- El Electrón es una 600 veces mayor en diámetro al Protón. Y no es una esfera
- Propiedades del electrón libre (anular)
- Bibliografía
Introducción
Cuando Copérnico altera filosófica y científicamente el hasta entonces tranquilo universo de los sabios, no hace más que poner en su correcta perspectiva a una ciencia, la Astronomía, que desde Aristóteles, había perdido el rumbo.
En realidad, Copérnico, que recibió un ejemplar de su escrito en su lecho de muerte, no intentó ninguna revolución de pensamiento. Solo trataba de hacer más simple el trabajo de los astrónomos, que para la época, habían creado un confuso sistema físico matemático para poder poner en acuerdo la marcha de los astros en el firmamento con las teorías elaboradas fatigosamente a lo largo de muchos siglos.
Como nos resulta evidente hoy, el partir de un concepto desacertado, colocando a la Tierra como centro del Universo conocido, derivó en la necesidad de adoptar esquemas y teorías que no tenían correlato con la realidad física.
Se imaginaron o se inventaron recursos que permitían crear la ilusión de poder determinar con anticipación el lugar donde se encontrarían los astros en el futuro. Es decir, poder confeccionar tablas astronómicas, para uso astronómico y astrológico, cada vez más precisas.
Conceptos tales como: excéntrico, epiciclo, esferas cristalinas, esferas homocéntricas, hipópedas, ecuantes, deferente homocéntrico, han desaparecido por completo del lenguaje de la Astronomía.
Solo hizo falta reconocer que el centro del sistema era el Sol. Todo lo demás fue un continuo y magnífico retoque, del que fue saliendo con esfuerzo y con lucha, el conocimiento moderno.
Examinada con posterioridad, toda la ciencia pre-copernicana se nos antoja como insólita.
El uso de preconceptos, tales como la prioridad de la calidad de las esferas y los movimientos circulares perfectos, sobre otras posibilidades; el concepto antropocéntrico del Universo; los dogmas religiosos sobre la creación del mundo, llevaron a la instauración de una física ilusoria e irracional.
No importó entonces que las formulaciones físico matemáticas adoptadas para concordar con las observaciones no tuviesen indicio alguno de realidad. Solo se requería que su aplicación mantuviese un ajuste lo más preciso posible con las posiciones estelares medidas.
La ficción perduró más de 1400 años.
Pero un día, alguien, se resolvió a volcar la primera de las fichas en este juego de ideas, que nos recuerda al efecto dominó.
Y la ciencia se reconcilió con la verdad.
El episodio fue considerado como una anomalía, un accidente en el desarrollo del conocimiento, que reconocida y estudiada, resultaba aleccionadora. Pero básicamente era una cuestión ya superada.
Estábamos de nuevo sobre carriles científicos y considerábamos aprendida la lección.
¿Es realmente así?
Todo parece indicar, que humanos al fin, hemos derivado insensiblemente a los viejos esquemas mentales pre copernicanos, actualizados al siglo XX.
En los últimos 100 años, la ciencia física ha incursionado cada vez más hondo y lejano, creando campos del conocimiento totalmente imprevisibles para nuestros antecesores.
La Física Cuántica está en bocas de todos: sabios e ignorantes, estudiosos y diletantes.
Es prácticamente imposible recorrer cualquier escrito de moda, sin que se la mencione.
Se ha vuelto a repetir lo sucedido con la relatividad de Einstein, cuyo principal mérito, a los ojos del profano, era la dificultad de su comprensión.
Se creó así una relación entre hermetismo físico matemático y fama popular, que se asemeja a un credo religioso.
En la actualidad, el intrincado universo de teorías físicas y cosmológicas está en manos de iniciados, que se solazan en transferirnos el concepto que la Física Cuántica ya no responde a postulados lógicos y que su regla básica es la indefinición y la negación de la relación causa/efecto.
Se refugian en su lenguaje críptico y se niegan a revisar su propia ciencia, a pesar de los innumerables indicios de que "algo huele mal", esta vez no en Normandía, sino en la ciencia misma.
Dado que no resulta sensato ni posible revisar la totalidad de la Física Cuántica, en este escrito, debemos elegir, emulando a Copérnico, el nudo del problema.
Este es ni más ni menos, que nuestro humilde Electrón.
Una rápida exploración de todo lo estudiado y escrito acerca del mismo, nos presenta la sorprendente incoherencia: no sabemos que es un Electrón.
El lector se asombrará de lo dicho. ¿Cómo, si el Electrón es el ladrillo del Universo?
Comencemos por su tamaño.
La Física Cuántica lo considera una pequeña e inmaterial esfera, cuyas propiedades son intrínsecas, lo que es lo mismo que decir inexplicables.
Desde Dirac se mantiene esta incongruencia, que salvo honrosas excepciones, nadie quiere reconocer.
Todos los modelos del Átomo conocidos hasta ahora, parten de la base que el Electrón es muy pequeño comparado con el Núcleo.
Es de imaginar la sorpresa al encontrarnos que tal suposición es falsa.
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