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Camino al equilibrio Natural de nuestras libras (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

Aquí resaltaremos algunas:

  • Careciendo de pelaje, perspiramos profusamente, lo que nos permite (gracias a la evaporación refrescante de nuestro sudor) seguir una presa hasta que ésta no puede dar más.
  • Careciendo de estros periódicos y programados; nuestra reproducción es independiente de las influencias del entorno atmosférico donde habitamos.
  • Somos bípedos, lo que nos permiten movimientos altamente sofisticados para nuestra estación y marcha y para acarrear comida e hijos.
  • Poseemos la aposición del dedo índice y del pulgar, lo que asimismo nos permite movimientos finos de coordinación sin par.
  • Nuestra especie, posee dominancia y preferencia lateral — por eso, tenemos zurdos y dextros, con sus consecuencias adaptadoras. Otras especies la poseen pero la aplican de modo distinto al de la nuestra.
  • Tenemos la menstruación, la virginidad, la adolescencia, la menopausia; y tenemos la capacidad de la expresión simbólica por medio del lenguaje articulado, escrito y transmitido a distancias estelares. Tenemos mucho…
  • Pero, entre las muchas cosas más que tenemos: tenemos la capacidad de acumular grasa, para que ésta sea utilizada cuando nos sea necesario. Esta última es la facultad que nos ha servido muy mal…

Entre los seres vivientes gozamos de dotes psicológicas e intelectuales que son únicas como software. Por medio de estos atributos, nuestras necesidades nos obligan a vivir en hordas y tribus sociales. Nos beneficiamos de tendencias innatas hacia la formulación de "leyes naturales" — la religión y las creencias nos son inmanentes, siendo asimismo un proceso universal para nuestra especie. Y, finalmente, nos gusta explorar, nos gusta explicarlo todo y nos gusta experimentar.

Sin ser los únicos animales que gozan del uso de las drogas, somos el único género entre todos cuyo abuso de las mismas, nos crea problemas de magnitudes enormes.

Somos únicos. Somos: Homo sapiens sapiens

¡Aplauso!

Prosigamos, entonces, envalentonados, ahora, por nuestra emulación de Prometeo.

No existe otro animal que haya convertido sus instrumentos de supervivencia en enfermedades. Necesitando por ello, terapias y terapeutas. Nosotros tenemos terapias para los trastornos sexuales y para los de comer.

Pero hay más…

Nosotros tenemos terapias, para los terapeutas…

Nosotros somos muy sofisticados.

Nosotros somos excéntricos. Porque nos creemos divinos…

Nosotros somos nosotros, y nos estamos poniendo muy gordos…

Entreacto

El Período Paleolítico Superior

Con el desarrollo de instrumentos adaptados a la caza de animales de considerable tamaño y con la mejora en nuestras condiciones de vida, nos preparamos, como hombre cavernario, para la agricultura, la domesticación de animales, la fundación de villas y ciudades, para el almacenaje de comidas y para depender menos y menos en la necesidad de salir todos los días cazar y a recoger. Entonces, con nuestros nuevos avances, podíamos dedicarnos al juego, a las artes, a los deportes y a encontrar nuevas ideas y nuevos métodos con que hacer nuestros manjares más agradables y nuestras bebidas más intoxicantes.

La historia avanzó, las religiones organizadas surgieron y los imperios nacieron…

A medida que tuviéramos acceso ilimitado a la mesa opípara del líder exaltado, los festines epicúreos, típicos de los gobiernos feudales, hicieron su aparición histórica, paulatina.

Con ello vino, el principio del fin de nuestro equilibrio natural.

Comenzaron las bacanales, y le asignamos una deidad en su honor…

Pero el hecho de que podemos comer de todo… no significa que podemos comer tanto

Ignorando ese detallito, comenzamos a engordar y a sufrir de las complicaciones de la obesidad.

Conozcan, de nuevo, a William Banting

Banting, como tantos de nuestros lectores ya saben, era un ciudadano inglés de corpulencia exagerada — algo que su médico quiso remediar. Nuestro héroe, a la edad de sesenta y cinco años, padecía ya de diabetes II, y (presumiblemente de gota), y se sentía hastiado por los achaques asociados con su gordura. Siguiendo las pautas delineadas por el famoso galeno, William Harvey, Banting comenzó una dieta basada en su propia experiencia (como lo hacen la mayoría de los dietistas) y, para su regocijo, se libró de muchas libras indeseadas. Su publicación subsiguiente, acerca de su afortunada experiencia, apareció bajo el nombre de Letter on Corpulence Advanced to the Public (1863) la que se convirtió en un best seller instantáneamente. (El libro que leer es The Dieter’s Dilemma por W. Bennett y J. Gurin y el artículo, Eat and Run, por W. Bennett, en The Psychiatric Clinics of North America, Issue on Eating Disorders (1984) Ed. F. E. F. Larocca).

En su gaceta Banting llamó la gordura: "El peor de todos los azotes que afectan la humanidad".

La historia real, fue un poco diferente de la que nos han transmitido los entusiastas, seguidores de Banting.

Veamos…

Banting comenzó su dieta cuando visitara al famoso médico Dr. William Harvey (fundador de la fisiología moderna), porque le doliera un oído. Harvey, por razones misteriosas para tratar ese padecimiento (quizás, por que Banting era tan gordo), puso a Banting en una dieta para reducir. El resto es historia.

Para quienes tengan la curiosidad morbosa, aquí reproducimos la dieta que Banting siguiera, de acuerdo con su monografía:

"Ciertos artículos que forman parte de la dieta ordinaria, que fueran de beneficio para el hombre joven, son perjudiciales a medida que la edad avanza. Es como los frijoles (son) para un caballo, cuyo alimento consiste en heno y maíz. Yo, entonces, adoptaré esta analogía y llamaré la misma clase de alimento para el ser humano, ‘frijoles humanos’. Los alimentos que yo aconsejo (que) deben de ser evitados son: — el pan, la mantequilla, el azúcar, la cerveza, y las papas. Los que (debido a mi inocencia) fueran las bases de mi existencia. Todas las comidas aquí mencionadas, contiene almidones y azúcares, los que tienden a formar grasa. Por esa razón deben de ser evitados totalmente".

Cien años más tarde, en 1950, las ideas de Banting y Harvey fueron descubiertas de novo, y esta dieta, baja en carbohidratos, fue presentada por sus proponentes nuevos, como si fuese algo original y novel.

Las dietas bajas en carbohidratos han sido las más populares en los últimos cincuenta años, Su secreto, tristemente, es (obviamente) un efecto secundario. Porque estas dietas afectan el metabolismo mineral del cuerpo, terminan ocasionando la diuresis — una pérdida rápida del agua almacenada en los espacios intersticiales, y, por supuesto, ésta se refleja en la báscula como si fuera reducción real de peso.

Después de un par de días, lo que sucede es, a quienes siguen esos regímenes, que las reservas de carbohidratos se agotan. Entonces, la grasa del organismo comienza a ser utilizada como fuente de energía, produciendo unas sustancias llamadas cuerpos cetónicos como resultado; y, en un desafío de las leyes químicas y físicas, un trastorno metabólico es el desenlace final.

Pero, volvamos a nuestro narrativo de hoy

¿Por qué comemos tanto que necesitamos las dietas?

Las dietas las necesitamos, porque queremos ser delgados. La Duquesa de Windsor fue acreditada con el origen de la frase: "Nadie puede ser ni muy rico ni muy delgado…" (Otros la atribuyen a la controvertida Babe Paley — usted decidirá).

¿Por qué deseamos ser esbeltos, si todos somos bellos en nuestra propia manera? — como dice la canción… Porque la gordura no es estéticamente placentera, y quizás evitarla sea un mecanismo innato, como lo es la aversión a las arañas, a lo enfermizo o a las culebras… O la aversión a ciertos sabores u olores, que, aunque la Naturaleza, desea que evitemos, seguimos procurando — en búsqueda de placeres — desafiándola.

Pero, si la Naturaleza funciona por medio de mecanismos de adaptación, ¿cómo sería posible que permitiera que engordemos, en primer lugar?

Engordamos, porque el centro del apetito del hipotálamo cerebral, en la presencia de comida, en nuestro antiguo hábitat natural, exigía que llenáramos nuestro estómago (órgano elástico y flexible), todo lo posible, porque ineluctablemente la comida escasearía — así fue nuestra historia por millones de años. Mecanismo que todavía persiste, cuando ya no se necesita…

La obesidad…

La obesidad es una forma oculta de enfermedad nutritiva. La obesidad es asimismo una forma de hambre camuflada. Por 2 millones de años, el espectro omnipresente de la escasez de comida nos llevó, no solamente a comer, sino a comer más de la cuenta. No nos volvíamos obesos, sino que aumentábamos, modestamente, de peso, para utilizarlo como reserva, y para perderlo después.

Es muy posible que la comida que nuestros antepasados comieran fuera tan liviana y tan exigua, que nos sería imposible comerla y al mismo tiempo engordar en la manera de hoy aparente. La gordura nos visitó, cuando la densidad de lo que comemos cambiara.

La Selección Natural… ¿Por qué no actúa?

La Selección Natural, no ha gozado del tiempo necesario para elegir y eliminar contra el rasgo específico de las personas que comen demasiado y engordan. La gordura, para nuestra especie no es un fenómeno deseable, porque persiste debilitando las fundaciones de nuestra salud y de nuestra capacidad de vivir vidas largas y productivas.

Como especie móvil e inteligente, pero sin armamentos naturales para combatir nuestros predadores; la raza humana requiere agilidad, velocidad, ligereza, control muscular, sentido de bienestar general y vigor — no exactamente lo que caracteriza al obeso.

Los problemas de la obesidad como epidemia y como amenaza a la salud pública, son recientes y están asociados a nuestros cambios de vida que requieren que la comida sea accesible, conveniente, apetitosa, rica, abundante, bien presentada y económica — la esencia de los fast foods.

El comercio de los conglomerados gigantescos, cuyos establecimientos invadieran la tierra, engendró un mercado de increíbles posibilidades lucrativas; las que los varios tipos de comidas encontradas en franquicias nos ofrecen, impulsadas por el uso de técnicas de mercadeo eminentemente agresivas y exitosas — si es que la gordura resultante puede considerarse algo exitoso.

El niño, en la inactividad física de su hogar, empeñado en ver la televisión, con sus anuncios de comidas tentadoras, sucumbió víctima del hábito de comer, — no por necesidad — sino de comer, por placer. Hábito que nos impondría la "epidemia de la obesidad" de la que las autoridades de salud pública ahora nos alertan, mientras que pretenden ignorar sus razones y consecuencias obvias.

Sus padres, antes que ellos, inspirados por la tendencia de proveer comida en abundancia, como una antítesis a la pobreza, llenaron sus despensas y atisbaron sus neveras con una profusión de manjares de densidades calóricos increíblemente elevadas y, por supuesto, engordadoras.

La cintura creció, la figura esbelta, patrimonio físico y natural de nuestra especie fue suplantado por la imagen grotesca del Agha Kahn. Y los esfuerzos para compensar nuestra caída, de la gracia nutricional, principiaron.

Así heredamos las enfermedades del comer: La anorexia nervosa, la bulimia nervosa, la obesidad y la dieta para adelgazar — lo que llamamos, "las disorexias."

Para lograr el equilibrio de nuestro peso, debemos de aprender a comer.

Comer, otra vez, de acuerdo al programa natural diseñado para nuestra especie.

Comer, para vivir. En lugar de vivir para comer…

Hay que aprender esta lección que la Naturaleza nos concediera como mandamiento.

Así terminamos esta lección en un anticlímax. Impuesto por nuestro estado de actual indiferencia a verdades que son manifiestas…

Bibliografía

Se suministra por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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