El nacimiento de la democracia por cuestiones militares, es quizás la causa directa de que hasta no hace mucho las mujeres no tuvieran participación política, pues la política y el Estado nacieron con fines eminentemente bélicos, y la guerra ha sido siempre un campo netamente masculino. Sin embargo, el mundo industrial parece cambiarlo todo, y los avances tecnológicos en la guerra dejan obsoleta la idea que la misma es sólo para y de los hombres, pues una bala mata igual, sea disparada por una mujer, un niño o un anciano. Y fueron precisamente las dos guerras mundiales las que potenciaron el papel de la mujer en la sociedad, al hacerse necesaria su mano de obra para el esfuerzo bélico. Luego el Estado quedó en deuda con la mujer y ésta obtuvo el derecho a votar. Los hombres ganaron su derecho a participar peleando, las mujeres, produciendo.
Posteriormente, el discurso democrático se ha ido desarrollando a través de los tiempos, pero ha seguido siendo entendido de forma tradicional como el "poder" del pueblo (recordando la célebre frase de Lincoln: "del pueblo, por el pueblo y para el pueblo") e igualmente ha sido definida como la forma ideal de gobierno, ya que en la misma se ve presentada la voz de todos. Cabría preguntarse, ¿Qué tan para el pueblo es la democracia?, pues en la antigüedad el bajo nivel de población permitía un ejercicio directo de la misma. Pero actualmente, con Estados "democráticos" con millones de habitantes y miles de kilómetros cuadrados, se creó la fórmula de la Democracia Representativa.
Se ve a la democracia representativa como el derecho, y hasta el "deber"…, o la "libertad", que tienen los ciudadanos de poder elegir a quien será desde entonces su ¿opresor?…, creando así una nueva forma de aristocracia o élite gobernante, en las que unos pocos tienen la potestad de tomar las decisiones (no siempre las más acertadas), que definirán el destino de todos. Entonces observamos a una mayoría eligiendo a la minoría que los domina o gobierna, sin la posibilidad de elegir, o no elegir, otras formas de acción. Sin mencionar hasta qué punto dichas minorías representarán los intereses de la gran mayoría o sin saber siquiera si dicha "participación" en lo político continuará después de cerradas las urnas de votación. En resumen, la democracia no es un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como dijo Lincoln, sino más bien una tiranía elegida por el pueblo para su sometimiento.
La democracia moderna tratará de mostrar una postura tendiendo al protagonismo y participación ciudadana, creando más instituciones y organismos que reproducen sobremanera la burocratización imperante, la cual reforzará más al Estado que al pueblo mismo, ya que se da más reconocimiento al Estado que al pueblo (que puede ser concebido como la suma de los individuos de la sociedad) hasta el punto de que se pueda sacrificar al individuo en pro del Estado mismo. La democracia es una gran supresora del "Yo", pues lo funde en la masa de los "intereses colectivos" o de las "razones de Estado", cuando en realidad lo subordina a los intereses de la élite gobernante, haciéndole creer al individuo que es libre y dueño de su destino, y que no existe un gobierno mejor. Así pues, para un político, sus conciudadanos son sólo votos que conquistar, y para un General, sólo las tropas a su cargo, un poco más que peones de ajedrez, seres sin alma, familia o sentimientos, gente de la que se puede prescindir…
Ese mismo opresor electo por ese sistema democrático-representativo, llevará siempre consigo a la práctica de la demagogia, en donde el partido enamorará y manipulará al elector para sus fines poco éticos, sabiendo que el pueblo es quien decide, pero sabiendo igualmente su reducida capacidad de elegir al mejor. En ese acto de demagogia, el opresor electo bajo el disfraz de procurar el bienestar para las mayorías, sólo intentará transformar una realidad que dice que no satisface las necesidades de las masas, dirigiendo su discurso a la población más cuantiosa (los pobres) haciéndoles creer que ellos representan un futuro mejor y todos ellos serán favorecidos. En donde el pueblo mismo, sin más remedio, las reciben conformemente aún a sabiendas que dichas promesas y sueños quedarán allí plasmados hasta el día que cierren las elecciones.
Es impensable, al menos con este modelo de falsa democracia, hablar de igualdades, poder para todos, autonomía y participación, cuando estamos reproduciendo los mismos patrones de dominación y distinciones de clases, pero de maneras distintas, así pues, observamos la imposición de una minoría sobre una mayoría, ya que estas a través de la institucionalización del poder, tienen la oportunidad de ejercerlo directamente en la toma de decisiones en lo político, económico, social y cultural. Este ejercicio de dominación disfrazado de democrático, buscará formar un ciudadano sumiso, falto de conciencia, que sólo tendrá voz y voto en las elecciones, y por su poca participación activa en la vida política, se convertirá en un sujeto receptor, mínimo y pasivo del sistema, moldeado según los intereses del mismo, convirtiéndose en un seguidor del paternalismo, que originará el surgimiento de un nuevo adulador, conformista y esclavo del Estado, un Ser que acrecentará la misma problemática social que lo hizo nacer a él.
La situación del sistema democrático es un problema que repercutirá directamente en la vida político social de todo ciudadano. Tenemos un sistema que aunque siempre recalca los valores de libertad, autonomía, participación, etc., contradictoriamente no ensalza los valores de igualdad, cooperación, colaboración o protagonismo. Se habla de un poder para todos y observamos una desigualdad y exclusión reinantes, sólo basta con observar dentro de las masas, gran sectorización y minorías que al sistema no le interesa integrar. Observamos como la democracia representativa ha dejado de lado a la cultura indígena no reconociéndola como ciudadanos, por ejemplo en Venezuela antes de la CRBV los mismos no tenían derecho al voto y su participación en la vida política del país era prácticamente nula. Esta marginación cultural obedece a los clásicos intereses de homogenización social que todo Estado persigue, sea democrático o no. Esta exclusión social no sólo se queda en lo cultural, sino que penetra profundamente en lo socio-económico; no olvidemos que la democracia-representativa nació con la creación del Estado Liberal Burgués, que consagra al sistema capitalista. En las democracias modernas se habla de la igualdad legal, que sólo se cumple parcialmente, y ni siquiera se habla de la igualdad económica, sometiendo a la mayor parte de la población a la pobreza, dejándolas a merced de las manipulaciones de la élite gobernante.
En este orden de ideas, observamos la democracia como un sistema que puede subordinar o suprimir otras formas sociales o culturales de vida pública, siendo la democracia un modelo importado, producido por la civilización occidental e impuesto al resto del mundo, un modelo que puede no adaptarse a las necesidades de cada pueblo. En muchos casos, sociedades no occidentales poseían mecanismos de participación social mucho más eficientes y humanos que el complejo aparato burocrático de la democracia representativa; pero con la imposición del modo de ser y de vivir occidental, tales mecanismos fueron eclipsados, abandonados o destruidos. La democracia representativa occidental moderna, es un sistema impuesto desde Europa al resto del mundo, un sistema que busca estandarizarse para servir mejor a los intereses geopolíticos de los grandes centros de poder mundial, que lo crearon y lo exportaron. Es decir, el modelo democrático-representativo es un medio de dominación global. Cada cultura debe descubrir, y desarrollar, su propio modelo político que satisfaga sus necesidades. Quizás en el hecho de haber sido impuesto a muchas culturas ajenas a la occidental, radica la causa de la poca funcionalidad de este modelo.
Por tanto, vemos un sistema democrático que apela a un modelo de dominación y opresión humana ya que sigue reproduciendo los mismos patrones de autoridad y jerarquía. Un modelo que gobierna bajo la decisión de las mayorías, pero que en sí misma no persigue sus intereses, de igual forma vemos que si estás en minoría vas a ser gobernado por otros, porque en si la democracia es el gobierno de la mayoría, imponiéndose sobre el otro sector catalogado de minoría.
En fin, si la democracia aboga que el "gobierno es del pueblo", o si la concebimos como el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado, no es tan descabellado exponer que sea el mismo pueblo que en asamblea legisle colectivamente las reglas que gobiernen su asociación, estando ellos mismos sujetos a ellas como individuos, ya que dichas reglas siempre podrán ser abogadas o modificadas. No se trata que el gobierno sea de las mayorías, sino que en el mismo se rescate la valoración de las minorías, rescatando su voz e impulsando su autonomía, porque el negarle su oportunidad de ejercer su juicio, e incluso el apelar los casos, es imponerle una obligación que no ha aceptado libremente.
En conclusión, demandamos que el voto democrático directo sobre las decisiones políticas dentro de las asociaciones libres, es el contrapunto político del acuerdo libre (ya que si se quiere llegar a la eliminación de la opresión sólo a través la mera oposición al control político sería mera ingenuidad). Muchas formas de dominación pueden ser emprendidas de manera libre y no coercitiva. A través del asambleísmo ciudadano, por ejemplo, puede ser definido el contenido de las obligaciones políticas, y dentro de estas asociaciones la población debe ejercer juicios críticos y elegir (gestionar sus actividades). Por tanto la obligación política no se le debería entregar a una entidad aparte y por encima del grupo o sociedad, tal como el Estado o la empresa, sino a los con-ciudadanos mismos, ya que ésta sería una de las formas más humanas de poder alimentar y ejercer libre y conscientemente la "Libertad".
Autor:
Josmar Bastidas
Orlando Lozada
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