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Agricultura en Chile 1780-1850


  1. Introducción
  2. El sistema de propiedad
  3. Formas que adquirió la fuerza de trabajo
  4. Bibliografía

Este artículo pretende, a través de la descripción y análisis de los diferentes ámbitos que incluyó la producción agrícola en Chile entre 1780 y 1850, establecer las principales características del modo de producción imperante, tanto en su aspecto material como social. Un modo de producción que en general puede ser calificado como tradicional o precapitalista, pero que a la vez incorpora formas productivas modernas que son gérmenes de futuras transformaciones que terminarán por modificar la estructura agrícola del país.

Con ese objetivo, el trabajo ha sido dividido en dos partes. En la primera parte se esboza el sistema de tenencia imperante, y las formas predominantes que adquiere la fuerza de trabajo agraria. En la segunda parte, se analizan las variables que influyen en el esquema productivo para terminar estudiando los diferentes rubros que incluyó la producción agrícola; la tecnología utilizada en cada uno y los respectivos mercados.

El sistema de propiedad imperante en el período es la Hacienda. Se trata de una unidad productiva agrícola-ganadera de grandes extensiones de tierra al interior de la cual conviven dos formas productivas diferentes: Una gran empresa patronal y varias pequeñas empresas de economía campesina. Estas se constituyen a través de la cesión de parte del hacendado de porciones de tierra a diversos campesinos para su explotación, quienes pagan el usufructo de los terrenos a través de diferentes formas que pueden ir desde el trabajo en la empresa patronal, pasando por el pago de un canon en dinero o bien a través de la entrega de especies. La o las formas que pueda adquirir este pago (muchas veces se dan combinaciones) al igual que el monto del mismo dependerán de dos factores: De la extensión que adquiera la porción de terreno que se entregue al campesino al igual que del alcance de los derechos que éste haya adquirido y del tipo de campesino de que se trate, ya que existen diversas categorías que involucran deberes y obligaciones diferenciados. El primer factor está directamente relacionado con este último.

Sobre las proporciones en el tamaño de una y otra empresa (patronal y campesina) son muy variables, pero usualmente más de la mitad de la superficie está en manos campesinas[1]Además, el propietario mantiene la administración directa –más no el uso individual- de las tierras dedicadas al pastoreo.

Junto a este sistema de gran propiedad coexisten formas de pequeña propiedad cuyo origen se remonta especial aunque no exclusivamente a la entrega de mercedes de tierra a colonos pobres que no teniendo una alta capacidad de inversión, no logran desarrollar un nivel de acumulación de bienes que les permita llegado el momento de heredar, mantener intacta la posesión territorial. De este modo, se genera un proceso de repartición continuada de las tierras paternas por partes iguales entre todos los herederos[2]Se habla de repartición continuada, por cuanto los herederos que reciben estas tierras generalmente mantienen una baja capacidad de inversión, por tanto, llegado el momento de heredar nuevamente, el fenómeno se reedita desarrollándose una dinámica de subdivisión progresiva.

Existen otras formas de subdivisión de la propiedad territorial como las donaciones, adjudicaciones judiciales y especialmente las compraventas, pero al menos en nuestro período no tienen la importancia que presenta la herencia[3]

Para evaluar la presencia de la pequeña propiedad en la estructura agraria del período, se han utilizado distintos indicadores. Gabriel Salazar[4]toma como referencia los ingresos anuales de las propiedades rurales y establece que al menos el 92% de ellas se enmarcaba a mediados del siglo XIX dentro del rango de pequeña propiedad[5]Gay utiliza como indicador la extensión de la propiedad y plantea en forma muy ambigua que hacia 1830 no existían en el país más que algunas propiedades de hasta 200 cuadras, "…las demás tenían muchos miles."[6] Rafael Baraona establece que a principios del XIX el 71% de las propiedades del Valle de Putaendo tenían menos de dos cuadras y representaban en conjunto el 28% de la superficie cultivada. Por otra parte, sólo el 11,4% de las propiedades medía más de cinco cuadras y ocupaban en conjunto más del 50% de la superficie cultivada[7]El Valle de Putaendo se caracterizaba por presentar un alto porcentaje de propiedades de pequeñas dimensiones y en este sentido su estructura de tenencia se asemeja más a la del Norte Chico que a la del Valle Central, pero aún así la muestra es válida para dar una idea general del sistema de propiedad imperante.

Si bien ninguna de las tres fuentes nos proporciona cifras específicas sobre la estructura de tenencia de la tierra, nos sirven para establecer que, en términos globales, existe un reducido número de grandes propiedades que domina la mayor parte del territorio rural coexistiendo con un inmenso número de pequeñas propiedades que en conjunto ocupan una mínima parte del territorio. Sobre las relaciones que se establecen entre estas dos formas de propiedad se tratará más adelante.

En general la Fuerza de Trabajo se organizó de muy diferentes maneras y las relaciones desarrolladas entre patrón y trabajador adquirieron la forma de trabajo servil y de trabajo asalariado, usualmente en forma combinada.

El tipo de trabajador dominante en el período fue el inquilino, pero al interior de la hacienda también se desarrollaron otras formas de trabajo de gran importancia como fueron los diferentes tipos de empleados asentados, el peón desarraigado y el arrendatario. Al exterior de la hacienda se conformó un esquema distinto dominado por el campesino independiente o semidependiente que estableció relaciones comerciales y/o de trabajo con la hacienda o con algunos restringidos mercados urbanos.

No se tratará el caso de formas marginales de trabajo como la esclavitud o el indio de encomienda por su poca importancia económica en el período[8]

El Inquilinaje: El término inquilino se utilizaban según José Balmaceda para designar a aquel tipo de trabajador que vivía en el fundo, que poseía una pequeña tenencia y que prestaba servicios en la empresa patronal, sin recibir salario. En definitiva, se trataba de un trabajador asentado en la hacienda y que desarrollaba actividades productivas tanto en su pequeña tenencia como en la empresa patronal.[9]

La institución del inquilinaje se fue conformando a través de dos vías principales. En primer lugar, los antiguos mestizos que durante el siglo XVII fueron beneficiados con pequeños prestamos de tierra en los límites de las haciendas a cambio de algunos servicios como la vigilancia del ganado. La segunda vía es más reciente, se desarrolló en el transcurso del siglo XVIII y se refirió a los indios de estancia emigrados de otra región; a los mestizos; negros; mulatos libres y demás hombres flotantes que lograban obtener una tenencia en alguna hacienda a cambio de una serie de obligaciones[10]El conjunto de estas obligaciones se fue acrecentando en el tiempo a medida que la tierra aumentó su valor, gracias especialmente a los ciclos exportadores.

El término inquilino fue de uso generalizado a fines del siglo XVIII.

Ahora bien, ¿por qué el hacendado aceptó asentar en sus tierras a este conjunto de campesinos pobres? Hay dos razones que explican el fenómeno: En primer lugar, era la mejor forma de "fijar" mano de obra en los procesos productivos en un país que aparentemente sufría un déficit en la fuerza de trabajo. En segundo lugar, resultaba mucho más atractivo para el hacendado "ceder" algunas porciones no explotadas de su propiedad a cambio de mano de obra que contratar trabajadores asalariados pues esta segunda posibilidad involucraba una serie de factores que la hacían poco interesante: Primero, no aseguraba fuerza de trabajo por más de un período; luego, la mano de obra obtenida era poco confiable (en comparación a la mano de obra asentada), en tercer lugar, significaba niveles de inversión en dinero en una economía que no tenía altos montos de circulación monetaria y que además, el hacendado no estaba acostumbrado a realizar. En definitiva, la primera posibilidad se adaptaba mejor al panorama económico existente.

El conjunto de obligaciones del inquilino dependía de los derechos o "regalías" de que gozara al interior de la hacienda, pero en general se puede establecer que al menos en nuestro período tenían derecho a poseer vivienda; un cerco de una a cuatro cuadras para cultivo de chacra y cereal; talaje para diez o doce animales mayores y veinticinco animales menores como máximo. A cambio, tenía una serie de obligaciones que involucraba un trabajo directo en las actividades productivas de la hacienda, como la participación en plantaciones y cosechas, en pastoreos, rodeos y labores de matanza. También integraba actividades domésticas como los turnos de casa. Además, la familia del inquilino debía asumir una función productiva como la participación de la mujer en trabajos de lechería, esquila, encierra de trigo, etc. Con el tiempo y a medida que las obligaciones del inquilino aumentaron, éste debió proporcionar a la hacienda uno o dos peones, labor que fue cumplida en el caso de los inquilinos de menor capacidad económica, por los hijos; pero cuando de trató de inquilinos más pudientes, éstos recurrieron a la contrata de peones afuerinos, con lo cual asumieron un doble rol productivo, el de mano de obra sujeta a relaciones de índole tradicional y el de sector contratante de mano de obra asalariada.

Existe otra vertiente a través de la cual se puede analizar la relación productiva que se dio entre patrón e inquilino, pues éste no actuó solo como fuente de mano de obra para la empresa patronal, sino además, como agente productivo individual. En un comienzo se planteó que en general más del 50% de la superficie cultivada de la hacienda estaba organizada en el sistema de pequeñas tenencias campesinas. El excedente generado por estas unidades productivas, que según Emilio Klein representaba la mayor parte del excedente generado por la hacienda[11]era comercializado por el patrón bajo condiciones que le permitían obtener un respetable margen de ganancia, y que a su vez impedía al inquilino desarrollar cualquier proceso de acumulación por esa vía. La única fuente de acumulación con que contaba éste, era la explotación de sus pequeñas empresas ganaderas, que en algunos casos, le permitieron lograr independencia económica.

Junto a este tipo de relación productiva, que fue la imperante en el período, se desarrollaron formas productivas intermedias donde el vínculo económico entre el patrón y el trabajador no estaba dado solamente por el esquema tenencia-trabajo sino que además existía una relación contrato-salario. Fueron los sirvientes de hacienda o empleados estables, quienes cumplieron los roles de administradores, mayordomos, capataces, vaqueros y arrieros[12]Esta categoría de trabajador estableció relaciones de tipo contractual con el patrón, recibió un salario fijo y una pequeña tenencia de sus servicios; además pudo desarrollar una pequeña empresa ganadera para lo cual recibió en préstamo un número determinado de animales y el derecho a usufructuar de las tierras de pastoreo. A la vez, pudo establecer lazos comerciales con el patrón a través de la venta de sus excedentes. Fue este tipo de trabajador el que mejor nivel de subsistencia tuvo al interior de la hacienda y el que mayor potencialidad empresarial desarrolló.

Otro tipo de agente productivo instalado al interior de la hacienda fue el arrendatario, sistema que se hizo frecuente desde el siglo XVIII y que involucró la cesión de un terreno a cambio de la entrega de un canon en dinero. Los arrendamientos generalmente eran a largo plazo y muchas veces continuaban más allá de una generación[13]de modo que fue considerado otra forma de producción estable. Este tipo de relación pudo responder a tres variables: La falta de circulante que llevaba al hacendado a interesarse por desarrollar formas estables para obtenerlo; la constante presencia de terrenos sin cultivar, lo que significaba para el hacendado asegurar una fuente de dinero sin incurrir en gastos y la potencial labor intermediaria que podía cumplir al comercializar el excedente del arrendatario.

Otra forma de relación productiva desarrollada al interior de la hacienda fue la mediería. Fórmula menos utilizada que significó la cesión de medios productivos como tierras, semillas, animales de trabajo y herramientas a cambio de la mitad de la producción. En muchos casos el patrón también hizo las veces de intermediario en la comercialización del producto que correspondía al mediero.

En todos los casos planteados se observa el rol fundamental que desarrolló el hacendado como agente intermediario en la comercialización de la producción excedente de estas pequeñas empresas campesinas. Gran parte de las ganancias obtenidas por el patrón devinieron de esta función que se estructuró gracias a tres factores: En primer lugar, el hacendado detentaba el monopolio de los medios de producción, lo que le permitió establecer las relaciones productivas a su entera conveniencia; además, era el único agente capaz de proporcionar crédito a los pequeños productores, de modo que a través de diversos mecanismos, como la compra en verde, que le permitía comprar el producto a precios muy inferiores a los de mercado, o el adelanto de semillas a precios sobre valuados, lograban márgenes de utilidad mayores a los que obtenía si desarrollaba la explotación directa de sus tierras. Por último poseía, al menos en las áreas lejanas a los grandes centros urbanos, el monopolio de los transportes, de modo que era el único que tenía acceso a los mercados.

Otra categoría de trabajador que desarrolló labores al interior de la hacienda fue el peón, sobre él Gay decía: "Son los obreros al día, los verdaderos proletarios harto escasamente alimentados con los productos que hacen nacer, empleados más particularmente como auxiliares en los trabajos de fuerza y fatiga"[14]. Aparentemente eran tanto o más numerosos que los trabajadores estables, desarrollaban una vida nómade y vivían al día. Eran contratados excepcionalmente en las haciendas como auxiliares en las faenas de cosecha, rodeos y matanzas, de modo que no tenían fuentes de trabajo estable. Trabajaban a cambio de un salario, pero gracias a diversos mecanismos de retención monetaria que poseía la hacienda, tales como la entrega de alimento o las pulperías, no involucraba un desembolso extremadamente alto de dinero. Respecto de capacidad de absorción que poseía sobre este tipo de fuerza de trabajo la hacienda, Salazar[15]plantea que entre 1780 y 1835 los hacendados chilenos no fueron capaces de integrar a las faenas productivas este inmenso contingente de masa peonal. Cuando se logró cierto equilibrio demográfico al interior de la hacienda, ésta se volcó laboralmente hacia adentro, fenómeno que comenzó a repeler al peón desarraigado. Este tipo de mano de obra se transformó en un factor "afuerino", en una oferta "intrusa" de utilidad ocasional pero de riesgo creciente. Aparentemente este factor determinó la emigración de los labradores jóvenes hacia los distritos mineros del norte.

Este argumento debilita la hipótesis del déficit de mano de obra en la primera mitad del siglo XIX y a la vez refuerza la idea de que el hacendado asentó mano de obra en su propiedad porque le resultaba económicamente más atractivo que contratar mano de obra asalariada.

Respecto de los campesinos independientes, propietarios o simples ocupantes de pequeñas extensiones de terreno, se desarrollaron dos tipos diferentes de relaciones productivas. En primer lugar, aquellas propiedades situadas relativamente lejos de las zonas urbanas, se relacionaron económicamente con la hacienda formando un complejo latifundio-minifundio[16]En esta relación, el campesino desarrolló la explotación directa del predio y el hacendado cumplió la triple función de agente crediticio, comerciante intermediario y de transportista de los productos al mercado. Gracias a estos roles, se repetirá el esquema planteado al interior de la hacienda donde el patrón adquiría el producto de los campesinos a precios inferiores a los del mercado, logrando así mayores márgenes de ganancia. Por otro lado, se refuerza la hipótesis de que el hacendado-comerciante obtenía gran parte de sus ganancias a través de su rol de intermediario entre el pequeño productor y los mercados mayoristas.

En este sentido, se puede plantear que gran parte del trigo exportado al Perú en el período 1780-1850 fue producido por las pequeñas unidades productivas de tipo campesino situadas tanto al interior como al exterior de la hacienda. Por ello coincidimos con Salazar cuando plantea que –cuando menos en lo referido a la producción cerealera-, los hacendados fueron sobre todo mercaderes mayoristas del trigo producido por los labradores[17]

Finalmente se da el caso de los ocupantes de pequeños predios agrícolas situados en los límites de los escasos centros urbanos del país. Este tipo de campesino que fue calificado por Gay como el "más económico e industrioso"[18], comenzó a ubicarse desde 1730 en los éjidos de las ciudades y villas más importantes. Las tierras ocupadas por esos nuevos labradores fueron adquiridas a veces mediante contrato de arrendamiento, por donación gratuita y a veces, por ocupación ilegal. Este régimen de propiedad, permitió a estos poseedores de sitios, iniciar actividades independientes, en especial en la producción de hortalizas para la venta en los mercados urbanos[19]Este tipo de labradores también logró desarrollar un cierto nivel de educación que en algunos casos permitió la adquisición de carretas y bueyes para realizar labores de transporte. Gay calculó que hacia 1842 operaban en el camino de Santiago cerca de ochocientas carreteras que transportaban mercadería y que pertenecían "…a los chacareros e inquilinos de las haciendas vecinas[20]Si bien este tipo de labrador independiente presenta cierto nivel de empresarialidad, es difícil pensar que el número de trabajadores insertos en este esquema productivo haya adquirido dimensiones significativas. Esto, dado el escaso número de centros urbanos de importancia existentes en el período y el bajísimo nivel de consumo de los sectores pobres de las ciudades que eran el principal mercado para este tipo de productos. De todas maneras, estas unidades productivas abortaron hacia 1840 debido al crecimiento experimentado por los centros urbanos que desplazaron de su lugar de asentamiento a los labradores chacareros suburbanos.

Balmaceda, José Manuel. "Manual del hacendado chileno". En: Antología chilena

de la tierra. Organizada por Antonio Corvalán. Editorial ICIRA. Santiago, 1970.

Baraona, Rafael et Al. "Valle de Putaendo. Estudio de Estructura Agraria".

Instituto de Geografía Universidad de Chile.

Santiago, 1961.

Bauer J, Arnold. "Expansión Económica en una Sociedad Tradicional: Chile Central en el siglo XIX." En Revista Historia U.C.

Santiago, 1970.

Correa Vergara, Luis "Agricultura Chilena". Imprenta Nascimento.

Santiago, 1838. Tomo I.

Gay, Claudio "Agricultura Chilena". Edición facsimilar de la historia física y política de Chile. Editorial ICIRA.

Santiago, 1973.

Góngora, Mario "Origen de los inquilinos de Chile Central". Editorial Universitaria. Santiago, 1960.

Jara, Álvaro "Salario en una economía caracterizada por las relaciones de dependencia personal." En: Revista Chilena de Historia y Geografía. Año 1965, Nº 133.

Klein, Emilio "Un marco analítico para el estudio de las Estructuras Agrarias y el Empleo en América Latina." Editorial PREALC. Santiago, octubre, 1976. Documento mecanografiado

Salazar, Gabriel "Labradores, peones y proletarios." Ediciones LOM.

Santiago, 2000.

 

 

Autor:

Alberto Bersezio

Docente Universidad Finis Terrae

[1] Klein, Emilio. Un marco analítico para el estudio de las Estructuras Agrarias y el Empleo en América latina. P.3

[2] Baraona, Rafael et al. Valle de Putaendo. Estudio de Estructura Agraria. P. 152.

[3] Id. P. 181.

[4] Salazar, Gabriel. Labradores, Peones y Proletarios. P.35.

[5] Salazar considera como pequeñas propiedades todas aquellas que presentan un ingreso anual inferior a los 90 pesos.

[6] Gay, Claudio., Agricultura Chilena. T.l. p.87.

[7] Baraona, Rafael et al. Ob. Cit. P. 201.

[8] Góngora, Mario. Origen de los Inquilinos de Chile Central. P.66.

[9] Balmaceda, José Manuel. Manual del Hacendado chileno. P.68.

[10]

[11] Klein, Emilio. Ob. Cit. t. p.4

[12] Balmaceda, José Manuel. Ob.Cit.pp.61-80.

[13] Baraona, Rafael et al Ob..Cit.p.187.

[14] Gay, Claudio. Ob.Cit.t.l.p.198.

[15] Salazar, Gabriel.Ob.Cit.pp.151.152.

[16] Klein, Emilio. Ob.Cit.p.7

[17] Salazar, Gabriel. Ob.Cit. p.82

[18] Gay, Claudio. Ob.Cit.t.l. p.173

[19] Salazar, Gabriel. Ob.Cit. t. 2. P.246.

[20] Gay, Claudio. Ob.Cit. t.2. p.246.