Idioma. Los Chibchas se expresaban con facilidad y su idioma era rico en matices. No tenían escritura, pero usaban signos y figuras. Desafortunadamente con el tiempo y la extinción sistemática de su raza, tales sistemas de comunicación desaparecieron.
Creencias y costumbres. Para sus ceremonias religiosas se dirigían a los templos o lagunas. Allí ofrecían a sus deidades esmeraldas y objetos de oro y barro cocido. Sacerdotes o jeques y caciques, antes de entrar en ejercicio de sus funciones, cumplían con ritos de purificación.
Leyendas. Proliferaron leyendas como la de Bachué, la de Bochica el protector y maestro, la de su continuador Nemequene, la de la formación del Salto del Tequendama y la leyenda del Dorado.
Fiestas. Sus festividades religiosas y sus peregrinaciones fueron frecuentes y aparatosas. El sol y la luna eran protectores de la agricultura, su actividad básica y a ellos estaban destinados los ritos más solemnes y los tributos máximos. Fueron politeístas o creyentes en numerosos dioses, como el dios de los orfebres, de los comerciantes, de los tejedores, de los cortadores de madera, de la embriaguez, de los atletas, de las siembras y las cosechas, etc. Las festividades profanas consistían en danzas acompañadas de cantos, música y abundantes libaciones de chicha. En ellas el deporte favorito fue sin duda el de las carreras de competencia. Celebraban sus fiestas con mucha solemnidad. Las procesiones eran muy concurridas. Los adoratorios más célebres fueron las lagunas de Guatavita, Siecha, Ubaque y Fúquene.
Organización Política. El pueblo Chibcha se movía dentro de una especie de monarquía férrea e implacable. De las voluntades despóticas del zipa o del zaque dependían vidas, bienes y honor de sus súbditos. Suyos eran el territorio, las tierras y el trabajo de los hombres subordinados. Los objetos de uso personal valiosos eran enterrados con el cadáver del propietario. Los Muiscas estaban organizados en tres grandes cacicatos o confederaciones: El de Bacatá (Bogotá), quien residía en Funza, era venerado por sus súbditos, poseía grandes riquezas y joyas, disfrutaba de casas de recreo. El de Hunza (Tunja) soberano de gran fama y el de Tundama (Duitama), célebre por ser un gran militar. Además había otros cacicatos menores como el de Sáchica, Ramiriquí y Soatá. Cada grupo de estos tenía su gobierno independiente, una jurisdicción territorial sobre una serie de poblados que les pagaban tributo. El jefe principal o cacique era obedecido por todos. Social y económicamente entre los Muiscas existieron seis clases o estamentos, así: los caciques, los jeques y los guerreros o guechas, los pregoneros o funcionarios que hacían conocer la voluntad del cacique y los comerciantes, los artesanos, los agricultores, los mineros en especial los que trabajaban en las minas de sal y esmeraldas y por último, los esclavos que, generalmente, eran prisioneros de guerra. Los ancianos eran muy respetados y formaban parte del consejo para ayudar a los caciques en el gobierno. Las leyes de los chibchas castigaban con rigor a quienes robaban, mentían o mataban. Su principal legislador fue el Zipa Nemequeme. Pagaban impuestos para sostener a los sacerdotes, a los ancianos y a los inválidos.
La guerra. Los Chibchas no eran belicosos. Las luchas más frecuentes eran entre el zipa y el zaque, permanentes enemigos. Como armas usaban varas de macanas puntiagudas o con puntas de piedra, dardos, hondas, hachas de piedra y arcos para disparar flechas. Cada soberano tenía su ejército para defenderse, en caso de ataque o guerra declarada.
Religión
Los jeques para desempeñar su oficio, se recluían por algún tiempo en un bohío solitario practicando el ayuno y luego dedicaban toda su vida a la religión. El hombre representaba la fuerza, el poder, la sabiduría y la prudencia. La mujer, la vida, la fertilidad y la organización. Eran cultivadores y consumidores de coca y tabaco. Dicho consumo tenía connotaciones religiosas. Adoraban al Sol a quien llamaban Sue y a la Luna, Chía. Rendían también culto al agua, al arco iris. Su dios principal fue Chimininchagua, quien era el origen de todo y fue quien creó la luz, pues el mundo antes era oscuro. Chibchacum era el dios protector y si se le ofendía, se vengaba.
Sua. Sua era el sol, padre de la vida y como tal regalaba alegría, fecundidad y bienestar.
Chía. Chía o la luna, era la esposa de Sua que les inspiraba emoción sagrada, amor y encanto. El arco iris sorpresa y compromiso.
Bachué .El origen de la humanidad lo situaban en las aguas de la laguna de Iguaque próxima a Tunja. De allí salió una mujer llamada Bachué, acompañada de un niño de tres años. Cuando creció se desposó con él y de esa pareja descendieron todos los seres humanos. Bachué les enseñó lecciones muy sabias en todos campos y ya anciana se dirigió con su marido a la laguna y ambos, convertidos en serpientes, se lanzaron a ella.
Bochica. Cuando se inundó la sabana de Bogotá los hombres estaban a punto de ahogarse, apareció Bochica, quien los salvó dándole salida a las aguas al formar el Salto del Tequendama. Bochica se convirtió desde entonces en patrono de los Muiscas. Lo representaban en el Arco iris, símbolo de las relaciones entre el sol, padre de la luz y el agua, padre de los hombres y principio de la vida. Según las tradiciones chibchas Bochica fue un personaje que influyó en sus vidas porque dio sabias enseñanzas e ilustró a los indios sobre la inmortalidad del alma y sobre los premios y castigos en una vida futura. Los indios por lo general rendían culto a los muertos y como creían en la inmortalidad del alma los enterraban con alimentos, joyas, vestidos, etc. La muerte era concebida como el comienzo de un viaje que los conduciría a un mundo donde la vida sería más fácil o más difícil, de acuerdo con el comportamiento que hubieran tenido en esta vida.
Ritos. Celebraban los ritos religiosos principalmente en las lagunas. Allí concurrían periódicamente en peregrinación a llevar sus ofrendas al Sol y a la Luna; poseían también adoratorios como los cojines del diablo en Tunja. El centro ceremonial del zipa estaba ubicado en la localidad de Chía (actual municipio de Cundinamarca), donde había un templo dedicado a la diosa Luna.
La adoración al Sol se llevada a cabo en el centro ceremonial del zaque en la población de Sogamoso. (Figura 4)
En la laguna de Guatavita tenía lugar el baño en oro del zaque del estado muisca, de la famosa leyenda de El Dorado. En la laguna de Guatavita, el cacique de la región, para rendir culto a los dioses se cubría el cuerpo con oro en polvo y se bañaba en ella; los indios completaban la ceremonia, arrojando a sus aguas esmeraldas y figuras de oro. Bochica fue otro personaje fundamental hombre de gran sabiduría, había aparecido por el oriente de la sabana de Bacatá y les enseñó amor al trabajo, respeto a las leyes y honestidad. De él aprendieron a tejer, a construir las viviendas y a comerciar. Una mujer mala Chíe les hizo olvidar las normas del profeta e introdujo la corrupción.
Como castigo la sabana se inundó hasta convertirse en un mar. Bochica escuchó las súplicas angustiosas, se presentó sobre el arco iris y con una vara de oro abrió el cauce formidable del Salto del Tequendama. Enviado de Bochica fue luego Nemqueteba. Además de las lagunas no les faltaron adoratorios, como el famoso templo de Sugamuxi consagrado al sol y memorable por las riquezas que albergaba y los adoratorios de Chita y Servitá.
Los templos y palacios contaban con amplios patios y cercados de gruesos maderos. Solían pintarse de rojo y los gobernantes en ellos adornarse con láminas de oro. En las fiestas lucían zarcillos, brazaletes, gargantillas, cascos, pecheras, cinturones, mantos, cetros y coronas de oro con esmeraldas. El hombre estaba formado de una parte corruptible y otra inmortal, la inmortal emprendía un viaje larguísimo. De aquí la costumbre de rodear los cadáveres de ollas con alimentos, de chicha, mantas y objetos de oro según se desprende del hallazgo de tumbas o guacas, ricas o pobres según las condiciones económicas del difunto. Dominaban el arte de embalsamar hasta el punto de que hoy se conservan en museos, como el Nacional de Bogotá, momias en impresionante estado de conservación.
Los cadáveres de los caciques y jeques eran llevados a lugares secretos que nadie podía revelar. El código de Nemequene y las enseñanzas de Bochica y de Nemqueteba formaron a la comunidad y la condujeron conforme a sus principios. La familia estaba integrada por el padre, la madre y los hijos. El matrimonio se efectuaba por compra: el pretendiente ofrecía por su compañera un bulto de maíz, un venado u otras especies, según su condición.
Entre los jefes existía la poligamia o unión con varias mujeres. Mientras el varón se dedicaba a la agricultura, la minería, la caza, la pesca, etc., la mujer preparaba los alimentos, tejía, cuidaba los niños, fabricaba la chicha. Desde niños los Chibchas eran formados en el trabajo que los hacía físicamente fuertes y hábiles para los menesteres de la agricultura, la caza, la minería y la guerra. No asistían a centros especiales sino que todo lo aprendían al lado de los adultos.
Economía
Pesca y caza. Pescaban en las lagunas; cazaban venados, armadillos y dantas; domesticaron los conejos y los pavos.
Agricultura. La agricultura fue actividad absorbente para los Chibchas y llegaron a ser expertos en ella. Tuvieron importantes conocimientos sobre los ciclos de la lluvia, los cambios de la luna y el cuidado de los cultivos Del maíz obtenían los más variados alimentos como la mazamorra, los bollos, la arepa y mediante el proceso de fermentación, la chicha. Cultivaron la papa, la yuca, la arracacha, los frijoles, los tomates, las auyamas, la calabaza y consumieron los frutos provenientes de los climas cálidos como la papaya, el aguacate, las guayabas, la chirimoya y la guama. El ají les sirvió como condimento y la coca para calmar el hambre. Con el tabaco se distraían y mataban los ratos de ocio. Además la coca y el tabaco fueron imprescindibles en las prácticas religiosas y de magia. Para curar las enfermedades contaron con las más variadas especies vegetales. Aún hoy los indios conocen como nadie las propiedades curativas de las hierbas y a ellas apelan antes que a productos farmacéuticos. Para mejorar la producción se valían de canales de regadío y de terrazas elaboradas con piedra y tierra. El algodón, materia prima de una de sus industrias principales lo canjeaban por sal, esmeraldas, oro y mantas con los vecinos de las tierras cálidas. La carne la obtenían de venados, peces, aves, conejos, armadillos, curíes, etc.
Minería. Explotaron minas de sal en Zipaquirá, Nemocón y Chita. La sal era canjeada por oro, piedras preciosas y tejidos como elemento insustituible, por las tribus más apartadas. Para formar panes o bloques, le evaporaban el agua en recipientes de barro que luego rompían. Las esmeraldas de Muzo y de Somondoco eran muy valiosas. El carbón para preparar los alimentos y evaporar la sal lo extraían en Sogamoso, Tópaga y Gámeza. Fueron orfebres notables, aunque el oro tenían que traerlo de otros lugares lejanos.
Tejidos. El clima frío obligó a los Muiscas a perfeccionar las técnicas del tejido. Las mujeres, hilaban el algodón y decoraban los tejidos con refinado gusto. El vestido consistía en una especie de túnica o una manta atada por las puntas en el hombro, fabricadas con telas gruesas de algodón y adornadas con rayas de colores (Figura 1). Los personajes principales vestían mantas más finas de distintos colores, estampadas con tintas de origen vegetal y mineral, para lo cual utilizaban rodillos y sellos de cerámica. Con ellas también amortajaban a los muertos. No utilizaban calzado. Utilizaban en la cabeza gorros de algodón o plumas vistosas de aves. No acostumbraban a cortarse los cabellos. Se pintaban con diferentes colores como el azul que obtenían del añil y el amarillo rojizo del achiote. Como joyas usaban aretes, collares, pectorales, brazaletes hechos de oro o con piedras de colores y huesos.
Cerámica. El continuo manejo de la arcilla hizo de ellos alfareros o ceramistas maestros. En sus tumbas se ha descubierto además husos para hilar, rodillos para imprimir los tejidos, instrumentos musicales, adornos, figuras y vasijas. Mezclaban barro de diferentes colores con el objeto de lograr efectos llamativos. Para moler el maíz usaban morteros y manos de piedra, alisadores de piedra para pulir la cerámica y agujas de hueso para coser. Para los jefes moldeaban banquillos de piedra y los demás se acomodaban en cuclillas, no usaban asientos.
Orfebrería. Entre la orfebrería muisca sobresalen los tunjos, pequeñas figuras humanas de una pieza en lámina delgada, en forma triangular, hechas en la técnica de la cera perdida. En los cementerios y santuarios indígenas se han encontrado muestras de estas piezas, como patenas, instrumentos musicales, vasijas y los tunjos o ídolos de oro.
Comercio y comunicaciones
Los productos de la agricultura, minería, tejidos y cerámica, cubrían el consumo y les permitía algún excedente para sus intercambios. Realizaban ferias o mercados en cada pueblo semanalmente. Como mercaderes practicaron el intercambio mercantil entre sus tierras frías y las de los llanos cálidos. Esto lo hacían a través de caravanas por sus caminos, algunos empedrados y con puentes colgantes, o por medio de trochas que les permitían llegar a sus clientes. Concurrían a Ráquira para el comercio de cerámica, a Zipaquirá para la sal, a Muzo y Somondoco para las esmeraldas, etc. Las cuentas las llevaban nudos en hebras de algodón o con montoncitos de granos. Se concentraban para sus mercados en Funza, Tocancipá y Turmequé. Intercambiaron, a través del sistema de trueque, la sal y a cambio recibían oro o piedras preciosas. El algodón lo obtenía también por intercambio y con él elaboraban ruanas o ponchos, que tejían y decoraban con estilo y colorido particular. Lograron desarrollar una industria textil de gran aceptación. Para comunicarse de lejos usaban los gritos. El transporte terrestre de carga lo hacían a sus espaldas. Para el transporte fluvial usaban canoas hechas de troncos ahuecados con fuego y hachas de piedra.
Las ciencias
Los cultivos dependían directamente del comportamiento del sol (Sua) y de la Luna (Chía). Dividían el año solar en cuatro épocas, delimitadas por los períodos de invierno y verano, que a su vez se subdividían de acuerdo a los cambios lunares. Utilizaron los dedos de las manos para contar y el palmo y el pie fueron sus medidas de longitud.
Autor:
Rafael Bolívar Grimaldos
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