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Nuevas tecnologías en tiempo de paradojas (página 2)

Enviado por Osvaldo Le�n


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La revolución digital

El vertiginoso desarrollo que a lo largo de las dos últimas décadas ha registrado la información y la comunicación se sustenta, básicamente, en dos componentes centrales: la "revolución" tecnológica operada en este campo y la expansión del libre mercado como articulador del proceso de globalización económica.

En el plano tecnológico, el puntal de los cambios es la digitalización, que permite traducir todo tipo de mensajes al lenguaje universal de computación, de modo tal que las diferencias que existían entre los diversos medios de comunicación se tornan irrelevantes.  En los sistemas conocidos como analógicos, los sonidos y las imágenes son transformados en señales eléctricas lo que permite transmitirlas a través de canales físicos (cable, fibra óptica) o por ondas electromagnéticas (red terrestre hertziana, satélites).  Con el sistema digital, estas mismas señales son codificadas como una secuencia binaria de paquetes de 0 y 1, permitiendo así la transmisión de sonidos, imágenes, gráficos y textos escritos a través de un mismo canal.

El desarrollo de la digitalización y sus aplicaciones se apoya en el extraordinario progreso de los componentes electrónicos, expresado en el permanente incremento de la capacidad de cálculo de los microprocesadores, que se sucede a un ritmo tal que ésta se ha venido duplicando alrededor de cada dos años.  De los 2.300 transistores que tenía el primer microprocesador lanzado en 1969, para 1997 se había pasado a 8,8 millones del procesador K6 de AMD.  Se estima que para el año 2000 la cifra se situará entre 50 y 100 millones, con capacidad de ejecutar 2 millardos de instrucciones por segundo.  Estos desarrollos van de la mano de las nuevas capacidades de almacenamiento y de miniaturización de los discos duros incorporados a las microcomputadoras. Con decir que en 1956, uno de los primeros discos duros, el 305 RAMAC, permitía almacenar unas 2 500 páginas de texto -5 millones de caracteres- y tenía 50 paneles de 60 centímetros de diámetro, en 1997, el Travelstar VP de la IBM daba para 1,6 millones de páginas de texto -1,6 millardos de caracteres- y apenas pesaba 99 gramos, con un tamaño parecido al del casete de audio y un espesor de 9,5 milímetros (UNESCO, 1997).

La palabra clave de este proceso es "convergencia". Palabra inicialmente utilizada para señalar que su desarrollo está basado en la confluencia de la microelectrónica, las computadoras y las telecomunicaciones; luego para destacar la sustitución de canales que han venido operando de manera diferenciada (telefonía, fax, radio, televisión, etc.) por una sola tecnología: la transmisión de información digital vía interfaces (switches); y después, por extensión, para referirse a las fusiones de las empresas presentes en este campo, cuyo resultado ha sido la formación de grandes oligopolios en el sector.

La concentración monopólica

Como es conocido, cada avance de la ciencia y la tecnología abre una multiplicidad de posibilidades, pero su curso finalmente es determinado por los patrones que imponen los centros de poder en cuanto a producción, distribución y usos.  En el caso de las NTIC esa dirección aparece marcada por el heterogéneo, desigual y parcial fenómeno de la globalización cuyo, eje es el nuevo ciclo de acumulación capitalista, que se basa en la interdependencia de las economías bajo la batuta del capital financiero y la reducción del peso e importancia de los Estados nacionales.

Bajo estas condiciones, la convergencia tecnológica ha derivado en un inédito proceso de concentración de la propiedad de las empresas presentes en el sector, como mecanismo para asegurar su capacidad competitiva. Esto es, de las tradicionales estrategias de integración, sea vertical -cuando una sola empresa controla desde la producción hasta la distribución y el consumo– u horizontal -cuando se controla el proceso a través de varias empresas-, se ha pasado a la fusión, que da mayor margen de maniobra para maximizar las complementaridades o "sinergias" de las diversas divisiones con miras a establecer un control exclusivo de la mayor porción posible del mercado. 

Para que nada ni nadie se pueda interponer a esta lógica, los gobiernos se han encargado de hacer su parte con el desmantelamiento de las políticas públicas de comunicación, acoplándose así a una plataforma única basada en la desregulación.

Nos encontramos, entonces, ante un panorama donde el desarrollo de la comunicación ha quedado supeditado a las consideraciones de rentabilidad de un puñado de empresas, que ha escapado a cualquier posibilidad de control público.  Robert McChesney (1998), investigador estadounidense de la Universidad de Wisconsin, sostiene que el mercado global de la comunicación está dominado "por diez conglomerados enormes: Disney, Time Warner, Bertelsmann, Viacom, News Corporation, TCI, Sony, General Electric (propietaria de NBC), PolyGram (a cuya cabeza está la Philips, la gigante holandesa en la electrónica) y Seagram (propietaria de Universal). Estas firmas tienen "holdings" en varios sectores de la comunicación y operan en cada esquina del mundo".  Para poner en cifras lo que estas empresas significan, baste recordar que la reciente fusión de la MCI-Worldcom y Sprint (los dos proveedores de comunicaciones de larga distancia más importantes de los EE.UU.), celebrada en octubre pasado, se concretó por 129 mil millones de dólares.

En el concierto internacional, Estados Unidos es el país que ha logrado alcanzar una ventaja estratégica considerable, manejando a su favor las políticas de desregulación cuando, con dineros del Estado, logró colocar a sus empresas en una posición de competencia inmejorable.  En ese país, señala Herbert Schiller (1999), "el liberalismo es para los otros: si bien exige al resto del mundo un acceso sin límite para los productos americanos y la no intervención del Estado, Washington no se priva, desde el fin de la segunda guerra mundial, de intervenir financiera, política y diplomáticamente en los sectores considerados estratégicos para la continuidad de la hegemonía americana.  La comunicación es uno de esos sectores, y sin duda el más decisivo, tanto desde el punto de vista industrial como simbólico, para el control de la 'sociedad de la información' que será, como nos dicen, la del próximo siglo".

Con la precisión que le caracteriza, Ignacio Ramonet (1998) se pregunta: "Cuando las absorciones, las tomas de participación y las fusiones entre grandes grupos de comunicación se multiplican, en una atmósfera de feroz competencia, ¿cómo podemos estar seguros de que la información aportada por un medio no estará orientada a defender, directa o indirectamente, los intereses de su grupo, antes que los del ciudadano? En un mundo pilotado cada vez más por empresas colosales que obedecen a la lógica comercial fijada por la Organización Mundial del Comercio (OMC), y en el que los gobiernos parecen un tanto desbordados por las mutaciones en marcha, ¿se puede estar seguro de que la democracia será preservada, proyectada? En este contexto de guerra mediática encarnizada, a la que se libran gigantes que pesan miles de millones de dólares, ¿cómo podrá sobrevivir una prensa independiente?".

La red de redes

El paradigma de la revolución tecnológica en comunicación es Internet y en cuanto tal ha pasado a colocarse al centro de la nueva arquitectura comunicacional, que puede operar indistintamente por diversos canales y de manera simultánea, dando lugar al "multimedia" y a la emergencia de una nueva realidad espacio-temporal, el ciberespacio. Al Internet se le define también como "la red de redes", por tratarse de un protocolo informático que permite establecer la comunicación entre distintos tipos de red, de ahí su configuración como un "tejido" de "flujos" de información, que se apoya en la informática (almacenaje y procesamiento de la información) y las telecomunicaciones (transporte), y que se grafica bajo la figura de una telaraña formada por computadoras interconectadas a través del mundo (de ahí que también se lo identifique como el "Web", que en inglés significa telaraña).

Dos son los formatos comunicacionales que introduce el Internet: el hipermedio -la integración de texto, gráficos, sonido e imágenes- y el hipertexto -el sistema de enlaces que permite al internauta recorrer el ciberespacio estableciendo una ruta propia para acceder a los sitios de su interés-, en condiciones tales que permite que el usuario pueda interactuar como productor y consumidor de información y contenido.  Es esta posibilidad la que ha dado lugar a la conformación de "comunidades virtuales" por áreas de interés o afinidades.

Hasta hoy el Internet se ha desarrollado como un sistema descentralizado, horizontal y abierto, lo que no es ajeno al hecho de que, si bien nació como un proyecto experimental de carácter militar, cobró cuerpo en el marco de iniciativas académicas y de grupos ciudadanos.  Sin embargo, cada vez más se incrementa la amenaza de que los espacios desarrollados puedan ser arrebatados por grandes oligopolios que, con inversiones que solo ellos pueden realizar, han emprendido un enfrentamiento sin contemplaciones, como lo ilustra el caso Microsoft.  Así, mientras por un lado la lógica del mercado pugna por imponerse en la Red, poniendo en entredicho su naturaleza universal, pues los indicios apuntan al establecimiento de subredes de carácter empresarial privado; por otro, desde los centros de poder político, se busca establecer regulaciones para establecer cortapisas al carácter abierto que hasta ahora ha marcado su desarrollo.

Incluso bajo este formato universal y abierto, las indagaciones sobre la red de redes hablan de un incremento de las disparidades. 

En un cable difundido por Mexis (25/07/99), se reporta que un estudio realizado por la Administración Nacional de las Telecomunicaciones y la Información de los Estados Unidos, "reveló que la desigualdad de los diversos estratos sociales de dicho país se ha acentuado durante los últimos años gracias a Internet".El Informe sobre Desarrollo Humano 1999 del PNUD, por su parte, destaca: "Las barreras geográficas a la comunicación pueden haber caído, pero una nueva barrera ha surgido, una barrera invisible que, fiel a su nombre, es como una telaraña mundial, que abraza a los conectados y de manera silenciosa-casi imperceptible- excluye a los demás".  El 88% de los conectados se encuentra en los países industrializados, cuyo número total de habitantes representa menos del 15% de la población mundial; a Norteamérica, que tiene el 5% de ésta, le corresponde el 50% de los usuarios del Internet. Para los países en desarrollo esto supone tener que afrontar un nuevo desafío, siendo que por lo general ni siquiera han logrado responder a la solución de necesidades vitales de sus poblaciones.  Sin embargo, no hacerlo, por atender lo emergente, simplemente llevaría a descuidar el desarrollo a mediano y largo plazo, no porque la información por sí sola tenga la virtud de resolver tales problemas, sino porque es una condición para encontrar soluciones.

Como nunca en su historia, la humanidad dispone de un potencial inédito para comunicarse, pero paradójicamente uno de los más graves problemas de nuestros días es la incomunicación, como lo es el hecho de que mientras por un lado se acortan las distancias geográficas, por otro, no dejan de acentuarse las desigualdades sociales y geográficas.

El potencial de las NTIC para contribuir a desmontar estas paradojas sin duda es muy grande, pero ello solo será posible si se opera una profunda democratización del conjunto de los sistemas de comunicación, que evidentemente presupone también la democratización de la economía.  En este sentido cada vez se torna más urgente establecer normas y políticas internacionales y nacionales que garanticen el derecho irrestricto a la comunicación contra la concentración monopólica en curso.

 

 

 

Autor:

Osvaldo León

Director General de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), Quito-Ecuador

Revista Chasqui Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para

América Latina (CIESPAL)     

Weblog:

Web: www.chasqui.comunica.org

Web institucional: www.ciespal.net

Quito – ECUADOR

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