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Mitología Griega 13: La Saga de Roma

Enviado por Allan AAA


  1. Anquises
  2. Eneas
  3. Dido
  4. La Sibila de Cumas
  5. Latino
  6. Ascanio
  7. Rómulo y Remo
  8. Fundación de Roma
  9. Las Sabinas
  10. Quirino
  11. Marco Curcio
  12. Numa Pompilio
  13. Los Horacios
  14. Servio Tulio
  15. Tarquino el Soberbio
  16. Tarquino y la Sibila
  17. Deífoba
  18. Lucio Bruto
  19. Lucrecia
  20. La República Romana
  21. Horacio Cocles
  22. Cayo Mucio Escévola
  23. Batalla del lago Regilo

CUESTIÓN 273.

Anquises

Venus (la Afrodita griega), por las maquinaciones de Júpiter (el Zeus griego), que quería vengarse de ella por los trastornos que le había causado a él y a los otros dioses, pero también impulsada por el deseo, se enamoró perdidamente de un hermoso príncipe troyano, Anquises, hijo de Caspis y Temiste. La diosa le concedió sus favores sexuales en el monte Ida, y Anquises, al descubrir quién era su amante, temió quedar sin fuerzas, pero logró cumplirle; el fruto de esa unión fue Eneas. Posteriormente, durante un banquete, Anquises alardeó ante sus amigos de que se había acostado con la mismísima diosa del amor, y por ello Zeus lanzó contra él un rayo, pero Afrodita lo desvió haciendo que no le diese de lleno; sin embargo, Anquises quedó maltrecho y debilitado para siempre.

CUESTIÓN 274.

Eneas

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Pasados varios años, Eneas se convirtió en un valeroso héroe troyano, y participó en la guerra cuando los griegos invadieron Troya para recuperar a Helena. Después de la caída de Troya, Eneas logró sobrevivir abriéndose paso para huir cargando entre sus hombros a su anciano padre Anquises y a su hijo Ascanio; pero su esposa Creúsa desapareció durante la huida, y Cibeles la incorporó al coro de sus ninfas. Admirados los griegos por el valor de Eneas, lo dejaron marcharse junto con el reducido grupo de amigos y fieles que lo seguían, mientras Troya ardía en llamas. Así, Eneas se hizo a la mar para encontrar una nueva tierra en la cual establecerse con los troyanos supervivientes que le siguieron. Se detuvo en la costa de Tracia, en busca de leña para un sacrificio; comenzó a arrancar los cornejos de un montículo, pero horrorizado observó cómo las plantas empezaron a sangrar, y una voz que salió del montículo le dijo que quien le hablaba era su pariente Polidoro, cobardemente asesinado y enterrado en aquel lugar; los arbustos brotaron de las lanzas con que había sido traspasado. Después de pasar algún tiempo en Tracia, fue a Delos, donde el oráculo le ordenó que fuera a la tierra de sus antepasados. Recordando que Dárdano, el antepasado de la familia real troyana, procedía de Creta, Eneas dirigióse hacia esa isla. Pero se declaró la peste entre sus hombres, y sus dioses familiares, los Penates, se le aparecieron en una visión y le dijeron que el hogar originario de Dárdano era Italia, y allí era adonde debía ir.

Partiendo de Creta, Eneas se dirigió a Epiro. En su viaje, se encontró con las arpías, y su jefa, Celeno, le dijo que jamás encontraría una ciudad donde establecerse hasta que el hambre le hubiera obligado a él y a sus hombres a comer los mismos platos en donde tomaban sus alimentos. Al llegar a Epiro, encontró a Héleno establecido como rey, después de la muerte de Neoptólemo, y casado con Andrómaca. De él obtuvo nuevos detalles acerca de las aventuras que le aguardaban. Había de buscar un lugar donde vería una cerda blanca con treinta lechones; en su viaje hacia ese lugar, que se encontraba en algún punto de la costa de Italia, había de visitar a la sibila de Cumas, la cual le daría más información. Después de un viaje difícil, llegó a Sicilia, donde su pariente Acestes, rey de Segesta, le recibió con hospitalidad. Aquí murió Anquises y recibió los honores de la sepultura.

CUESTIÓN 275.

Dido

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Al año siguiente, Eneas junto con su tripulación, salió de Sicilia. Una súbita tormenta enviado por Juno (la Hera griega; que odiaba a todos los troyanos), llevó a Eneas hacia la costa de África, cerca del emplazamiento de Cartago. Aquí él y sus hombres fueron recibidos hospitalariamente por Dido o Elisa, fundadora de Cartago. Dido era de origen fenicio e hija de Belo, rey de Tiro; cuando el marido de Dido, Sicarbas, fue asesinado por su hermano Pigmalión, rey de Chipre, ella huyó con sus seguidores al norte de África; aquí el rey local, Yarbas, quiso oponerse al desembarco de los extranjeros fenicios. Dido y sus seguidores entonces le pidieron que se les venda únicamente el terreno que pueda ser rodeado con una piel de toro; rióse Yarbas ante lo singular del pedido y aceptó la propuesta. Dido y sus compañeros sacrificaron el animal, lo desollaron y cortaron la piel en tiras muy delgadas que pusieron una a continuación de otra; de esta manera, según lo estipulado, abarcaron un espacio suficiente para construir una pequeña ciudadela. Pero cuando la nueva ciudad comenzó a prosperar, Yarbas amenazó a Dido con la guerra si no se casaba con él; antes que someterse ella a esa alternativa, Dido prefirió la guerra, y, tras resultar vencedora, engrandeció Cartago y lo hizo próspero bajo su gobierno.

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Cuando Eneas naufragó en Cartago fue recibido con hospitalidad. Como hizo Ulises en la corte de los feacios, Eneas relató los horrores de la guerra de Troya a la reina y su corte. Venus hizo que Dido se enamore locamente de Eneas, y éste decidió entonces quedarse con ella. Pero después de una estancia de algunos meses, Júpiter, viendo que la expedición de los troyanos se entretenía demasiado en Cartago, advirtió a Eneas de que debía proseguir su camino. Apenado, Eneas tuvo que marcharse pese a los ruegos de Dido, la cual, desesperada al verse abandonada por su amante, resolvió prender fuego a su palacio y morir ella misma entre las llamas de una pira funeraria.

CUESTIÓN 276.

La Sibila de Cumas

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Ahora Eneas regresó a Sicilia, celebró juegos fúnebres para honrar el aniversario de la muerte de su padre, y perdió una parte de su flota, incendiada por las mujeres de sus séquito, bajo la instigación de Juno. Con las naves restantes y lo mejor de sus seguidores (los más viejos y débiles habían sido dejados atrás, bajo la protección de Acestes, para fundar una ciudad en Sicilia), llegó a Cumas. Aquí la sibila predijo sus futuras luchas y triunfos, pero le refirió a otra autoridad, el espíritu beatificado de su propio padre. Bajo la guía de la sibila, Eneas se dirigió hacia el lago Averno, en la Campania, y penetró en el mundo de los muertos, permitiéndosele la entrada merced a una rama de oro que había podido hallar mediante la ayuda de unas palomas enviadas por su madre. En el más allá tuvo ocasión de contemplar por última vez a su amada Dido, o más bien su alma en pena. Anquises le hizo una predicción de la historia romana hasta la época del advenimiento de Augusto, y Eneas regresó al mundo superior muy animado. Desembarcando en la desembocadura del Tíber, encontró la marrana y sus lechones, y al comer, tanto él como sus seguidores, usaron tortas planas de pan en vez de platos, y después comen esas tortas, con lo cual se cumplió la profecía de Celeno, la arpía.

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CUESTIÓN 277.

Latino

Ahora Eneas entró en relaciones amistosas con Latino, hijo de Fauno y rey de aquella parte del Lacio, el cual había sido advertido por un oráculo para que ceda a su hija Lavinia en matrimonio a un extranjero. Turno, príncipe de los rútulos, pretendía ser el hombre del destino, ya que en parte era de origen no itálico; viendo que Lavinia rechazó a Turno, Latino favoreció a Eneas. Entonces intervino Juno, la cual incitó a Turno un odio irrefrenable contra Eneas; Turno reunió un ejército de rútulos, latinos y guerreras amazonas, comandadas por Camila, y, ayudado por los seguidores de Mecencio, un expatriado de Cere, declaró la guerra a Eneas. Pero éste encontró aliados en los etruscos, al mando de Tarcón, que había sido advertido de que esperase el éxito contra Mecencio en el caso de que sus hombres estuvieran acaudillados por un extranjero. Se produjo una encarnizada lucha, en la que murieron muchos guerreros, entre ellos, el mismo Latino y Camila; finalmente, la guerra se desencadenó como un combate cuerpo a cuerpo, en el que Eneas venció y mató a Turno. Ahora procedió a casarse con Lavinia, después de concertar un tratado de paz muy favorable a los vencidos latinos, los cuales habrían de conservar su nombre y costumbres, pero aceptar de Eneas los dioses Penates (protectores del hogar y la familia) y ritos sagrados que trajo consigo. Después de casarse con Lavinia, Eneas se estableció en las colinas y bosques, y gobernó así durante varios años en el Lacio, convirtiéndose en los monarcas antepasados del pueblo romano.

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CUESTIÓN 278.

Ascanio

Estando embarazada Lavinia de Eneas, acaeció la muerte de éste. Le sucedió en el trono su hijo Ascanio. Temiendo por la seguridad de su hijo nonato, Lavinia se refugió en los bosques, donde dio a luz un varón, que llamó Silvio. Poco después, Mecencio se enteró del fallecimiento de Eneas, y atacó el Lacio en busca de venganza. Inicióse la guerra y, como ésta tardaba demasiado, y ya había cobrado demasiadas vidas, Ascanio y Mecencio decidieron el resultado de la victoria mediante un duelo en el que perdió la vida este último. Ascanio, llamado también Julo, gobernó en paz varios años; viendo que la ciudad creada por su padre se había quedado pequeña, fundó otra en el monte Albano, que llamó Alba Longa, y la convirtió en un poderoso centro político que reunió a la confederación denominada Liga Latina. Ahora Ascanio emprendió la búsqueda de su hermanastro perdido, al que encontró y recibió hospitalariamente en su casa. Antes de morir, Ascanio nombró como su sucesor a Silvio. Pero estaba escrito que Alba Longa no era la ciudad a la que los dioses habían concedido gloria inmortal.

CUESTIÓN 279.

Rómulo y Remo

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Silvio fue padre de dos hijos, Amulio y Numitor. A la muerte de Silvio, Numitor heredó el trono, pero Amulio tramó una conspiración para obtener el poder y encarceló a su virtuoso hermano, a cuyos hijos él había dado muerte. Sin embargo, Numitor tenía una hija, Rea Silvia, a la cual Amulio convirtió en virgen vestal para que no pudiera tener descendencia que le disputara el trono; pero el destino estaba contra él, y Marte (el Ares griego) la amó e hizo que de él concibiese y diera a luz a dos hijos gemelos: Rómulo y Remo. Enterado de esto, Amulio encarceló a Rea Silvia, y cuando nacieron los niños resolvió abandonarlos en una cesta y arrojarla al río Tíber para que murieran ahogados. La madre, desesperada, y sin importarle que el río estaba en su crecida, se lanzó en pos de ellos; antes de morir ahogada, se enamoró de ella el dios del río Tíber y la convirtió en una diosa fluvial, en calidad de su esposa.

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Los pequeños Rómulo y Remo fueron a parar ilesos a la playa, cerca de las faldas del monte Palatino. Allí una loba que merodeaba los alrededores los oyó llorar, y abandonando su cubil del Lupercal, fue a amamantarlos; un picamaderos (el pájaro de Marte) también los atendió, llevándoles comida en su pico. Así sobrevivieron algún tiempo, hasta que el pastor real, Faústulo, los descubrió y los llevó a su casa, donde los crió Aca Larentia, su mujer. Sin embargo, el alto linaje de los gemelos se manifestó en su valor e iniciativa, y pronto se elevaron a una posición de preeminencia entre los muchachos de la región, a algunos de los cuales reunieron a su alrededor en una especie de séquito.

Un día, habiéndose suscitado una disputa con los pastores de Numitor, Remo, el menor de los gemelos, fue capturado y llevado a Alba, donde fue entregado a Numitor para que fuera juzgado. Fáustulo, desesperado, le dijo a Rómulo, el mayor de los gemelos, cómo ellos habían sido encontrados y que procurase rescatar a su hermano. Entretanto, Numitor, asombrado ante el noble circunspecto de Remo, estaba sospechando de quién se trataba, y cuando se presentó Rómulo, pronto se efectuó el reconocimiento. El abuelo y sus nietos conspiraron juntos; marcharon contra Alba Longa a la cabeza de un ejército, Amulio fue asaltado y muerto, y el reino devuelto a Numitor.

CUESTIÓN 280.

Fundación de Roma

Siguiendo los designios divinos, los gemelos decidieron entonces no quedarse en Alba, sino fundar una nueva ciudad en el lugar que habían sido salvados de la muerte. Por lo tanto, suscitóse la cuestión de cuál de los dos habría de ser rey. Rómulo o Remo, y por consiguiente, si la nueva ciudad habría de llamarse Roma o Rémora. Rómulo se estableció en el monte Palatino para buscar una señal en el vuelo de las aves; Remo dirigióse para ello mismo al Aventino, situado un poco más abajo. Después de larga espera, Remo vio seis buitres, una de las aves más importantes en el arte de los augurios; pero poco después de esto, Rómulo vio doce, y fue declarado vencedor. Ahora procedió Rómulo a elegir un sitio para el emplazamiento de una ciudad en el Palatino, desde cuya colina tomó posesión formal arrojando hasta él su lanza desde el Aventino (la distancia del lanzamiento cubrió más de doscientos metros). La punta se clavó profundamente, y no hubo nadie que la pudiese sacar; el asta, prendida en una tierra fecunda, echó ramas convirtiéndose en un magnífico árbol, el cual fue honrado por los romanos hasta la época de Cayo César.

Rómulo trazó un recinto cuadrangular con un arado de bronce, en el espacio destinado a las puertas; en su interior cavó un hoyo que rellenó con tierra de Alba y sobre él erigió un altar en honor de los antepasados y los dioses protectores de la comarca. Remo, para demostrar que era inadecuado, despectivamente saltó por encima del muro, que no debía hollarse por su carácter sagrado, por lo cual fue muerto por Rómulo. Siendo éste ahora el único e indiscutido soberano de la pequeña comunidad de Roma, procuróse mayor número de seguidores abriendo en el Capitolio un santuario, al que pronto acudieron en gran número, de todas partes, hombres apátridas y expulsados de sus países, especialmente de la vecina Etruria.

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CUESTIÓN 281.

Las Sabinas

Romo muy pronto se convirtió en una gran ciudad. Pero surgió una nueva dificultad; los Estados vecinos rechazaban con burla todas las ofertas de matrimonios, y los propios romanos no tenían mujeres. Por lo tanto, Rómulo trató de establecer una alianza con el pueblo vecino más predominante, los sabinos, para que las poblaciones se mezclaran y hubiera matrimonios mixtos entre romanos y sabinas. Ante la negativa de los pobladores de la región de Sabina, Rómulo convocó un festival al que invitó a los sabinos, para que presenciasen unos juegos de circo que él y sus hombres estaban celebrando, diciéndoles que viniesen con sus esposas y sus hijos. En medio de los juegos, los romanos se apoderaron de todas las muchachas solteras y se las llevaron. Se produjo la guerra; los Estados menores fueron fácilmente repelidos, pero los sabinos, con su rey Tito Tacio, estaban menos dispuestos a ceder. Atacaron Roma y pusieron sitio al Capitolio, que servía de avanzada.

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Tarpeya, hija del comandante romano, prometió a los sabinos entregarles la ciudadela, si en pago le daban ellos lo que llevaban en sus brazos izquierdos, refiriéndose a sus brazaletes de oro. Ellos cumplieron lo prometido, aplastando a la traidora bajo los escudos que llevaban en el brazo izquierdo. Siguiendo las indicaciones de Tarpeya, los sabinos pretendieron tomar el Capitolio llegando a él a través de una franja de terreno pantanoso y sin desagüe, que constituiría después el Foro. Pero los romanos, aprovechando que el Capitolio aún seguía en su poder, lo utilizaron como base, y atacaron con toda su guarnición el grueso del ejército sabino apertrechado en el Palatino. Al principio de la batalla, los romanos llevaron la peor parte, entonces Rómulo dedicó un templo a Júpiter Stator ("El que detiene la huida") y Jano acudió en su ayuda, asistido por las ninfas de las fuentes locales, y cerró el paso a los asaltantes con una rápida irrupción de agua hirviente; ahora los sabinos a su vez comenzaron a ceder. Cuando ambos bandos se disponían a realizar un último esfuerzo, las sabinas raptadas, muchas de las cuales eran ya felices madres y llevaban a sus hijos en brazos, irrumpieron entre los dos ejércitos, rogando a sus maridos y a sus padres que hicieran las paces. Este llamamiento resultó eficaz; los sabinos se trasladaron a Roma, donde se establecieron en el Capitolio, mientras que los romanos quedaron en el Palatino; Rómulo y Tito Tacio gobernaron juntos, hasta que el último fue muerto en una reyerta privada.

CUESTIÓN 282.

Quirino

La muerte de Tito Tacio dejó de nuevo a Rómulo como único rey, que rigió los destinos de Roma hasta su muerte. Un día, Rómulo desapareció en medio de una violenta y súbita tempestad, mientras estaba pasando revista a sus tropas en las afueras de la ciudad. Luego se apareció en forma glorificada, montando un carro dado por su padre Marte, a un ciudadano, un tal Julio Próculo, para decirle que ahora, era un dios y que debía ser honrado con el nombre de Quirino. Así, acompañó desde entonces a los romanos en sus glorias militares.

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La esposa de Rómulo, Hersilia, le lloró desconsoladamente como si estuviera perdido en algún lugar ignoto; entonces la reina de los dioses, Juno, compadecida le envió a Iris a que le informara que la iba a llevar a donde estaba su marido, pues había demostrado ser una buena esposa y merecía seguir gozando de su compañía aún de dios. Así que Iris voló rauda a donde estaba Hersilia y cumplió con el encargo: Hersilia fue conducida por Iris y una estrella brillante a donde estaba Quirino, y éste al verla le muda su aspecto y le impone el nuevo nombre de Hora.

CUESTIÓN 283.

Marco Curcio

Durante el gobierno de Rómulo fue desecada la zona pantanosa entre el Capitolio y el Palatino, y se edificó el Foro (del latín forum, "plaza de mercado" o "lugar al aire libre") que pasó a ser el centro de negocios privados y públicos de Roma. Cierta ocasión, en medio del Foro apareció de pronto una gran hendidura y los adivinos declararon que jamás se cerraría hasta que se empleara para llenarla aquello que en Roma había de más valioso. Uno de los soldados del ejército romano, Marco Curcio, comprendiendo el significado de estas palabras, montó en su caballo y se precipitó al interior de la hendidura; ante este sacrificio de un valiente patriota, el mayor tesoro de Roma, la hendidura se cerró.

CUESTIÓN 284.

Numa Pompilio

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Después de la desaparición de Rómulo, los romanos eligieron como sucesor del trono a un noble sabino, Numa Pompilio, muy conocido por su rectitud y bondad. Pero al presentarse los embajadores, Numa rehusó la oferta, teniendo que insistir mucho los romanos y su propia familia para que desistiera de su empeño en no aceptar la corona. Una vez erigido como monarca, Numa mantuvo la paz durante su largo reinado y dio origen a la mayor parte de las ceremonias de la religión del Estado romano. Su fuente de inspiración fue una consejera divina y amante suya, la ninfa Egeria, con la que solía encontrarse de noche, fuera de la Porta Capena, en la gruta de las Camenas.

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Un día, que Numa no sabía cómo invocar el rayo de Júpiter para la procuratio o ritual expiatorio, Egeria le aconsejó que atrapase a dos dioses de los bosques, Fauno y Pico, y les pidiera ayuda. Así lo hizo, dejando vino cerca de una fuente a la que solían ir a beber, y de este modo les obligó a que le enseñaran el modo como él mismo podía llamar a Júpiter. Cuando el dios se presentó ante Numa, procedió a nombrarle los materiales de que debía componerse el sacrificio expiatorio. Pidió una cabeza; aquí Numa le interrumpió con las palabras: "de ajos". Júpiter prosiguió: "humana…", y de nuevo intervino Numa con la palabra: "cabellera"; el dios intentó de nuevo continuar, y pidió "la vida…", "de una sardina", le interrumpió Numa; a Júpiter le hizo gracia esto y se avino a que sus amonestadores rayos fuesen expiados a tan bajo precio.

Una terrible peste se presentó entre el pueblo romano, y Júpiter, mediante un acto de su gracia, hizo caer del cielo un misterioso escudo, ancile. Numa, temiendo que este tesoro le fuese robado (porque se le había dicho que constituía una prenda de soberanía), presentó el escudo como modelo a los mejores artistas del país para que lo imitaran. Todos desistieron de hacerlo menos uno, un hábil forjador llamado Mamurio, que fabricó once copias tan semejantes que ni el mismo Numa fue capaz de descubrir cuál era el original. Satisfechos los dioses, la epidemia cesó, y durante ella fue creado el colegio sacerdotal de los Salios, que utilizaban los escudos para sus danzas guerreras. Mamurio exigió que como recompensa por sus esfuerzos fuese incluido su nombre en el himno de los Salios. Ellos así lo hicieron, pero a Mamurio no le gustaron los escasos versos en donde se lo nombraba, y tuvo una disputa con aquellos sacerdotes. Así, terminó siendo expulsado de la ciudad.

A la muerte de Numa Pompilio, Egeria se retiró al bosque de Aricia, donde Diana (la Artemisa griega) se compadeció de ella y la convirtió en una fuente.

CUESTIÓN 285.

Los Horacios

El reinado siguiente, el de Tulio Hostilio, estuvo marcado por la guerra. El rey escarneció las instituciones religiosas de Numa, calificándoles de propias de holgazanes y de mujeres, e inclinó la guerra contra la vecina Alba Longa. Era evidente que dos grandes ciudades en expansión no podían convivir de forma pacífica en el Lacio, y que necesariamente habían de enfrentarse por la supremacía. Fue acordado que la batalla entre Roma y Alba había de decidirse mediante un combate entre campeones escogidos; los representantes del Estado que perdiera deberían de convertirse en súbditos del otro.

Los romanos estaban representados por trillizos, los Horacios, y los albanos también por trillizos, los Curiacios. Después de un largo y dudoso combate, solamente uno de los Horacios quedó con vida; entonces simuló huir y fue perseguido por sus adversarios. La diversa gravedad de sus heridas no permitió a los Curiacios correr con igual velocidad y comenzaron a distanciarse, lo que fue aprovechado por el romano para matarlos antes de que pudieran prestarse ayuda. Al volver a casa, fue recibido a la puerta por su hermana, que estaba prometida en matrimonio a uno de los Curiacios. Al ver a su hermano que llevaba una prenda que ella misma había hecho para su prometido, profirió un gemido; entonces, su hermano la mató enseguida por su falta de patriotismo. Acusado de asesinato ante dos jueces nombrados por Tulio Hostilio, fue condenado, pero se le permitió apelar al pueblo, el cual le absolvió. Se le ordenó entonces que se purificase de la mancha ritual de homicidio, lo cual hizo pasando con la cabeza cubierta con un velo por debajo de una viga colocada a través de una de las angostas calles de la ciudad.

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CUESTIÓN 286.

Servio Tulio

Tulio Hostilio terminó su vida en un intento mal interpretado de contener una peste por medio de ciertos misteriosos ritos a Júpiter Elicio, el dios que Numa Pompilio había invocado con éxito con el mismo título; un rayo lo destruyó a él y a su casa. Su sucesor al trono fue Anco Marcio, cuyos hijos tuvieron como tutor a Lucio Tarquino Prisco, y a la muerte del padre de éstos, él asumió el trono.

En el fuego del hogar del palacio de Tarquino Prisco, apareció súbitamente un fuego cuya forma era parecida a un falo. Una esclava, Ocresia, que recientemente había sido hecha prisionera en la toma de la ciudad de Cornículo, donde su marido había sido de sangre real, fue la primera en ver el prodigio, y fue a referirlo a Tarquino Prisco, el cual, después de aconsejarse con su esposa, Tanaquil, y con otros expertos en adivinación, dejó a Ocresia, vestida como una novia, a solas en el fuego del hogar. Una chispa del fuego fue a caer entre sus pechos y quedó embarazada, y a su debido tiempo dio a luz al futuro rey, Sevio Tulio. El parentesco divino de Servio (que significa etimológicamente "hijo de esclavo") fue reconocido cuando un día, mientras dormía, una llama se movía sin hacerle daño alrededor de la cabeza.

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La pareja real, advirtiendo que Servio no era ningún hijo de esclavo vulgar y corriente, le rodeó de toda clase de atenciones. Cuando llegó a la edad madura fue Servio, y no los hijos del monarca anterior que estaban bajo la tutela de Tarquino Prisco, ni aun los propios hijos de este último, quien heredó el trono de Roma. Enfurecidos ante esto, los hijos de Anco Marcio, dieron muerte a Tarquino Prisco, pero fueron a su vez asesinados por Servio, el cual quedó como único monarca indiscutible, sin opositores al trono. En su gobierno fue ayudado, como Numa, por una divina amante, la diosa Fortuna. Ésta, después, sintió vergüenza por haber concedido sus favores sexuales a un mortal, y por ello se dirigió hasta la mayor estatua de ella en Roma, y le cubrió el rostro con un velo, que nunca fue removido. Después de gobernar algunos años, la propia hija de Servio, Tulia, que se había casado con uno de los hijos de Tarquino Prisco, llamado Lucio Tarquino (apodado "el Soberbio"), conspiró contra su padre junto con su marido; Servio fue muerto por su yerno, y como su cuerpo yacía en una de las calles, Tulia hizo pasar su carro por encima de él, dando así a aquel lugar en nombre de Vicus Sceleratus, o Calle del Pecado.

CUESTIÓN 287.

Tarquino el Soberbio

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El séptimo y último rey de Roma fue Lucio Tarquino el Soberbio, que se posesionó del trono tras asesinar a su suegro. Abolió reformas constitucionales e intentó establecer un gobierno despótico (de ahí su título, prácticamente "el Tirano"). Construyó el templo de Júpiter Capitolino y la Cloaca Máxima, el sistema de alcantarillado de la ciudad. En su gobierno, Roma consiguió la hegemonía sobre el Lacio. Emprendió una campaña militar para invadir la ciudad de Túsculo, y logró conquistarla casando a su hija con el rey local Octavio Mamilio. La ciudad de Gabio entró entonces en guerra con Roma, pero tras una victoria inicial, fue derrotada gracias al uso de artimañas por parte de Tarquino, el cual hizo introducir en el palacio de Gabio a su pequeño hijo Sexto para que le diera muerte al rey a los principales oficiales dándoles de comer frutas envenenadas. Tarquino fue indulgente con Gabio, y el subsiguiente tratado de paz entre las ciudades fue firmado en una piel de buey con la que se cubrió un escudo de madera.

CUESTIÓN 288.

Tarquino y la Sibila

Cierto día, la sibila de Cumas se le apareció bajo la forma de una mujer anciana ante, y le ofreció nueve libros proféticos a un alto precio. Cuando él se negó, ella destruyó tres libros y le ofreció los seis restantes al precio original; de nuevo Tarquino se negó, y ella destruyó otros tres. El rey acabó comprando los tres que quedaban al precio pedido por los nueve. Estos tres libros sibilinos se guardaron en el templo de Júpiter en Roma y se los consultaba en situaciones de especial gravedad.

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CUESTIÓN 289.

Deífoba

El nombre de la sibila de Cumas era Deífoba. Apolo se enamoró de ella, y la invitó a que escogiera lo que quisiera, y ella le pidió vivir tantos años como granos de arena cupiesen en su mano. Demasiado tarde se dio cuenta que no había pedido continuar siendo joven, y como no cedió a los requerimientos amorosos de Apolo, fue encogiéndose hasta que, hacia el final de su vida de un millar de años (el número de granos de polvo), quedó reducida a una cosa diminuta que fue guardada en una botella o en una jaula, que colgaron en el templo de Apolo en Cumas. Todos podían escuchar sus llantos y cuando le preguntaban qué es lo que quería, sólo era capaz de responder con estas palabras: "Quiero morir".

CUESTIÓN 290.

Lucio Bruto

Tarquino tuvo un reinado memorable pero su tiranía levantó contra él a los nobles romanos en una revuelta. La conspiración fue descubierta y los culpables fueron condenados a muerte. Pero uno de ellos, Lucio Bruto, que era sobrino del propio Tarquino, simuló debilidad mental para poder escapar de la ejecución, ordenada por su tío. Luego Bruto y los dos hijos de Tarquino visitaron el oráculo de Delfos, el cual les predijo que aquél que besara primero a su madre sería el próximo monarca romano; a su regreso a Roma, Bruto fingió tropezar y besó a la "Madre Tierra". Ahora Bruto esperaba la ocasión precisa para destituir a Tarquino.

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CUESTIÓN 291.

Lucrecia

Un día que los jóvenes soldados presumían de cuál era la mujer más virtuosa, Tarquino Colatino, elogió vivamente la honra de su esposa, Lucrecia. Sin embargo, durante la ausencia de su marido, el hijo de Tarquino el Soberbio, Sexto, violó a Lucrecia, espada en mano. Desesperada, ella hizo jurar a su padre y a su marido que la vengarían, y después de esto se suicidó clavándose un puñal en el pecho. Entonces Colatino llevó el cadáver de Lucrecia ante la Asamblea del pueblo reclamando venganza; llenos de indignación, los romanos, incitados por Bruto, corrieron a las armas y organizaron una revuelta; Sexto fue linchado por la multitud y Tarquino derrocado y expulsado de Roma.

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CUESTIÓN 292.

La República Romana

Colatino y Bruto abolieron la Monarquía y gobernaron en calidad de cónsules o pretores. Se adoptó una forma de gobierno Republicana y se decidió castigar con la muerte a cualquiera que quisiera reinstaurar la Monarquía. Las posesiones reales situadas a orillas del Tíber se consagraron a Marte, con la prohibición de cultivarlas; así se formó el Campo de Marte, lugar de reuniones políticas y militares. Además se castigó con el destierro a toda la familia de los tarquinos, lo que le costó el puesto al mismo Colatino, que fue sustituido por Publio Valerio. Algunos partidarios de Tarquino conspiraron para devolverle el poder; pero la conjuración fue descubierta y los cónsules ordenaron la muerte de los implicados; entre ellos figuraban Lucio y Junio, los dos hijos de Bruto. Éste, a pesar de su paternidad, no vaciló en hacer cumplir la sentencia, presenciando personalmente la ejecución. Poco después hubo una segunda tentativa emprendida por los seguidores de Tarquino; Bruto consiguió reprimirla, pero allí encontró la muerte, siendo sucedido por Marco Horacio.

CUESTIÓN 293.

Horacio Cocles

Tarquino se refugió en Etruria y luego apeló a Larso Porsena, rey de la ciudad etrusca de Clusio, para acabar con la República, y éste accedió a ayudarle. Se presentó con su ejército a las puertas de Roma, pero al ver el esplendor de la ciudad, Porsena la quiso para sí mismo. El ejército romano que defendió la ciudad fue peligrosamente acorralado frente al puente Sublicio, que sobre el Tíber constituía el único acceso a Roma. Entonces Horacio Cocles ("el Tuerto") y otros dos soldados, Espurio Larcio y Tito Herminio, se ofrecieron voluntarios para contener a los etruscos en la orilla opuesta y dar tiempo así a que los romanos destruyeran el puente a hachazos, con el fin de impedir que el enemigo tomara la ciudad. Cuando el puente estaba a punto de ser derribado, Horacio ordenó a sus compañeros ponerse a salvo en la ciudad mientras él seguía combatiendo a los enemigos en la otra orilla del Tíber. Así lo hizo hasta que el puente quedó totalmente destruido, después cruzó el río a nado y regresó a la seguridad de los muros de la ciudad. Como recompensa, el pueblo de Roma le demostró su gratitud otorgándole todas las tierras que él pudiera trabajar en una sola jornada.

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CUESTIÓN 294.

Cayo Mucio Escévola

El ejército de los etruscos sitió entonces Roma. Un joven llamado Cayo Mucio logró introducirse en el campamento etrusco con el objetivo de asesinar a Porsena; antes de que rayase el alba, se adentró en la tienda de Porsena, pero como nunca lo había visto, confundióle con su secretario, a quien mató de una puñalada. Fue capturado y llevado ante el tribunal, donde confesó que él era el primero de trescientos romanos que se habían propuesto dar muerte a Porsena. A pesar de ser amenazado con la tortura y la muerte si no revelaba toda la conspiración, Mucio introdujo su mano derecha en un brasero encendido y la mantuvo allí hasta que se consumió, sin proferir ninguna queja. Su valor impresionó tanto a Porsena que el prisionero fue puesto en libertad y el rey etrusco hizo la paz con Roma; los conciudadanos de Mucio le apodaron Escévola ("el Manco", o "el zurdo"), en recuerdo de su proeza.

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CUESTIÓN 295.

Batalla del lago Regilo

En cuanto a Tarquino, se dirigió a Túsculo, gobernada por su yerno Octavio Mamilio, que movilizó a la Liga latina contra de Roma, rebelión que acabaría siendo sofocada en el lago Regilo. Una cruenta batalla tuvo lugar en las cercanías de Túsculo, junto al lago. Aulo Postumio era el dictador romano y Tito Ebucio su primer oficial. Tarquino resultó herido al poco de iniciarse el combate cuando atacó a Postumio; por su parte, Ebucio atacó a Mamilio, pero fue herido en el brazo, mientras que Mamilio sufrió una herida en el pecho que le ocasionó la muerte. Este hecho enfureció a los latinos y arremetieron hasta casi eliminar toda la caballería romana. En ese momento los Dioscuros (Cástor y Pólux) se presentaron transfigurados como dos jóvenes caballeros para ayudar en la lucha. Postumio ordenó a los caballeros sobrevivientes que desmontasen y atacaran a pie, y pronto los latinos fueron forzados a retirarse. El campamento latino fue también capturado por los romanos victoriosos. Postumio y Ebutio regresaron triunfantes a Roma; un templo en honor de los Dioscuros se erigió en el Foro Romano, en el lugar donde se decía que habían abrevado sus caballos. Derrotado, Tarquino consiguió el asilo del tirano Aristodemo de Cumas donde murió en el 495 a. C. A partir de aquí la mitología pierde su camino cediéndole el paso a la historia.

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– FIN –

 

 

Autor:

AllanAAA