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Ensayo sobre el concepto de "Bien y mal": algunas consideraciones en la historia del hombre (página 2)


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Esta definición se hizo valida por primera vez y en todo su rigor en los estoicos, quienes, en efecto, consideraron al Bien exclusivamente como objeto de elección obligatoria o preferencial; y, por lo tanto, fueron también los primeros en introducir la noción de valor en la ética. "Así como es propio del calor calentar y no enfriar, es propio del Bien beneficiar y no dañar", decían ellos (diog. L., VII, 103). Bien en sentido absoluto es solamente lo que esta conforme con la razón y por lo tanto, tiene un valor en sí, pero también son Bien, aun cuando subordinada o mediatamente, las cosas que apelan a la elección y que en cuanto tales tienen valor , como el ingenio, el arte la vida , la salud la fuerza, la belleza, etc.(ibid, 104-105; cf.Ciceron, de finibus, III, 6,20) Esta tabla de los valores prescindía completamente de la perfección objetiva a que se referían las tablas de valores de concepción clásica griega.

Olvidada durante toda la Edad Media, la concepción subjetivista del Bien retorna en el Renacimiento, con las alusiones hechas en ese tiempo a una ética del movimiento, pero fue afirmada por Hobbes decididamente. "El hombre– dice- llama bueno al objeto de su apetito y su deseo, perjudicial al motivo de su odio o de su aversión; vil, al blanco de su desprecio.

Pero estas palabras de bueno, perjudicial y vil, siempre se usan en relación con la persona que las utiliza. No son siempre absoluta ni simplemente tales, ni ninguna regla de Bien y de mal puede tomarse de la naturaleza de las cosas" (leviath, I, 6). Spinoza acepto con entusiasmo este punto de vista. "No nos esforzamos por nada, ni lo queremos ni deseamos porque creamos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos que algo es bueno por que nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos" (Eth.,III,9Schol.). Y en el prefacio del libro IV recalca: "por lo que atañe a lo bueno y a lo malo, tampoco indican nada positivo en las cosas, por lo menos consideradas en si mismas, y no son sino modos de pensar o nociones que formamos porque comparamos las cosas unas con otras. Pues una sola y misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, y también indiferente". A su vez Locke afirmo que "aquello que tiene la capacidad de producirnos placer es lo que llamamos un Bien, y lo que tiene la capacidad de producirnos dolor llamamos un mal" (Essay II, 21,43); definiciones que encontraron asentamiento en Leibniz: "Se divide al Bien en honesto, placentero y útil, pero que en el fondo creo que debe ser placentero por si mismo o servir para algo que nos de un sentimiento de placer ; y, por lo tanto, el Bien es placentero o útil, y lo honesto mismo consiste en un placer del espíritu" (Nouv.ess,II,20,2). Kant aceptó estas notas, agregándole un elemento importante, esto es, la exigencia de una referencia conceptual. "El Bien –dice- es lo que mediante la razón, place por el puro concepto. Denominamos buena para a cualquier cosa (útil) cuando place solo como medio; a la que gusta, en cambio, por si misma, denominamos buena en si . En ambas se halla siempre implícito el concepto de una finalidad, la relación de la razón con la voluntad (al menos, posible) y, en consecuencia, el gustar queda ligado a la existencia de un objeto o de una acción, es decir a un interés" (Crit.del juicio # 4). La presencia del concepto o de la norma, es decir, del fin hacia el cual tiende la cosa o a lo que debe ajustarse, respectivamente, es lo que distingue a lo bueno de lo placentero. Kant anota que un alimento agradable, aun en caso de ser considerado como "bueno", debe gustar también a la razón, esto es , debe ser considerado con referencia a la finalidad de la nutrición y de la salud corporal.

Sin embargo, lo agradable y lo bueno están ligados, por el hecho de que entre ambos dependen, por su objeto, de interés y también "lo que es Bien moral incluye el más alto interés. Ya que el Bien es el objeto de la voluntad, es decir de una facultad de desear, determinada por la razón. Pero querer alguna cosa y encontrar placer en su existencia, es decir, tomar interés por ella, resulta la misma cosa" (ibid, in fine). En este sentido, el Bien es lo que se aprecia, se aprueba y aquello a lo que se reconoce "una valor objetivo" (ibid, 5). De este modo, en el seno mismo de la teoría subjetivista del Bien, Kant ha hecho valer la exigencia objetiva que constituía la fuerza de la teoría metafísica. El Bien para Kant, no es tal sino por su relación con el hombre, o sea, en relación con un interés que el hombre tiene en su existencia. Pero esta circunstancia no lo hace totalmente subjetivo, lo que significa que no identifica pura y simplemente con el placer d4ebido a que al reconocimiento del Bien esta ligada la valoración conceptual de su eficiencia con referencia a determinados fines, lo que significa constituir el Bien como un "valor objetivo".

Después de Kant, la noción de valor tiende a suplantar la noción de Bien en las discusiones morales y puede ser considerada como heredera del concepto subjetivo de Bien, ya que posee sus mismas relaciones sistemáticas. En el terreno de la noción de valor renacerá, sin embargo, en forma apenas alterada, la alternativa entre una concepción objetivista y una concepción subjetivista, alternativa que aun hoy constituye uno de los temas fundamentales de la discusión moral.

El predominio del concepto de valor respecto al concepto de Bien no ha coincidido con la desaparición definitiva de tales conceptos del ámbito de la ética teórica. De hecho, al retorno de la idea de Bien contribuyen ya sean los filósofos intuicionistas como G.H. Moore ( que identifico el problema moral con el del Bien, para llegar a la conclusión de que es racionalmente indefinible), ya sean los filósofos de orientación clásica y cristiana ( los cuales , apoyándose en el modelo greco-tomista, perciben en el Bien una epifanía del ser y , en las categorías de valor y objetivo, las dos manifestaciones coesenciales del mismo), o bien los estudiosos, por ejemplo, los seguidores del neo-aristotelismo practico, los cuales creen en alguna forma concreta (o "sustancial") del Bien y de la "vida virtuosa". A este "retorno del Bien" en la filosofía contemporánea se oponen todos aquellos (desde los neo-contractualistas hasta los teóricos de la ética del discurso) que suponiendo una "prioridad de la democracia sobre la filosofía" (Rorty) sostienen que la tarea primaria de la ética no consiste en imponer una concepción determinada del Bien ( inevitablemente vinculada a una visión particular metafísico-religiosa del mundo, y limitada a contextos específicos geográficos-culturales), sino en luchar para que se garanticen las condiciones básicas (libertad y justicia) que permitan a todo individuo o grupo localizar y seguir su propio modelo del Bien y de vida virtuosa. Modelo que no se considera inmodificable, sino construido de manera que se le discuta públicamente y, llegado el momento, se le modifique o rechace.

Conclusión

Los anteriores análisis no pretenden agotar todos los problemas que suscita la noción del Bien. Tampoco pretenden poner de relieve todas las dificultades que ofrece cada una de las concepciones mencionadas. Pero puede preguntarse si no hay algunos supuestos últimos de los que dependan las principales teorías éticas. Puede contestarse que los hay y que son los supuestos que corresponden a una doctrina de los universales. En efecto, cualesquiera que sean las tesis admitidas, habrá siempre que adherirse o a una concepción nominalista, o a una concepción realista, o a una concepción intermedia entre nominalismo y realismo del Bien o de los bienes. El nominalismo extremo del Bien lo reduce a una expresión lingüística; el realismo extremo lo define como un absoluto metafísico. Como el nominalismo extremo no permite hablar del Bien, y como el realismo extremo hace imposible considerar nada excepto el Bien en cuanto tal como bueno, lo plausible es adoptar una posición intermedia. Pero es inevitable adoptar una posición en esta controversia. Y como toda posición en la doctrina de los universales es el resultado o de una decisión previa o de una ontología previa, resulta que la definición dada del Bien —en la medida en que se efectúe en el nivel filosófico y se pongan entre paréntesis tanto las «creencias» como las conveniencias— es últimamente el resultado de una decisión o de una ontología. Ello no significa que tal decisión o tal ontología tengan que ser arbitrarias; significa que son primarias y que preceden en el orden de las razones a toda dilucidación acerca del Bien.

Bibliografía

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Alvaro Brantes Hidalgo

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