- Introducción
- Desarrollo de la noción de libertad
- El acto humano
- Consecuencias antropológicas de la libertad del hombre
- Relación entre libertad humana y libertad divina. La libertad y el problema del mal
- La opción fundamental y las opciones particulares
Introducción
El problema que nos planteamos a continuación es central en la historia de la filosofía. El hombre se sabe libre. No quiere renunciar a su libertad, pero por todas partes parece encontrar leyes necesarias. Si el hombre es sólo la evolución de la materia, si su inteligencia no es más que un conjunto de neuronas, si su código genético determina desde el inicio lo que el hombre va a ser, ¿hay sitio para la libertad? ¿para la responsabilidad? ¿somos dueños de nuestro futuro, o somos sólo parte de un designio que nos supera, llámese Providencia, destino, o programa de computadora?
Quizá en ningún otro filósofo se encuentra el problema planteado de un modo más evidente que en Kant. El desea ante todo salvar la libertad. La lectura de Rousseau ha encendido la mecha de lo que más adelante será el fecundo romanticismo alemán. Sin embargo, también quiere salvar la ciencia de Newton, que, como Galileo sostiene que el mundo está escrito en caracteres matemáticos. ¿Es posible que las ciencias sociales se encuentren como la física antes de Newton, es decir, esperando que venga alguien a descubrir que existe una ley que lo explica todo, y nosotros sólo debemos descubrirla? Si es así, el hombre ya no es libre, sino que está determinado, y esto el filósofo no lo puede admitir, por prometedoras que sean las investigaciones del genoma humano. Por eso se ve obligado a separar el mundo de los fenómenos, donde reina la necesidad, del mundo del noúmeno, donde existe la libertad.
Para explicar este tema iniciaré con un desarrollo histórico del problema de la libertad, subrayando las diversas negaciones y limitaciones de la libertad. A esta luz, se entenderá mejor la importancia de explicar detalladamente el acto humano por medio de sus fases. Aplicaré después esto al concepto de persona, aclarando la relación ente la persona y sus actos, la autorrealización y la opción fundamental. Finalmente, explicaré cómo se relaciona esto con el problema del mal y con la libertad divina.
1) Desarrollo de la noción de libertad
La filosofía escolástica elabora el concepto de libertad interior según los principios del análisis del acto voluntario que hace Aristóteles en la Ética a Nicómaco (libro III), y define (en su época tardía) el libre albedrío como libertad de indiferencia, que se explica en un doble sentido: como ausencia de coacción interna a querer una cosa más bien que otra (sentido negativo), y como capacidad de decidirse por una cosa u otra (sentido positivo), o simplemente de decidirse a no obrar.
La teoría con que la Escolástica justificó tal capacidad de indiferencia interna es que el bien, motivo de la acción humana, nunca se presenta al hombre como un bien sumo y necesario, sino como bien o valor finito, frente al cual el entendimiento no se siente totalmente obligado y se mantiene indiferente. Por esto Tomás de Aquino define la libertad como el «dictamen libre de la razón».
Tras la revolución científica que instaura un modelo mecanicista de universo, la filosofía moderna desarrolla un concepto de libertad relacionado con la idea de necesidad. Para Descartes, que separa radicalmente el mundo de la necesidad (la res extensa), del mundo del pensamiento (res cogitans), la libertad no es indiferencia ante la fuerza de los motivos internos, como es en los escolásticos, sino la voluntad que se deja llevar por el entendimiento y es, paradójicamente, tanto más libre cuanto más obligada por el entendimiento. Spinoza acentúa aún más este intelectualismo e identifica, como en los estoicos, libertad, razón y naturaleza.
En el empirismo domina la idea de que la libertad no está dentro de la voluntad humana, sino fuera, en la conducta: libre es aquel que hace lo que decide hacer, esto es, el que no se siente externamente coaccionado. Y se argumenta que, si la voluntad es una causa, ha de ser necesaria, es decir, ha de hallarse internamente determinada a obrar en un determinado sentido, pero esta necesidad interna no impide que el hombre sea libre si éste puede obrar, en lo tocante al exterior, de acuerdo con las determinaciones de la voluntad.
Compatibilizar la libertad con la necesidad es lo que intenta hacer la tradición empirista desde Hobbes, y a esta postura se la denomina también teoría de Hume-Mill, por ser los autores más significativos que la han propuesto. En esta teoría, ser libre no significa obrar sin motivo o sin causa alguna, sino no sentirse coaccionado, «porque no es a la causalidad a lo que la libertad se debe contraponer, sino a la constricción», externa o interna. La teoría admite que una acción puede ser libre, aunque esté en todo caso causada por motivaciones, impulsos, circunstancias, etc., siempre y cuando ninguna de estas cosas pueda considerarse una causa que predetermine necesariamente el curso de la acción (que coaccione internamente).
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