- En el principio fue el discurso.
- El carácter disciplinador de la Utopía.
- Utopía metodológica y utopía socio-política.
- No corran que es peor. A modo de conclusión.
Pensar la educación es una tarea reiterada pero no por ello fácil. Así como con cualquier otra construcción cultural es frecuente imbuirse en el sentido común y pensarla en forma estática y cristalizada. Es una tendencia opinar sobre ella como si siempre hubiera estado allí e, incluso, como si mantuviera una continuidad. Tal vez sea esto lo que nos lleva a creer en tanto sociedad que todas las modificaciones que manifiesta son síntomas de su corrosión y, consecuentemente, que "antes era mejor".
Es labor de los especialistas y de los intelectuales (o de los aspirantes a ello) edificar un pensamiento que se despegue del sentido común y de la intuición a fin de poder situar la Educación como un fenómeno en el espacio y en el tiempo.
Para ello se hace palmario revisar históricamente cuales son las condiciones socio políticas que han dado lugar al fenómeno que nos ocupa. Al mismo tiempo es menester propio de las ciencias de la educación revisar críticamente como se ha generado un discurso propio de la disciplina que es el que la constituye en su especificidad, diferenciándola de otros fenómenos.
A lo largo de este trabajo se intenta poner de manifiesto como se ha constituido históricamente la educación en la sociedad moderna. Con el acento puesto en la construcción del discurso pedagógico y específicamente en el lugar que le ha tocado dentro de este a la o las utopías educativas.
Tal como quedó expresado se revisará la historia de la educación, entendiendo por esta la educación moderna. Este es el punto que se toma no por descoser que anteriormente se realizaban practicas educativas, sino habida cuenta de que se observan algunas continuidades en el discurso pedagógico que comienza en el siglo XVI – XVII y se mantiene hasta el día de hoy.
Vale aclarar entonces que a la Educación aquí se la entiende como una práctica INSTITUCIONAL propia de la modernidad, que construye un discurso específico que la legitima y la construye: el discurso pedagógico. Por lo tanto toda vez que se hable de Educación se habla de pedagogía.
El momento mítico fundante de la pedagogía moderna se reconoce en el pensamiento del pedagogo Jan Amos Comenius. Es su obra mas citada, Didáctica Magna, el autor sienta las bases del la pedagogía moderna. Aun observando varias diferencias entre su propuesta (expresada en su obra) y la realidad del sistema educativo, muchos de los elemento que configuran una practica social como pedagógica encuentran su origen allí.
Antes de avanzar en los inicios de la configuración del discurso pedagógico conviene interrogarse sobre las condiciones en las cuales comienza a generarse.
En esta primera etapa, donde comienza a gestarse el discurso pedagógico, se distingue una fuerte influencia de instituciones religiosas. La pedagogía comienza constituyéndose en una razón de corte netamente corporativo.
No se encuentran en las obras de exponente como Comenius o Lancaster la intención de que la educación fuera un tema de Estado en lo ateniente al interior de la misma. Es decir que solo se apelaba a este en caso de requerir financiamiento, mas no se delegaban decisiones sobre el como o quienes debían ejecutar el acto pedagógico. Las decisiones técnicas quedaban en manos de quienes tenían un saber específico: los maestros.
Nótese que el párrafo anterior se habla del comienzo del discurso pedagógico. Esto se debe a que la pedagogía se conforma primero como discurso antes que una práctica efectiva, al menos tal como se la idealizaba. Se destaca este hecho ya que es un signo de la pedagogía misma.
Lo que se señala aquí es que la pedagogía comienza su camino antes de que exista un sistema escolar organizado en forma masiva. Por lo tanto es la pedagogía la que genera la necesidad de las escuelas (en tanto institución de secuestro del naciente cuerpo infantil).
Para conseguir eso el discurso pedagógico promueve una construcción inédita hasta ese entonces en la vida de la sociedad occidental: la infancia.
Para luego llevar a cabo la pedagogizacion de la infancia. Comenius en su obra "Didáctica Magna" destaca al niño como una entidad diferente de la del adulto. A guisa de ejemplo en el capitulo VII ("la formación del hombre se hace muy fácilmente en la primera edad, y no puede hacerse sino en esta") el pedagogo bohemio si bien no caracteriza al niño de la modernidad (tierno, heterónomo, indefenso, obediente, etc.) anticipa que este comienza a ser entendido como un sujeto con propiedades ciertamente muy diferentes a las del adulto. Y no solo eso, sino que particularmente se marcan diferencias en el terreno pedagógico.
Desde luego que puede aparecer como una obviedad que para crear la Escuela es indispensable tener alumnos, y para ello se necesitan niños. Entonces el discurso pedagógico construye al niño para luego pedagogizarlo, es decir hacerlo alumno.
Sin embargo durante la época Comeniana (la educación como razón corporativa) la pedagogía no era la misma que la de estos tiempos, como tampoco puede decirse que es equiparable a la de la etapa del Estado Educador. No obstante, contiene elementos que darán carácter específico a la escuela moderna, aunque ciertamente no los desarrolle el pedagogo bohemio. Al respecto señala Narodowski:
"… evidentemente, otra pedagogía existe en Comenius; y otra está expresado en sentido estricto. Porque es el inicio de la pedagogía moderna, porque es fuente inagotable de mecanismos discursivos posteriores, porque es originariamente transdiscursiva pero, a la vez, porque posee elementos propios que al encontrarse en el umbral de la modernidad pedagógica terminan por parecernos más genuinos, más verdaderos y, a la vez, muy extraños.
Extraños sobre todo a partir del siglo XVIII, cuando el niño es pedagogizado- cuando el dispositivo de alianza funciona eficientemente. Cuando la escuela moderna se ha transformado, tal vez definitivamente, en un dispositivo de secuestro del cuerpo infantil. Es posible que otra pedagogía haya existido. La experiencia comeniana –parafraseando a Roland Barthes- constituye muy probablemente el "grado cero" del pensamiento pedagógico: tan fecundo, tan originario, tan diferente…" (Infancia y poder. Aique. Primera Edición. Pág.: 106-107) (subrayado mío)
Para llegar a la construcción de la infancia tal como la conocemos fue preciso que pasen muchos años y también procesos sociales que modifiquen las estructuras político sociales. No obstante ello es difícil comprender como un discurso disciplinar puede afectar tan radicalmente la vida de la sociedad occidental, llegando a la generación de un sistema educativo tal que resulta una tarea colosal pensar nuestra cotidianeidad y la de nuestra descendencia sin escuelas.
Entonces hay que señalar que en su comienzo el discurso pedagógico no era un tema de orden primario en la sociedad, básicamente era una cuestión corporativa. Por lo tanto la pedagogía va a esperar a que el Estado la transforme en una bandera fundamental del futuro (y del buen futuro) e indispensable para la instauración de un renovado régimen político social.
Lo dicho es una descripción, la pedagogía nacida pre revolución francesa e industrial y en el seno de la vida religiosa, es tomada por la sociedad burguesa y la transforma en una razón de Estado.
Este movimiento no puede comprenderse si no se incluye un dispositivo fundamental del discurso pedagógico. El discurso pedagógico moderno, pre sociedad Estado Nación, tiene un componente utópico muy fuerte; y luego de la instauración de la democracia cobrará una fuerza tal que durante mucho tiempo (y en algunos sectores educativos aún hoy) fue impensable que el sistema educativo pueda ser tal sin este dispositivo.
La utopía tiene un carácter central en el discurso pedagógico moderno. Líneas arriba se señaló que la pedagogía construye un discurso normativo y luego lo ejecuta en la práctica escolar.
En es ese marco que la utopía toma un carácter central, porque es a caballo de esta que el discurso tiene una pregnancia tan importante en la construcción de la sociedad civil del siglo XIX.
Manheim sostiene que la utopía construye relatos. Por un lado observa un relato Épico. Esta es la faceta seductora de la utopía porque dice como pueden ser las cosas si se consigue hacerlas correctamente. En este lugar el método cobre importancia ya que marca la manera con la cual se puede pasar de un estado de cosas a otro.
La utopía también tiene un carácter ordenador. Este carácter la tiñe como necesaria y urgente. Por lo tanto marca una postura y un camino a seguir. Por su propia definición significa la realidad y nada puede quedar por fuera de lo que esta es capaz de significar. La utopía es TOTALIZANTE.
Dentro de un discurso normativo es lógico que se impongan formas de entender la realidad y también de actuar sobre ella. La pedagogía al señalar como es la realidad necesita hacerlo en un tono tal que no pueda pensarse un orden digno de ser vivido sino es como la realidad proyectada. El discurso pedagógico es fundacional en su punto de partida (describe que es lo que pasa y lo valora) y utópico en su punto de llegada.
En párrafos anteriores se señaló que la pedagogía puede analizarse conforme 3 discontinuidades sufridas en la extensión de su desarrollo histórico. El periodo donde la pedagogía se constituye como razón de Estado es durante la industrialización del mundo occidental.
Es durante esa etapa que el discurso pedagógico normaliza la sociedad y proporciona fuertes categorías para interpretar la realidad y proyectar un futuro. Analíticamente esta etapa aparece como más evidente y los dispositivos pedagógicos resaltan con mayor facilidad que en la anterior y siguiente discontinuidad histórica.
Si la pedagogía transita por discontinuidades es porque cada una de ellas tiene condiciones que la hacen distinta de las otras. Se tomará entonces, seguidamente, el periodo en el que la educación es descripta como razón de corporación de educadores. Dejando para el final la actual etapa de la pedagogía.
En lo que respecta a la utopía, analizar el primer periodo de la pedagogía moderna es sumamente oportuno. Esto está dicho porque es la utopía la que motoriza toda la maquinaria discursiva de la pedagogía y en ese momento inicial la utopía no alcanzaba las proporciones que alcanzaría luego con el Estado educador; sin embargo se encuentra en Comenius el dispositivo utópico que luego se repetirá en todos los pedagogos que lo continuaron, inclusive al día de hoy.
En primer término es momento de indicar que la utopía tiene un carácter transdiscursivo. Habida cuenta que se reitera a lo largo del discurso pedagógico sin importar las diferencias que puedan encontrarse dentro del mismo o las discontinuidades por las que atraviese.
La utopía educativa que se encuentra en Didáctica magna y que mantiene cualquier discurso pedagógico es la susceptibilidad que tiene el ser humano de ser educado. Más aún, no solo que el hombre puede ser educado sino que "conviene que el hombre sea educado si a de ser tal". Aquí reluce con toda su intensidad la fuerza y el tono utópico de la pedagogía; no basta con la disponibilidad del hombre para recibir el saber de la sociedad, sino que para ser un Hombre (el hombre que la sociedad espera que sea) es imperioso que sea educado. Esto es la base donde reposan todas las utopías comenianas y todas las que le siguieron.
Agregado a esto se observa el carácter normatizante que posee la pedagogía. Toda vez que el hombre tenga que ser educado (esto ya entendido como una condición necesaria que no entra en tela de juicio para los pedagogos) va a serlo transitando las vías previstas para ello (escuelas) y de la manera en el ideal lo imponga. A medida que se avanza puede verse como la utopía se va fragmentando en sus aspectos metodológicos por un lado y en sus aspectos socio políticos.
- Utopía metodológica y utopía socio-política.
Educar al hombre para que sea tal, luego se podrá discutir a lo largo del tiempo que tipo de hombre quiere cada sociedad en determinado momento. Pero lo que no se discute es que el hombre natural debe pasar por la educación para transformarse en Hombre cultural. No se discute el carácter trasformador de la educación porque las utopías estructuran el pensamiento.
La utopía comeniana referida a que tipo de hombre se quería para esa sociedad se encuentra en su ideal pansófico. Por lo tanto la vertiente socio-política es "enseñar todo a todos".
Si bien este es el norte hacia el que se dirige todo el discurso comeniano y le otorga sentido a toda la practica discursiva y no discursiva, no es el punto central del interés de la obra citada.
Tal como desde su nombre puede sospecharse, la apuesta fuerte de la utopía comeniana estaba puesta en la metodología: "el fundamento de las reformas en las escuelas es procurar el orden en todo". (Cáp. XIII. Didáctica Magna).
El discurso pedagógico describe la realidad (siempre desde una óptica negativa) propone un punto de llegada (enseñar todo a todos) y procura una gran confianza en el método (la razón: el orden en todo) que permitirá alcanzar los objetivos propuestos.
La utopía (y lo que no entraba en discusión) era que la voluntad racional del pedagogo podría llevar a concretar la aspiración socio-política de la pedagogía.
"El saber impera en las mentes, el orden en los cuerpos". A partir de esta expresión del pedagogo bohemio a todas luces puede verse como ya desde que la pedagogía se constituía al abrigo de la corporación de los educadores e incluso durante la educación como razón de Estado, la pedagogía era una amalgama de las utopías metodológica y sociopolítica. El pedagogo era un pensador de la educación que construía y mantenía una coherencia conceptual interna entre el pensamiento político ideológico y los procesos de enseñanza practicados.
Si bien en el caso de Comenius, y probablemente de toda la pedagogía de la época, aún dentro de la coherencia predominaba la vertiente metodológica por sobre la social política porque era el camino a recorrer para llegar al horizonte ya establecido por la propia pedagogía; y si bien durante el periodo del Estado educador las discusiones sobre el encuadre político ideológico fueron mucho más álgidas que en el periodo anterior cada pensamiento pedagógico estaba enmarcado en uno político. O mejor expresado, todo proyecto político (al menos los dominantes) contenía una pedagogía determinada.
En el último tercio del siglo XX la educación, pero también la política y la sociedad toda comienzan a atravesar cambios cualitativos de gran envergadura.
A la educación debe sumársele un dato mencionado líneas arriba: la acumulación de proyectos o prácticas pedagógicas diferentes. Mas allá de que cada una dependía de un entramado ideológico particular, la sucesión de las prácticas va dejando sus marcas en el campo educativo, pero específicamente en el técnico (entendiendo por este el espacio donde se ponen en práctica las intervenciones docentes, es decir el salón de clases).
También debe considerarse que el campo educativo ha ido recortando y especializándose, y por lo tanto es esperable que el aspecto técnico comience a ganar interés de los actores de dicho campo.
En el último párrafo del apartado anterior se señaló la doble vertiente de la utopía sin que ello fuera óbice para mantener una estructura totalizante y coherente (disciplinador). La realidad discursiva muestra que en este momento diferentes utopías conviven dentro de las dos ramas y que a su vez estas vertientes corren separadamente. Este estado de cosas ha sido definido por M. Narodowski como pedagogías Light.
La educación en la actualidad ha dejado de ser un tema de primer orden para los Estados, pasando (a diferentes ritmos y maneras) a participar de la sociedad más en términos económicos que en términos políticos.
Es decir que la lógica del Mercado (des reguladora y competitiva por naturaleza) que se introduce en las diferentes esferas de al vida social, también lo hace en la pedagogía de esta época. El efecto de esta intromisión (u aporte, según se lo quiera ver) puede apreciarse en escuelas y sistemas educativos "adaptativos" que intentan captar la demanda y satisfacerla.
Las variables que introduce la posmodernidad no se agotan en el Mercado. Se fortalece en la sociedad lo que Fredric Jamenson llama las "distopías" que es la negación de pensar un futuro mejor. Lo cual habla de que nuestro pensamiento tiende a "achatarse" y a funcionar de modo tal que en el mejor de los casos se mitiguen los maltratos del mundo.
Es sumamente interesante como pasa al dominio público y al sentido común la idea, utópica por que no, de que la calidad educativa puede mejorar la sociedad o, en un tono moderado, contribuir a paliar las injusticias sociales y la pobreza. Esta idea llevada al campo de acción se traduce en los esfuerzos e incentivos por la mejora de las instituciones, la inversión en la formación docente y el acento en la capacitación didáctica. Puede verse como la utopía metodológica copa el escenario de la pedagogía.
Es dable considerar que los métodos se pueden perfeccionar y que cuanto más se esfuerce una escuela mejor calidad de educación puede ofrecer a su comunidad. No obstante eso también cabe la preocupación porque eso es centrar la problemática en una cuestión técnica.
Es la operación de la utopía que se crea que la educación puede mejorarse escuela por escuela (es decir poniendo el acento en la institución y no en el sistema), ergo la vida en la sociedad. Este programa o preocupación parece más acorde al de un establecimiento que al de un sistema educativo, el cual depende de condicionamientos políticos que parecen quedar en un segundo plano para la pedagogía moderna.
Tampoco es inteligente la opción de pensar que una "mano negra" manipula la vida de las instituciones y el desarrollo de los discursos. La actualidad de la pedagogía es acorde a la de la vida social política, donde al igual que en la educación no desaparecen las utopías de corte político social, sino que bajan sus pretensiones, se suavizan, de han "domesticado" y se las encuentra defendiendo la comprensión de lo singular. Lo interesante es que esto último pone en duda que sean utopías, considerando que estas, para ser tales, deben manifestar un carácter totalizante. Por lo tanto una utopía no puede recortarse a un segmento del campo.
Este ensayo trata de describir cual ha sido el lugar de las utopías en el discurso de la pedagogía moderna a través de sus discontinuidades históricas. "No corran que es peor", frase alegórica utilizada como título porque la intención del trabajo es contrarrestar una tendencia (percibida a titulo personal) que marca que todos los cambios (o la actualidad) educativos son nefastos y que impera retornar a la pedagogía del Estado educador.
Mas allá de la vacancia de utopías socio políticas vale la pena valorar lo que la educación puede ofrecer a la sociedad en la que hoy funciona. "Abandonar lo que ya se perdió es imperativo para construir una utopía que hoy no tenemos".
Desde luego que la problemática no permite conclusiones cerradas ni mucho menos simples. Lo que si puede decirse, en tanto parece haber un consenso entre los especialistas, es que la posmodernidad no permite pensar al hombre y a la sociedad con categorías apriorísticas.
La educación, inevitablemente, deberá pensarse sobre otras bases distintas de las que acostumbramos y fuimos educados. Los efectos negativos de la escuela de aquel Estado educador han sido largamente descubiertos, por lo tanto no vale la pena idealizar el pasado.
El estallido de las singularidades en la posmodernidad puede ser la base de una educación que no puede pretender un grado de homogeneidad como antaño ¿pero entonces como mantener una identidad nacional o algunas categorías que nos incluyan a todos en la vida en sociedad? La situación es altamente compleja y se impone la construcción de nuevas categorías para pensar y construir un discurso pedagógico que de cuenta de la situación educativa y política. Con el firme convencimiento de que las desigualdades políticas y económicas se pueden reparar dentro de aquellos ámbitos.
Nota: Algunos datos contienen aclaraciones que se encuentran en la version completa, seleccionar "Descargar" desde el menú superior
Autor:
Lic. Cristian Lucero. Psicopedagogo
Estudiante de Maestria en Educación.
Año del ensayo 2004. Argentina