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Actividad y vitalismo en Marx (página 2)


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Trazar con precisión las coordenadas que delimitan el carácter filosófico de la obra de Marx presenta varios problemas. "Problema" aquí no quiere decir mero obstáculo, sino que decimos "problema" en su sentido filosófico, es decir, como la aparición de una fisura en un campo establecido, fisura que es condición de posibilidad para una reflexión nueva.

La indudable influencia de la filosofía hegeliana y su perspectiva de totalización (específicamente como subsunción de diversas disciplinas en la filosofía) genera, en los jóvenes críticos de la filosofía hegeliana (Kierkegaard y Marx, por ejemplo) un transitar en el límite entre las disciplinas, entre religión y filosofía, entre filosofía e historia, entre economía y filosofía, generando un tráfico de influencias que no puede traducirse en un mero intercambio de conceptos o elementos entre, por ejemplo, el campo filosófico y el económico.

Desde una perspectiva anterior a ellos, su obra no es estrictamente filosófica. Pero tampoco puede considerarse como meramente económica, teológica o historiográfica. Por el contrario, lo que comparten es una crítica radical a toda la filosofía anterior en su conjunto y a los límites propios del campo filosófico, mediante la producción de nuevos territorios para la reflexión.

Específicamente después de Marx, puede reconstruirse un cartografía completamente novedosa para los campos en los que se desarrollan las distintas formas que adquiere la práctica humana del saber. Consecuentemente, también son originariamente nuevas las posibilidades de desarrollo y expansión para cada una de ellas.

Uno de los aportes más significativos de Marx como filósofo es la intención de acercar el pensamiento hacia el hombre real, hacia el hombre de carne y hueso, hacia el hombre vivo.

En este sentido, es inevitable considerar la influencia que la filosofía de Feuerbach tuvo en Marx y todo lo que éste le debe al primero.

El giro fuerbachiano propone acercarse hacia el "hombre mismo" en la medida en que permite comprender a los individuos como parte de Dios, que ya no es considerado como una entidad trascendente sino como el conjunto del género humano.

Pero el acercamiento que Feuerbach propone entre la filosofía y el hombre real y concreto es tan sólo formal, en la medida en que no permite comprender la diferencia específica entre un burgués londinense del siglo XIX y un esclavo romano de los tiempos del César.

Ambos individuos no podrían ser iluminados por la mirada filosófica más que como componentes del género humano. Si bien esta perspectiva representa un cambio significativo con respecto a la mirada hegeliana, si bien Feuerbach inicia un "giro antropológico" en la filosofía, su acercamiento al hombre se queda en un plano abstracto en tanto no genera las condiciones para pensar al hombre de carne y hueso real, no aporta ningún instrumento específico y definido que nos permita delinear un mapa desde el cual situar al hombre corpóreo, activo y sensible en el mundo y desde allí considerarlo.

Éste es el punto nodal de la crítica de Marx. Feuerbach realiza una crítica que sólo apunta a producir una representación, una idea o un concepto que se ajuste a la realidad y que supere a las figuras idealizadas, a los fantasmas que dominan al hombre, que no son más que enajenaciones de la conciencia.

Pero Marx señala que para efectivizar la crítica, para realizarla, para que devenga cuerpo, carne, tierra, para producir una superación real de la enajenación religiosa, no se trata de conceptuar una representación adecuada.

La "representación falsa" acerca de lo real no es un problema teórico, para Marx, sino un problema práctico. La enajenación religiosa, por ejemplo, es un producto de las relaciones reales entre lo hombres reales. Por tanto, para realizar la crítica, son necesarios dos momentos de un mismo proceso: por un lado considerar las condiciones reales que producen esa enajenación en el plano de la conciencia, y simultáneamente transformar esas condiciones reales, mediante las praxis revolucionaria, considerada esta como actividad práctico-crítica.

La objetividad de un pensamiento es un problema práctico, propone Marx en las Tesis sobre Feuerbach. Este movimiento teórico nos pone en contacto con dos conceptos fundamentales para comprender a Marx en su originalidad y en su critica a Feuerbach: nos referimos a la actividad y al trabajo.

Es el concepto de actividad el que dinamiza la crítica marxiana a Feuerbach. Marx propone tanto en La ideología Alemana como en los Manuscritos parisinos que sus premisas y su punto de partida no consisten en una situación ideal o un concepto abstracto, sino en el hombre material y concreto, de carne y hueso.

En este sentido, el camino es inverso al de los jóvenes hegelianos: no busca descender del cielo de las ideas para llegar a los hombres terrenales sino que propone partir, directamente, de los hombres terrenales mismos. La inversión de la relación jerárquica entre cielo y tierra está impulsada por la noción de actividad, ya que son los hombres terrenales quienes producen el mundo de los cielos.

Queda evidenciado que el carácter material del hombre real no agota su ser: el hombre es un ser corporal inmediatamente activo. La mera pertenencia de los hombres al género humano no da cuenta de ningún carácter particular en tanto que existentes. Es mediante su actividad que producen sus medios de vida y su vida misma. Es, por tanto, la noción de actividad la que permite comprender al hombre en tanto que ser existente, ya que se lo concibe como un productor de su propia existencia.

La actividad es, para Marx, la forma fundamental del ser del hombre. Cualquier relación humana con el mundo debe comprenderse desde el punto de vista de la actividad que el hombre realiza. El hombre encarna esta dualidad naturalhumana, dualidad activo-pasiva.

El hombre está constituido por impulsos y energías vitales que se realizan en su exterioridad, en aquello que no es inmediatamente él. Se realiza en su relación con el mundo exterior.

Pero esta realización no debe comprenderse como un mero "exteriorizarse" de la subjetividad: la noción de actividad es una categoría que denota la relación misma entre el hombre y el mundo. No hay aprioridad del hombre con respecto al mundo ni viceversa. La actividad es la condición del hombre en la inmediatez de su relación con el mundo exterior.

La relacionalidad entre el mundo y el hombre, entre la naturaleza y lo humano, entre el sujeto y el objeto nos impide concebir tanto al hombre como a la naturaleza como entidades determinadas, dotadas de un carácter esencialmente prefijado. Tanto el hombre como su medio están en constante mutación, producto de la acción misma del hombre.

En este sentido hay que comprender lo que subrayamos como la intensión y extensión vital del concepto de trabajo. Marx no considera al trabajo como el componente esencial del hombre, pese a lo que puede leerse en algunos manuales de filosofía.

El trabajo es una forma determinada de la actividad humana. Es la actividad vital humana en la medida en que es la actividad que busca reproducir a la vida misma y, por tanto, en la medida en que es la actividad creadora de vida. La reducción del hombre a su condición de trabajador es una operación práctica y teórica que se desarrolla en el marco de la sociedad capitalista que Marx analiza y critica.

Del mismo modo, hay que comprender la dimensión económica como aquella que contiene el despliegue del concepto de trabajo y sus distintas determinaciones. Es, en este sentido, un registro vital y práctico, un ámbito del despliegue, reproducción y determinación de la vida humana.

Comprenderlo tan sólo como un mecanismo de interacción entre fuerzas productivas y relaciones de producción es concebirlo tan sólo en su forma más abstracta: si no se avanza en sus determinaciones concretas se oculta que la estructura económica es el territorio del desarrollo vital del hombre, como ser existente, de carne y hueso, situado, que modifica al mundo y a sí mismo con su praxis.

El territorio económico se alimenta y se desenvuelve por y sólo a través del trabajo humano mismo. Es una dimensión de la vida humana cuyo único contenido está dado por el flujo de la actividad humana misma, y cuya estructuración se constituye de cristalizaciones determinadas de ese flujo vital.

Esta perspectiva filosófica vital y práctica es la que permite actualizar el pensamiento de Marx, ya que si bien podemos apropiarnos de sus conclusiones, nos propone un modo de acercamiento para comprender al hombre en su existencia concreta, fundamental, práctica.

 

Cárdenes, Ramiro Ernesto

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