El calendario como objeto religioso.
La cuestión acerca del calendario constituye un mero asunto de encajar los ciclos del sol con los de la luna; históricamente, la primera forma de computar el paso del tiempo fue lunar (tiempos paleolíticos, meses lunares), y cuando la evolución de los grupos humanos precisó del cómputo solar (Neolítico, vida sedentaria, ocupaciones agrícolas y ganaderas que dependen del ciclo anual), fué de primordial necesidad el buscar el encaje del ciclo sinódico de la Luna (fases) con el retorno del Sol al cabo del año. Visto todo ello desde nuestra óptica de hombres modernos, se trata de una cuestión mas de corte astronómica-matemática. Sin embargo, después de esto, en su momento, quienes estaban de tiempo completo en la observación del cielo, computar los movimientos de los astros, y, totalmente, quienes consagraron su vida a la medida del tiempo y decretaban las fiestas y los días de trabajo, eran sacerdotes. El lugar en el cual los primeros hombres se dedicaron a estas tareas fue el Oriente Medio, lugar donde surgieron las civilizaciones más tempranas: Sumeria, Caldea y, más tarde, Babilonia. De igual modo en Egipto, hubo un gran desarrollo de las matemáticas, pero, comparativamente, su astronomía era incipiente.
El calendario que todos conocemos y utilizamos es el calendario gregoriano, el cual debe su nombre al papa Gregorio XIII, que instauró sus reglas e introdujo su empleo en occidente desde el año 1582. Este calendario, el cual tiene ya una edad respetable, puede decirse que ha cumplido a cabalidad su misión durante más de cuatro siglos y ha sabido mantener en estrecha consonancia a las estaciones con la vida cotidiana y civil de los pueblos civilizados en su mayoría. Esto lo ampliaremos más adelante.
Siguiendo el planteamiento que propone Le Goff, en tanto el calendario como objeto religioso, dentro de estos se inscriben unos que fueron creados pensando en cierto tipo de creencias y acomodados a los dogmas y las conveniencias de ciertos grupos:
El Calendario Juliano es una corrección del calendario romano primitivo, Este calendario, establecido por Julio César, entró en vigencia el 1 de Enero del año 45 a. de C., un año antes de morir asesinado. Para ajustar el calendario a las estaciones se ampliaron a los 15 meses del año 46 a. de C., con una duración de 445 días. Esta adición fue necesaria para corregir el retraso de tres meses que se habían acumulado en relación con el año trópico. El año 46 a. de C., fue conocido como el año de la confusión a causa de su longitud; sin embargo, contribuyó de manera definitiva a acabar con el confusionismo que en la fecha era vigente. El sentido religioso que poseía este calendario estaba ligado más hacia la denominación de los nombres, procedentes también del calendario romano y del cual esta vigente en el calendario gregoriano. Sin afán de divagar, se presenta esta información que puede resultar válida en el apoyo a nuestra tesis (o la de Le Goff):
ENERO: (lanuarius) el nombre procede de Jano, el dios romano de las puertas y los comienzos. El 1 de enero, los romanos ofrecían sacrificios a Jano para que bendijera el nuevo año. Su símbolo era una cabeza de dos caras, mirando al este y al oeste, por donde sale y se pone el sol.
FEBRERO: (Febrearius) el nombre procede de la palabra latina februa que se refería a los festivales de la purificación celebrados en la antigua Roma durante este mes. MARZO (Martius): Para los romanos, que nombraron este mes en honor del dios de la guerra, Marte, era el primero del año.
ABRIL (Aprilis): Los romanos dieron a este mes el nombre de abril, derivado de aperire ("abrir"), probablemente porque es la estación en la que empiezan a abrirse las flores.
MAYO (Maius): Era el tercer mes en el antiguo calendario romano y tradicionalmente se acepta que debe su nombre a Maia, la diosa romana de la primavera y los cultivos. Las celebraciones en honor de Flora, la diosa de las flores, alcanzaban su punto culminante en la antigua Roma el 1 de mayo. En Europa se levantaban mayos (palos de mayo) en las aldeas adornados con espinos en flor el 1 de mayo.
JUNIO (Iunius): La etimología del nombre es dudosa. Diferentes autoridades derivan el nombre de la diosa romana Juno, la diosa del matrimonio, o del nombre de un clan romano, Junius. Otra teoría localiza el origen del nombre en el latín iuniores (jóvenes) en oposición a maiores (mayores) para mayo, que son los dos meses dedicados a la juventud y a la vejez respectivamente. Junio era el cuarto mes en el antiguo calendario romano.
JULIO (Quíntilis): Era el quinto mes del año en el calendario romano primitivo y por eso fue llamado Quintilis, o quinto mes, por los romanos. Fue el mes en el que nació Julio César, y en el 44 a.C., año de su asesinato, el mes recibió el nombre de julio en su honor.
AGOSTO (Sextilis): Dado que era el sexto mes del calendario romano, que comienza en marzo, fue originalmente llamado Sextilis (en latín, sextus, 'sexto'). Se le dio el nombre actual en honor del primero de los emperadores romanos, César Octavio Augusto, por algunos de los más afortunados acontecimientos de su vida ocurridos durante este mes.
SEPTIEMBRE (September): Era el séptimo mes del calendario romano y toma su nombre de la palabra latina septem, siete.
OCTUBRE (October): Octubre era el octavo mes del antiguo calendario romano, tal como su nombre, octubre (en latín octo, ocho), pone de manifiesto. NOVIEMBRE (November): Entre los romanos era el noveno mes del año (en latín, novem).
DICIEMBRE (December): Diciembre era el décimo mes (en latín, decem, 'diez') en el calendario romano.
Como punto importante, cabe destacar aquí y asintiendo lo dicho por Le Goff, el calendario es un influyente objeto de poder, y es el hecho de que originalmente el mes de Febrero tenía 29 días los años normales y 30 los bisiestos, pero al haber sido los meses del antiguo calendario Quíntilis y Séxtilis renombrados como Julio y Agosto, en honor de Julio César y César Augusto respectivamente, se decidió que el mes de Agosto tuviera 31 días en vez de los 30 que originalmente tenía Séxtilis. Para ello se le quitó un día a Febrero. La razón política para ello, fue el evitar que César Augusto pudiera haber sido considerado como inferior a Julio César. Asimismo, como se dijo anteriormente los sacerdotes encargados de medir el tiempo eran astrólogos, y, de hecho, religión y astrología marchaban juntas formando una unidad inseparable. Los astros se convirtieron en dioses, y debido a ello recibieron adoración. Alrededor a los planetas y las estrellas se forjaron doctrinas religiosas, aunque también algunas teorías científicas en el sentido actual de la palabra; se buscó una solución aritmética para dar entendimiento a la sociedad sobre el movimiento de los astros, y otra solución física para explicar su influjo sobre la Tierra (la luz y el calor, los "aspectos" astrológicos, la música de las esferas, etc.).
Al durar el año juliano aproximadamente 11 m y 14 s más que el año trópico, acumula un error de un día cada 128 años. En 1477 el equinoccio de primavera se había adelantado al 11 de marzo. A la Iglesia le preocupó este error que afectaba a la celebración de la Pascua de Resurrección y otras fiestas movibles que dependen de ella.
El Papa Gregorio XIII nombró una comisión para revisar el Calendario Juliano, de forma que la Pascua continuara coincidiendo con el principio de la primavera. Según Miguel Angel Sabadell, ilio Ghiraldi (o Aloysius Lilius), médico de Verona, ideó el nuevo sistema; Cristóbal Clavius (1537-1612), astrónomo y matemático jesuita, fue quien hizo los cómputos que le sirvieron de base. En marzo de 1582, el papa Gregorio XIII abolió el Calendario Juliano, estableció el 1 de enero como principio del nuevo año y le restó 10 días en forma que el viernes 15 de octubre siguiera al jueves 4 de octubre. Este ajuste devolvió en el año 1583 el equinoccio vernal al 21 de marzo, fecha en que tal equinoccio se produjo en el año 325 del Señor, en que se reunió el Concilio de Nícea, que tomó el acuerdo de celebrar la Pascua el primer domingo siguiente a la Luna llena ocurrida el 21 de marzo o después de este día.
El Calendario Gregoriano, que acumula un error de sólo un día en más de 3000 años, fue adoptado prontamente por todas las naciones que profesaban la religión católica y la mayoría de los protestantes, aunque algunos de éstos difirieron su adopción bastantes años. Ejemplo de ellos es Inglaterra, quien no remplazó el Calendario Juliano por el Gregoriano hasta el año 1752 (al Miércoles 2 de Septiembre de 1752 según el calendario Juliano, siguió el Jueves 14 de Septiembre de ese mismo año 1752, según el Calendario Gregoriano) y la confusión de fechas, imperante en esa época en la Gran Bretaña y sus colonias por la utilización simultánea de ambos calendarios, constituye todavía una dificultad para los historiadores. Todos los países occidentales (y virtualmente el mundo entero civilizado) utilizan hoy el Calendario Gregoriano.
Viendo todas las reformas y reiterando la característica imperante del calendario como objeto religioso, salta a la vista la importancia de la cuestión religiosa. Tenemos en cuenta de modo particular el calendario gregoriano, lo que equivale históricamente a hablar de religión católica, de cristianismo. Aquí nos encontramos con una estela de elipsis, de ignorancia consentida o favorecida, de complicidades. Existen en la humanidad épocas tan oscuras como el de la llamada Santa Inquisición; o el de los propios tiempos de la implantación del cristianismo en Europa, que supuso el arrasamiento de las religiones antiguas, de las cuales sólo nos quedan algunos retazos para poder reconstruirlas y comprenderlas (Courderc, 1956:235). Y, de igual forma, los mismos orígenes de la religión cristiana son míticos, ligeramente se encuentran manifestaciones históricas de los primeros tiempos y los primeros santos, predominando la costumbre y la alegoría sobre lo constatable.
El calendario, objeto social
Reiterando lo dicho anteriormente, el calendario gregoriano es básicamente un calendario cristiano. El calendario oficial de la Iglesia cristiana es la relación anual de las fiestas, los días de los santos y las festividades de la Iglesia, con las fechas del calendario civil en las que tienen lugar. Estas incluyen las fiestas fijas, como Navidad, y las fiestas móviles, que dependen de la fecha de Pascua. "El calendario más importante de la Iglesia primitiva fue compilado por Furius Dionisius Philocalus hacia el año 354. Después de la Reforma, la Iglesia Luterana alemana conservó el calendario romano, lo mismo que la Iglesia de Inglaterra y algunas otras Iglesias anglicanas." Las principales estaciones del calendario eclesiástico observadas por la mayoría de los cristianos son, por orden, Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma, Pascua, Ascensión, Pentecostés y Trinidad.
En este sentido, y tomando como base estas "estaciones", el ser humano ha forjado toda su vida social en relación a los "tiempos" que un calendario les proporciona; podemos caracterizar, al igual que Le Goff, al calendario como un instrumento que se liga a toda la vida social y civil de la humanidad. La actividad diaria se halla regida por el ciclo de iluminación solar, y en el año por un calendario tradicional donde la religión, el folclore y las cuestiones sociolaborales se entremezclaban de un modo difícilmente comprensible ahora para nosotros. El calendario como instrumento de poder encauza todas las relaciones del hombre con su tiempo y con las cosas que realiza. Un ejemplo claro de ello es el primitivo calendario babilónico, de tipo lunar. Al principio, el año babilónico estaba constituido por 12 meses de 30 días, es decir, que tenía casi 5 días y 1/4 menos. Al cabo de algunos años, el «mes de arar», por ejemplo, no se ajustaba a tal faena agrícola. Posteriormente se acortaron algunos meses para acomodar más exactamente el calendario a la aparición regular de la Luna nueva. Esta medida desajustó aún más el calendario con las estaciones. Los babilonios resolvieron posteriormente esta dificultad intercalando un nuevo mes de acuerdo con un ciclo determinado y con respecto al calendario creado pudieron realizar todas sus actividades en la que se ocupaban en ese entonces (Assín, 1970:45).
Como el calendario rige la vida social del hombre y afecta sus intereses, la historia nos muestra que se ha hecho –por parte de ciertos grupos- todas las formas posibles para crear un sistema calendario que se "adapte" a esos intereses, El Calendario Revolucionario, o también llamado Republicano, es un ejemplo claro de ello; entró en vigor en Francia el día 24 de Octubre de 1793, algo más de un año después de la proclamación de la República Francesa.
Durante la revolución francesa, el pueblo quiso liberarse de sus opresores, y es en este ambiente precursor de la abolición de la monarquía y de la nobleza en el que empieza a cuestionarse el Calendario Gregoriano, utilizado hasta entonces. Los primeros ataques contra el calendario convencional ya se habían producido en 1785 y 1788. Existía cierta intención de independizar al calendario de sus implicaciones cristianas. Después de la toma de la Bastilla en Julio de 1789, las demandas para la reforma del calendario se hicieron más poderosas, y en un principio el nuevo calendario iba a empezar con el primer día de libertad (14 de Julio de 1789).
Los nombres de los nuevos meses fueron propuestos por Phillipe Fabre d'Eglantine. Un equipo de científicos, poetas, pintores, etc estuvieron trabajando durante varios meses en la elaboración del nuevo calendario. El resultado del trabajo de este equipo fue enviado a la Convención Nacional en Septiembre de ese mismo año. Este trabajo fue aceptado completamente, y se estableció como ley el 5 de Octubre. Entró en vigor el 24 de Octubre.
"El año quedaba dividido en 12 meses, de 30 días cada uno, y subdivididos en tres periodos de 10 días conocidos como décadas; el último día de cada década era de descanso. Se consideró oportuno dividir el tiempo en intervalos de diez días en vez de siete, ya que el diez es la base del sistema de numeración". Los cinco días que quedaban al final del año (aproximadamente del 17 al 21 de septiembre en el Calendario Gregoriano) eran considerados fiesta nacional, en los años bisiestos eran seis días en vez de cinco. El primer año bajo el nuevo sistema se conoció como An I (año I), el segundo como An II, y así sucesivamente.
Los días de la década recibían los siguientes nombres:
- Prímidi
- Dúodi
- Tridi
- Quártidi
- Quíntidi
- Séxtidi
- Séptidi
- Óctidi
- Nónidi
- Décadi
Con esta nueva denominación, los tradicionales días de la semana: Lunes, Martes, etc, quedaban en el olvido. Esto posee una gran importancia cultural sobre la sociedad la desaparición de la tradicional semana de siete días (en el mundo judeo-cristiano e islámico).
En lugar de los santos asociados a cada día en el calendario cristiano, en el almanaque revolucionario aparecían asociados a cada día los nombres de diversos objetos bucólicos para la contemplación diaria. Estos consistían en diferentes cultivos, frutas y flores para los días laborables, para el décimo día se asociaba algún instrumento utilizado en la agricultura. Para el quinto día un animal, también relacionado con la agricultura.
Posteriormente, se tomó la decisión de que el año en el Calendario Revolucionario debería comenzar con el equinoccio de otoño. Esta decisión es una muestra más de la importancia que durante la Revolución Francesa, se concedió a la Razón a la hora de organizar la sociedad humana. De esta manera, el calendario se podría ajustar mucho mejor a las actividades de la agricultura, también al curso académico, que debe comenzar después del descanso estival, etc. y es algo que se asemeja a lo que Elias (1989) en cuanto a la simbologia del calendario: "El conjunto de los símbolos del calendario es, en sociedades más complejas, impresicindible también para regular los tratos entre hombres; por ejemplo, la determinación de las vacaciones y la vigencia de los contratos." Casualmente la proclamación de la I República Francesa el 22 de Septiembre de 1792 (1 de Vendimiario del año1) coincide con el equinoccio de otoño de aquel año.
Este calendario se situaba al interior de las medidas encaminadas a la sustitución de los antiguos sistemas tradicionales de medición y peso, por el sistema métrico decimal, muy superior desde el punto de vista racional.
El calendario revolucionario es una manera de promulgar una nueva forma de pensar ante lo que la tradición ha impuesto, este calendario se convierte en un signo que puede considerarse hasta cierto punto un intento de descristianización de la sociedad, ya que los Calendarios Juliano y Gregoriano utilizados hasta entonces, tienen importantes implicaciones cristianas. Siguiendo a Sabadell (1992), el concepto de semana de siete días está fuertemente arraigado en las tres grandes religiones monoteístas, y su sustitución por la mucho más racional década de diez días, pretende disminuir la influencia sobre la sociedad de la tradición cultural de tales religiones, especialmente la cristiana. No debe olvidarse que en la Francia Revolucionaria fue abolido el cristianismo, e instaurado el culto a la Razón. Utilizando un nuevo calendario totalmente basado en la Razón, y abandonando el calendario cristiano anterior, muchos revolucionarios confiaban en que algo que tan importante influencia tiene en la sociedad en su vida diaria, como es el calendario, ayudaría al hombre a olvidar la influencia del cristianismo, que no consideraban demasiado positiva. La posición de la Iglesia de aquel entonces, favorable al mantenimiento del antiguo régimen, no parecía tener unos ideales demasiado coincidentes con los de la Revolución: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
A modo de conclusión
Le Goff aporta un elemento de vital importancia para comprender e interpretar la creación del sistema calendario a la luz de una máxima que quizá inicialmente puede parecer elemental: calendario como objeto religioso, social y de poder, pero que posee un trasfondo que no lleva un simple siglo de venir gestándose; son miles de años en los que el hombre trata de crear algo que finalmente terminará por encasillar su propia vida.
El calendario entonces, a través de todas sus formas y sus versiones intenta imponer un modo de pensar que siempre se ligara a todas las significaciones humanas que presenta una piel que sólo muestra un afán por adaptarse a las condiciones de la misma naturaleza, pero que por dentro son implicaciones de corte religioso y de creencias.
Por ello, la frase con la comienza este escrito no queda en aire, es la concepción que desde el principio se tuvo (y el principio es religioso, de allí se deriva lo demás) y tal vez es la que siempre se tendrá, hasta el día en que las humanidad entera recuerde la revolución francesa y replantee sus actividades y sus relaciones. De igual forma, este calendario, sea basado en cualquier sistema o método, marca los ritmos de trabajo y descanso, así como el de las fiestas civiles y religiosas, y se ha convertido en un instrumento primordial que como se dijo anteriormente rige la vida de las personas.
Finalmente, más que dar juicios de valor ante las apreciaciones que se tejen en las formas de ver los calendarios para las sociedades, es pensar detenidamente en la utilidad de éstos para las mismas y cómo podemos ingeniarnos para que el yugo del poder subliminal que está detrás de cada fecha no nos afecte, aunque parece imposible…
BIBLIOGRAFÍA
Le Goff, Jacques. El orden de la memoria: el tiempo como impaginario. Barcelona. Paidós. 1991
BUNGE, Mario. ¿Existe el tiempo? Tomado de página Web sin referencia.
MORCILLO CROVETTO, Aquilino. La pervivencia del sistema sexagesimal. Revista BIT. Nº 109
COURDERC, Paul. El calendario. Salvat Editores. España. (1956)
SABADELL, Miguel Angel. Arqueoastronomía: ¿Existió la estrella de Belén? Tribuna de Astronomía. Enero 1992
ASSIN, Martín. Astronomía. Editorial Paraninfo. España. 1970
ELIAS, Norbert. Sobre el tiempo. Fondo de cultura económica. Madrid. 1989
Enciclopedia DURBAN. 1999
Rajchenberg, Enrique y Héau-Lambert, Catherine. Tiempo, calendarios y relojes. En: Estudios sociológicos. (México) Vol. 20 Nº 59. May-Ago 2002.
Dimas Tomás Meneses Sánchez
Licenciado en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales.
Facultad de Educación – Universidad de Antioquia. Medellín
Colombia, Medellín. Mayo de 2007.
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