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Te escribo mi dolor y te lo dejo (página 2)


Partes: 1, 2

y lavé el cáliz y siguió llorando

y me bajé de la cruz

y no guardé los clavos

y salé a savia de la madera donde fui crucificado

y el cáliz siguió sangrando y las velas se apagaron.

Y la persigné con tres besos

y vi lágrimas y sangre

en la tierra de las raíces de una lanza

y dije amén llorando

y no sé qué hubo en ella después de mí.

Y estoy llorando y escribiendo su residuo.

5.

Si tuviera

podríamos cambiar de religión

meternos en un barril lleno de aceite

aprender el lenguaje de las flores

saber cómo se llora en marte.

No sé cómo se fundan

las cosas importantes como ésa.

Y hay tantas otras cosas más

que ignoro

No sé cómo se evita emborracharse

cómo sueñan el amor los sacerdotes

por qué se suicidan

los insectos.

(Ahora me doy cuenta

de que la naturaleza no estaba

preparada para los

inexpugnables faroles)

No tengo religión

pero quisiera cambiar de algo

de verdad podríamos hacerlo

¿Quién inventa las cosas importantes

Quién anda instituyendo los profetas

Quién decidió las alas del gusano?

¿y el instinto de beso en los sonidos?

No es que quiera

cambiarme las desconocidas raíces

Es que contigo podría hacer un viaje

por el polen, arrojarme a un cielo

subalterno por la boca de un sapo

enamorado. Remontarme por el aire

con mis párpados por únicas alas.

Derrotar todos los dogmas de la

arquitectura universal.

Podríamos invitar a un ateo

imaginario a fusilarnos con burbujas

de sonido hasta dejarnos huecos

como una llama.

O hacer un viaje por el rezo. Para

eso sería necesario que nos escondiéramos

en un molino apretando los dientes

para no gritar cuando la piedra nos

enreda con la harina. Nuestras

manos juntas serán el mismo grano

después tal vez nos harían pan

lingote cereal, ladrillo, altar

del hambre y con forma de

luna un poco amapolada

en alguna suburbana iglesia

nos repartirían. Tal vez nos

tocará esa vieja, la que reza

casi con afán. Descenderemos

por su esófago (sabremos

casi algo de los hormigueros)

y veremos el corazón de la fe

el pabilo que sostiene historias

el pedestal de tantas guerras.

Después, un poco como los feligreses

saldremos del recinto sagrado

y nos dirigiremos a los andenes

suburbiales empujados por

la corriente de la derrota.

Allí habrá un túnel mucho

más oscuro.

La salida será lo más difícil.

Creo que prefiero no cambiar de

religión, quedarme con mis palomas

y mis trasnoches de páginas.

6.

Quisiera cada gesto innumerable de las

moscas

cada mínimo amor de este planeta

cada polen de arroz

cada hormiguero

cada lluvia que se enguanta por la tierra

cada rayo de luna en el océano

cada faro derretido bajo el agua

la hondura total de las insondables cuevas

cada beso fugaz de cada boca

cada constelación de saliva que destella

cada arruga dactilar

en las piedras colosales de las cordilleras

cada rayo cayendo cada brasa

cada escama de ceniza cada huella

el número total del desarrollo

la molienda de las olas, cada ala

cada cosa en fin para ponerla

desnuda e infinita como harina

en tu cuerpo y tu alma y en tus piernas

en tu memoria hasta el éxtasis que huye

y se agazapa

a cada gramo cada instante de tu vida

para que sepas el completo abecedario

de planetas de sal y de rugidos

de gemidos de galope y de colmena

con que junto a tu nombre catarata

construyo el del amor como alfarero

sideral en esta pieza.

7.

Esta noche la música se arrastra pesada y resbalosa como un

tul que arrolla. Ésta es música recién descubierta, no se copia de su

propio nombre. Nadie podrá recogerla.

8.

En los suburbios laterales de esta noche, corren ríos subterráneos del

silencio. El silencio está constelado de grillos, o de chispas sonoras

o de lluvia deletreada. Las cigarras chisporrotean, tal vez titilan.

La música impregna el aire, como un aroma melancólico.

Desde esta noche a mí no hay música. Lo sé. De mí

a la noche

yo escucho la música de esta noche. Pero no puedo estar seguro.

La música es mía. Pero tal vez no la ponga yo.

9.

EL CIEGO

Mira mis ojos

estos ojos te sostuvieron

sobre todas las noches

han sido gargantas

por donde he tragado

el mundo

como la lluvia

que se afina íntima

en los hormigueros.

¡Míralos!

estos ojos, estos

hormigueros

donde has sido lluvia

para la savia en que tú

hecha hiedra asumiste

vertical la soledad

de mis muros.

Estos como naves sin

horizonte como barcos

sin proa y sin espalda

aquí mi huerto

se amamantaba de

luna y tú eras.

Mírame los ojos por afuera

como iglesias cerradas

por adentro

Mírame los ojos,

míralo todo.

Ya el mundo rompe

como un mar inútilmente

sobre mi última mirada

infinita.

La lluvia ya siempre

llegará tarde a la tierra

envenenada por el vientre.

10.

Ven a vivirme, la soledad me amortaja

con manos deshabitadas.

11.

Y la noche mordiendo, encepando

ferozmente las sienes desesperadas

de la noche enloquecida

12.

Un relámpago de hiedra

Mi alma ha concluido

Fajado el corazón de un puño de angustia

Arranco de ti una paloma que parpadea y tirita

que agoniza y sangra de savia, desesperada de

ecos en sus alas, de alas en su corazón

Ésa es la patria

de mis sueños

Se han resumido allí.

13.

Soñé que me forraba un abrazo

y me desperté enmangando las fauces

de mi soledad

14.

Como un reloj de arena

la guitarra gutural de tu corazón

empuñado

en los tallos de tu

sangre

rema

15.

Así eras tú,

te bebías la mañana de las plazas

corriendo descalza

como una golondrina de oro.

Tenías una lámpara clavada en las

entrañas,

Y la turbia suavidad

de los tibios duraznos a la siesta

Eras así, amada.

Eso era lo que más me gustaba de ti: que

tú eras tú y que yo te amaba

Y a veces una ternura de mirarte

emergía desde el alma

y me alertaba la carne.

Así eras tú rutinaria

y fresca y nueva y necesaria

como la mañana

Y tu mano cotidiana

como un gorrión adormecido en la ventana

en un rincón de la mía

se acurrucaba.

Tu beso silvestre como el de las abejas

en las plantas

recolectaba el polen de los sueños

con ingenuidad de niño que rezara.

Y tú tenías Dios y me contabas

todas las mañanas

que le rezabas que nos conservara.

Enjugabas tus ojos con silencio

y me mirabas

y enjuagabas tus manos en tu pelo

porque tú sabías que me gustaba.

Pero a veces te escondías detrás de tu

mirada

con recelo de paloma algo asustada

y ya ni la mañana te podía

hacer dorada

porque eras una ventana

obsesivamente cerrada y clausurada.

Las noches de esos días, amor mío

yo rezaba como tú rezabas

(todavía rezo a veces, cuando te recuerdo)

16.

A la hora de recordarte, acomodo las mejores cosas

sobre tu nombre, para poder pensarte.

Alguna vez no fuiste muy hermosa, pero te

agregué tu propia belleza,

ya la había aprendido de ti,

¿qué importaba que un día no fueras hermosa?

Yo te amaba tibiamente,

como esas cosas que se hacen fácilmente

como ser de una manera o estar en silencio

o rezar.

Desde ti emergía un túnel para

que los húmedos murciélagos no

interrumpieran palomas.

Todo lo tenías de alguna manera,

como una ventana

y yo aprendí sobre tu cántaro

a callar

como contando lluvias

sobre el agua antigua que me remedaba

Podríamos habernos dado la mano

cotidiana

Y guardarnos toda la inmensa mañana

de las plazas

Todo se volvía fácil contigo

como descifrar la música ignota sobre un

piano laberinto, y la adivinábamos.

Podríamos habernos mirado ritualmente

y como constantes extraños cada vez menos extraños

Podríamos habernos amado al margen de las

cosas que envejecen

Habernos abonado al silencio

como a un lento país donde no hay lejanía

para las palabras en voz baja.

Podríamos haber callado con el mismo silencio

Pero buscamos la forma de recordarnos

tristemente.

Por eso a la hora de recordarte,

busco las cosas de mi tristeza

y te construyo fácilmente como eras.

17.

Cuántas cosas dejo

yo para alcanzarte,

cuánto hay que pierdo

yo para ganarte;

yo gané perder

lo que pierdo al tomarte.

Cuántas cosas tuve,

muchas, que no tengo,

cuántas que por ti

día a día pierdo.

Cuántas cosas, muchas

infinitas, dejo,

sin embargo gano

en ti, el mundo entero.

18.

Si estuviera untando tu boca

vendrían a mullirse los himnos

en la mía

mientras deletreara cada hebra de tu

pelo distraídamente

y recorrieran mis concavidades

las esquirlas del escalofrío como

una tormenta de arena

y hundiera en tu tinta

todo el secreto de mi silencio

con mi pluma, soñando con un

luego, en que me dieras a leer una

carta de amor, pequeña

con mis palabras

tu conciencia

de papel.

la tinta derramada

y tus laberintos de papel

tú y yo

y la oscuridad de tus

túneles riando como

un canto hacia

la mañana

19.

y se están ahogando de cielo

y el cíclope del sol

no les sirva de isla

¿Cómo llover hacia ellas

y decirles que no sé qué quieren?

y el viento es un galeote eterno

es un buey

y los barcos de música

van por tierra

(porque se han vuelto nubes)

y son como los peces del alma

que se sacrifica al cantar.

Han muerto fuera (del agua a su manera)

Alguien pensará que quieren

agitar el cielo.

Yo no puedo salvar las nubes.

si yo fuese una nube

tal vez comprendiera

qué les pasa ahora

Pero veo nubes y no sé si son pájaros

disueltos

Animales asustados o el alma del

mar que acaba de morir y

no lo sé.

Y no puedo pensarles maneras o gestos

y no sé dónde temer o apiadarme de

sus ojos.

Quizá quiera curarlas cuando llueve

o crea que sonríen,

Donde tiene la sangre del viento corazón

20.

Para pensar en ti,

clausuro una a una las palabras viejas

inauguro algún silencio sobre las cosas nuevas

y acomodo los nombres,

Tú tienes el pelo como infinitas

guitarras relajadas

como lacios y tibios violines de

mañana

con el flojo vuelo de las gaviotas

dormidas

y la silvestre hebra de los helechos

o el musgo de las piedras

Te acorralo contra el sueño, dulcemente

y una mano se acurruca en una mano

y la otra enjuaga la ternura

en tu pelo como el tuyo.

Azul y dorada te pareces a la

primera mañana.

Eres lo que me faltaba para ser nosotros.

por eso tu nombre es el tú que me faltaba

por eso te pareces a mi alma.

21.

La noche rompe contra

los muros de tu carne

con fragor y ritmo de molino

roto

y obcecación de ariete en la hora

ciega

y latido de pájaro en la estrella

que tiembla

La noche te embiste

como un toro rabiosa

y quieta como la

caricia que apacigua

en la mano cautelosa.

Y se alza todo tu horizonte

lateral y valiente

con los animales de mi mente

pululándote la catacumba

de la vena donde el remero

de rito acarrea un relámpago

apretado.

22.

Cuando hay bocas eternos

diapasones de silencio

que nos callan,

(porque una vez nos dijeron)

cuando hay labios

con los vientres del beso secos.

, porque siempre en las bocas

chorrea un beso

y hay miles clausurados en las

horas porque nadie los fue a buscar;

porque el beso es un nosotros de

labios

y si falta una boca hay un yo solitario.

23.

Tú no sabes cómo sólo tengo la luz

*

De tu noche sólo tengo lo que escribo.

*

Lloré que todo lo veía con hache.

24.

Los gritos del silencio remansan

aullándome esta noche

mis ojos abejas de los tuyos

han perdido tus jardines

Tengo el alma llena de miel

con tu sabor.

Mi alma se ensancha

y se vuelca por el silencio

El polen de esta noche rocía

sobre mis techos

El silencio crece en las voces

ajenas

(por mi espejismo de tus cosas)

El durazno de mi corazón ha madurado

y va a caer por mi boca

como tantos hijos tuyos no sidos

mis pasos corazonan por la sangre

de las calles

Y en los suburbios de mi sangre

alumbra un sabor a música

con el gesto de tus ojos

Los peces de mi alma se

enredan en el musgo de mis

tantas horas calladas

Y las abejas de mis ojos

Y las abejas de mis manos

y las abejas de mi alma

ahogadas de miel te han perdido

(colmena mía del corazón

de casa)

basta tu silencio para

el silencio

basta tu ausencia para

la soledad

Tú de la sangre peregrina del

eterno horizonte

como el eterno rumbo de

un anillo

Has dejado la misa de tu imagen

constantemente consagrada

(colmena mía) déjame guardar

tu polen que aunque no quiera

queda conmigo

25.

Busco la poesía ansiosamente

hachando rostros con desenfreno de molino

roto.

Muerdo la palabra hasta hacer sangrar

su cosa

y la mañana me entra por la boca y se

vuelve tarde agonizada en el sótano del alma.

Quiero descifrar la hebra del

vuelo de las aves y los ojos se anudan

y creo la palabra sin cosa

y un nombre sin rostro

y entre la tarde dorada y yo

pongo melancólicas y afónicas ventanas de lisiado

y digo que la tarde tiene olor azul

y ruido de ojo ciego

y olvido tus ojos que no son de uva

y tu pelo

— donde enjuago la tibieza de una

caricia ingenua y simple)

digo que es chorro o hebra de

música caliente.

Y el corazón hace un buche de música

caliente y dulcísima

y callo y acurruco tu mano en una

mano,

te miro al polen de los ojos

como una abeja

y vuelvo a callar

y te digo luego que te quiero

y la poesía pasa a mi lado

líquida y silvestre

y yo muerdo troncos secos

para beber la savia.

26.

Al borde de tu arena revolotean los molinos

de las olas

como alas o ecos de corazón

Las gaviotas del beso triscan la espuma

Ah! las caricias como alas en descanso

o barcos dormidos

Hacia las piedras terribles se

acantilan rumbos

como pupilas de balcones

Y ya no me importa nada

borracho de un orgasmo de música

en el alma

morderé corales

como empuñando tras la sed

mangos de agua en la garganta.

estás llena de perfume

como respuesta al rocío —

cerrarte un candado en mi silencio

como un silencio alrededor de un tímpano

enguanta astas en un bolsillo

de mar

27.

Un día voy a gritar sobre tus ojos, y clavaré la

antorcha de mi voz sobre tu alma

Callaré tu sólo silencio rectilíneo

y amordazaré las sombras con la eterna mañana.

28.

Me gusta morder las vísceras de tu alma

por tus ojos de uva o charco sobre el barro

porque son túneles que dan a un templo oscuro

con sabor de silencio y ruido de sombras.

Yo me siento al eco hondo de pájaros

y los rostros cotidianos enfrentados

con el gesto arbitrario en los amigos

en el fondo del secreto dan las manos.

Tú reemplazas palabras que no dicen cosas

siglos de sombras amordazadas con antorchas

nombres que son rostros olvidados poco a poco

y te abres adelante inexorable y única

como un sendero no tramado

que no sorprende al sueño y que se parece al alma

29.

Voy a buscarte

donde puedo mirarte varias

veces en el mismo instante

Donde puedo contemplarte horas

sin que tu momento se inquiete

en la corriente de esas horas

y me estucho en mis recuerdos

e ignoro qué luz visita mis

ojos abiertos

en qué frío me desvisto de mi

desnudez sin fuegos y sin hielo

mientras soy un trago de

mi propia hambre

y en el estómago de la

mente me disuelvo

y reconstruyo mi antes gastado o

cambiado

o me agrego a mí en un día ese día

imposible de ser

y visito mis ojos visitados por ti

Allí tú eres como fuiste.

tu imagen se enganchó

como el musgo en las piedras

y te caíste de las horas,

o yo fui goteando migas

de donde puedes estar en mí

para tenerte en uno solo, en

todos tus minutos.

Tus imágenes son quietas y

duras.

Las horas pasaron como las olas

y tu presente y mi conciencia

de ti viajaron en pos de la siempre hora

nueva, como el agua recorrida

por la onda,

Y voy eligiendo entre las

gotas de tu rastro revisando

pie por pie hasta llegar

al beso que aún no se secó

a la puerta que se impone

como yéndome a buscar al

fondo de mi enmimismamiento

o que a mi súbita estación en

mí durante el momento

que será pasado está sin principio,

por la que te has ido

como todos los días y desde

la que empiezo solo y me alegro

de nuestra realidad

Y me vuelvo a hundir a bucear

las imágenes que viven en los

juntos.

y empiezo a extrañarte,

e intento traerte y meto

las manos en el agua

y el agua me da la respuesta

de su carne vacía de ti

que te desordenas en ella como

las cosas a través de las llamas

y no puedo atraparte

y mis manos son jaulas de leones

y puedes irte como un gorrión

cansada de tu curiosidad

y dejarme con mi impotencia

de caja para encerrar la luz

fantástica entre mis dedos de piedra

con mi impotencia de caja

para vaciarme del vacío de ti

que me llena como la oscuri-

dad de una caja cerrada.

30.

A UNA CHICA EN EL TREN

En las tardes tristes

tu cara segrega una paz infinita

Basta esta sola vez de tu rostro

para amar tu gesto de nostalgia.

No puedo jurarte un recuerdo para siempre.

Pero si olvido cómo y cuándo,

a veces ignoraré que esta sensación de piedad te pertenece.

Ante tu tristeza abierta y franca

mi rito de alegría se envenena.

suicidaré mi sonrisa y lloraré contigo

después de haber contado

los rostros del recuerdo que no pudieron hacerme

llorar.

Porque esta impotencia de tristeza

me aquieta las horas

como una manera de vivir de menos.

31.

Me gustan tus ojos de música

congelada,

lentos como la tristeza

al otro lado de las botellas

me gustan tus ojos de cenicero y sagrario

donde se acantilan palomas de

preguntas que no vuelven

de los finales del diluvio

me gustan y amo tus ojos

de túneles clavados a tu alma

de grutas donde tantear el

silencio que te ocupa

como los grillos primeros, cautelosos

luego de la lluvia.

me gustan tus ojos de reloj

detenidos en la hora eterna

que no lleva la cuenta

de las cosas que pasan.

me gustan tus ojos como

rodajas de uvas negras

32.

se ha roto la sangre, la sangre de mi grito

el alarido de mi sangre.

El sol se ha secado y en el suelo están los

escombros de la sangre.

Tú no viniste a beber el pájaro del grito

no vienes a recoger las plumas astilladas.

la sangre se ha quebrado

hay arena en la columna de la sangre

y el yesero se derrite con el agua del viejo

sol ya seco.

Ya no podrás recoger la luz de las palabras,

la vela del alma consumida

salpica mi cadáver

y la espuma seca como el sol

seco no alumbra

de palabras

33.

Beberé telares de la música

cuando pueble tu risa

como un pájaro cansado.

Ah!, el piano de larga espera

como la tierra, como tu risa,

lloveré, la mano multiplicada

a remar

en tu paloma de sangre

soledad para llegar

Todos tenemos una soledad para

cada viajero.

A caer cansado con el ciego

a despertar en la raíz, mano de sed,

del árbol del sueño sin despertar.

Sólo "escalera que sólo sube"

Cómo detenerme

si la sangre me sigue a paso

de campana

A ti, soy

infinitos, existimos en los espejos

enfrentados

pero ser al otro lado

al otro lado imposible inimposible de un espejo.

Ah! estarnos risa a risa

como los locos,

tal vez en la locura no nos sepamos

juntos ni sernos testigos de la propia

locura.

34.

Aquí estoy amiga

levantado ante tu espacio

tanteándote el silencio.

La hora sube de la distancia

y tú bajas al verso.

35.

Paso a recoger tu hermosura.

Cuando yo te miro eres hermosa.

El mundo no tiene mis ojos.

sólo cuando yo te miro eres hermosa.

36.

Perdóname que no sea un poeta

pero te quiero todo lo que te escribo, como

si lo fuera.

37.

La lluvia trota

como corazonando en la sangre

del carro de las horas.

La lluvia estrella el firmamento de mi silencio

El corazón deshilacha el sendero de la sangre.

tú detienes el tiempo de la sangre

para que pueda volver a empezar.

y allí chapotean los últimos párpados.

Hay muchos pájaros derretidos en el viento

en el viento de la sangre,

no importan

hay alas que se reiteran en el pecho los pájaros.

y la savia empecinada que tropieza

los árboles de las manos vociferan su crispación

en el viento

y las raíces son manos acandadadas en mí

ya el ariete testarudo, propio corazón.

como el mar contra los muros.

barcas sueltas

musgos rotos

algas muertas

tallos hondos.

el silencio sangra

tu silencio sangra

guardas ecos de la espada

y devolverás las palabras

y yo mientras escucho

cómo el perfume

gotea de las hojas

cómo tus ojos

emiten un arco

iris

cómo un

himno arderá con el fuego

eterno que encofran las cenizas

38.

En el fragor de la tristeza lenta y tibia

suelo llorar y nombrarte,

y agitar los brazos de mi corazón

como las hélices de un molino borracho

de tormenta,

o una golondrina cansada, en el

medio del mar.

La pena y la noche me llegan al

cuello

y nado para llegar al otro lado de la

noche,

con el silencio clavado en medio

de tu rostro.

nado como solía algunas tardes

nadar en tu boca en el pájaro

nuevo del beso que aprendía a volar

Si tú supieras lo que es cruzar

ciego y a tientas los inmensos

territorios de silencio y de soledad,

por las noches sin luna y sin barandas,

mordiendo los ojos con los párpados

apretados de fervor sin fe

y las manos cerradas sobre el lugar

que dejaron las tuyas,

y el nombre tuyo dicho a veces

ronca e inconscientemente

como si susurrara: Dios mío.

Te quiero, lejana y cada vez más

olvido,

porque el rito de empozarme en la

tristeza es un calvario cotidiano

de las noches,

en que no puedo quererte

sin nombrarte.

Te amo y te odio,

cuando eres lejana y necesaria.

Y sobre las cenizas de la locura de

la noche triste

me alzo contra el alba,

salvado porque siempre el

sol llega antes de la muerte

con tu imagen en los ojos

ya secos y abiertos, contra

la cosa última.

Ese frío no me alcanza,

pero algunas veces en el fragor

de las noches tristes me entra frío por la

boca, como a los peces,

cuando te nombro para asirme de tu

nombre y embastonar tu recuerdo

para no morir náufrago

de la noche

39.

A veces me hablan de ti, pequeña mía

y yo no sé qué decir…

Por eso ahora quiero decirte algo.

¡Olvídame! es necesario

desde el nosotros bifurcado.

Pero olvídame sin quitar mi nombre

de las cosas

Olvídame sin olvido

porque morirías en parte

si llegaras a ignorarme

Olvídame que te encontrarás sin buscarte,

esperándote en la hora en que tu soledad

te dejó sola.

Y podrás estar sola casi igual que antes,

pero será más solitario

porque recordarás.

Yo no haré lo mismo,

Ya no puedo encontrarme,

sólo recogeré tu nombre tu rostro y las

mejores veces

Y me iré a jugar contigo al sueño

Y tal vez te guarde tal vez en el rencor.

Pero, escúchame bien:

no es necesario trocarme por mentiras

Seguirás siendo paloma y necesaria,

y azul y mañana y dorada y descalza,

pero ya no serás ritual y diaria y nueva

como el alba,

y el hábito aprendido de tu mano y de tu nombre

será sólo manera de otro

nombre y otra mano para mi costado.

Ésta es mi manera de olvidarte.

Pero esto, no debes olvidarlo:

En mi olvido serás reemplazada,

serán mejores que tú y más nuevas

y costumbres, pero si hubieras querido

Podrías haber sido

todos los nombres y las manos de

mi costado, y mejor que tú misma,

tú sin olvido y sin pasado, pasado.

40.

Amada mía

la tarde está amarilla y desteñida

pálida y raída

como los ojos previos a la muerte — casi abandona-

dos.

Anoche, la noche me estrangulaba,

y tú no estabas

porque otras veces duermo con una víspera

en la mañana

pero anoche lloré.

Todo se prolonga lento,

sólo es diferente la hora de los otros

y el silencio verdadero más el mío, por las

noches.

He dejado el alma en un cepo indescifrable,

y suelo caminar solo algunas noches,

con la sombra acorralada por las luces

más agobiada y más harapo

con los pasos roncos de baldosas, pesados

y rastreros,

Todo te recuerda,

o acaso sea esta manera de las cosas

mientras yo escarbo tu recuerdo urgente

como el alcohol ritual.

A veces tu recuerdo y el silencio crecen

como un eco sucesivo

esta tarde el sol y las palomas buenas

ya me llega al cuello.

Tienes algo de tarde postergada

en esta hora vacía de la tarde falsa.

Sí te amaba amada mía

y sólo queda

el fervor del sueño apretado como el ojo

credo

y la piedad del niño de las manos juntas

inocente o idiota como el quizá del rezo

de las tardes tristes y solas de recuerdo.

El sabor cotidiano y solo de los trenes

se adelgaza como un estrecho pasillo

perspectivo

Yo arrastro tu recuerdo

de palabra acobardada alguna tarde última

que quedó en el puño de la boca clausurada

como el miedo de descubrir la vanidad de

un ruego

Los gorriones son iguales aquí en la soledad

y en tus mañanas

El rito de las tardes es un hábito del sol y no

una espera

Yo sé que la tristeza es un país transitorio

entre dos rostros y dos nombres

Pero ¡qué importa un nombre posterior a esta

tristeza de no tener tu rostro

sino para las tardes de gorriones iguales

y de recuerdo cada vez más olvido!

¡Qué importa un nombre que no sé decir

y que es sólo un hueco con tu voz hecha

silencio a mi costado!

Qué importa la libertad del olvido

conseguido si esta tarde tus veces

más intensas que otras veces de la

tristeza solitaria

me aprieta desde el último atrás

como la soledad de un

único atroz sobreviviente.

41.

Pienso en ti y te acerco a tus

instantes.

Te ignoro y sé sólo cómo fuiste

ignoro cómo eres pero sé cómo te sé

y sé cómo quisiera que fueras

y cómo voy queriendo que seas como eres.

Creo en ti, porque guardo un rastro que

sangraste

sobre mí

porque tuve la noche

y ya no es mía

porque te has acumulado en mis abrazos

antes despoblados

porque he vaciado el vacío de tu abrazo

más hondo que tus brazos

porque ya no te espero

porque ya no vendrás

y no estoy triste

y no estoy solo

y no solamente no estoy solo

sino que me escuchas

y tienes lo que quiero que tú quieres

y quiero lo que sé que tengo

42.

Escribía palabras sencillas de tus cosas fáciles

hoy, tal vez porque ya no tengo cosas

escribo palabras oscuras.

43.

Somos palabras y así nos acepto

pero ahora mezclémonos las manos

subterráneas del silencio

44.

Con el canto de mis manos te iba haciendo estelas

en el silencio de tu piel como la tarde

45.

Porque es mucho más lo que te vas

que lo que yo te quedo

(¿cómo podría serte nunca mejor con el

pensamiento?)

y sin embargo te quedo mucho más

porque es mucho más lo que me quedo

que lo que tú me puedes llevar

porque hay algo que nos vivimos

más allá del espacio

pero el tiempo nos acorrala en la realidad

la distancia nos destierra de las ocasiones

pero nos queda

mucho más aún de lo que estamos

como en el silencio laten las palabras

y crecen el infinito

que no nos cabe en la garganta.

46.

Para irme todos los barriletes de tu piel vivida de silencio

Para callarme todos los regresos que vengo por tus manos

tus manos de raíz

como la lluvia a las raíces

Para caerme por tus ojos como el verano se agrega a la

tierra en la fruta derrotada

Para habitar tus acechos

enderezando los pasillos de tu sombra

con la mañana a los dos lados o una lámpara

clavada en el silencio

Para arrancarte el buzo de los ojos

y echar al viento todos los pájaros que hasta ahora

Soledad.

47.

Hoy que las venas se te caen por la boca

que serás una garza con la sangre de la

luna

mi corazón se vuelve de campana

y aunque mi tristeza se te

acerca donde

el sol te toca

levanto ya lograda, mi por fin mañana

y deshojo mis flores en tu risa una por una

48.

Y qué estamos dispuestos a decir

sino nuestros propios parapetos.

hacer un caracol de grito

y escondernos

topos en nuestra propia garganta indescifrable.

Y las cosas siguen en pie. fantasmas impalpables.

como asir las ideas con palabras.

Y las cosas siguen en pie —mientras haya

alguien que las piense—

(el pensamiento es una manera de existir que

no se repite)

Pero decimos diariamente como haciendo camino

hacia nosotros que nunca termina.

49.

Algún día conoceré tus pies.

ya no me extraviaré en tus abismos. conoceré tus

vertientes tus túneles tu soledad, tus pájaros muertos

las viejas ciudades los cementerios sin historias con

algún nombre tal vez de extraña lengua.

Algún día seré yo el pastor de tus ríos

de tu silencio.

remaré todos

tus vientos

me habré lavado

tantos rostros de las manos

tanto habrán masticado mis dedos el musgo de tu

pelo.

tantas veces te habré viajado y guardado el barco errante

en tus guaridas

y el ancla y la savia y el Este en tu luna invadida

y despertada en la marea.

Sí algún día conoceré tus pies sabré dormir mis cosas a la

sombra de todas las cosas.

y el silencio convocado en mi actitud de absoluto.

Sí es cierto, me faltará tu historia

pero ningún cerrojo tuyo me guardará un

nunca, habré vivido todos tus testimonios

y habré vuelto a tus pies como a la raíz

para arrancarme el viento de la boca

que me madura en la garganta frutal.

50.

Cuando el tortuoso pasadizo de la sangre

empecina el peregrino silbido del silencio

y como un remero sin fatiga

tu pájaro soltado a travesía

vuelve por la soledad de tantos días

como un barco ahorcado mar adentro

te parecerás un poco en eso a mí

que antes, tal vez de tu abandono

te escribo mi dolor y te lo dejo.

 

 

 

 

Autor:

Jorge Lemoine y Bosshardt

Partes: 1, 2
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