- Dinámica del proceso
- Paradigma del déficit y de la diferencia
- Las instituciones, el arte y la inclusión
El concepto de arte no tiene una denotación ni una connotación universalmente válidas, precisas e inmutables. Nos proponemos hablar de "arte" utilizando ideas simples que, al relacionarse, nos permitan manifestar la complejidad de la obra de un sujeto.
La relación entre una obra de arte, el sujeto que la realiza, su maestro y su público (presentes de un modo concreto o simbólico) es un proceso que involucra:
movimientos de gestación, en los cuales se aprecia construcción y desconstrucción;
la presencia de caos y de creatividad junto con técnica y belleza;
la intervención de personas que orientan, observan, interpretan y valoran.
En algunas ocasiones estos elementos se hallan en una relación armoniosa de mutua implicación. En otras se encuentran antagónicamente. Tanto la implicación como el antagonismo pueden resultar fructíferos o esterilizantes.
Dinámica del proceso
Estimular el proceso creativo en las personas con o sin discapacidad es un desafío que compromete las habilidades, las capacidades y la subjetividad.
Las habilidades y las capacidades pueden ser estimuladas y potenciadas, teniendo en cuenta que para generar "arte" apelamos al aprendizaje y al desarrollo creativo.
Todos somos capaces de aprender, proceso donde el diálogo con el otro convoca a la construcción de nuevos saberes y a la desconstrucción de lo ya sabido para poder incorporar la novedad.
Aprender y enseñar arte incluye momentos de conflicto, de ruptura, de estancamiento y de caos, que se resolverán con la tolerancia y la orientación del maestro que guía al autor de la obra.
El caos y el orden tolerados permitirán la construcción de lo nuevo a partir de lo ya conocido. De ese modo, la creatividad quedará plasmada en un objeto.
Lejos de pensar estadios fijos en el proceso de creación, la construcción y la desconstrucción, el caos y la creatividad, suelen estar combinados desde el inicio, en la obra y en el autor.
El maestro acompaña el proceso, aportando el saber de la técnica, elemento indispensable para que la obra cobre forma, posea un código de inscripción cultural (original, novedoso o cliché).
Más allá de que la obra pueda ser considerada una más entre tantas dentro de la cultura, siempre será, a la vez, singular por expresar la subjetividad del autor (hasta en los eximios copistas de grandes obras de arte, que debían "desaparecer" de la copia, pueden descubrirse rasgos de individualidad).
En esta escena tenemos en cuenta
a) la intervención habilitadora del maestro, su valoración y su orientación,
b) la disposición del autor para gestar y combinar la inspiración y la técnica,
c) la trasgresión y el respeto de los límites culturales de la incipiente obra, en proceso de transformación y cambio
d) el público, que ocupará el lugar de tercero ("ÉL"), para quien la obra tendrá una forma y un sentido que no se hallan predeterminados
Mientras piensa en mostrar la obra a un tercero, el autor puede considerar la posibilidad de incorporar o descartar deliberadamente la belleza de su obra.
Es un objetivo para algunos y una opción para otros, crear una obra que no cumpla con los códigos de belleza establecidos, pero que igualmente resulte impactante, original, que capte la atención del tercero y lo obligue a descubrir sentidos en ella.
Algunos autores piensan que sus obras se terminan luego de la última pincelada o del último arreglo musical. Otros piensan que el final se concreta en el encuentro de la obra del autor con el otro, con "ÉL", quien la observará, significará y valorará.
Existe un tiempo de desprendimiento, una decisión con angustia en la cual el artista deja de intervenir sobre su obra y va en busca de la intervención del otro sobre ella y de ella sobre el otro.
En ese punto el autor y el maestro subyacen a la obra y a los otros. No siempre el TÚ se abre a un tercero, y a veces todos los terceros son una serie de "TÚ" (como suele pasar en la vida de las personas con discapacidad mental).
Paradigma del déficit y de la diferencia
Al plantearnos el arte en las personas con discapacidad, quizá debamos complejizar la mirada, la atención y la concepción de estas personas, (singulares, creativas y capaces de generar arte como cualquier otra).
El imaginario de la sociedad respecto de las personas con discapacidad, tiende a pensarlas y tratarlas como receptoras dependientes. En este tipo de preconcepciones está presente el paradigma del déficit, donde se visibiliza la falta, lo que estas personas no pueden hacer y se la esencializa. Partimos de la falta en una persona y culminamos en la falta personificada.
En cualquier disciplina, incluidas las artísticas, se puede caer fácilmente en una valoración o punto de vista "deficitario" de las producciones. Para hacerlo se compara lo producido con un modelo previo sancionado como bello o correcto.
La distancia entre el producto y el modelo es inversamente proporcional a la valoración. Dentro de este esquema automático de representación social, se cree que por su condición de personas con discapacidad, sobre todo aquellas que poseen limitaciones intelectuales, no son capaces de crear o de pensar por sí mismos nada demasiado valioso o trascendente.
Pero podemos pensar y concebir a las personas con discapacidad teniendo en cuenta sus limitaciones junto con sus capacidades. A través del paradigma de la diferencia, nos centraremos en los apoyos, que provendrán en primera instancia de las fortalezas de la persona y de los vínculos que la rodean, para lograr que vivan sus vidas desde sus singulares, originales y propios recorridos.
Desde el paradigma de la diferencia, los objetos se conciben en su diferenciación significativa dentro del contexto. La producción y la contemplación artística centradas en la técnica o la belleza se acercan al paradigma del déficit en tanto y en cuanto utilicen referencias a priori a un modelo ideal.
El caos, la creatividad, la construcción y la desconstrucción pueden enmarcarse en el paradigma de la diferencia siempre y cuando culminen produciendo afectaciones diferenciadas y significativas. Si la afectación que producen en el público es masiva, indiferenciada, insignificante o incomprensible, no hay arte porque no se consolida un diálogo con un tercero.
En la producción artística valorada desde la diferencia:
La obra trasciende al autor y pasa a formar parte de un espacio público (transicional) para entablar un diálogo y desarrollar un encuentro;
Se contempla con complicidad y tolerancia sensible a eso (la obra) que quizá no se entienda y que genere tensión. El encuentro entre el otro y la obra no es de ningún modo un trámite, donde el otro cumple un rol complementario o reflejo frente al artista y va más allá de valorar la perfección, lo mecánico, lo maquínico, la excelencia;
Cada contemplación de la obra es distinta, en los encuentros predomina la multiplicidad, el matiz y lo irrepetible;
La obra y el artista son relativamente independientes de los tiempos institucionales y del contexto. Se rechazan los formalismos pero se reconoce que la técnica y la belleza son categorías existentes y operantes, tanto en los artistas como en quienes contemplan sus producciones.
Los docentes suelen ser los primeros otros de la producción estética de las personas con discapacidad. De su intervención depende la valoración a largo plazo que muchos otros harán de sus alumnos.
En la mayoría, esta "otredad" valorativa será anterior y más intensa que la de la misma familia. La intervención de los docentes puede generar que los otros significativos comiencen a mirar a sus alumnos como protagonistas capaces; prueba de ello será la afectación que genere a las familias la producción artística de sus hijos.
Pero para que este diálogo con la obra se genere, los docentes tendrían que:
Abordar tanto la dimensión técnica como la dimensión caótico-creativa: aunque "el arte no es necesariamente bello"[1], y su sentido no deba ser complacer al otro, ningún creativo o artista tienen el propósito de hacer las cosas técnicamente mal o feas. Si actuaran de ese modo desconocerían al otro.
A veces, cuando la producción involucra a personas con discapacidad mental, sus maestros exhiben como arte las obras sin preguntarse si es el tiempo de dar a ver al otro, o si es preferible que las obras sigan madurando. Los potenciales artistas con discapacidad mental quedan dependiendo "de la bondad de los extraños", que por compasión o por motivos no estéticos, la "valorarán" de un modo políticamente correcto, en un encuentro que no los transformará.
Educar, fomentar la sensibilidad de los padres para que su mirada no quede limitada a los parámetros de forma y orden, propios de la técnica y de la belleza, operando sobre los modos y ámbitos en los cuales las familias toman contacto con la producción creativa de sus hijos.
Las muestras de fin de año suelen tener estas características. Se exhiben obras porque es fin de año, no por decisión del artista. La elección de qué y cómo mostrar suele estar determinada por los adultos o las autoridades.
Una señal clara de que aún no hay arte es la presencia del coordinador en escena, como modelo a imitar, porque si no "los chicos" se confunden, se pierden, no saben que hacer. En definitiva, se pasiviza al potencial artista.
Otra forma de pasivizar, es resaltar ante la familia el esfuerzo para hacer en forma autónoma la obra y valorar su adecuación a los parámetros sociales vigentes. De este modo se limita la percepción de las producciones como esfuerzos individuales de expresión y superación.
En ese encuadre, no es raro que las familias se sorprendan de que las obras sean bellas.
Pero pueden hacerse las cosas con otro espíritu y dispositivos:
multiplicar las ocasiones en las que las familias se contactan con las producciones de sus hijos, para que no sea la excepción, sino la regla y para cultivar la sensibilidad del público frente a un arte que quizás sea diferente, no mayoritario;
organizar encuentros y no muestras, para resaltar la necesidad del diálogo;
los autores puedan decidir participar o no y elegir las obras que expondrán y hablar de las mismas con el público, recibir en forma directa los comentarios de muchos otros;
los coordinadores pueden oficiar de asesores técnicos, para dejar el lugar de "TÚ" privilegiado;
estos eventos pueden se parte de un concurso, o que las obras aspiren a un plus de valor institucional, representando a la institución en intercambios artísticos o eventos itinerantes inclusivos, para que las obras trasciendan el instante y el lugar de la muestra.
Así como el artista asigna un lugar para los otros, los otros pueden hacer un lugar para el artista. El contexto es tan eficaz para crear arte como el artista mismo. Van Gogh es quien es, hoy, porque los otros, el contexto, lo ubicaron a él y a su obra en ese lugar.
Si su hermano no hubiera reconocido el valor de la obra de Vincent (enfermo, dependiente, socialmente impresentable); si su psiquiatra no hubiera tolerado y valorado esta actividad, sus cuadros estarían aun en el armario de terapia ocupacional de la clínica en la cual terminó sus días.
Es fácil suponer que cuando hay arte existen un sujeto que produce una obra y otro que la contempla. Pero la inversa también es cierta, o al menos puede ser cierta: hay un sujeto y hay un otro que dialoga con él porque hay un objeto instaurado como arte entre ambos.
Podemos crear sujetos operando sobre los objetos, proyectando sobre ellos un valor estético, cambiando el contexto en el que se lo da a ver. Baste comprobar la diferencia de contemplación y de afectación que genera un dibujo cualquiera sobre una mesa (una expresión subjetiva privada y limitada de antemano a ser solo ella misma) y el mismo dibujo enmarcado e iluminado con su título y el nombre del autor (un objeto abierto a otros en un espacio transicional).
Las instituciones, el arte y la inclusión
A continuación les presentamos algunas de las organizaciones que promueven la expresión artística de las personas con discapacidad.
La escuela especial "Mi Futuro"[2] de la localidad de El Palomar, realiza desde hace cuatro años un encuentro artístico anual entre personas y alumnos con y sin discapacidad llamado "ARTE BOOM", en el cual convocan a la comunidad y generan espacios de producción cultural conjunta en distintas disciplinas: pintura, danza, arte aborigen, murgas y teatro.
Otro proyecto de la misma institución es el grupo de danza-teatro "Kalimando" conformado por alumnas de la escuela especial y alumnas y ex alumnas de la Escuela de Danzas "José Neglia" de la Municipalidad de Morón, que danzan coreografías propias.
En Bariloche, el proyecto "CRE-ARTE"[3] desarrolla programas de inclusión social a través del arte y del deporte para personas en situación de vulnerabilidad social, entre ellos jóvenes con discapacidad. Trascienden sus propias fronteras para trabajar en red con organizaciones dentro y fuera del país.
En la ciudad de Calgary, Canadá, la organización "Studio C"[4] desarrolla un programa de inclusión, y no solo de integración, de artistas con discapacidad intelectual en una galería de arte ubicada en el centro de la ciudad en la cual trabajan, exponen y venden artistas convencionales de alto nivel. Sostienen que la participación en las artes visuales crea oportunidades para todo tipo de artistas, docentes y miembros de la comunidad.
En estas cuatro experiencias, las condiciones de producción multiplican las situaciones de inclusión comunitaria y otorgan igualdad de oportunidades, y la discapacidad pasa a ser una diferencia más, como la que puede presentar cualquier artista desde su singularidad. Una vez que el público constata a través de su vivencia de la obra que la creatividad del artista -y no su discapacidad- es la gran protagonista del encuentro, los mecanismos de esencialización de las limitaciones se desactivan y el imaginario social se modifica.
Para que la inclusión sea una realidad se requiere mucha creatividad: necesitamos ver algo más donde se supone que todo está dicho para generar un cambio político, (porque nos concierne a todos como ciudadanos).
Entre las múltiples políticas para implementar, se encuentra convocar a las personas con discapacidad, sus instituciones y sus familias, que en algunos casos funcionaron como decorado, para que pasen a ser actores protagónicos de la "obra" de vivir en sociedad. Como toda obra, requiere muchos ensayos, un proceso prolongado que necesariamente incluye obstáculos, frustraciones, fragmentos no resueltos, improvisaciones.
Todos estos elementos, que solemos vivir como negativos, se toleran mejor con una consciencia estética. Creemos que la consciencia estética puede mejorar este proceso porque el arte es una vía privilegiada de inclusión y valoración de las diferencias.
Autor:
Andrea S. Aznar
Diego González Castañón
Enviado por:
Ing. Lic. Yunior Andrés Castillo S.
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"?
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2015.
"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"?
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