Algunas premisas para la formación de estrategias de aprendizaje en la tradición del pensamiento pedagógico cubano
Enviado por Camilo B. Armas Velasco
- Cuba, finales del siglo XVIII al XIX
- Segunda mitad del siglo XIX hacia primera mitad del siglo XX
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
Las estrategias de aprendizaje fueron tratadas por primera vez en la ciencia psicológica como un contenido imprescindible en el proceso de aprendizaje, aunque en su trasfondo e implementación, la pedagogía no estuvo ausente a lo largo de doscientos años.
Figuras importantes en la pedagogía cubana e incluso universal, reconocieron desde su obra la importancia de este tipo de estrategias para aprender. Un aprendizaje basado en la toma de conciencia, la planificación objetiva de las acciones para aprender, así como en los principios éticos y axiológicos, aseguran el buen resultado y por ende se eleva la calidad del proceso educativo.
Lo anterior se fundamenta en una filosofía de la enseñanza que parte de considerar la integración de todos los conocimientos y sus métodos como una unidad que propicie en el estudiante la formación de la independencia cognoscitiva y su autorregulación en el aprendizaje.
La historia revela cómo fueron considerados estos aspectos desde el siglo XVIII hasta el pasado siglo. Su impronta no permitió denominarlas estrategias de aprendizaje, pero el autor de este artículo retoma desde el pensamiento pedagógico algunos puntos de contacto entre las estrategias de aprendizaje y el legado pedagógico cubano, por lo que este constituye el principal objetivo del artículo. Por tanto el lector solo encontrará algunas ideas para la fundamentación de una propuesta que se dirige a la formación de estrategias de aprendizaje en los estudiantes.
Cuba, finales del siglo XVIII al XIX
Históricamente los pensadores cubanos (entre ellos F. Varela (1787-1853), Luz y Caballero (1800-1862) trabajaron la enseñanza y el aprendizaje desde perspectivas que desafiaron la corriente escolástica de la época. Varela se dedicó por mucho tiempo al desarrollo de las habilidades del pensamiento. Consideraba que era importante la enseñanza de la lógica, pero a través de una estrategia de pensamiento. En este sentido se puede considerar el pionero en el estudio de las estrategias de aprendizaje en Cuba.
A sus inicios el trabajo de Varela con el pensamiento se redujo desde el punto de vista pedagógico, pues lo colocó en un plano epistemológico y conceptual. En su esencia no propició el desarrollo del verdadero pensamiento cubano: su identidad, y los sentimientos patrios. La crisis de identidad que caracterizó aquella época demandó de un pensamiento de esa naturaleza.
El padre Varela entendió que no era posible formar al nuevo cubano sin que estuviese acompañado de los principios, valores, y un pensamiento ético, acorde al modelo de hombre que se aspiraba desde su filosofía independentista.
La influencia de la filosofía europea gobernaba la instrucción pública, siendo la Ilustración la corriente típica de la época. Diferenciarlo de la ideología colonialista era una tarea que la educación tenía que cumplir para enseñar a pensar al cubano en sí mismo y en lo cubano. Por este motivo Varela decidió escribir un manual de moral para la juventud.
Los estudiantes eran objeto de los métodos reproductivos, y el resultante fundamental era el divorcio de la teoría con la práctica. Se obtenía un aprendizaje memorístico a niveles muy concretos en el plano del conocimiento teórico. Para ello se utilizaron diferentes recursos nemotécnicos en la reproducción de los contenidos sobre la base de la repetición y el reforzamiento del estímulo.
Aunque no se identificaba un enfoque psicológico, dada la impronta de la enseñanza a fínales del siglo XVIII, pudiera pensarse en el Conductismo más clásico.
No obstante es sumamente interesante la metodología que propuso Varela, la cual rompía totalmente con lo anterior.
Varela propone para la enseñanza un interesante método didáctico, que se concreta en el método explicativo, el cual se introdujo en la enseñanza secundaria de la época.[1]
1. Partir de la activación de las potencialidades intelectuales del alumno, para llevarlo a conocer el origen y la estructura de las ideas.
2. Iniciar el estudio de la naturaleza y de la sociedad, mediante la observación, la experimentación y los conocimientos empíricos que eran necesariamente ampliados y profundizados, dadas las posibilidades intelectuales que ya alcanzaban los alumnos.
3. Arribar a las generalizaciones y sistematizaciones (nivel teórico) a partir de activar plenamente el proceso de reflexión.
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