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Algunas cartas sobre educación infantil de Johann Pestalozzi (página 2)

Enviado por Silvia Martínez


Partes: 1, 2

La versión más madura de sus ideas se puede encontrar en la serie de treinta y cuatro Cartas sobre la educación infantil, dirigidas entre 1816 y 1819 a James Greaves, admirador inglés que permaneció en Yverdon entre 1818 a 1822, con el fin de aprender la teoría pestalozziana y aplicarla en su país, extendiéndose finalmente a todo el mundo de habla inglesa.

En 1825 Pestalozzi, de setenta y nueve años, dejó Yverdon para retornar a Neuhof, donde murió en 1827.

A.2 – CARTAS SOBRE LA EDUCACIÓN INFANTIL

            En las cartas dirigidas a su amigo y admirador James Greaves, Pestalozzi centra su atención en tres aspectos fundamentales: el desarrollo intelectual, el crecimiento moral y la relación entre maestro y alumno. La figura del educador no es concebida como autoritaria sino que debe estar al servicio de las necesidades de su alumno. Su objetivo era que la educación llegara a todos por igual, alcanzando a los marginados, concibiendo el establecimiento escolar muy ligado a la enseñanza de los oficios. Se podría hablar de talleres más que de escuelas.

Pestalozzi concibe al niño como "dotado de todas las facultades de la naturaleza humana, pero sin ninguna de ellas desarrolladas: un capullo todavía por abrirse. Cuando el capullo se abre, cada una de las hojas se desdobla, ninguna se queda atrás. Tal debe ser el proceso de la educación"[1]. Estas facultades a desarrollar son dadas por al naturaleza., que "forma al niño como un todo indivisible, como una unidad orgánica vital con múltiples capacidades morales, mentales y físicas; ella desea que ninguna de esas capacidades quede sin desarrollo"[2]

En la carta XV se plantea la relación de amor madre – hijo, expresándose que el confiar en la madre provocará confianza en los demás. A medida que se desarrolle en un ambiente de amor y confianza, aprenderá a considerar a los demás. Expresa además la importancia de que el amor del niño no se dirija exclusivamente a  su madre, a efectos de no propender a que no logre amar al resto de las personas.

En la carta XXI Pestalozzi se refiere a "la atención que hay que prestar al desenvolvimiento de todas las facultades", haciendo hincapié en que el objetivo final de la educación no es lograr buenos conocimientos escolares, sino más bien lograr que el individuo se pueda desenvolver en la vida, actuando en forma autónoma, valiéndose por si mismo.

Plantea, además, que se deben atender las capacidades innatas de cada uno, y no desatender ninguna, porque no sabemos hoy lo que ese niño puede necesitar en el futuro. El autor toma posición en que la educación debe empezar por investigar para que está capacitado un niño. Explicita que se deben reconocer los derechos del hombre, una de las mayores consecuencias históricas de la Revolución francesa, en su verdadera magnitud, no solo aquellos declarados por los franceses, incluyendo el derecho a la educación, no importa a que clase social se pertenezca.

En la carta XXII se hace referencia a no descuidar la educación corporal, que Pestalozzi deja a cargo de la madre, por no requerir "ni mucha reflexión ni gran experiencia"

En la Carta XXIV Pestalozzi plantea que la enseñanza de la música debería unirse a la del dibujo. Resalta la habilidad natural del niño para la imitación, por la cual se aprende a hablar. También se refiere a la disposición infantil a construir diferentes cosas con los materiales que se les entreguen, por lo que se debe dar juguetes a los niños y estimularlos a su uso, porque es bueno que aprenda y a la vez sienta placer. A la vez, recomienda variar estos juegos para evitar el aburrimiento, mantener el interés y colaborar con el desarrollo de la capacidad de observación.

Respecto del dibujo, se aconseja descomponer los objetos en partes, no pretendiendo que el niño dibuje desde el inicio el objeto completo. Resalta la importancia de fomentar en el niño el dibujo original y no solo la simple copia, ya que experimentará el placer de crear; del mismo modo no debemos ayudarlo en todo, pues recordará mejor aquellas cosas a las cuales él mismo encontró solución. Se rescata también en esta carta el valor de ir del dibujo al modelado, volviendo al tema del placer que se siente al crear, tanto más importante cuanto menos dotada está la persona. Se pone claramente de manifiesto la importancia que da Pestalozzi a la autoestima, lo que es indicio de su sensibilidad y de su fe en el progreso, en este caso individual. Otro elemento a destacar en la concepción educativa de nuestro autor, es el utilizar habilidades innatas para desarrollar nuevas, y, a su vez, estas nuevas serán útiles para otras, en una cadena que, podemos inferir, no tiene fin.

En la carta XXVIII se trata el tema de la comprensión sustituyendo al memorismo. Recae en la madre la primera responsabilidad de buscar que el niño entienda y no solamente recuerde, a efectos de que en la escuela no se vea dificultada la tarea. Desde siempre debemos enseñar al niño mostrándole cosas y no nombrar cosas que él no pueda tener ante su vista.

Se debe asociar el nombre a la impresión dejada por el objeto; no se mostrará solamente, sino que se explicarán propiedades, de modo que haya una serie de asociaciones que permitan la comprensión del objeto lo más extensamente posible.

En caso de no poder ofrecer el objeto a la vista del niño, por lo menos se debería disponer de dibujos del mismo; de la misma manera, si presentamos algo abstracto habrá que ejemplificar, a efectos de lograr la máxima comprensión posible.

En la carta XXIX se continúa con el tema de la comprensión, pero haciendo ahora referencia a la necesidad de que el niño sea protagonista de su propio aprendizaje. Se recomienda a la madre no hacer las cosas por él, sino que él mismo desarrolle la capacidad de pensar y reflexionar, creando así "nuestro patrimonio intelectual", convenciéndose cada uno que, por poco que sepa, lo sabe bien.

Fomentar esta capacidad es tarea, en primer lugar, de la madre, la cual, por ignorante que sea, podrá utilizar muchas veces su sentido común y su amor de madre.

Lo importante es que inicie el trabajo de desarrollo de las "facultades innatas del entendimiento". Por elemental que sea la tarea, para el niño es todo nuevo; cualquier cosa le dará algún conocimiento de utilidad, además de habituarlo a reflexionar. Es fundamental en esta labor no "hablar mucho al niño, sino en entablar una conversación con el niño".

Se debe buscar que el propio niño se exprese acerca de las cosas, y encuentre él mismo las respuestas a las interrogantes que se planteen, así como también las corrija. Las preguntas deben ser cortas, claras, estimulantes de la observación y el pensamiento.

En la carta XXX Pestalozzi se refiere al estímulo del interés del niño por aprender. Desde el principio debe ser consciente que el aprendizaje implica un esfuerzo de su parte, pero este hecho no debe generar temor, porque éste sería un obstáculo y generaría rechazo al trabajo.

Pide a los maestros que busquen en su método la causa del desinterés. Desecha el castigo físico en las escuelas, argumentando que, muchas veces "quien merece el reproche es el maestro o el sistema". Pestalozzi plantea que el maestro siempre debe buscar que el alumno esté entretenido, interesado, además de ser afable, a efectos de ganarse su simpatía.

Por último sostiene que el maestro logrará despertar el interés de sus alumnos si pone él mismo verdadero interés, muestra amabilidad y transmite verdadero amor por su tarea.

En la carta XXXIII se habla de la educación afectiva del niño y del sentimiento religioso. Comenta que, muchas veces, la  educación  se preocupa más por el conocimiento académico que por el buen obrar del individuo. Si anteponemos las actividades a los buenos motivos y normas que los han de guiar, solo lograremos como educadores estimular la ambición de los que tiendan a ella.

Si usamos el temor y la ambición como principales recursos, los educadores deberíamos renunciar al deseo de ganar el respeto y afecto de los alumnos. Estos impulsos podrán estimular esfuerzos por parte del alumno, sean de tipo intelectual o físico, pero no entibiarán el corazón, no llegarán al alma infantil, no promoverán un hombre sensible.

Reitera Pestalozzi que el primer sentimiento de amor y confianza del niño es hacia su madre; es algo de naturaleza humana, que se podrá creer infundido por el Creador, pero convive con el aspecto instintivo que tiene el mismo niño por su naturaleza animal, que apunta a la auto conservación y satisfacción de algunas necesidades, que, si bien son naturales y necesarias, deben ser contenidas para no acabar en un individuo caprichoso y totalmente egoísta. La madre debe actuar con amor y firmeza, guiándose por su propio amor  e intuición, su sentimiento del deber y su propia capacidad de reflexión.

También tendrá que poseer la capacidad necesaria de no retener ese amor del niño para ella exclusivamente, sino que permitirá que él amplíe su espectro afectivo.

Expresa en esta carta también Pestalozzi que el amor de la madre es el principal impulso para la educación del niño, pero debe tener claro que ese sentimiento no pasa de ser humano, que su misión es guiar al niño hacia la fe y el amor de Dios, fuente de toda salvación, el amor y la confianza hacia la madre precede al sentimiento más puro, el de amor y fe en Dios. Pestalozzi destaca aquí que el fin último de la educación es sensibilizar el corazón humano al amor divino, que implantará en el individuo la imagen de Dios.

A.3 – COMENTARIO FINAL

Queda claro que para Pestalozzi la prioridad educativa reside en la moral. Creo que una frase, recogida de su obra Como enseña Gertrudis a sus hijos, expresa claramente su modo de pensar: "Todas las cosas que afectan a mis sentidos son medios que me ayudan a formarme opiniones correctas, pero sólo en la medida en que sus fenómenos presenten a mis sentidos su naturaleza inmutable, invariable y esencial, fuera de su aspecto variable o de sus cualidades externas.

Por otro lado, son fuentes de error y engaño en la medida  en que sus fenómenos presenten a mis sentidos sus cualidades accidentales y no sus características esenciales."

Silvia Martínez

Montevideo

Setiembre 2008

Autora:

Silvia L. Martínez

Uruguay

Setiembre 2008

[1] PESTALOZZI, J. H. Cartas sobre la Educación infantil. Carta III, 7 de Octubre de 1818

[2] PESTALOZZI, J. H. Sobre la idea de la educación elemental, citado por BOWEN, J. en Historia de la educación occidental, Tomo III, Cap. VIII, Pág29. S. Ed. S. F

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