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El tamaño del pene: mito, realidad y el acto sexual

Enviado por Felix Larocca


  1. La mitología
  2. El priapismo y el caso de Franco
  3. En resumen
  4. Referencias

Cuando se visitan las ruinas de Pompeya, se confirma la impresión inicial de que el ser humano ha sentido una atracción innata e irresistible hacia su anatomía y su fisiología, en sus aspectos tanto epicúreos como amatorios.

El pene figura entre los órganos más apreciados que el hombre atesora y defiende.

La evidencia del paleolítico es que los seres humanos cuantificaban eventos basándolos en sus observaciones astronómicas, en el comportamiento de otros animales y en los ciclos astrales, calculando de cómo, los propios, se ajustaban a los últimos.

Las unidades de medida son reflexiones de esta tendencia, como lo demuestra el pulgar y la pulgada y las palabras verga y la envergadura.

Freud, incautamente, se convertiría en pararrayos filosófico. Por su relación de ambivalencia ostensible hacia el sexo femenino, a quien conminara a aceptar su castrado destino cuando le imputara la envidia, improbable, del pene.

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Volviendo a Pompeya. En la casa de Vettii se descubre un vomitorio en condición perfecta y cuya función no era el que le asignarían las bulímicas de nuestros días. Pero, en sus usos prácticos, serviría para desembuchar lo ingerido en exceso.

Salimos afuera a explorar los alrededores, y, destino hacia el anfiteatro se discurre por lo que hoy conoceríamos como el Distrito de las Luces Rojas de Ámsterdam. En las calzadas, símbolos fálicos apuntan la dirección de los burdeles para los caminantes, aunque el arte erótico más explícito ornamenta residencias privadas y paredes por doquier.

Los habitantes de Pompeya no eran ni puritanos ni hipócritas.

El puritanismo nacería con las religiones y más adelante, con los preceptos de la Era Victoriana.

Pero, ésta no sería signo de depravación en una cultura agonizante, como de antaño creyéramos. El interés en el arte erótico y en el pene, en particular, encuentran su expresión a través de muchas y diversas sociedades primitivas tan distantes como la melanesia, la aborigen australiana y aun la caribeña, lo que indica una cierta tendencia universal, y no aleatoria.

El pene, con sus atributos variables, que lo transforman de un órgano arrugado a un miembro trepidante, despierta la curiosidad más temprana del niño más inocente.

Los varones lo admiran mutuamente, midiendo sus destrezas personales en concursos informales donde la distancia que viaja el caño de orina se considera proeza.

La hembra, se pregunta si es que a ella algo le falta por haber nacido sin tenerlo.

Para confundirlo aun más, la diferencia anatómica hace que en algunas culturas, la hembra se sienta inferior, ya que una familia nunca está completa a menos que se haya coronado con el nacimiento del, siempre, anhelado, hijo varón.

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Fresco en la Casa de Vettii

Las locuciones clásicas y vulgares hacen del tamaño del pene un elemento de importancia por el cual — dice el folklore — mujeres insatisfechas y sexualmente frustradas, abandonan al hombre pobremente dotado o impotente, como lo hiciera Lady Chatterley, por su jardinero amante.

No se limita el interés en el pene, en particular, a las culturas mencionadas, sino que se encuentra encastrado en la teoría del psicoanálisis freudiano.

A Freud se le atribuye la expresión: "Anatomía es destino", que a su vez él atribuyera a Napoleón.

Es siempre buena idea culpar a los demás por lo que pueda causarnos problemas.

Se entiende, que por así decirlo, Freud, quería conminar a la mujer a aceptar su condición de macho castrada. Pero, aun, no contento con incurrir en ese temerario disparate, el padre del psicoanálisis procedió a formular el concepto de la envidia del pene, el cual, acompañado por la del simbolismo universal — de donde provienen muchas nociones derivadas — probaría que en este respecto engendró un fiasco insensato.

Porque mezcló, sin advertirlo, conceptos que son, esencialmente incompatibles.

Pero como sucede con tantas equivocaciones, sobrevivió y prosperó — me refiero aquí, a la noción de la envidia del pene.

Desde entonces, para muchos, todo lo que es grande, erguido, costoso, o que protruye, es expresión fálica.

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"Algunas veces un cigarro es solamente un cigarro…"

La mitología

Cuenta la leyenda griega que Afrodita esperaba un hijo de Zeus. Hera, la esposa y hermana del último, en represalia, tocó el vientre de la amante del dios, provocando el nacimiento de Príapo, un niño deforme, con un enorme falo erecto. Afrodita avergonzada, lo abandonó de inmediato en un monte donde el niño fue recogido y criado por campesinos benévolos.

Príapo, por nada distinguido, excepto por la enormidad de su órgano, fue un dios rústico, asociado a la fecundidad y que forma parte de los tantos ritos antiguos de origen falo-céntricos y patriarcales.

Gran cantidad de ceremonias religiosas, acompañadas de danzas y ritos, testifican la importancia que los pueblos primitivos daban a la función del pene, como símbolo de poder y masculinidad.

¡Noticias! La atracción de lo fálico conmueve a la nación dominicana.

Hace unos cinco años que un desventurado campesino se convirtió en celebridad local instantánea cuando apareció en un hospital público con un caso de priapismo, condición, que brevemente, más adelante describiremos.

El sensacionalismo de una erección persistente sin la asistencia del Viagra fue un episodio digno de la atención de tantos hombres que la deseaban, sin obtenerla, a pesar de arriesgar sus vidas para lograrlo, y de mujeres curiosas, casadas y frustradas, que ansiaban documentar, para ellas, su inverosímil existencia.

Hasta la actualidad perdura la creencia popular de que tener un pene grande es motivo de superioridad sexual. Todavía la gran mayoría asocia su gran tamaño con una potencia y virilidad portentosa, por parte del hombre afortunado que lo posee.

¿De dónde proviene esta creencia?

Tiene raíces muy antiguas, las cuales se remontan a los orígenes de la humanidad.

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Neuronas de espejo

Nosotros, como seres capaces de hacer las abstracciones necesarias para deducir causa-y-efecto, aunque éstas puedan ser erróneas. Nos imaginamos que un pene de considerable tamaño aseguraba la admiración de la mujer, en la actividad privada del acto sexual, característica de nuestro género.

Hay que recalcar que el pene en los primates, incluyéndonos a nosotros, no es un órgano de exhibición, ya que su tamaño erecto, es muy susceptible a desaparecer con facilidad singular.

En un libro anónimo se aconseja a la prostituta a admirar el miembro del cliente para inducir agradecimiento y mayor remuneración. Especialmente si éste no es de ninguna manera singular en envergadura y tamaño — la palabra "envergadura" parece derivar etimológicamente de la contracción: "verga dura", lo que no he logrado constatar.

Marcel Saghir, experto en la homosexualidad de ambos sexos de la Washington University, compartía en sus impresiones anecdóticas, que la impotencia genital era resultado, en muchos casos, de un hombre haber escuchado comentarios negativos, hechos por su amante, acerca del tamaño de su pene.

¡El poder de la palabra!

En otro, en un caso de un joven acostumbrado a la exposición indecente, la "cura" gratuita provino de una mujer que le informara, mientras reía a carcajadas: "si es todo cuanto llevas, no lo muestres".

Retornando a los aspectos técnicos de esta lección.

Freud, no pudo haber entendido más de lo que se conocía en la época en que viviera, cuya moralidad era victoriana.

Tampoco tuvo acceso a los conocimientos que nos avanzaran Alfred Kinsey y más adelante Masters and Johnson.

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Pero otros analistas mantuvieron una preocupación, aunque discreta, con el tamaño del pene.

Adler, al distanciarse de Freud, usó la metáfora dinámica de la inferioridad orgánica. La cual, leyéndose con un sesgo freudiano, se convierte fácilmente en un déficit orgánico de naturaleza fálica narcisista.

Es inevitable; ya que el Tercer Chimpancé, como nos llama Jared Diamond, se distingue por lo que porta entre sus piernas.

Hoy sabemos que la especie de simio que goza el mayor desarrollo del órgano sexual es la nuestra, hecho que, de modo impensado y característico, los antropólogos siempre nos recuerdan, cuando nos reiteran que un gorila pesando 500 libras posee un pene nimio, comparado con el nuestro.

Pero, no son solo los hombres quienes desean alterar las dimensiones de las partes más ostensibles y, a veces desagradables de su anatomía. Los cirujanos plásticos viven de estirar, ampliar, reducir, eliminar y de hacer toda clase de procedimiento que, presuntamente, pacificará egos atormentados por las apariencias externas de sus propietarios.

Muy pocos, procuran reducciones fálicas.

Nuestros conocimientos, avanzados por las investigaciones de tantos expertos nos indican que, en realidad, los instintos y sus direcciones nos conducen siempre en trayectorias individuales. No todos somos idénticos, por ello es que tenemos trastornos del comer y disfunciones sexuales.

Queremos el cuerpo que no poseemos, con los atributos innatos que, la naturaleza nos negara.

No es envidia de pene ni inferioridad orgánica. Es un déficit en la regulación de la autoestima, que el tamaño nunca podrá balancear — aunque, en el período post operatorio así se crea.

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Quizás planean la parranda de la noche…

La conclusión de la mayoría de los sexólogos es idéntica: no es, simplemente, el tamaño. Es, asimismo lo que rodea el acto sexual que promueve la satisfacción final de la pareja — especialmente la de la mujer.

Lo que aún necesitamos, y no tenemos, es un estudio del porcentaje de hombres que preferirían la microcaulia a un pene de envergadura considerable.

Podemos proseguir con el resto de esta lección, reiterando: Que sí, que el tamaño del pene es importante, por lo menos, lo es, para quien es su dueño.

Ahora, hablemos de un tópico médico/psicológico y, doloroso, a la vez

El priapismo y el caso de Franco

Franco era un adicto a la cocaína con un historial muy amplio de hospitalizaciones fallidas para el tratamiento de ésta y otras dependencias severas.

Era militar muy decorado, aunque de muy poco avance, debido a sus comportamientos erráticos.

De apenas treinta años de edad, estaba confrontando una descarga del ejército por razones médicas; lo que debiera ocurrir antes de que su tío, general de brigada activo, asimismo se jubilara dejándolo desprotegido.

Nació como hijo único a un papá que sufriera de hemofilia, la cual Franco no heredara y a una mamá depresiva.

Una noche comenzó a notar que las relaciones sexuales normales con su esposa, se estaban dificultando por falta de eyaculación y por la persistencia dolorosa de la erección.

Esta dificultad apareció en muchas ocasiones hasta que en una oportunidad la erección persistiría tanto, y era tan punzante que requirió su visita al hospital militar.

Llegando al mismo, se enteró de que le harían exámenes de sangre. Temiendo el hallazgo de drogas en sus fluidos, se escabulló y fue donde un amigo médico, también militar, quien aplicó medidas locales y la situación remitió.

El amigo le explicó que a él le parecía que "las drogas" tenían algo que ver con sus erecciones prolongadas y dolorosas — lo que mantuviera Franco a raya por unas semanas.

El destino final de Franco permanecerá en suspenso, ya que nos ilustró, con los datos adquiridos, lo que aquí proponemos demostrar.

El priapismo, como condición clínica ha sido objeto de otras de mis publicaciones.

Nuestro deseo es el de enfatizar su coexistencia con el uso de la cocaína, tan generalizado en muchos países, especialmente en los Estados Unidos.

De la cocaína y su uso, el psicoanalista jungiano Jürgen von Scheidt, señalaba en un artículo; que todo el pensamiento psicoanalítico freudiano era proveniente del abuso a la cocaína del que una vez, Freud sufriera.

En efecto, la cocaína eleva la neurotransmisión dopaminérgica, aumentando el interés sexual y los pensamientos obsesivos. Ambas características salientes de la personalidad de Freud.

El uso crónico de la cocaína puede causar trastornos del pensamiento lógico debidos a la depleción de dopamina en la corteza pre frontal.

Si la cocaína pudo haber sido la causa y orígenes del genio freudiano, eso ya se ha refutado muy ampliamente. Lo que a von Sheidt le resta, en su caso, es eliminar los celos profesionales.

En resumen

Hemos presentado una elaboración persuasiva de la creencia generalizada de que el tamaño del pene pueda ser importante para su dueño, aunque no sea esencial para la función sexual.

Que debido a que nosotros tenemos una inversión emocional, sino narcisista, en nuestro cuerpo que todos los factores que lo distorsionan, disminuyen o afectan, acarrean repercusiones de índoles mentales.

Que, aunque sepamos que el tamaño del pene no es de importancia fisiológica, que para algunos hombres, el temer que su pareja lo desfavorezca por no estar bien dotado, puede causar impotencia genital.

Y que la cocaína no es buena… por otra razón adicional.

Referencias

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Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca