Después de la violenta independencia el contexto colombiano cambio, ya no era colonia así que debía empezar a desarrollarse y progresar, el comercio en este siglo fue la principal fuente de progreso, debido a las largas distancia en las trayectorias entre pueblos y ciudades en Colombia el modo de transporte era fundamental, el caballo entro en acción, aunque la mula estaba mejor habituada y su fisionomía era ideal para el territorio incluso la mula esta mejor documentada en este territorio, pero cierto es que los campesinos siempre tenían caballos en sus potreros que utilizaban para llevar sus cosechas, en los pueblos el caballo era considerado un animal domestico al lado de las gallinas y la vaca; ¿Por qué se consideraba un animal domestico?, las gallinas dan huevos y en determinado caso se las podían comer o vender, la vaca da leche y se puede alimentar de su carne, pero, ¿Qué utilidad tenía el caballo?, ¿Por qué se mantenía cerca a la casa?, para los que no tenían facilidad de comprar los mejores caballos simplemente compraban los mas accesibles y los ponían a trabajar, este tipo de caballo era especial para el comercio, por su velocidad y su fuerza.
Pero no solo para la guerra y el transporte se utilizaba el caballo, en la celebración por la victoria en la lucha independista se hicieron cabalgatas en Bogotá. En Medellín ocurrió un hecho muy particular con las fiestas y la utilización del caballo por parte del pueblo:
"Entrado el siglo XIX, las diversiones y fiestas públicas facilitaron el uso más popular del caballo. Según el cronista Eladio Gónima, los paseos a caballo entraron en boga en la ciudad de Medellín después de 1837, principalmente entre "la gente de garnacha" –distinción–, en las tardes de verano y por las calles. Al parecer, el caballo dejaba de ser de uso exclusivamente masculino, pues don Gabriel Echeverri "influyó para que esta distracción se hiciera extensiva a las señoritas. Consiguió su objeto y después se volvió muy común ver grupos de señoritas de paseo, grupos que muchas veces se reunían formando una cabalgata digna de contemplarse, ya por la galanura, donaire y destreza de las amazonas, cuanto por la hermosura y buen paso de los caballos".[4]
En este caso las mujeres empiezan a entrar en las fiestas de una manera notable, estaban montando caballos, un acto que hasta ese momento lo hacían los hombres, pero no es eso lo que más llama la atención, el caballo estaba siendo utilizado en fiestas y cabalgatas, estas personas que participaban en la cabalgata eran personas de un poder económico significativo y lo podemos deducir porque un caballo no era de fácil compra, tenía un valor elevado y la manutención era realmente cara. Ahora podemos observar como en la mentalidad de la sociedad el caballo empezó a convertirse en una demostración de prosperidad y se mostraba en cabalgatas públicas, en fiestas e incluso en la forma de adornar el caballo:
"Durante el siglo XIX, el uso y posesión del caballo pudo significar todavía prestigio social, aunque fuera accesible a los trabajadores, campesinos prósperos y a los grupos sociales en ascenso, como los funcionarios republicanos y algunos miembros de piel oscura de las tropas de la Independencia. Mientras el viajero sueco Carlos Augusto Gosselman permanecía en la ciudad de Bogotá hacia 1826, pudo presenciar la importancia concedida al caballo como animal de precedencia y poder social, dejando entrever que hasta los más pintorescos campesinos se pavoneaban por las calles, exponiendo a la vista de los transeúntes su fina y colorida montura. Decía que los caballos negros eran los más apreciados y costosos, y "al igual que en su propio vestuario, los jinetes muestran sus gustos en los atuendos del animal. Brillantes monturas y paños escarlatas de bordes dorados o plateados y riendas con decorados brillantes conforman el aspecto que se les da. Las espuelas, generalmente de plata, las portan tanto los grandes señores como los de clase inferior. Resulta divertido ver a los campesinos de edad, calzados con alpargatas, entretenerse en hacer sonar sus grandes espuelas de agradable tintineo como si fuese una protesta a un recluta joven, en su primera llegada al regimiento" [5]
Esta demostración de superioridad social aparte de prestigio también traía envidias y casuales robos, pensando en el robo como beneficio económico no era muy sabio porqué si bien se podía vender a un gran precio no había muchas personas que pudieran costearlo y el si tuviera como comprarlo seguramente era conocido de su legitimo dueño, teniendo en cuenta que las elites siempre han estado emparentadas, y lo acusaría por lo tanto podemos decir que el robo del caballo tenía como un fin el bajar el prestigio y orgullo de su propietario y elevar el del ladro ya que poseía un ejemplar distinguido. En los archivos de Antioquia se pueden observar estos casos.
Como se ha podido observar a lo largo de este trabajo las referencias en los libros solo aluden a la utilización del caballo, bien sea en la guerra, el transporte o incluso para demostrar estatus social, lo que no podemos observar son razones distintas para la tenencia de los caballos, claro, la humanidad a lo largo de la historia solo ha pensado a los animales como instrumento o alimento y este caso no es diferente.
El tema del caballo es algo poco trabajado en la historiografía colombiana, tendemos a hacer estudios políticos, económicos y sociales olvidando que este animal fue y es demasiado importante para la sociedad, los indígenas lo entendieron así en el siglo XVII y desarrollaron un grupo reconocido y prospero en los llanos, en la guerra de independencia, en las guerras civiles y demás conflictos violentos en nuestro territorio el caballo fue utilizado como arma y transporte sin embargo solo dedicamos breves párrafos al referirnos a estos animales.
La mentalidad de los colombianos en el siglo XIX con respecto hacia los caballos no dista mucho de la del siglo XXI, se veía como una herramienta de trabajo y un accesorio de lujo, simples y concretos usos económicos no muy diferentes de los de hoy en día con la diferencia que ahora hay grupos dedicados a su cuidado y protección ante la explotación, en la novela vemos personajes sensibles al dolor de este animal pero no representa a la totalidad de sus contemporáneos.
En países como argentina se encuentra gran literatura y trabajos históricos que ilustran y demuestran la importancia de los equinos en la vida de los humanos, además de ser un homenaje a la gran ayuda que nos proporcionan, en Colombia un lugar en donde su importancia no es menor pero si la atención que le damos es mínima.
El estudio sobre los animales es muy importante para la sociedad, son formas de vida que sienten y por lo tanto debemos respetarlos, utilizamos algunos animales para el trabajo pesado no estoy diciendo que no se deba hacer solo que se podría hacer sin tener que maltratarlos y proporcionarles una existencia dolorosa.
"Tú haces expedientes de suministros de caballos y reses, por costumbre; y no los hace el caballo por costumbre también, porque tú y el caballo, o mejor dicho, el caballo y tú (lo más noble se pone antes: regla de gramática), el caballo y tú estáis acostumbrados a muchas cosas que se hacen al revés y debieran ser al derecho. Porque si el hombre cobra el valor de ciertos caballos, ¡cuántos caballos no pudieran cobrar el valor de ciertos hombres!"[6]
BIBLIOGRAFIA
Marroquín, José Manuel. "El moro". Medellín, Bedout, 1975
Instituto Colombiano de Cultura Hispánica. "Geografía Humana de Colombia. Región Orinoquia (Tomo III Volumen 1)". Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica. 2000
Jurado, Juan Carlos. "La zoociedad antioqueña en los siglos XVIII y XIX". Biblioteca Virtual del Banco de la República. 2005.
Boletín Cultural y Bibliográfico. Número 46. Volumen XXXIV – 1997 – editado en 1998
Autor:
Robinson Alexis Baena Correa
[1] José María Vergara y Vergara
[2] Instituto Colombiano de Cultura Hispánica: “Geografía Humana de Colombia. Región Orinoquia (Tomo III Volumen 1)”.
[3] IBID 1
[4] “La zoociedad antioqueña en los siglos XVIII y XIX”, Juan Carlos Jurado, http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/enero1998/9703.htm
[5] Boletín Cultural y Bibliográfico. Número 46. Volumen XXXIV – 1997 – editado en 1998
[6] José María Vergara y Vergara
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