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Cualificaciones profesionales en la Sociedad del Conocimiento: el peligro de invisibilizar más brechas sociales en el empleo

Partes: 1, 2

    Idioma original:   · castellano

    Palabras clave:  · desigualdad/exclusión  · educación  · género  · juventud  · tics

    ABSTRACT: La ideología de la empleabilidad se traslada a la construcción de las cualificaciones profesionales y laborales de los y las trabajadores de la Sociedad del Conocimiento. La nueva demanda de cualificaciones de entrada al mundo laboral puede contribuir a fortalecer las barreras sociales existentes, en tanto la individualización de las condiciones y de los tipos de empleo invisibilizan los prejuicios y las desigualdades sociales, de edad y de género vigentes.

    1. Planteamientos iniciales sobre las cualificaciones y los nuevos tipos de empleo en la Sociedad del Conocimiento

    El tipo de trabajo que viene asociándose a la llamada "Sociedad del Conocimiento" se convierte en intensivo en aplicación de saberes y requiere un aprendizaje continuo y flexible a lo largo de toda la vida, toda vez que los roles profesionales se hacen más complejos.

    Las nuevas tecnologías, según afirman los informes oficiales (1), van a conducir a prácticas laborales "inteligentes", que serán desempeñadas en redes de organizaciones. Estas redes demandan iniciativa, adaptabilidad y reciclaje al profesional. Estos tres aspectos son los rasgos básicos de la solución diseñada por las políticas económicas para suavizar la alarma social que generan el desempleo y la precariedad laboral de cada vez más personas en todo el planeta: la empleabilidad. Esta viene definida como responsabilidad privada y cualidad del trabajador o trabajadora.

    La apuesta por la empleabilidad, junto con la evolución de las formas de organización del trabajo, genera un fuerte desarrollo del trabajo individual autónomo, orientado sobre todo a los servicios. Un trabajo flexible en horarios, flexible también con respecto a la disponibilidad para el cambio en cualquier sentido posible. Mucho menos "flexible" en lo que se refiere a la oportunidad de los y las trabajadoras para poder elegir entre unas y otras condiciones o tipos de trabajo.

    La valoración de este tipo de trabajo llamado "inteligente", centrado en las características individuales, hace que el aprendizaje sea considerado el motor básico que posibilita a los y las trabajadoras adaptarse a las demandas del mercado y de las nuevas tecnologías de la información y del conocimiento (TICs). Aprendizaje (2) y disponibilidad se consideran responsabilidades personales y serán estos dos factores los que le aportarán a cada trabajador/a la empleabilidad suficiente para tener una carrera estable pese a unas fluctuaciones del mercado que, con bastante probabilidad, van a afectarle tarde o temprano.

    Supuestamente, desde el discurso de las instituciones sociales, el acceso al conocimiento y a la información es posible para todos y, bajo esa presunción, cada persona está capacitada para construir su propia cualificación.

    Pero, como señalan cada vez más voces disidentes (3), el problema del razonamiento anterior es que oculta varios aspectos que lo invalidan desde su base: en primer lugar, las actividades estratégicas relacionadas con el conocimiento y el trabajo "inteligente" no se distribuyen por igual ni entre países, ni entre organizaciones, ni entre las personas de antemano.

    En segundo lugar, perviven grandes desigualdades de oportunidades en el aprendizaje, directamente vinculadas al capital familiar, cultural, económico, social y simbólico del individuo.

    En tercer lugar, las TICs no han producido, como se anunciaba, tan sólo una intensificación del trabajo identificada con "postaylorismo" (4) y remitida a la figura del emprendedor. Aparecen, por el contrario, empleos novedosos, como el de los teleoperadores que, delante de un ordenador, realizan un trabajo extenso en horarios, intensivo en trabajo, rutinario, regulado estrictamente en tiempos; sus contratos temporales, sin duda, producirán sufrimiento y temor por la seguridad futura, e incapacitarán un proyecto vital a medio o largo plazo a los y las operadoras.

    Y aquí surge una pregunta repentina ¿cuántos de estos trabajadores vinculados directamente a las TICs a través de un micrófono y una red computerizada poseen cualificaciones formales que les capacitan para poder desempeñar funciones profesionales más complejas? A priori resulta difícil estudiar este tema a través de las cifras: los contratos de los call center suelen ser temporales, asociados a campañas específicas. En estos contratos no aparece reflejado el nivel de estudios real del trabajador o trabajadora. Sin embargo, creo no ser la única a la que le puede resultar habitual escuchar a los y las informantes de campo relatos sobre su trabajo como teleoperadores varios años después de haber finalizado su carrera universitaria.

    El planteamiento de esta reflexión apuesta por la convicción de que ni el determinismo tecnológico ni la defensa del trabajo "inteligente" y "flexible" como manera de alcanzar el éxito laboral individualizado (5) se están produciendo desde la igualdad real de acceso a los recursos necesarios –incluida la información- para que los y las trabajadoras puedan, si así lo desean, colocarse en la vía de la empleabilidad que se presenta como solución individual ante las evidentes brusquedades del mercado.

    El mito futurista se construye desde estudios que no tienen en cuenta estas diferencias en el acceso a los recursos, por lo que se acepta, de forma implícita, el aumento de las desigualdades sociales que la defensa e implementación de estas nuevas condiciones de trabajo y de acceso al trabajo está suponiendo.

    Un ejemplo bien sencillo para entender esto es la reflexión sobre la posesión de ordenadores en los hogares españoles: la adquisición de un PC o portátil sigue planteando una inversión seria para muchas familias y, además, resulta fácil pensar que la falta de consideración de la necesidad de que los hijos tengan contacto con los ordenadores o lo utilicen como herramienta para el futuro puede tener que ver con la cultura social y laboral de la familia. Por otro lado, el acceso de todos a las TICs en las escuelas y universidades públicas es bastante limitado hasta la fecha (año 2004) y los cursos especializados en las más novedosas aplicaciones de las nuevas tecnologías suelen suponer inversiones considerables para el aspirante.

    De hecho, los análisis de las cifras de empleo en los países occidentales dan poco margen a las interpretaciones. Autores como Castells o Esping-Andersen, exponen al referirse a las diferencias salariales que

    "lo que se hunde es el centro, Lo que hay es una polarización social, pero sobre todo un aumento de nivel (refiriéndose al nivel general del salarios). Esto no quiere decir que la gente haya mejorado mucho, porque se puede estar en el tercio alto, pero cobrar menos de los que cobraba, en términos reales, treinta años antes y en realidad, excepto el 5 por ciento más elevado de la población de trabajo (en EEUU), el resto ha perdido en valores reales"

    (Conferencia transcrita de Castells, 1999:38). Y

    "Si queremos seguir la estrategia de la plena ocupación en una economía dominada por los servicios, es imposible evitar que tengamos un gran porcentaje de trabajos de nivel muy bajo. Si, por otro lado, queremos maximizar el cuadro de la sociedad postindustrial, bonita, muy profesional, dominada por técnicos profesionales y semiprofesionales, vamos inevitablemente, a una exclusión fuerte, al paro estructural de masas: marginalización o plena ocupación, pero con trabajo de bajo nivel. Este es el dilema". (Conferencia transcrita de Esping-Andersen: 1999: 140)

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