pretendían ser].
D. EL COSEJO DE CRISTO A LA IGLESIA:
Estos versículos contienen una quíntupla exhortación de parte del Señor para la asamblea de Sardis y para todos los creyentes, incluso a los de hoy día. Es importante observar los tiempos verbales en cada exhortación. De ello es posible derivar el énfasis que el Señor da a cada acción que los creyentes debían emprender.
1. «Sé vigilante» (gínou gregorón).
En esta primera exhortación, el Señor combina un presente imperativo, voz media, con un participio presente, voz activa. Esta combinación verbal produce un imperativo perifrástico. La idea es «por vuestro propio bien volveos vigilantes». La exhortación es a que se despierten de su anestesia espiritual y continúen vigilando. Tal vez la mencionada exhortación tenga una connotación histórica. Las veces que los habitantes de Sardis sucumbieron bajo sus enemigos se debió principalmente al descuido de sus guardias. La situación geográfica privilegiada de la ciudad hizo que sus vigilantes descuidaran sus responsabilidades. Fue así que Sardis cayó en poder de Ciro el Grande en el año 549 a. C., y posteriormente en manos de Antíoco el Grande en el año 195 a. C., del mismo modo, tanto los creyentes de Sardis como los de hoy, cometen el grabe error de dejar de vigilar al enemigo. Tal actitud puede producir calamidad espiritual lamentable. Una vigilancia constante de los enemigos que asedian al creyente es el mejor antídoto para la seguridad espiritual.
2. «Y afirma las otras cosas que están para morir».
El verbo «afirmar» (stéirison) es el aoristo imperativo voz activa de «steiridso», que significa «hacer firme» «fortalecer». Esta forma verbal sugiere la urgencia de la acción. Los creyentes de Sardis debían actuar de manera decidida y con toda urgencia. «Las otras cosas» (tá loipá), mejor «las cosas que restan», pudiera parafrasearse como «aquello que sobrevive». En el texto griego es un plural neutro que contempla de manera colectiva tanto a cosas como a individuos que dentro de la comunidad cristiana de Sardis pudieran retener trazas de verdadera piedad. Las referidas cosas o individuos habían estado a punto de morir en el pasado y continuaban a la deriva, corriendo el peligro de languidecer por completo como el cuerpo que es invadido por una enfermedad o la planta que es atacada por una plaga.
NOTA:
Las dos exhortaciones anteriores se deben a que el Señor ha escudriñado las obras de los creyentes de Sardis y no las ha hallado perfectas delante de él. Evidentemente las obras de aquellos creyentes no eran producto de la fe, sino de la carne y por lo tanto, no contenían la calidad que agrada a Dios.
3. «Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído».
Esta es la tercera exhortación. El vocablo «acuérdate» (mneimónene) es el presente imperativo, voz activa. El presente sugiere una acción continua «continúa recordando». La exhortación es sin duda, un llamado a persistir en lo fundamental. Los creyentes de Sardis habían recibido el evangelio por la fe, pero no habían persistido en desarrollarse espiritualmente por la fe. Ese descuido había producido el olvido de la necesidad de mantener una relación personal con el Señor (véanse Ro. 10:17; 1 Co. 4:7; Gá. 5:7; Col. 2:6). Los verbos «has recibido» (eíleiphas) y «oído» (eíkousas) deben observarse cuidadosamente. El primero es un tiempo perfecto y sugiere una acción completa con resultados perdurables. El segundo es un aoristo indicativo que señala ala acontecimiento histórico cuando los creyentes de Sardis oyeron el evangelio que generó en sus vidas la fe que depositaron en Cristo. El creyente ha recibido el regalo de la salvación por la fe en Cristo y el sello de la presencia del Espíritu Santo sobre la misma base. Recordar constantemente tanto el regalo de la gracia recibido por la fe en Cristo como las instrucciones recibidas tocante a la práctica de la fe, debe ser una asignatura prioritaria en la vida de todo creyente.
4. «Y guárdalo» (Kai téirei)
Es el presente imperativo, voz activa de «teiréo», que significa «guardar», «vigilar», «mantener». El tiempo presente sugiere acción continua «sigue guardando». La referencia parece ser a las cosas o personas que aún vivían en Sardis. Es decir, «cosas» de valor espiritual y «personas» con sensibilidad e inclinación a las cosas de Dios. Ese testimonio debía persistir si se quería evitar el juicio de Dios.
5. «Y arrepiéntete» (Kai metanóeison).
Este verbo es el aoristo imperativo, voz activa, y sugiere la realización de una acción urgente. Equivale a decir «arrepiéntete de inmediato». El verbo «arrepiéntete» (metanoeo) significa un cambio de manera de pensar acompañado de un cambio de comportamiento. Los creyentes de Sardis tenían la necesidad urgente de arrepentirse de la manera como habían utilizado la riqueza espiritual que habían recibido a través del evangelio de la gracia y la instrucción de la Palabra. El arrepentimiento al que se les llama no era un simple reconocimiento de que estaban haciendo mal, sino a llevar a cavo un cambio de rumbo que los acercara a Dios.
E. LA ADVERTENCIA DE CRISTO A SARDIS:
«Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti».
Con esas solemnes palabras, es Señor advierte a la congregación de Sardis del peligro al que se abocaban. La expresión «si no velas» es una condicional de tercera clase en la que se usa el modo subjuntivo que completa la condición como posible. La cláusula contiene una seria advertencia a los lectores. Y pudiera parafrasearse así: «Por tanto, si verdaderamente no te despiertas de inmediato, vendré como un ladrón, y no serás capaz de reconocer qué clase de hora será cuando vendré a ti». El estupor espiritual los haría insensibles al obrar de Dios.
«Vendré sobre ti como ladrón» (héixo hos klépteis).
El texto griego dice: «vendré como ladrón». Esta expresión denota sorpresa. Este símil se usa repetidas veces en el Nuevo Testamento con referencia a la segunda venida de Cristo (véanse Mt. 24:43; Lc. 12:39; 1 Ts. 5:2; 2 P. 3:10; Ap. 16:15). La advertencia es sumamente enfática, como lo indica la frase siguiente «y no sabrás a que hora vendré a ti». El verbo «sabrás» es el aoristo subjuntivo que al ir precedido de la doble negativa destaca de manera enfática que algo no va a ocurrir. La frase pudiera expresarse así: «vendré como ladrón y jamás sabrás qué clase de hora será». Quienes están desprovistos de vida espiritual por no haber confiado en Jesucristo serán rotundamente sorprendidos por la segunda venida de Cristo. Esta tomará por sorpresa a los inicuos que han rechazado a Cristo como Salvador, ya sea o no que estén dentro de una congregación local como la de Sardis.
F. ALGUNOS SANTOS FIELES DE SARDIS:
«Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidos».
«Pero» (allá) destaca un contraste fuerte con lo dicho anteriormente. Cierto que era una minoría pero había un remanente fiel de Sardis que no había contaminado sus vestiduras, es decir, andaba en santidad delante del Señor. "El lenguaje hace recordar la inscripción hallada en el Asia Menor, proclamando que las vestiduras manchadas descalificaban al orador y deshonraban a dios". Pero el merito del remanente fiel de Sardis era que "en los días de contaminación general éste se había mantenido puro". Muy poco se conoce de la iglesia de Sardis, pero durante la segunda mitad del siglo segundo hubo un hombre conocido como Melitón, pastor de Sardis, que sobresalió en todo en el Asia Menor como un dedicado siervo de Dios que no mancho sus vestiduras.
«Y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas».
El verbo «andarán» es el futuro indicativo, voz activa y sugiere una realidad que tendré su seguro cumplimiento. La frase expresa comunión íntima y personal «conmigo». La expresión en «vestiduras blancas» habla de la pureza y santidad que Dios exige para que alguien entre en su presencia. "Debido al rechazo de contaminar sus vestiduras mientras se hallaban bajo gran presión cultural, Cristo sustituirá sus vestidos humanos no manchados con otros que son blancos por criterio divino". El remanente fiel experimentará la perpetuidad de su antigua vida de separación terrenal y de comunicación con el Señor, y andará en perfecta comunión con Cristo en su reino. "la anticipación de vestir tales vestidos y disfrutar de la compañía personal de Cristo proporciona un amplio incentivo para la fidelidad continua de los pocos de Sardis que se mantenían firmes frente al oleaje de apatía que se había apoderado de la mayoría de la iglesia.
«Porque son dignos».
(Hóti áxioí eisin). Esta frase no se refiere a dignidad absoluta. Todo ser humano es digno de las bendiciones de Dios. Hay, sin embargo, una dignidad relativa que se atribuye a los santos en Cristo (véanse Lc. 20:35; Ef. 4:1; Fil. 1:27; Col. 1:10; 1 Ts. 2:12; 2 Ts. 1:5). El creyente no posee meritos personales que lo capaciten para agradar a Dios por sí mismo. El cristiano tiene que apelar a Cristo puesto que solo él es digno delante del Padre celestial.
G. EL DESAFÍO DE CRISTO A LA IGLESIA:
1. «El que venciere será vestido de vestiduras blancas».
Esto podría ser una repetición por razón de énfasis o una ampliación de la promesa del v. 4. El vencedor será revestido de vestiduras blancas como una exhibición de festividad (Ec. 9:8) y de victoria final (Ap. 7:14; 19:14). Es además, un galardón adecuado para quienes rechazaron la corrupción de Sardis y un reconocimiento público de fidelidad a Cristo.
2. «Y no borraré su nombre del libro de la vida».
Esta declaración expresa la segunda promesa del Señor al remanente fiel de Sardis. En los tiempos antiguos, los nombres de quienes morían físicamente eran borrados de las listas o registros de las ciudades. Las autoridades solo mantenían en el padrón a ciudadanos vivos. De la misma manera en el libro de la vida solo permanecen inscritos los nombres de quienes tienen vida espiritual por haber puesto su fe y confianza en la persona de Jesucristo (1 Jn. 5:1). El creyente en Cristo tiene la absoluta garantía de la Palabra del Señor. El promete «Y no borraré su nombre del libro de la vida».
3. «Y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante se sus ángeles».
Esta es la tercera promesa del Señor al remanente fiel. El verbo «confesaré» (homologéiso) es el futuro indicativo, voz activa de «homologéo», que significa "confesar" , "reconocer", "estar de acuerdo". El Señor Jesucristo dijo en Mateo 10:32 algo que tiene que ver mucho con este texto. Es probable que presionados por el ambiente religioso-cultural, muchos en Sardis se avergonzaban de dar testimonio de su fe en Cristo. Al remanente fiel que no temía exaltar el nombre de Cristo, el Señor le promete que le confesará en el cielo: la confesión debe significar el reconocimiento de que pertenecen a Cristo y por lo tanto, han sido hechos aptos para participar de su gloria eterna (Col. 1:12).
NOTA:
Al igual que en las otras cartas, el Señor hace un solemne llamado al individuo:
«El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».
En última instancia, la responsabilidad es siempre personal. Una congregación nunca será mejor de lo que lo sean los miembros que la componen. El Espíritu habla a las iglesias a través del apóstol, pero el mensaje es personal para cada uno de los componentes de la asamblea y para nosotros hoy día.
Autor:
Julio C. Torres
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |