El astrónomo moderno se divorcia del aspecto espiritual de las Astrología, a la que desdeña y tilda de supersticiosa explotación por la eventualidad de que la Astronomía señala ocho planetas principales en nuestro sistema solar: Neptuno, Urano, Saturno, Júpiter, Marte, Tierra, Venus y Mercurio. Él, con ayuda del telescopio ve que existen y piensa que de este modo ha probado que le Religión no conoce nada del asunto cuando afirma que hay solamente siete planetas principales. El místico, sin embargo, se apoya en la Ley de Bode en vindicación del aserto que sigue: Neptuno ya no pertenece realmente a nuestro sistema solar, pues éste no es sino la encarnación de un gran espíritu de las Jerarquías Creadoras que, en calidad de mensajero espiritual, nos viene a visitar, influenciándonos normalmente desde el Zodíaco. Este genio planetario trabaja de manera particular con aquéllos que se están preparando para la iniciación y, parcialmente, con quienes de un modo u otro estudian Astrología y la aplican y ponen en práctica en su vida diaria con el deseo de servir a los demás, pues de esta forma se preparan para el camino propio de la iniciación. En cualquier caso, como bien sabemos por medio de la Geografía, los planetas giran alrededor del Sol, que es el punto céntrico de nuestro sistema solar, siendo los más pequeños los que describen órbitas más reducidas y los que giran con mayor velocidad en razón de hallarse más próximos al Sol, y los grandes, que por encontrarse más alejados describen órbitas más grandes, son los que giran más lentamente, siendo constantes estas características. Además del movimiento de traslación, los planetas describen el de rotación sobre sus ejes, siguiendo el mismo sentido de orientación que el de su órbita, o sea, de Oeste a Este, el que se denomina "rotación diurnal". Los ejes de un planeta pueden ser bien perpendiculares o bien oblicuos en relación a sus órbitas, oscilando dicha inclinación entre los 3º de Júpiter a los 102 de Urano y aún los 155 de Neptuno por la razón que luego se dirá. Las inclinaciones de los ejes de los planetas no coinciden en todos los casos con los datos facilitados o estudiados por la ciencia física o material, como tampoco compartimos en este caso su opinión de que estas inclinaciones permanezcan prácticamente inmutables salvo por un ligero movimiento llamado "nudación", dado que en los planetas existe un tercer movimiento sumamente lento – cerca de 50 segundos de espacio por siglo, por lo que una revolución completa de los ejes de la Tierra se realiza en 2 ¼ millones de años aproximadamente – a cuya influencia deberemos que lo que hoy tenemos como Norte de la Tierra haya de ser visto en el futuro, tal y como ya ocurriera en el pasado, apuntando directamente hacia el Sol, y mucho tiempo después se coloque en la posición planetaria que actualmente tiene el polo Sur, para, tras siglos y siglos, alcanzar de nuevo la posición presente. Es obvio que mediante los presuntos cambios es como podrán modificarse las condiciones climáticas de los países en general, al sucederse los hielos y los trópicos en todos los puntos de cada planeta. Hemos de señalar, no obstante, que siempre ha habido cambios imprevistos cuando, por ejemplo, ha ocurrido que lo que es el polo Norte se ha orientado directamente hacia el Sol. Entonces, y en esas circunstancias, el hemisferio Sur estuvo constantemente en la oscuridad y dominado por el frío de semejante época. Las condiciones resultantes causaron la última vez un vuelco repentino de nuestro globo, si bien, después de esa época, el espíritu que guiaba la Tierra desde fuera ha penetrado dentro de su esfera y tal suceso ha de resultar en delante de todo punto imposible. Es por medio de este movimiento por el que puede explicarse la presencia de restos de flora y fauna encontrados en el polo sin que puedan ser atribuidos a otra causa, demostrando a la vez que con el transcurso del tiempo, y cuando la inclinación de los ejes de cualquier planeta sea mayor de 90 grados y su polo Norte comience a apuntar hacia el Sur, los satélites de tal planeta han de aparecer como si girasen en dirección contraria a la de los satélites del resto de planetas, cual es el caso de los satélites de Urano y Neptuno – como más atrás hemos advertido – lo cual es hecho de gran confusión para los astrónomos. En su virtud, para Urano y Neptuno, el Sol sale por el Oeste y se pone por el Este, siendo ello debido a la inversión de los polos. Si bien es cierto que al principio de nuestra presente fase de evolución todo lo que ahora se encuentra fuera del Sol se hallaba dentro, ello fue debido a que no todos los seres pudieron continuar vibrando con el grado que allí había; por tanto, muchos se quedaron atrás, se cristalizaron, lo cual los convirtió en un obstáculo para los demás seres evolucionantes. Habiendo comenzado su cristalización en los polos, donde el movimiento es lento, el propio aumento del peso los arrastró gradualmente hacia el Ecuador, donde el movimiento es más rápido, para después, y en su día, mediante la fuerza centrífuga, ser expulsados del Sol. Del mismo modo y de forma sucesiva ocurrió con otros seres, los cuales tampoco habían podido continuar viviendo bajo la intensidad vibratoria que reinaba en el Sol, por lo que habiéndose rezagado, acabaron siendo lanzados a su debida distancia al espacio, a fin de que las vibraciones solares pudieran dotarlos de la propia rapidez vibratoria, acorde siempre con su respectivo grado de desarrollo. Los espíritus más avanzados permanecieron por tanto en el Sol o más cerca del Sol, lo que hace que calificar de "inferior" o "superior" a unos u otros planetas, habría de hacerse no por la cercanía al Sol, sino por la mayor o menor rata vibratoria de que en sí mismos disponen. Júpiter, no obstante, y en evitación de cualquier mala interpretación, fue expulsado pero se le dio un inmenso volumen de sustancia ígnea por el hecho de que los jupiterianos habían conseguido un estado de desarrollo muy elevado, lo cual requería tanto vibraciones altas como acción independiente a un tiempo. Por consiguiente, Júpiter viene a ser una excepción en varios sentidos, uno de esos casos en los que una ley superior posterga a otra inferior.
Para concluir este expreso apunte, queremos reiterar que los planetas de nuestro sistema solar son los organismos visibles de los Siete Espíritus delante del Trono de Dios, el Sol, y que al igual que nos es posible transmitir la fuerza capaz de mover conmutadores para encender una luz, elevar una palanca o enviar órdenes concretas y en determinado sentido a través del ordenador, del mismo modo esos Grandes Espíritus pueden ejercer una influencia sobre los seres humanos de acuerdo y en armonía con nuestro estado de progreso individual. Desde otro punto de vista, y en cuanto a la utilidad de la astrología en la vida de cualquier persona, podríamos formularnos la siguiente pregunta: ¿ los aspectos que presenta nuestro horóscopo, podremos modificarlos por medio de nuestra voluntad ? Y la contestación imperiosa e inmediata es sí. Porque, de no ser así, más nos valiera, cual antiguos estoicos, sentarnos o acostarnos para esperar la segura e implacable llegada de la muerte. Pero afortunadamente las cosas no son de esta manera, porque si ello fuese de esa forma ¿ qué bien nos podría reportar el estudio de la astrología ? Efectivamente ninguno. En cambio, si sabemos que en el horóscopo no se refleja de ninguna manera lo que atañe a la voluntad del individuo, y que los aspectos de la carta natal, así como los que en sus tránsitos y progresiones se refieren sólo y exclusivamente a meras tendencias, la cuestión y el enfoque nos harán cambiar radicalmente. ¿ Podemos traer aquí el ejemplo tan manido de aquellos dos veleros, que bajo el mismo viento marchaban sin embargo en direcciones contrarias ? Por tanto ¿ no es acaso la actitud de cada cual lo que hará que unos se dejen arrastrar por los vientos reinantes de la vida y que otros, en cambio, logren no sólo desactivarlos sino progresar con ellos poniéndolos a su favor ? Tal es la expresión de la voluntad: enfrentarse a los vientos y vencerlos o en otro caso dejarse llevar por ellos hacia las rocas y el desastre. De aquí que, si bien es cierto que le inmensa mayoría se deja arrastrar por las tendencias – mostradas por las configuraciones planetarias – no es menos interesante por tal motivo estudiar astrología para, habiendo previsto lo que ha de acontecer, tomar las precauciones necesarias y ejercer nuestro dominio de voluntad para evitar el daño y llegar con bien a puerto, a alcanzar nuevos aspectos de armonía y bienestar. Las estrellas, por tanto, se dice que impelen pero que no compelen. Este es el fundamento y fuerza motriz para actuar, dado que podemos y debemos cambiar nuestro destino si este nos disgusta. Piénsese que, en los tiempos antiguos, y debido a nuestra andadura infante como humanos, las estrellas nos han dominado porque nuestra voluntad se había quedado inerme frente al karma que nosotros mismos habíamos contraído y que por tanto las estrellas diseñaban. Actualmente, más evolucionados, ya más sabios y perfectos, con más entendimiento y determinación, nos hemos capacitado para salir al encuentro de nuestro mal destino y enderezarlo tal cual deseemos. Tenemos una voluntad divina y nadie puede disponer de ella sino nosotros mismos. De otra parte, es por medio de la astrología como podremos obtener una amplia comprensión acerca del plan divino de evolución, pues cada posición y aspecto de los planetas entre sí, con relación a los signos y las casas, representan para todos y cada uno de nosotros aquellas oportunidades que requiere la evolución de manera conjunta y separadamente. Es por ello que, al obtener este conocimiento y su debida comprensión, él debe prestarnos una gran esperanza en aras a esperar los momentos más espinosos con esa mentalidad positiva que tanto conforta y nos hace crecer anímica y espiritualmente. Reseñamos que si realmente los padres tienen por medio de la astrología una oportunidad de oro a fin de prever las crisis de sus hijos y tratar de infundirles virtud frente a vicios contraídos en su karma anterior, diremos que, por lo que hace a la sanación, al campo astrológico no tiene dimensión alcanzable. El horóscopo al nacimiento nos señalará las enfermedades incipientes desde aquél hasta la muerte, por lo que si tuviésemos conocimiento del día o días en que las crisis han de manifestarse, es decir, estando previamente advertidos, bien podríamos hacerles frente tal y como arriba hemos señalado, puesto que la astrología no sólo tiene en cuenta el aspecto material del ser sino también el del alma que lo define. Es notorio, no obstante, que a pesar de que los médicos modernos conocen que el estado de la sangre y, por ende, el de todo el cuerpo, cambia en función del estado de ánimo del paciente, son aún muy pocos los que aceptan el hecho de que tanto nuestros estados orgánicos como mentales están influidos por los rayos planetarios, los que, por otra parte, se encuentran en continuo cambio, debido al movimiento incesante de los planetas. Por ello, sí querríamos sugerir que, al igual que aceptamos que los rayos del sol nos llegan y afectan nuestros estados mentales y físicos de muy distinta manera, de acuerdo con la hora del día ¿ por qué no admitirlo para los rayos que vienen y llegan procedentes de los planetas más lentos que el sol ? La deducción resulta de gran lógica: habrá momentos más oportunos, más propicios que otros para llevar a cabo la curación de una determinada enfermedad o para el tratamiento con medicamentos preparados al respecto.
Algunos médicos ya lo están llevando a cabo así porque sus posibilidades de diagnosis y tratamiento resultan mucho más acertadas. De semejante modo ¿ por qué hay médicos que procuran que sus intervenciones quirúrgicas tengan lugar en la fase lunar del cuarto creciente ? Sencillamente porque han obtenido el conocimiento práctico de que, cuando una intervención o proceso médico tiene su comienzo en esta fase lunar, la operación tendrá éxito o el proceso saldrá con bien, mientras que si una u otro tuviesen lugar o comienzo en la fase opuesta, en decir, en menguante, siempre ocurrirían complicaciones o el proceso devendría de difícil aplicación y resultado. Y del mismo modo, si hubiese que aplicar alguna dosis de estimulantes o sedantes, debemos decir que los primeros tendrán una acción más eficiente con la luna en creciente, mientras que los segundos la tendrían en menguante, por lo que la dosis, a efectos de controlar el dolor debidamente, acaso deba ser rebajada o aumentada según cada caso. De manera similar, cuando la luna creciente se encuentra en buen aspecto con Venus y Júpiter, ello implicará los mejores resultados en la estimulación cardiaca, por lo que las palpitaciones tendrán un tratamiento más eficaz cuando la luna está en menguante y los aspectos citados son favorables. De aquí que, por la mera aplicación de este rudimento astrológico, el hecho de la curación pueda resultar notoriamente acrecentado. No olvidemos en ningún caso que las discordancias que expresamos como dolor o enfermedades no son provocados sino por discordias espirituales internas al quebrantar las leyes de la vida, por lo que si fuésemos capaces de tomar conocimiento acerca de cuáles sean las causas que nos afligen, sin duda procuraríamos eliminar tales causas a fin de que las enfermedades cesasen. Tal información, insistimos, no se conoce si no es a través de la carta natal, pues en ella cada planeta y signo expresan armonía o discordancia, salud o enfermedad.
Antonio Justel
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