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Experiencias apícolas en El Ecuador


Partes: 1, 2, 3

    1. Apicultura?
    2. El trasiego
    3. Qué son las abejas
    4. Anatomía de la abeja
    5. Los habitantes de la colmena
    6. Qué producen las abejas
    7. Equipo e instrumental que se usa para la apicultura
    8. Equipo para la cosecha de la miel
    9. Instalación del colmenar
    10. Revisión de colmenas
    11. Cosecha de la miel
    12. Recolección de polen y de propóleo
    13. Utilización de la cera
    14. Producción y mantenimiento de material apícola
    15. Creando mi propio sistema apícola
    16. Trashumancia o apicultura itinerante
    17. Dificultades, problemas e inconvenientes en la apicultura  ecuatoriana y las posibles soluciones como consecuencia  de  experiencias realizadas y comprobadas
    18. Alimentación artificial de colmenas
    19. Producción de polen. Recolección de propóleos

    En el año de 1979 fui nombrado profesor de Agropecuaria del Colegio Técnico Agropecuario  San Juan, de la parroquia de su mismo nombre, en la provincia de Chimborazo. El plantel educativo está ubicado en el sector rural del cantón Riobamba, en las faldas mismas del coloso Chimborazo. Coincidencialmente,  en estas fechas, cumplía  treinta años de vida y estuve cursando los estudios de Pedagogía en una de las Universidades prestigiosas del país. En  mi carga horaria, que constaba de catorce Asignaturas, estaba la de Apicultura para dictarla a los estudiantes del cuarto curso de la especialidad de Agropecuaria. Por mis conocimientos de la Pedagogía, estuve convencido de que la manera más efectiva de lograr el aprendizaje era a través de la teoría y la práctica. Este convencimiento me llevó a comprar tres colmenas a un apicultor anciano de la circunscripción geográfica y con una gran dificultad, un libro a cerca del tema. Ahora viene lo interesante:

    ¿Cuáles eran mis experiencias de la  Apicultura, hasta ese entonces?   Tal  vez  muchas, quizá ninguna. . . . Hoy  que llevo 27 años de hacer Apicultura deseo recordar ciertos acontecimientos que se marcaron  en mi vida personal.

    Por ventura, nací en el campo, en un sector alejado de la civilización – en ese entonces – en una zona de colonización, en donde se desconocía por completo los servicios básicos y elementales que debe prestar el Estado, había un camino veraniego de alrededor de 30 K, que era habilitado en mingas  por los moradores del lugar, para que un bus tan viejo y destartalado, preste los servicios de transportación de carga y de la gente por un día a la semana. Como es de suponer, la vegetación era abundante y el aroma de las mil flores era tan penetrante que aún lo conservo como un recuerdo imborrable. Al no haber Escuela en el lugar, mis padres decidieron hacernos estudiar en San José Chimbo, que quedaba a dos días completos de caminata. Regresábamos al seno familiar, con ocasión de las vacaciones del fin de año, para cumplir responsabilidades de acuerdo a las edades. Naturalmente que nos quedaban muchas horas libres para jugar y disfrutar del campo, de su naturaleza, del aire y de la libertad.

    En el recorrido por las sementeras de maíz o en la vegetación de las cercas, encontrábamos verdaderos enjambres de unas bungas plomas, con antenas muy largas, eran del tamaño de las abejas italianas, no disponían de aguijón, por lo cual jugábamos llenándonos con ellas en los bolsillos, sin correr el riesgo de que nos picaran. Habían también unas abejitas negras de un tamaño mediano que perforaban la pared de bareque del corredor de la casa en donde vivíamos; en la profundidad de los hoyos, que los destruíamos, encontrábamos unos barrilitos hechos de propóleo y tierra, llenos de miel, polen y un larva, la retirábamos a esta última y nos deleitábamos del aroma y del sabor de la miel de las bungas.

    En el suelo, había muchísimas bungas del tamaño de las anteriores, de color amarillo y que fabricaban barriles con miel utilizando hojas pequeñas de plantas. Tanto las anteriores, como éstas, tenían aguijones y por lo tanto conocíamos el dolor que provocaba la picazón de las abejas,  la hinchazón y a veces hasta la fiebre  que nos causaban, defendiéndose de los daños que causaban los niños traviesos y ladronzuelos.

    Además de las abejas descritas anteriormente, conocí las bungas de la tierra, que eran unos insectos muy grandes, bicolores, amarrillo con negro, con tres aguijones y que se albergaban bajo la hojarasca en las cercas de las parcelas. éstas vivían en colonias muy grandes y la producción de la miel era en barrilitos de propóleo, su producción era muy abundante y una verdadera golosina. El consumo de esta miel nos provocaba el aparecimiento de granos llenos de pus en todo el cuerpo, a lo cual los adultos nos decían que la miel consumida nos servía para purificarnos la sangre y que el organismo estaba purgando. Naturalmente que para la cosecha de la miel destruíamos a las colonias y recibíamos abundantes picazones que nos causaban fiebre e hinchazones que duraban varios días.

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