Nació en el mismo año de San Basilio, en el 329. Fue un alma contemplativa llevada, a pesar suyo, al campo de la acción. Y un hombre estudioso y poeta que tanto por su excelente doctrina y como por su elocuencia, mereció el apelativo de teólogo. Proclamó abiertamente la divinidad del Espíritu Santo y trazó los primeros rasgos de la Cristología que luego se desarrollaría en el siglo V. Su apasionado discurso de despedida cuando tuvo que abandonar Constantinopla, de la que era obispo desde el año 381, a causa de los diversos bandos que dividían a su Iglesia, es muy famoso. En sus poemas morales decía: "todo es inestable, para que amemos las cosas estables". Gregorio se retiró a Nacianzo, en donde murió el 25 de enero del año 389 o 390.
San Juan Crisóstomo
Nació en Antioquía, probablemente en el año 349. En sus años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa, y luego, cuando murió su madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante 6 años. De allí fue llamado a la ciudad y fue ordenado diácono y después de 5 años fue ordenado sacerdote, convirtiéndose en un celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia de Antioquía.
La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por sus cualidades oratorias y su profunda cultura; de allí el sobrenombre de Crisóstomo, que significa boca de oro, que le fue dado después por los bizantinos. Fue llamado a suceder al patriarca Netario en la catedral de Constantinopla. Emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscitó admiración y desconcierto. Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó de las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia Inmediatamente después fue llamado por el emperador Arcadio, pero luego de dos meses fue nuevamente desterrado. Durante este último viaje, el 14 de septiembre del año 407, murió. De sus numerosos escritos se tiene un pequeño volumen sobre el sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.
San Atanasio
Nació en Alejandría de Egipto en el año 295, y es la figura más dramática y desconcertante de la rica galería de los Padres de la Iglesia. Empeñado en defender la doctrina ortodoxa durante la gran crisis arriana, inmediatamente después del concilio de Nicea pagó su heroica resistencia a la herejía con cinco destierros decretados por los emperadores Constantino, Constancio, Julián y Valente.
Arrio, un sacerdote salido del seno de la iglesia de Alejandría, amenazaba con atacar el corazón mismo del cristianismo, y es por eso que San Atanasio dice: "si Cristo no es Hijo de Dios y Él mismo no es Dios, ¿a qué queda reducida la redención de la humanidad?". "Si el Verbo de Dios no es Dios, igual en todo a su Padre, ¿cómo podrá divinizarnos?". San Atanasio en su primera obra, que es una apología contra los paganos, esboza acerca de la Encarnación del Verbo las grandes líneas de su Cristología: "El Verbo de Dios se hizo hombre para que nosotros nos hagamos Dios". Aparte de escritos de circunstancias, como la Apología a Constancio, Apología contra los Arrianos, Historia de los Arrianos para los Monjes, los decretos del Concilio de Nicea, los Sínodos y otras más, su obra principal es un tratado en tres libros contra los Arrianos. Hacia el fin de su vida diseña una teología del Espíritu Santo en sus cuatro cartas a Serapión. Una vida de San Antonio Abad y un tratado de la virginidad, hacen de San Atanasio el doctor del ascetismo y un maestro de la perfección cristiana. Murió en el año 373.
San Cirilo de Jerusalén
Nació de padres cristianos en el año 315. Tuvo alguna simpatía por los arrianos, pero se separó de ellos muy pronto y se adhirió a los semi-arrianos, a los cuales también abandonó adhiriéndose a la doctrina ortodoxa de Nicea. Más tarde combatió repetidas veces la doctrina de los arrianos, hablando de este modo sobre la Trinidad: "Nuestra esperanza está en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No predicamos tres Dioses. No admitimos en la Trinidad ni confusión, ni separación como lo hacen otros". Estas últimas palabras son sin duda una alusión evidente a los partidarios de Arrio. Por este motivo fue varias veces desterrado, bajo los emperadores Constancio y Valente, y el primer Concilio Ecuménico de Constantinopla, en el que participó Cirilo, reconoció la legitimidad de su episcopado. Las primeras incertidumbres de su pensamiento teológico, demoraron en occidente el reconocimiento de su santidad.
En efecto, su fiesta fue instituida sólo hasta 1882. El Papa León XIII le concedió el título de Doctor de la Iglesia por las 24 Catequesis que Cirilo compuso probablemente a comienzos de su episcopado y que él dirigía a los catecúmenos que se preparaban para recibir los sacramentos. De las primeras 19, trece están dedicadas a la exposición general de la doctrina, y cinco, llamadas mistagógicas, es decir, que iniciaban en el misterio de la religión cristiana, están dedicadas al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana. Las catequesis de San Cirilo las comunicaba a la comunidad cristiana en los tres principales santuarios de Jerusalén, es decir, en los mismos lugares de la redención, en los que, según la expresión del predicador, no sólo se escucha, sino que "se ve y se toca". San Cirilo de Jerusalén dirigió su Iglesia desde el año 350 hasta su muerte, en el año 386.
San Cirilo de Alejandría
Nació en el año 370, y desde el año 412 tuvo firmemente en sus manos las riendas de la Iglesia de Egipto. Cierra gloriosamente la edad de oro de la literatura Patrística en Oriente. Fue un fuerte adversario de Nestorio, a quien hizo condenar en el Concilio que presidió en Éfeso, y es el gran teólogo de la Unión Hipostática.
Además de ser el defensor del Verbo encarnado y de la maternidad divina de María, el título de gloria para el obispo de Alejandría fue el haber elaborado en esta ocasión una autentica y clara teología de la Encarnación. Afirma que "el Emanuel tiene con seguridad dos naturalezas: la Divina y la Humana. Pero el Señor Jesús es uno, único verdadero hijo natural de Dios, al mismo tiempo Dios y Hombre; no un Hombre deificado, semejante a los que por gracia se hacen participes de la divina naturaleza, sino Dios Verdadero, que por nuestra salvación apareció en la forma humana". De particular interés ésta es la cuarta de las siete homilías que pronunció durante el Concilio de Éfeso.
En un importante ejemplo de predicación mariana, que da comienzo a un rico florecimiento de la literatura en honor de la Virgen, Cirilo celebra las grandezas divinas de la misión de María, que es verdaderamente Madre de Dios, por la parte que tuvo en la concepción y en el parto de la humanidad del Verbo hecho carne. En efecto, además de sus trabajos exclusivamente doctrinales, tenemos de él 156 homilías sobre San Lucas, de carácter pastoral y práctico, y las más conocidas cartas pastorales, que se encuentran en 29 Homilías pascuales. Murió en el año 444.
San Juan Damasceno
Nació a mediados del siglo VII de una familia árabe cristiana, y murió en el año 749. Es considerado el último representante de la patrología griega por sus obras monumentales, como La fuente del conocimiento. Su actividad literaria es multiforme; pasa con autoridad de la poesía a la liturgia y de la elocuencia a la filosofía y la apologética.
En el período del emperador de Bizancio, León XIII Isáurico inauguraba la política iconoclasta; es decir, el destierro de todas las imágenes sagradas, cuyo culto era considerado como un acto de idolatría. Desde Jerusalén, bajo el dominio árabe, se hizo oír una voz en favor del culto de las imágenes, la del entonces desconocido monje Juan Damasceno o de Damasco, que con sus tres discursos en favor de las sagradas imágenes, impuso inmediatamente la atención del mundo cristiano. El emperador, no pudiendo atacar directamente al monje, recurrió vilmente a la calumnia haciendo falsificar una carta de Juan en la que éste supuestamente habría tramado una conjuración para restituir al emperador bizantino.
En esta disputa, Juan pudo demostrar toda su preparación teológica puesta al servicio, no sólo del patriarca de Jerusalén, sino de toda la Iglesia. En efecto, el segundo Concilio de Nicea, en reparación de las injurias recibidas por el defensor de la ortodoxia, proclamó no sólo su ciencia, sino también su santidad.
Los Padres Occidentales o Latinos: Biografías y aportes a la Iglesia
A continuación se incluyen las breves reseñas de los principales Padres Occidentales o Latinos: San Hilario de Poitiers, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San León Magno, San Pedro Crisólogo, San Gregorio Magno y San Isidoro de Sevilla.
San Hilario de Poitiers
Nacido en el año 315, es llamado el Atanasio de Occidente. Luchó con igual ardor contra los arrianos y resistió con firmeza al emperador Constancio. Desterrado a Frigia durante 4 años, llegó a las Galias (Francia), en donde se puso al corriente de la doctrina de los Padres griegos, y compuso el De Trinate, que defiende, con el testimonio de la Escritura, la divinidad y la generación eterna del Verbo.
La obra Hilario ejercerá mucha influencia sobre el De Trinate de San Agustín. Fue azotado públicamente varias veces, y reanimó la fe de los católicos débiles y vacilantes de Asia Menor. A su regreso a las Galias, Hilario restauró allí la ortodoxia. En su obra Exegética comenta a San Mateo y los Salmos y explica los misterios del Antiguo Testamento. Él afirmaba la unidad de la naturaleza divina, así como la distinción personal del Padre y del Hijo: "Lo que los hace diferentes es la relación de origen, pues el Padre ha engendrado al Hijo sin disminución de su ser, y el Hijo recibe en sí todo del Padre, siendo totalmente igual a El". San Hilario murió en el año 368.
San Ambrosio
Nació en Tréveris, en el año 340. Pertenecía a la nobleza romana y era gobernador de las provincias del Norte de Italia. Sólo era un catecúmeno cuando el pueblo de Milán lo eligió como obispo por aclamación en año 374. Destacó no sólo como predicador y poeta, sino como defensor intrépido de la fe. Su influencia fue decisiva en la situación religiosa de su tiempo y dio el golpe de gracia al paganismo agonizante. Promovió con afán la piedad cristiana, luchó con denuedo contra los arrianos, e impidió el restablecimiento de la idolatría en el senado de Roma.
San Ambrosio contribuyó mucho a la conversión de San Agustín. Dejó muchas homilías y tratados, entre ellos el de la Virginidad, y varios himnos que aún se cantan en la iglesia. Murió en el año 397.
San Jerónimo
Nació en el año 343, y estudió las letras humanas en Roma. Recorrió las Galias (Francia) y Palestina, en donde trató con los doctores más eruditos de los hebreos. Durante algún tiempo fijó su residencia en Antioquía, en donde el obispo Paulino le ordenó de sacerdote. De allí fue llamado a Roma por el Papa San Dámaso y, por orden suya, preparó la edición latina de la Biblia, a la que se llamó la Vulgata, y que hasta hoy sirve de texto en la Iglesia.
A la muerte del Papa, Jerónimo volvió a Palestina donde continuó y concluyó la versión latina de las Sagradas Escrituras en su monasterio de Belén. Con sus vastos conocimientos en las lenguas griega, caldea y hebrea, pudo como ninguno en su tiempo penetrar el sentido de los textos sagrados. Además de la Vulgata, San Jerónimo dejó muchas y preciosas obras dogmáticas e históricas y un gran número de cartas importantísimas. Murió en el año 420.
San Agustín
Nació en el año 354. Es considerado el máximo Doctor de la Iglesia de aquellos tiempos. Moldeó las doctrinas de la Iglesia de la Edad Media. Vivió en el pecado y la herejía hasta la edad de 33 años. Se convirtió gracias las oraciones de su madre, Santa Mónica, y a las exhortaciones de San Ambrosio, el cual lo bautizó. Después de la muerte de su incomparable madre, distribuyó sus bienes a los pobres y se retiró a la soledad. Fue consagrado Obispo de Hipona, en el Norte de África, a los 40 años. Es el padre de los religiosos agustinos.
Incansable escritor, combatió sin tregua el maniqueísmo, que enseñaba que existen dos principios eternos: el bien y el mal, la luz y las tinieblas, en lucha permanente. Luchó también contra el donatismo, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores, y que como católicos, solamente pueden ser admitidos los que son totalmente puros. San Agustín fue llamado el Doctor de la Gracia por sus luchas contra el pelagianismo. Su obra más célebre es La Ciudad de Dios, que es la más excelente apología de la antigüedad cristiana, y uno de los más profundos ensayos de la filosofía de la historia. También es muy reconocida su autobiografía, llamada Las Confesiones, en la que desnuda su alma con sinceridad y candor.
En la sincera adhesión a la verdad cristiana y en la multiforme actividad pastoral, encuentra la paz del corazón que anhelaba su espíritu atormentado por los afectos terrenos y por la sed de la verdad, como él mismo afirma: "Nos has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en ti". Murió en el año 430.
San León Magno
Nació en Toscana a Finales del siglo IV. Es recordado en los textos de historia por el prestigio moral y político que demostró ante la amenaza de los hunos de Atila y de los vándalos de Genserico. Habiendo sido elegido Papa en el año 440, León, en sus veintiún años de pontificado, llevó a cabo la unidad de toda la Iglesia alrededor de su sede, impidiendo usurpaciones de jurisdicción, arrancando de raíz los abusos de poder y frenando las ambiciones del patriarcado constantinopolitano y del vicariato de Arles. Sus ciento cuarenta y una epístolas tratan importantes asuntos de disciplina y fe. Sus señaladas victorias sobre los maniqueos, los arrianos, los nestorianos, los monofisitas, los donatistas y los novatianos, que iban en contra de la potestad de la Iglesia para readmitir a los pecadores y perdonar los pecados mortales, dan prueba de su celo.
De espíritu muy comprensivo y previsor, no se detiene en los asuntos particulares de una cuestión doctrinal y, sin embargo, participa activamente en la elaboración dogmática del grave problema teológico tratado en el Concilio ecuménico de Calcedonia, pedido por el emperador de Oriente para condenar el monofisismo, que negaba la naturaleza de Cristo. León fue el primer Papa que recibió para la posteridad el epíteto de Magno, es decir, el grande, no sólo por sus cualidades literarias y la firmeza con la que mantuvo en su vida ante el decadente imperio de Occidente, sino por la solidez dogmática que demuestra en sus cartas, en sus sermones y en las oraciones litúrgicas de la época. El Papa San León Magno murió en el año 461.
San Pedro Crisólogo
Nació en Imola en el año 380. Mereció el apelativo de Crisólogo, es decir, hombre de la palabra de oro, por ser el autor de destacados sermones, ricos en doctrina. De él se conservan 176 homilías breves, de estilo popular y muy expresivo, en las que explica el Evangelio y el Padre Nuestro, o muestra ejemplos de santos para imitarlos y exaltar las virtudes del verdadero cristiano. Elegido obispo de Rávena en el 424, Pedro Crisólogo se mostró inmediatamente como un buen pastor, prudente y sin ambigüedades doctrinales. Escuchaba con igual condescendencia y caridad tanto a los humildes como a los poderosos.
En el momento histórico en el que a los desgarramientos del Imperio romano, dividido internamente y atacado exteriormente por las migraciones bárbaras, se unían las protestas de la iglesia de Constantinopla, que pretendía el primado jerárquico, negando naturalmente el de Roma, la respuesta del obispo de Rávena es una clara profesión de fe. Murió en el año 450.
San Gregorio Magno
Nació en el año 540. Se le ha llamado el fundador de la Edad Media y es uno de los más grandes pontífices de la Iglesia. Fue prefecto de su ciudad natal, pero renunció a todos los honores del mundo para consagrarse como monje al servicio de Dios. Fue aclamado Papa por el pueblo, y su pontificado de 14 años fue uno de los que más ha dejado huella en la historia de la Iglesia. Trabajó activamente por la conversión de los lombardos, que habían ocupado el norte de Italia, y logró mantener la inestable paz entre los bizantinos, dueños del centro y sur de la Península. Fue el verdadero padre de Roma en las calamidades que padeció esta ciudad.
Su obra litúrgica aún perdura, y dio gran desarrollo al canto litúrgico llamado Gregoriano. Murió en el año 604.
San Isidoro de Sevilla
Nació en el año 560. Es el último de los padres latinos, y resume en sí todo el patrimonio de adquisiciones doctrinales y culturales que la época de los Padres de la Iglesia transmitió a los siglos futuros. Se formó con la lectura de San Agustín y San Gregorio Magno. Fue un escritor enciclopédico muy leído en la Edad Media, sobre todo por sus obras etimológicas, que constan de 20 libros de cultura clásica y patrística.
Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral del clero español. Para esto fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios. Fue autor de muchos libros que tratan de todo saber humano, desde la agronomía hasta la medicina, de la teología hasta la economía doméstica. Fue el obispo más popular y autorizado de su tiempo. Presidió el cuarto Concilio de Toledo en el año 633, y murió en el año 636.
Conclusión
Después de este breve resumen, resulta impresionante comprobar cómo los Santos Padres de principios del cristianismo supieron fecundar con el mensaje evangélico la cultura griega y latina. En algunos casos fueron creadores de culturas, como en Armenia, en Etiopía y en Siria, y sentaron las bases para la gran floración de la época medieval, pues prepararon la inserción de los pueblos germánicos en la raíz del evangelio, pertenecientes a una tradición cultural completamente diversa.
Si quisiéramos resumir las razones que nos motivan a estudiar las obras de los Padres, podríamos decir que ellos fueron, después de los apóstoles, como dijo San Agustín, los sembradores, los regadores, los constructores, los pastores y los alimentadores de la Iglesia, que pudo crecer gracias a su acción vigilante e incansable. Para que la Iglesia continúe creciendo es indispensable conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al mismo tiempo pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social, y se puede denominar como única con respecto a cuanto ha sucedido en otras épocas de la historia.
Autor:
Agustin Fabra
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