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INTERNET: El verdadero número de la Bestia (…y algunas especulaciones del pensamiento) (página 2)


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El conocimiento y el acceso a las tecnologías de punta, le han dado a los grandes predadores humanos, un poder casi omnímodo.  Por eso el dominio tiene otras connotaciones; en primer lugar, ya no es necesario el control físico del territorio enemigo. Ahora, el poder que se esconde entre las sombras, es mucho más sutil. Muy pronto se habrá de prescindir del uso activo de  ejércitos o tropas pretorianas como forma de controlar el orden público y aniquilar a los díscolos de siempre: ahora el Imperio tiene dos brazos formidables que siempre existieron pero a las cuales en la actualidad le está sacando el máximo provecho: poder mediático y el contralor y uso de las herramientas económicas de conducción política, en beneficio de las 200 familias y de sus socios menores que controlan el planeta. 

Ese costado pútrido de Adán, apenas cuenta a la hora de evaluar los trascendentales cambios, ligados a la dinámica de la propia creatividad humana: la rueda, el dominio de los metales, el uso de los cubiertos, la invención de la brújula y el sextante, pero sobre todo de la imprenta.

El poder dominante de turno  siempre logró codearse con el genio inventor que le proporcionaba los medios excluyentes de control social. Claro que la ecuación de las leyes políticas se han modificado sustancialmente: antes, el poder político se valía del económico para obtener sus fines. Hoy es exactamente al revés: el poder económico se vale y se sirve del poder político. De hecho, el poder político tradicional se ha convertido en una entelequia. Es como un tigre de papel, apenas una pantalla para mantener las apariencias

Internet es una especie de solapado comando de elite en este nuevo  ejército de conquista, simbiosis perfecta entre codicia e inteligencia (tanto las "diabluras" del pasado cuanto las perversidades del presente, invariablemente, elementos de control y rapiña del poder político dominante).

La realidad concreta es que "la Internet", este servicio democrático puesto en marcha circa de 1969 como instrumento académico castrense, se ha instalado entre nosotros con el avieso e inconfesado propósito de condicionar ideas, sueños, planes, sentimientos, e incluso el mismísimo amor. Hasta los hijos serán digitalizados para ahondar la brecha social: rubios de ojos celestes para la elite dominante; una franja media que conformará a la antigua y tradicional clase media -siempre panqueque ideológico de turno- y por último, los negros, los sudacas, los escaso indígenas que queden, y los obreros del mundo, que serán reducidos a la esclavitud con la única finalidad de mantener la maquinaria aceitada del sistema.

Claro, en este punto, uno se pregunta (o lo harán ustedes): ¿por qué llegar a estas instancias extremas si con el desarrollo armónico de los recursos sustentables, existe una torta social que alcanza para todos? Respuesta fea: porque somos una raza jodida, porque la maldita evolución -ese sello que marcó a fuego entre nosotros la impronta de la codicia- sigue desquiciando el alma humana y todo se reduce a entender de una vez por todas que el hombre es un enemigo para el hombre. ¿Homo, homini, lupus est? Ojalá fuera así. El jefe de la manada, teniendo frente a sí la yugular expuesta del retador más joven, jamás le clavará sus colmillos. Sabe que el vencido, es un lobo al fin.  

Atento a proyecciones a futuro, poco importa que un 20% de la humanidad tenga acceso directo a la Red.  Esa concesión, esa regalía que está dispuesta a reconocer el nuevo Imperio en ciernes, no lo hará por un acto de caridad. Lo hará porque sabe -cuestiones de alta estrategia política así lo indican- que una parte mínima del sistema no debe permanecer  bajo los efectos narcotizantes del dominio total y absoluto. Claro que ese 20% privilegiado no podrá disfrutar tampoco de libertad irrestricta. El nuevo poder tendrá sus servidores pretorianos en constante vigilia de control.

Esos capataces cibernéticos, con las excepcionales herramientas tecnológicas a su alcance, se convertirán en los nuevos esbirros del Imperio, controlándolo todo, incluso el momento del coito o el de expeler los excrementos. Ese exclusivo coto de dominio (pronto se convertirá en excluyente) bajo la dirección de un gobierno mundial entre las sombras, se dedicará a manipular y explotar los recursos de sus socios menores de la red, y del resto marginal sin acceso a los recursos informáticos; de hecho, serán los ciudadanos condicionados del tercer milenio.

Este nuevo mundo virtual que se expande entre nosotros como un invisible ejército de ocupación, pone al desnudo la falacia de ese mito ya señalado: la supuesta y gigantesca democracia participativa con la cual rotulan a Internet los dominadores (de manera aviesa e interesada, claro). No seamos ingenuos.

Nosotros-léase los ciudadanos que nos creemos independientes; reléase: los que no formamos parte aún del manejo discrecional que ejerce el poder sobre las masas- podemos y podremos navegar a nuestro antojo, consultar cuánta página Web se nos ocurra; inventariar programas, hacer asociaciones libres de chateadores universales de la libertad individual (¿suena bien, no?) o masturbarnos con los miles de millones de páginas pornográficas y videos (verdadero big-bang de imágenes-testimonio de la decadencia humana) e incluso levantar los más encendidos discursos en nombre de esa libertad con la cual el liberalismo se ha llenado la boca durante los últimos siglos.

Así es amigos, todo esto podremos hacerlo mientras -claro está- que cada acto de opinión no comprometa al esthablisment que condiciona los actos sociales y políticos en el mundo. ¿Queréis un ejemplo?  La denuncia vía Internet realizada por un ex espía del M5 británico -denuncia que comprometía a conspicuos miembros del nombrado gobierno de las "sombras"- fue rápidamente silenciada sin que ningún comité de usuarios levantara una protesta en la Red a manera de virtual barricada. Pregunto y los invito también a preguntárselo ustedes: ¿Es este organismo un símbolo de la libertad humana? ¿Es -como Internet – una institución democrática como ninguna en el mundo? No estaremos dejándonos engañar en nuestras propias narices, sólo porque la Red representa un indudable espacio policlasista, multirracial y cultural sin límites? Ya sabemos que entre los blancos y los negros, conviene transitar los grises a modo de equilibrio.

Por ahora, Internet destila un narcótico invisible e inasible entre nosotros. Entre tanto terreno pestilente, alguna flor crece en sus orillas. Y esa parte positiva de la Red aún es capaz de darnos satisfacciones en el campo de las expresiones libres de sectarismos políticos o religiosos -que las hay- y que aún se hallan fuera del control dictatorial. Pero ni siquiera en este aspecto, el devenir cibernético promete un camino libre de escaldaduras… Agrupaciones de artistas e intelectuales de diverso signo; organizaciones no gubernamentales; francotiradores independientes, todos, en fin, mancomunadamente, parecen preguntarse: ¿Es éste el futuro que queremos?

Y yo a mi vez me pregunto-como tantos románticos incurables- : ¿es que acaso podemos condicionar la propia razón de ser de los acontecimientos desatados? ¿O deberíamos rendirnos-lisa y llanamente- ante las afirmaciones de ese gurú de la historia, devenido escriba del Imperio samurai, que ha preconizado sin rubores el fin de la historia?

¿O acaso -permeables al fin- deberíamos dejarnos seducir por esos intelectualoides al servicio del poder mediático, periodistas de opinión que no pueden expresar su propia opinión, que fijan en el día a día, el pensamiento de sus empleadores como parte consciente e inconsciente de ese supragobierno mundial?

Avergüenza saber que la mayor parte de los periodistas notorios, algunos escritores de renombre, filósofos y otras yerbas, se encuentren en medio de una supina ignorancia, desconociendo (o haciéndose los distraídos) que en la década del 90, el poder real puso en marcha un programa de dominación mundial cuyo plazo de ejecución se encuentra en los últimos peldaños. Pero no son los únicos: Presidentes, primeros ministros, parlamentarios del mundo occidental, saben -por acción o por omisión-, que no son más que gerentes y capataces a sueldo del Imperio.

Imperio para el cual- mimetizada como una herramienta más en el eufemismo de la globalización– Internet se habrá de convertir en la brutal aplanadora de ideas, el gigantesco y controlado mecano social; el chiche nuevo, el juguete de masas con el cual -a modo de naipe ganador-los dueños de este inmenso poder que se avecina, nos permitirán un último orgasmo social, en medio de un formidable grito de protesta que tendrá dolorosas y sangrientas consecuencias.

¿Exagerado? No lo crean. Liberemos un tanto los goznes gastados de nuestra imaginación. Pensemos en el viejo Imperio, herido de muerte (hablo del anglosajón, claro); el viejo Imperio que sabe que su tiempo de dominación real se estrangula y está a punto de expirar. Las familias codiciosas y la inteligencia científica le han extendido un pasaporte de defunción con fecha precisa. Pero aún respira. Aún puede invadir Iraq, darle cierta autonomía a los jefes de sus millones de espías repartidos por el mundo, y todavía tiene cierto poder real militar y económico, al punto de que China no tenga temor en usar sus propios recursos financieros para salir al mercado a la caza de los comodities del hombre blanco.

Incluso, aún queda la Reserva Federal y  el increíble hombre de la bolsa de los mercados en que se ha convertido Allan Grennspan. Queda también Tavistock, y el manto verde de la divisa rectora del último siglo,  que, a modo de virtual tapiz,  todavía inunda parte del mundo como canto de cisne del poder del papel moneda. Y como parte de ese poder real que aún no debe desestimarse, los fundamentalistas musulmanes que lanzan sus hombres bomba(o mujeres), continúan comprando acciones en Wall Strett, fuera de los horarios de mercado. Sí, el viejo Imperio está enfermo, pero todavía es capaz de asestar un golpe furibundo, antes que la enfermedad se haga metástasis en su cuerpo.

El problema concreto es que Occidente- como entidad política y cultural- está sometido a una crisis terminal.

Y entonces, el Santo Dios del consumo cuyo icono excluyente pronto será Internet; ese satiricón gigantesco que ha convertido en poco menos que intocables -¡y con categoría de artistas!-a los hacedores de la moda; ese consumo que es ejercido por unos pocos y envidiado por una multitud cada vez más multitud resentida y rencorosa, se ha de convertir en el primero de los siete sellos de la maldición bíblica.

Mechemos todo esto con la maldita droga, devenida ya en metástasis del cuerpo social de la raza; pensemos en una China que pronto será epicentro de la tecnología de punta(la gigantesca China de las milenarias hambrunas que buscará- ¡Ah!, paciencia oriental…-su reparación y apetecida venganza histórica),y por último, continuemos mezclando todo con una buena dosis de fundamentalismo religioso-ese fundamentalismo real que tanto moviliza a extremistas del Islam cuánto a popes del cristianismo y confesos imperialistas del sionismo(no el de Bin Ladem, invento de la diplomacia inglesa-norteamericana).. .

Tanto habremos caído moralmente, que ahora levantan las banderas de un Jesucristo ligth ¡que nos habla de la prosperidad de los bolsillos a través de esas Iglesias que se han apoderado de los supermercados y los viejos cines! Y pronto será peor: un día despertaremos conmocionados por los noticieros que anunciarán exultantes la vuelta de Cristo a la tierra. Y en medio de milagros extraordinarios que las nuevas tecnologías elaborarán para los tontos, este Jesucristo capitalista -dicen que ya ha sido bautizado Maytreya- llegará para unir definitivamente a todas las religiones y para imponer la paz definitiva en el mundo. Patético.

En fin, poco falta para que el mismísimo Nostradamus se revuelva en su tumba.

Con todas estas amenazas terminales* ¿cómo no evaluar la irrupción de Internet, en función de un medio temible y poderoso, al servicio de una altísima estrategia política?

Ustedes creen que la televisión basura o la banalización de la cultura en general, son meras casualidades de una etapa decadente? NO mis amigos. Este consumismo excesivo de frivolidad, esta borrachera de chabacanería e idiotez colectiva desatada en forma mediática -Internet como punta de lanza, más la televisión satelital, la prensa escrita y la radio en general- conforman parte de un plan minuciosamente preparado, cuyo objetivo supremo es la toma de la voluntad humana.

Por último, he aquí el ideal supremo del gobierno de las sombras: el numen pensante de la clase dirigente ajena a los planes perversos de los grandes codiciosos, los escasos medios independientes, los marginales de los undergrounds; la clase dirigente no gubernamental, los idealistas de toda laya, la intelectualidad en pleno, confinada, limitada a las propias paredes de sus hábitats, mientras "creen" usar indiscriminadamente ese dios cibernético llamado Internet.  Sin calles alteradas, sin manifestaciones costosas y peligrosas; sin gritos que atormenten a los gobernantes-hoy convertidos en sátrapas del nuevo Imperio por venir. Nada. Internet estará tan perfectamente estructurada para entonces, que toda ofensa, todo rencor social, tendrá su canal de agitación incluso a través de miles de páginas Webs pretendidamente independientes o "revolucionarias".  ¿Qué pasará con los obreros?  ¿Con los que alguna vez fueron poderosos sindicatos que supieron representarlos y hasta se atrevieron más de una vez a mostrarle los dientes a sus patrones? Nada. No pasará nada. Internet será parte activa de toda nuestra vida de manera abrumadora. Detrás de los guetos sucios y hacinados, la mano de obra sucia y barata del sistema, será controlada por el ojo avizor de este capataz impiadoso, odiado y temible. Y si algunos joden mucho, los confinarán al hambre. Pero si siguen jodiendo, terminarán por echarle los perros encima. Y si continúan díscolos, una noche llegarán en silencio a sus casas las patrullas del orden; alguien arrojará una granada fragmentadora de decibeles, y en medio de un silencio verdaderamente aterrador, penetrarán en cada casa en busca de sus presas, sin que ningún vecino se entere de lo que pasa.

Los demás, felices. Las fábricas habrán desaparecido, y el trabajo tendrá inicio y jubilación en el hexágono material  de 50 metros cuadrados convertido en factoría y vivienda. Saben que pertenecen a la escala social más baja, la de los asalariados. Pero saben también que gracias a esto, tienen techo, comida y seguridad. Y esto no será poca cosa, en un mundo donde abundarán guetos en los cuales millones de personas serán confinadas para morir de inanición lentamente; por lo tanto, estos nuevos obreros del sistema, podrán considerarse privilegiados. Y lo serán más aún, desde el momento que no tendrán que salir a la calle en la que compiten ferozmente los chupados, los tullidos, los homosexuales de toda laya, y los mercenarios nocturnos que andarán a la caza-vivos o muertos- de todos los "raritos" del sistema.¡Loado sea este nuevo Dios! Tanto, que Internet se habrá convertido en el proveedor por excelencia- desde el mercado de consumo, la medicina social y el entretenimiento, será el organismo de Estado más  eficiente. Los más entusiastas del futuro por venir, se muestran exultantes, imaginando que-para bien de la humanidad decente-, ese apéndice inasible y silencioso, terminará interviniendo en nuestras vidas, desde la cuna hasta el ataúd.

 

 

 

 

Autor:

José Manuel López Gómez

Escritor argentino nacido en España

lopezgomez7[arroba]hotmail.com

lopezgomez7[arroba]gmail.com

www.sanesociety.org/es/JoseManuel

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