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Garras, ataques y maullidos. La leyenda del hombre-gato (Argentina) (página 2)


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Si "la bestia" merodea zonas poco populosas, mal iluminadas, barrios alejados, pobres y sumidos en la oscuridad, bordeados de bosques, baldíos y casas abandonadas, su decrepitud moral encuentra un correlato geográfico en esos sitios. Monstruos y pobreza se amalgaman resucitando viejos estigmas

Si el miedo es, como dice Zygmunt Bauman, "el nombre que le damos a nuestra incertidumbre"[52], la multiforme figura del Hombre-Gato, con su errático deambular y sus nunca reconocibles móviles, se suma al período de cambios que se iniciaba en 1984; y en el cual la certeza respecto del futuro de la democracia, la libertad y la seguridad jurídica, aún estaban en pañales.

El contexto histórico/político/social de la Argentina de entonces ayudaba a que el imaginario del conurbano bonaerense (siempre pleno de necesidades insatisfechas) se desbocara y hallara en el singular personaje del rumor el cable a tierra para expresar temores que, de otro modo, hubieran resultado más difíciles de traducir.

Salir de la oscuridad siempre es difícil. No se erradica el miedo de un día para otro. Muchos son los factores e intereses que, aunados, insisten en mantenerlo vivo; y como bien lo muestra la historia occidental, la modernidad racionalista inaugurada en el siglo XVIII con la Ilustración, no siempre resultó efectiva a la hora de erradicar el temor de las supersticiones y creencias. Hoy seguimos inmersos en un mundo lleno de miedos. No han bastado los 400 años de avances intelectuales y tecnológicos (desigualmente distribuidos) para combatir el temor irracional. Por el contrario, éste se ha reciclado. Las amenazas (reales y ficticias) continúan llenándonos de incertidumbres. Igual que el Hombre-Gato lo hiciera durante una larga temporada.

No es extraño que una sociedad acosada de amenazas, sin confianza a las posibles defensas y constantemente alimentada por los medios (que compiten por ver quien asusta más y mejor) haya dado rienda suelta a su imaginación y, encarnando en el monstruo nocturno que nos ocupa, todas sus inseguridades y temores. Por un tiempo el Hombre-Gato representó la posibilidad de combatir en concreto la angustia que sentían. Fui inútil. Cuando la realidad inventada por los diarios mostró lo contrario, cambiaron de fantasma. Mataron de un día para otro al Hombre-Gato y le dieron un nombre distinto.

Bauman también nos habla de tres tipos de miedos.[53] Los que amenazan el cuerpo y las propiedades; los que lo hacen con el orden social y, finalmente, los que atentan contra las jerarquías de una comunidad. Como ya dijimos antes, el Hombre-Gato concentra ese interesante trío.

No sin demasiadas vueltas es claramente visible que sus garras y fuerza extraordinaria amenazaban a los cuerpos. Los testimonios nos hablan de ataques por sorpresa, violaciones, golpes, heridas y hasta una que otra muerte sospechosa (nunca confirmadas). Claro ejemplo de ese primer temor. Por otro lado, sus actos vandálicos, aseguran también el peligro que corrían todas las propiedades.

El orden social se vio afectado. Las batidas nocturnas, los grupos armados de vecinos recorriendo los barrios con el sólo fin de cazarlo o darle muerte, alteró por completo la vida social y la otrora tranquilidad de esos pueblos se vio invadida por turbas enceguecidas de odio y temor, semejantes a las escenas de los viejos Films ingleses clase B, en los las aldeas salían alzando palos y antorchas en pos de Drácula o el monstruo de Frankenstein.

Por último, el Hombre-Gato y sus incursiones atentó también contra las jerarquías y la autoridad. La policía quedó mal parada. Incapaz de traer tranquilidad a los pueblos, se convirtió en el hazmerreír de todos. Las hordas de vecinos armados (incluso con armas de fuego, según se dice) es un ejemplo de eso.

Inoperante ante el poder omnipresente de "El Gato", la Policía Federal y la de la Provincia de Buenos Aires quedaron al margen de las soluciones populares que se pretendieron implementar. Justicia, sí, pero por mano propia. Pero al enemigo por antonomasia (el Hombre-Gato), ni justicia. ¿Qué tipo de piedad cabía esperar sobre ese personaje que, para muchos, llegó a personificar el Mal mismo?

Recordemos que no faltaron los vecinos que llegaron a creer que era el Diablo en persona. Los diarios también sugirieron cierto cariz sobrenatural al asunto. ¿Era solamente un hombre disfrazado o se escondía algo mucho más terrorífico detrás de la criatura? ¿Existía la posibilidad de estar tratando con un monstruo de verdad? ¿Era factible que un ser humano se convirtiera en un animal? ¿Acaso los informes de hombres-Lobo, hombres-chivo, hombres-polilla del folclore no nos informaban de eso?

Lo cierto es que se llegó a un punto en el que todo era posible. Absolutamente todo. Incluso, como hemos visto, que fueran muchos hombres-gato. Un ejército.

Por un momento muchos de los barrios afectados parecieron volverse inhabitables. Invadidos. Amenazados por algo que no podía ser nada bueno. Algo que no merecía piedad y menos que menos un juicio justo. Había que matarlo. Barrerlo. Aniquilarlo. Desaparecerlo. Las sutiles enseñanzas de la dictadura seguían más que presentes. Todos podíamos ser monstruos.

El miedo genera miedo y el miedo extremo impulsa conductas defensivas espasmódicas, desarticuladas, como la de los vecinos cuando perseguían por la noche al Hombre-Gato. Claro que esas medidas defensivas le daban a la amenaza una mayor inmediatez. La criatura se volvía más tangible y creíble. Era como si con ellas el fantasma cobrara una realidad mucho más concreta, alimentando más el miedo y cerrando así el círculo vicioso del terror. Con cada palo levantado; con cada cadena que se blandía al aire; con cada grito contra la bestia, el monstruo cobraba más y más realidad. La interacción de los vecinos en armas, sus comentarios, diálogos y opiniones vertidas bajo un contexto de temor generalizado, son, en definitiva, los responsables de la "bola de nieve" que aumentó de tamaño e importancia, dándole a un fantasma imaginario la cuota de realidad necesaria para que se mantuviera durante un tiempo. Fue así que los techos y ventanas de todos los barrios involucrados quedaron bajo la oscura soberanía del Hombre-Gato.

La influenciabilidad, la pérdida espíritu crítico y su "contagio", son las tres notas características que advertimos en los brotes de terror en torno al gatuno personaje. No olvidemos, pues, que el miedo es una experiencia que se construye en sociedad y se comparte culturalmente.

El Hombre-Gato alimentó el sentimiento de inseguridad cuando nadie discutía el tema y la confianza en los medios de comunicación era un tanto más ingenua. Sus ataques, anunciados en grandes titulares e informes televisivos (mucho de ellos verdaderas piezas del amarillismo más bizarro) incrementaron el terror esencial que siempre giró en torno a la cuestión: el de la amenaza aleatoria que podía recaer sobre cualquier miembro de la población.

Esa era la emoción que los medios gráficos perseguían publicando día a día sus reportes sobre el escurridizo personaje. El temor subjetivo desplazó al objetivo (cuantificable, real) y con ello los reclamos de la gente al Estado, permanentemente burlado, se incrementó.

Es interesante observar cómo personajes emanados del imaginario colectivo encausan (aún hoy en día) la desconfianza y el temor a la policía, a las instituciones y, muy especialmente, a la supuesta incapacidad de la justicia.

"Es fácil reírse desde afuera – dicen mucho-. Hay que estar acá, en el barrio, de noche, para darse cuenta de que estamos solos. De que nadie nos ayuda, dejándonos a la buena de Dios".

Reclamos y quejas como el transcripto son comunes en casos de histeria colectiva.

La gente siempre se siente sola frente a la amenaza, que crece con cada frase que articulan; al tiempo que alimentan (sin preverlo ni quererlo) la morbosa idea de vivir en "focos de peligro" que terminan por estigmatizarlos a ellos mismos. Es como si las denuncias, reclamos y truculentas descripciones que hacen del Hombre-Gato les corrieran en contra, asociándolos a la ignorancia y la superstición.

De ahí la burla a la que fueron sometidos. El temor estaba fundado en un ser representaba un miedo previo a la modernidad. Algo anacrónico. Más medieval que contemporáneo. Incomprensible a fines del siglo XX y enemigo de las promesas de seguridad que la joven democracia Argentina les daba a la gente. Pero los cambios siempre están atravesados por permanencias de muy larga data.

Una ausencia llama la atención en toda esta historia: la de la Iglesia. Aunque, como ya hemos dicho, el temor a las creencias y rituales foráneos está más que presente. A través de la famosa "secta brasileña" la comunidad expresó su conservadurismo en esta materia.

Elevando una prejuiciosa sospecha sobre el otro (el sectario) se buscaba cuidar las normas y creencias consuetudinarias que mantenían cohesionada a la comunidad.

Desearíamos decir algo sobre el rol de los medios de difusión con relación a la historia del Hombre-Gato.

Pocos dudan hoy que a través de los diarios y programas de televisión una comunidad descarga sus resentimientos y prejuicios, sus miedos y traumas, sin olvidar en ocasiones el sentido del humor y la ironía. Creemos que todo eso queda reflejado en las andanzas del personaje que nos ocupa.

Por otra parte, estamos inclinados a creer que todo fue, en gran medida, un aprovechamiento de los medios; quienes, basándose en mitos urbanos surgidos del trabajo inconciente y colectivo de muchas personas, los usaron no sólo para vender más ejemplares, sino para difundir (inconcientemente ellos también) los temores que destacamos más arriba.

Hacia 1984/85, la inseguridad como problemática y sección fija de los medios no existía.[54] Por entonces los crímenes que interesaban eran los ligados a la dictadura saliente. La maldita herencia, según el sociólogo Gabriel Kessler, encarnada en "la mano de obra desocupada, ex-represores y servicios, algunos en actividad, desestabilizando la democracia".[55] Como ya dijimos antes, en este contexto es donde tenemos que entender la teoría de los super-hombres del barrio de Agronomía.

Sólo los diarios leídos por los sectores populares (Crónica, Diario Popular entre otros) eran los únicos que dedicaban gran espacio al delito. Pero no eran considerados del todo serios. Había hacia ellos un cierto dejo de sorna por parte de las clases cultas. Únicamente partir de 1997/98 los crímenes morbosos pasaron a los diarios importantes.[56] Y nos acostumbramos a ello. Por eso no sorprende que hoy deambulen por sus páginas (tanto de papel como digitales) Payasos Asustadores y demás criminales monstruosos, descriptos y definidos con códigos de clase media.[57]

Palabras finales

edu.red

El miedo es la gran constante que sobrevuela la temática del Hombre-Gato, como el tero que vigila su nido.

Es imposible no asociarlo al personaje.

Probablemente por eso, aquel "felino antropomórfico" de los "80, siga siendo tan simbólico y representativo de nuestros días.

A pesar de haber sido relegado al arcón de los recuerdos bizarros de nuestra infancia, con otras denominaciones y máscaras, sigue presente.

Aparece a diario en cada mentira, en cada exageración o fantasía morbosa alimentada por los medios de comunicación. Porque detrás de los adustos rostros, tan llenos de estúpida importancia, de nuestros presentadores de noticieros, todavía podemos escuchar sus maullidos.

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland(

Buenos Aires, octubre 2014.

[1] Véase: Diario Popular del 4 de agosto de 1984.

[2] Véase: Diario Crónica del 4 de agosto de 1984.

[3] Véase: Diario Crónica, del 4 de agosto de 1984.

[4] Véase: Diario Popular, El Gato llamó otra vez. Utilizando el teléfono de un docente anticipó a la policía sus andanzas, del día 5 de agosto de 1984.

[5] Recordar que la Bonaerense había estado involucrada en la tortura y desaparición de personas entre 1976 y 1983.

[6] Diario Popular del 6 de agosto de 1984.

[7] Diario Popular del 6 de agosto de 1984.

[8] Diario Popular del 6 de agosto de 1984.

[9] Diario Popular del 6 de agosto de 1984.

[10] Diario Popular del 10 de agosto de 1984.

[11] Diario Crónica del 14 de agosto de 1984.

[12] Diario Crónica del 14 de agosto de 1984.

[13] Diario Popular con fecha 16 de agosto de 1984 publicaba: “Escalofriante relato de un joven atacado por el Hombre-gato en Brandsen”. En el reportajes se consignaba el testimonio de un tal Marcelo Castillo, de 17 años, quien contó que: “A la altura de la calle Magdalena Fait y Alberti lo escuché. Lo había hecho hacía tres cuadras. De repente lo vi. Venía corriendo. Cuando se metió en un baldío lo seguí. Fui a buscarlo. Pensé era una broma. Lo vi fugazmente detrás de un árbol, ero cuando llegué ya no estaba. Ahí fue cuando se me apareció por atrás y peleamos. Zafé, pero me arañó el cuello, cara y cabeza. Me dio con el puño en la boca del estómago. Me caí y salió corriendo. Cuando se iba me dijo: “Marcelo, a vos te voy a matar”. Que me busque. Que me siga buscando que me va encontrar”.

[14] Diario Crónica del 18 de agosto de 1984.

[15] Con fecha 27 de setiembre de 1984

[16] Diario Crónica , también con fecha 27 de setiembre, anunciaba ataques de un Hombre-gato en la localidad de Cañuelas. Parece ser que ésta nueva versión prefería los lugares descampados y solitarios para atacar mujeres y niños (sic!). La inquietud que despertó la noticia fue inmensa. Describían al “ser” como muy escurridizo, hábil escalador de muros y violento. También allí no tardaron e surgir posibles explicaciones, siendo la más aceptada por los vecinos la que decía que era “un desequilibrado mental con uñas y vestimenta negra”.

[17] Diario Popular del 27 de setiembre de 1984 publicaba: “Dramático testimonio de una joven mujer” en Tristán Suárez, Partido de Esteban Echeverría. Marta Silvia Martínez, ese era aparentemente su nombre. Vivía con su esposo cuando una noche sintió golpes suaves en la ventana de su dormitorio y otro en la puerta del comedor. Dijo que rondaban la casa. También que escuchó rasguños en las persianas. De repente, el Hombre-Gato levantó una de ellas. El marido reaccionó rápido y le pegó una comprada. A cortina le cayó encima al intruso. Gritaron y salieron pero ya no estaba. Lo describieron como un hombre alto, corpulento, todo de negro y con una capa metálica (¡). Al referirse al ataque, la mujer dijo “esos tipos”, dando a entender que eran varios.

[18] Barrios citados por los diarios: Santa Ángeles, Transradio, La Colorada. El jagüel y la estación ferroviaria de Monte Grande.

[19] Diario Popular del 27 de setiembre de 1984.

[20] Diario Crónica del 20 de noviembre de 1984.

[21] Véase: Barrantes, Guillermo y Covillo, Víctor, Buenos Aires es Leyenda 2, Booket, Buenos Aires, 2013. En este librito se hace referencia al miedo que despertaron los árboles, especialmente en el barrio porteño de Agronomía, que es donde los autores ubican la leyenda porteña del hombre-gato.

[22] Diario Crónica del 20 de noviembre de 1984.

[23] Crónica transcribía la supuesta misiva, que decía: “Si el viernes hay clases atacaré a las lauchas”, en clara alusión a las docentes. Fecha: 20 noviembre de 1984.

[24] Diario Crónica del 20 de noviembre de 1984.

[25] Diario Crónica del 20 de noviembre de 1984.

[26] Diario Popular del 29 de diciembre de 1984.

[27] Diario Popular del 29 de diciembre de 1984.

[28] Diario Popular del 30 de diciembre de 1984.

[29] Diario Popular del 1 de enero de 1985.

[30] Diario Popular del 10 de enero de 1985.

[31] Diario Popular del 10 de enero de 1985.

[32] Diario Popular del 27 de febrero de 1985.

[33] Justiniano Ramón, un supuesto testigo presencial, declaró al Diario Popular que siendo la una de la mañana y habiendo encerrado al hombre-gato en una manzana, empezaron a buscarlo. A eso de las cinco apareció un Taurus blanco, que ya habían visto antes rondar la zona. En eso, el hombre-gato apareció y corrió hacia el vehiculo. Justiniano cuenta que todos salieron detrás del delincuente pero el que lo esperaba dentro del auto sacó una arma por la ventanilla y disparó al montón. Una de las balas le dio al testigo en el pecho. Escaparon. Justiniano se recuperó posteriormente en el hospital.

[34] Una de las últimas referencias al tema es del 11 de marzo de 1985. En esa ocasión Diario Crónica informaba sobre una accidente producto de una confusión. Tituló: BALEADO NO ERA HOMBRE-GATO. La noticia aludía a que, en San Antonio de Areco (provincia de Buenos Aires) un vecino había atacado a otro de un balazo en la cabeza al confundirlo con un hombre-gato. Un tal Periolli, tras escuchar maullidos y ruidos fuera de su casa, salió y disparó a la oscuridad.

[35] Por ejemplo “El Loco de los techos” que “asoló” por un corto tiempo a la ciudad de Santa Fe en el año 2005; o el actualmente renombrado “Payaso Asustador” de los pueblos de Alberti, Bragado y Junín, en octubre de 2014.

[36] Véase: Todorov, Tzvetan, Introducción a la literatura fantástica, Paidos, buenos Aires, 2006.

[37] Halperín Jorge, Mentiras Verdaderas. 100 historias de horror, lujuria y sexo que alimentan la mitologia urbana de los argentinos, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 2000, pág. 91.

[38] Ibídem, pág. 92.

[39] Véase: Cohen Daniel, Enciclopedia de los Monstruos, Edivision, Santiago de Chile, 1989.

[40] Véase: Soto Roland, Fernando Jorge, EL universo Onírico de la Criptozología. Disponible en Web: http://escepticos.es/repositorio/elesceptico/articulos_pdf/ee_28/ee_28_el_universo_onirico_de_la_criptozoologia.pdf

[41] Cohen, Daniel, op.cit. pág. 24.

[42] Para un detallado estudio sobre “Visitantes de Lugares extraños”, véase el completo y excelente compendio realizado por Daniel Cohen en la obra citada anteriormente, pp. 183-211.

[43] Al respecto véase: Reporte Platense. Disponible en Web: http://www.reporteplatense.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=4156:historias-sordidas-el-misterio-del-asesinato-de-oriel-briant&catid=13:nota-de-tapa&Itemid=83

[44] Barrantes, G. y Coviello, V., op.cit., pp. 79-90.

[45] Con la denominación “mano de obra desocupada” se aludía a todos aquellos miembros de los servicios secretos de la Marina, Ejército o Aeronáutica, dedicados secuestrar, torturar y asesinar ciudadanos, y que tras el regreso de la democracia (fines de 1983) se quedaron sin trabajo.

[46] Véase: Cohen, Daniel, op.cit. pág. 13.

[47] Barrantes, G. y Coviello, V., op.cit., pp. 85-86.

[48] Ibídem, pág. 90.

[49] Aunque adopte la forma de Payaso Asustador. Véase en Internet las noticias referidas a este renovado, aunque poco gatuno, Hombre-gato, de setiembre/octubre de 2014.

[50] Halperín, J., op.cit., pág. 93.

[51] Como pudo verse en la primear parte del trabajo, el Hombre-Gato circunda, rodea, acosa, la casa, pero rara vez penetra en ella (y si lo hace es en un galpón o depósito alejado del corazón de la vivienda).

[52] Bauman, Zygmunt, Miedo Líquido, La sociedad contemporánea y sus temores, Paidos, Bs As, 2007, pág. 10.

[53] Ibídem, pág. 12.

[54] Véase: Kessler, Gabriel, El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito, Editorial Siglo XXI, Argentina, 2009.

[55] Ibídem pág. 73.

[56] Ibídem pág.75.

[57] Véase: Vilker, Shila, Truculencia. La prensa policial entre el terrorismo de Estado y la inseguridad, Buenos Aires, Carrera de Ciencias de la Comunicación, Uba-Prometeo, 2006.

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