Este fenómeno de la erosión destructiva se ha producido en muchas otras zonas del planeta por el afán de ampliar las superficies cultivadas a tierras marginales. En lo que fue la URSS, la ampliación de los cultivos en las llamadas tierras vírgenes apareció como una gran conquista, pero muchas de esas tierras se han perdido ya debido a la erosión. Un caso paradigmático de desastre ecológico provocado por esa política de ampliación de tierras cultivadas es el que se ha producido en torno al Mar de Aral: se desviaron los ríos que vertían en él para irrigar campos de algodón y el resultado ha sido la desecación de un mar que era navegable. Y lo peor es que el viento ha esparcido la sal del lecho seco por los campos de cultivo, poniendo fin a una prosperidad de apenas dos décadas.
Agricultura intensa
Pero una de las causas más importantes de la degradación del suelo cultivable procede de la agricultura intensiva, que se traduce en erosión eólica (el suelo arado se disgrega más fácilmente y es arrastrado por el viento), apisonamiento de los suelos por el paso de maquinaria pesada, alteración de la composición química de los suelos (acidificación, pérdida de nutrientes), etc. Se habla de una espiral de degradación que ha afectado ya a la mitad de los suelos cultivables.
Por otra parte, el uso de biocombustibles, como el bioetanol o el biodiesel, está impulsando el uso de maíz, soja, etc., que era destinado al consumo humano, lo que no solo está contribuyendo a la escasez de estos productos sino que además está provocando deforestaciones para contar con nuevas superficies de cultivo, pérdida de biodiversidad e incremento de los costes en la industria alimentaria. Afortunadamente las críticas a estos biocombustibles está promoviendo la investigación en alternativas más limpias: los denominados biocombustibles de segunda generación que se producen a partir de materias primas que no son fuentes alimenticias, como el aprovechamiento de gramíneas, paja, desechos agrícolas, residuos orgánicos humanos y de animales, etc.
2.2 Los problemas bélicos y los recursos naturales
Y no debemos olvidar esos recursos fundamentales –pero a menudo ignorados como recursos porque aparentemente "no cuestan dinero"- que suponen los sumideros (la atmósfera, los mares, el propio suelo) en los que se diluyen y en ocasiones se neutralizan los productos contaminantes fruto de la actividad humana. Y se trata de recursos que estamos también perdiendo: los suelos, los océanos, el aire, están saturándose de sustancias contaminantes. Particularmente grave es el hecho de que los océanos (que contienen unas 50 veces más CO2 disuelto que la atmósfera) y suelos como el permafrost ártico están transformándose, al elevarse la temperatura, de sumideros en fuentes de CO2 y metano, amenazando con un fatal incremento del efecto invernadero.
Conviene destacar, así mismo, lo que suponen los conflictos bélicos para, entre otras cosas, la destrucción de recursos y cómo, a su vez, el afán por la posesión de determinados recursos ha contribuido a lo largo de la historia al desarrollo de conflictos. Podemos referirnos así a toda una serie de tristes ejemplos: las terribles consecuencias del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; el uso de armas químicas y biológicas para lograr la defoliación de la selva vietnamita (diez millones de hectáreas de tierra inutilizadas y una tercera parte de los lagos de Vietnam del Sur desaparecidos junto con los efectos catastróficos del denominado "agente naranja" con una quinta parte de los bosques de Vietnam del Sur destruidos y más de un tercio de los manglares desaparecidos); los incendios de más de 600 pozos petrolíferos en la Guerra del Golfo (la mayoría de ellos estuvieron arrojando petróleo en el desierto durante meses, produciendo unas grandes nubes de humo y lluvias negras que aniquilaron la vegetación y contaminaron las aguas); el conflicto en la Franja de Gaza, que se prolonga desde hace décadas y que ha afectado de forma tan devastadora a las reservas de agua subterránea (de las que depende un millón y medio de palestinos); los grupos armados en Liberia y la República Democrática del Congo que han recurrido a la explotación de los diamantes, la madera y el oro para financiar y perpetuar los conflictos (con graves repercusiones para el medio ambiente y el desarrollo)
Como señalaba el Secretario general de Naciones Unidas en 2008, con ocasión del Día Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados:
El medio ambiente natural goza de protección, según se establece en el Protocolo I de los Convenios de Ginebra. Pero a menudo esa protección no se respeta durante la guerra y los conflictos armados. Se contaminan los pozos de agua, se queman cultivos, se talan bosques, se envenena el suelo y se matan animales, todo ello con miras a obtener una ventaja militar. La desecación de los pantanales del delta del Éufrates y el Tigris en el decenio de 1990 fue un ataque deliberado contra el ecosistema por razones políticas y militares. De los Balcanes a Afganistán, del Líbano a Sudán, las Naciones Unidas están estudiando el impacto ambiental de los conflictos en todo el mundo. Hemos visto de qué manera el daño ambiental y el derrumbamiento de las instituciones amenazan la salud, los medios de vida y la seguridad del ser humano. Esos riesgos también pueden poner en peligro una paz frágil y el desarrollo de las sociedades después del conflicto. En Afganistán, la guerra y la desintegración institucional se han combinado para causar importantísimos daños. En un claro caso de desplazamiento inducido por el medio ambiente, decenas de miles de personas se han visto obligadas a trasladarse de las zonas rurales a las urbanas en búsqueda de alimento y empleo.
Una vez más podemos ver la vinculación de los problemas, sin que, desafortunadamente, podamos pensar en encontrar solución, aisladamente, a ninguno de ellos.
La protección de los recursos esenciales
Existen soluciones a la situación de emergencia planetaria –caracterizada, entre otros, por el agotamiento de recursos esenciales- y han sido apuntadas por los mismos expertos que han señalado los problemas (CMMAD, 1988; Mayor Zaragoza, 2000; Brown, 2004): se trata de poner en marcha, conjuntamente, medidas científicas y tecnológicas (Ciencia y Tecnología para la Sostenibilidad), cambios de comportamientos y estilos de vida (Educación para la Sostenibilidad) y políticas (Gobernanza universal, Economía y Sostenibilidad).
No todas son medidas sencillas, por supuesto, pero es urgente comenzar a aplicarlas, como afirma Brown (2004), con "una movilización como en tiempos de guerra" y prestar la debida atención a las "Pautas para aplicar el principio de precaución a la conservación de la biodiversidad y la gestión de los recursos naturales".
Algunas iniciativas en esa dirección se han mostrado particularmente fructíferas. Es el caso del "Movimiento del Cinturón Verde" iniciado en 1977 por la Dra. Wangari Maathai, la primera mujer africana y primer especialista en medio ambiente en recibir el Premio Nobel de la Paz (en 2004). Fue en principio una iniciativa para hacer frente a los desafíos de la deforestación, la erosión del suelo y la falta de agua y ha logrado ya la plantación de muchos millones de árboles. Pero ese es solo un primer objetivo de este programa desarrollado fundamentalmente por mujeres: al proteger el medio ambiente, esas mujeres ponen en práctica un uso sostenible de recursos tan esenciales y escasos como el agua y se convierten en promotoras de un desarrollo económico equitativo y, en definitiva, en firmes defensoras de los derechos humanos. Como explica Wangari Maathai, "con el simple acto de plantar un árbol nos damos esperanza a nosotros y a las futuras generaciones".
La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 2011 como el Año Internacional de los Bosques con el fin, entre otros, de fomentar la toma de conciencia sobre la ordenación, la conservación y el Desarrollo Sostenible de los bosques de todo tipo, para luchar contra la desertización y el cambio climático y, en definitiva, para promover la acción internacional para la conservación y el desarrollo de los bosques como parte integrante del Desarrollo Sostenible del planeta. "Bosques para la gente" es el tema principal del Año, destacando la relación dinámica entre los bosques y las poblaciones que dependen de ellos para la consecución de sus medios de subsistencia.
Como se señala en el Informe GEO-5 (UNEP, 2012), el desarrollo no tiene por qué alcanzarse a expensas del medio ambiente o de las poblaciones que dependen del mismo. El informe describe algunos caminos que se pueden seguir para evitarlo. De hecho, muchos de los proyectos que analiza demuestran que un mayor entendimiento del valor de los recursos naturales puede servir de estímulo para el desarrollo. "Una nueva definición del concepto de riqueza que vaya más allá del producto interior bruto e incluya indicadores de Sostenibilidad es la mejor manera de aumentar el nivel de vida y el bienestar de todas las comunidades, especialmente de las de los países en desarrollo".
Todos podemos contribuir a esta defensa del medio y protección de recursos vitales. Todos podemos y debemos aplicar las "3R" (reducir, reutilizar y reciclar) y contribuir a la necesaria toma de decisiones colectivas. Estimaciones como las que proporciona el cálculo de la mochila ecológica de cada producto (que indica la cantidad de materiales que se suman durante el ciclo de vida de dicho producto) pueden ayudarnos a esta toma de decisiones. Así, por ejemplo, una bandeja de madera de 1.5 Kg de peso tiene una mochila ecológica de algo más de 2 kg, mientras que si se trata de una bandeja de cobre, que preste los mismos servicios, su mochila puede superar la media tonelada. Igualmente relevante es el cálculo de aquellos recursos esenciales, como el agua, que se utilizan en la elaboración de un producto, aunque no aparezcan en el producto final, por lo que reciben el nombre de "virtuales" ("agua virtual", etc.).
En definitiva, el peligro de agotamiento de recursos y de transformación antrópica de los ecosistemas, debidos a nuestras formas de vida, es realmente muy elevado y exige la urgente adopción de medidas de ahorro, protección y regeneración, como parte de la necesaria revolución por un futuro sostenible. A este respecto, Ernst Ulrich von Weizsäcker y otros expertos han mostrado con numerosos estudios sectoriales que se puede conseguir una reducción del 80% en el uso de recursos en la agricultura, el transporte, los edificios y una serie de industrias manufactureras. Hablan por ello de un factor cinco para indicar la posibilidad de reducir los recursos necesarios a una quinta parte, lo que permitiría vivir sin superar los límites del planeta. Pero la falta de acuerdos mundiales y consiguiente normativa de obligado cumplimiento, señalan, impide que empresas y gobiernos adopten las medidas necesarias: en una economía globalizada, nadie se decide a actuar de forma aislada por miedo a perder competitividad. Ello nos remite a la necesidad de una Gobernanza Universal para la Sostenibilidad.
3.1 IRINA
El agotamiento de los recursos naturales se ha convertido en un asunto muy preocupante, y ha dado lugar a la creación en 2009 de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), con el objetivo de asesorar a los países en materia de política energética y de promover el desarrollo de las energías renovables.
Algunos temen que no lleguen agotarse lo suficientemente pronto para poner freno al desacelerado cambio climático que está provocando su combustión, y para la gran mayoría de la población mundial resulta tanto o más grave el proceso de desertización y el drástico descenso de los recursos hídricos.
Autor:
Gabriela
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |