- ¿María, madre de Dios?
- Los evangelios contradicen la virginidad de María
- Los dogmas de la "inmaculada concepción" y de la "asunción de María"
¿María, madre de Dios?
La contradicción según la cual María fue madre del dios judeo-cristiano.
La jerarquía católica defiende que su dios es uno y trino, y que la trinidad de su divinidad está constituida por "Dios Padre", "Dios Hijo" y "Dios Espíritu Santo". Dice además que las tres "personas" divinas son iguales, en cuanto las tres son un solo dios, pero que a la vez son distintas. Este misterio, por definición, no hay quien lo entienda, ya que en realidad se trata de una nueva contradicción.
En estos momentos lo que se va a analizar es la doctrina según la cual María fue madre del dios cristiano en cuanto fue madre de la segunda persona de esa "divina trinidad".
En efecto, dicen los dirigentes católicos que María, hija de Joaquín y de Ana, fue madre de Jesús, el "Hijo de Dios", pero al mismo tiempo afirman que su dios -tanto el "Padre" como el "Hijo" y el "Espíritu Santo"- es eterno, lo cual implica que, si María no era eterna –y sabemos que no lo era-, el "Hijo" existió antes que la madre, lo cual resulta contradictorio con el propio concepto de madre, pues, en cuanto una madre genera una vida en un momento determinado del tiempo, en esa medida no tiene sentido afirmar que hubiera nacido después que su hijo.
Pero sucede además que la maternidad de María respecto al dios cristiano implicaría o bien la negación de la eternidad de ese dios o bien la afirmación de la eternidad de María, lo cual la excluiría del conjunto de los seres humanos, en cuanto todos tenemos carácter temporal.
En efecto, si el "Hijo de Dios" nació de María, después de que ésta quedase embarazada por una gracia del "Espíritu Santo", en tal caso parece evidente que el "Hijo" comenzó a existir hace alrededor de 2.000 años, que es cuando se supone que nació Jesús, el supuesto hijo del dios cristiano. Y, si alguien replicase que, aunque Jesús nació de María, de hecho ya existía eternamente y que María fue el instrumento del que el dios cristiano se sirvió para su "encarnación", en tal caso afirmar que María es la "madre de Dios" es una superchería que, aunque sirve para alimentar la fantasía del redil católico respecto a la idea de una madre humana de su dios, es contradictoria con la eternidad del propio Dios, eternidad no compartida por María.
De hecho en los evangelios no se concede a María ninguna importancia especial sino todo lo contrario, pero además en los primeros tiempos del Cristianismo ni siquiera se la tuvo en cuenta, hasta el punto de que son escasas las ocasiones en que aparece en los evangelios, mientras que en el resto de libros del Nuevo Testamento no se la vuelve a nombrar ni en una sola ocasión. Más adelante, cuando los dirigentes de la secta cristiana comprendieron que la presencia de diosas en otras religiones era un elemento positivo para su éxito en el proselitismo correspondiente, entendieron igualmente que la incorporación, si no de una divinidad femenina, al menos la de un sucedáneo de ella podía ayudarles para el éxito de su negocio, y, en consecuencia, decidieron incorporar a María como un fichaje esencial para enriquecer el elenco de iconos de su escaparate religioso, pues la idea de una "madre divina" tenía un atractivo especial, hasta el punto de que a lo largo de muchos siglos se ha ido incrementando la cantidad de cristianos y cristianas que siente una devoción particular por la "madre de Dios" en una proporción mucho mayor que la de quienes sienten una devoción similar por el propio Dios Padre o por Dios Espíritu Santo, a los cuales de manera sorprendente apenas hay iglesias dedicadas ni cristianos especialmente devotos.
Esta devoción a María se hace patente en sus diversas versiones más o menos milagreras relacionadas con los correspondientes santuarios e incluso con la variedad de nombres que se le dan según los lugares en que se la venere, lugares en que curiosa y sospechosamente, tratándose de la misma madre del dios cristiano, en unos santuarios parece mostrarse mucho más generosa que en otros a la hora de realizar sus "milagros", como si hubiese hecho un contrato especial con el clero de tales lugares, dejando caprichosamente a los restantes en el olvido. Los santuarios de tales lugares, como se ha dicho, se corresponden con diversas advocaciones a María, que han dado lugar a una extensa variedad de nombres de mujer[1]
Por ello mismo, el número de santuarios en los que se venera a una "madre de Dios milagrosa" es muy superior al de los lugares en que se venera y adora al propio Dios en espera de "sus milagros", veneración explicable a partir del antropomorfismo de considerar que a una madre se la puede camelar con mucha mayor facilidad que a un padre, especialmente si se trata del "Padre eterno", e incluso a partir del prejuicio según el cual María, como madre de Dios, puede interceder ante él para que conceda diversos favores que por sí mismo –y a pesar de su amor infinito- posiblemente no concedería.
Por otra parte, representa una enorme osadía por parte de quienes inventaron este tipo de religiones en las que un ser humano aparece como "madre de Dios" enaltecer hasta ese punto a un ser tan insignificante como cualquiera de nosotros, concediéndole el honor de ser madre de un ser en teoría tan infinitamente superior. Si imaginamos a una simple pulga y la considerásemos madre de una ballena, esa metáfora no reflejaría ni de lejos la distancia infinita existente entre la figura de María y la del supuesto dios judeo-cristiano. Además, mientras tanto las ballenas como las pulgas existen y en ese sentido podría haber alguna relación entre ambas especies –al menos evolutiva y genética-, no sucede lo mismo en el caso de Dios y de María, pues mientras María existió como madre de Jesús y de otros hombres y mujeres, es imposible que el supuesto dios cristiano exista por su carácter contradictorio, tal como se ha explicado a lo largo de este estudio.
Sin embargo, lo que sí tiene sentido –al margen de que sea verdad o no- es presentar a María como madre de Jesús, teniendo presente que Jesús –si existió- habría sido sólo un hombre, fiel seguidor de la religión de Israel, y no el llamado "hijo de Dios".
Los evangelios contradicen la virginidad de María
Los dirigentes de la iglesia católica proclaman que María fue siempre virgen, pasando por alto que en los evangelios se afirma que, después del nacimiento de Jesús, María tuvo cuatro hijos y varias hijas, que desde luego no fueron hijos del "Espíritu Santo".
El culto a María fue propagándose desde muy pronto y de ello han quedado muestras muy claras en la literatura, en la pintura y en la escultura de la antigüedad y de la Edad Media. No obstante, el dogma según el cual María fue la madre del dios cristiano se declaró en el concilio de Éfeso, en el año 431, mientras que el dogma de su virginidad –a pesar de haber tenido al menos siete hijos- se declaró alegremente en el concilio de Letrán en el año 649. Por otra parte, tuvo que llegar el año 1854 para que los católicos se enterasen por medio del papa Pío IX de que María fue llevada al cielo en cuerpo y alma después de su muerte. Y, recientemente, en 1950, Pío XII, añadió la nueva doctrina, tan satisfactoria como verdadera aunque aplicable a todo el mundo, de que María nació sin el pecado original que, según los dirigentes de la secta católica, todos heredamos como consecuencia del pecado de Adán y Eva.
La importancia de estos últimos dogmas, por absurdos que parezcan o sean, fue la de avivar la devoción de los católicos a María, hasta el punto de que muy posiblemente influyeron en la supuestas apariciones de María en Lourdes o en Fátima, lo cual propició la construcción de los respectivos santuarios a los que los católicos acuden a implorar milagros a María, generando en cualquier caso sustanciales ganancias a la secta católica, y el milagro del crecimiento económico de las áreas próximas a tales santuarios por la creación de comercios, restaurantes y hoteles para quienes las visitan con la esperanza de obtener la curación de alguna enfermedad.
La jerarquía católica proclamó la doctrina según la cual María, habiendo sido madre de Jesús, fue virgen "antes del parto, en el parto y después del parto"; es decir, que nunca mantuvo relaciones sexuales con su marido José ni con cualquier otro hombre, sino que dio a luz a Jesús como único hijo, por la acción milagrosa del "Espíritu Santo", a pesar de que en los evangelios se habla de otros cuatro hijos y de varias hijas, todos ellos hermanos de Jesús.
Parece lógico que un hecho tan excepcional como éste debiera haber quedado reflejado en los cuatro evangelios canónicos, y, sin embargo, sólo se menciona en los evangelios de Mateo y Lucas, pero no en los de Marcos y Juan. Además, son fre-cuentes las ocasiones en que se habla de los hermanos y hermanas de Jesús, y en Mateo se dice que José tuvo relaciones íntimas con María a partir del nacimiento de Jesús, a quien se nombra además como "hijo primogénito" de María, lo cual sólo tiene sentido a partir del supuesto implícito de que más adelante María tuviera más hijos, a los cuales, en efecto se nombra en diversas ocasiones. Este relato contradice evidentemente el dogma de la virginidad de María. En este sentido se dice en Mateo:
"Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito"[2].
Conviene recordar que el sentido bíblico de "conocer" es, en ocasiones como ésta, el de "tener relaciones sexuales", de manera que, cuando en Mateo se escribe "…pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito", no está diciendo que José se acostase con "una desconocida" sino que no tuvo relaciones sexuales con María hasta que nació Jesús. Y, en cuanto ser virgen o no serlo es equivalente a no haber tenido relaciones sexuales o a haberlas tenido, es evidente que, según Mateo, María dejó de ser virgen al menos a partir del nacimiento de Jesús.
Por otra parte además, los evangelios canónicos de la secta católica contradicen el dogma de la virginidad de María cuando afirman con absoluta claridad que Jesús tuvo varios hermanos (Santiago, José, Simón y Judas) y varias hermanas, cuyos nombres no se citan -lo cual es la norma, tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo-. En este sentido se dice en Mateo:
"¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llaman su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas entre nosotros?"[3].
Un pasaje similar a este se encuentra en Lucas, donde se insiste en la idea de que Jesús fue el "hijo primogénito" de María, pero no el único:
"Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito"[4].
Es decir, si se habla del hijo "primogénito" de María, eso sólo tiene sentido en cuanto se suponga que Jesús tuvo otro u otros hermanos menores que él. Este detalle tiene su importancia como réplica contra quienes pretenden que la palabra que aparece en éste y en otros textos traducida como "hermano" podría significar y haber sido utilizada simplemente como equivalente a "pariente" y no estrictamente como equivalente a "hermano", que es el significado claro con que se la utiliza.
Igualmente en el evangelio atribuido a Marcos hay pasajes similares a los atribuidos a Mateo y a Lucas, en los que se dice que Jesús tenía hermanos (Santiago, José, Simón y Judas) y hermanas, cuyos nombres tampoco en esta ocasión se mencio-nan[5]
Por su parte, en el evangelio de Juan se dice:
-"Después, Jesús bajó a Cafarnaúm, acompañado de su madre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos cuantos días"[6];
-" cuando ya estaba cerca la fiesta judía de las tiendas, sus hermanos le dijeron "[7]
-" más tarde, cuando sus hermanos se habían marchado ya a la fiesta, fue también Jesús, pero de incógnito "[8].
-"Sus hermanos hablaban así porque ni siquiera ellos creían en él"[9].
Por otra parte, resulta muy significativo que se diga que los hermanos de Jesús no creían en él, y resulta igualmente significativo que María, la madre de Jesús y de sus hermanos, no hubiera hablado a sus otros hijos de la aparición del arcángel Gabriel y de que Jesús era "Hijo de Dios", pues se trataba de un hecho extraordinario y nadie le había prohibido que hablase de él, de manera que, si María hubiera contado aquel admirable suceso a los hermanos de Jesús, éstos habrían podido creer en él. ¿Por qué María no contó a sus hijos tan extraordinario hecho? Por la sencilla razón de que nunca sucedió y fue sólo un invento los autores de Lucas y de Mateo, que ni siquiera los otros autores evangélicos incluyeron en su respectiva narración.
Además, el comportamiento de María, en las pocas ocasiones en que aparece a lo largo de los relatos evangélicos, es demasiado normal y rutinario, como si hubiera olvidado aquella fantástica y trascendental aparición del arcángel Gabriel y del mensaje que le transmitió o como si en realidad dicha aparición nunca se hubiera producido, pues realmente eso de que le digan a una que va a ser "madre de Dios" no es algo que suceda todos los días, de manera que tal manera de comportarse era igualmente sintomática de que las narraciones de Lucas y de Marcos fueron un evidente montaje de los creadores del cristianismo para reforzar los argumentos a favor de la doctrina de que Jesús era "Hijo de Dios".
Igualmente sucede a lo largo de los diversos evangelios, donde María apenas aparece y donde el mismo Jesús pasa de ella hasta el punto de llegar a la indiferencia según el pasaje antes citado, en el que se cuenta que, cuando María fue a visitarle, él respondió a los discípulos que le avisaron que su madre y sus hermanos eran quienes "escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica"[10], como si de algún modo les estuviera diciendo que el hecho de que su madre estuviera presente era irrelevante, como si ella no se encontrase entre tales personas.
Conviene observar, por otra parte, que en casi todos estos pasajes a la vez que se habla de los "hermanos" de Jesús se habla también de su madre, lo cual es muy significativo en contra de la tesis que interpreta que el término que hace referencia a "hermanos o parientes", se estaba empleando para hacer referencia a sus "primos" (parientes), pues es evidente que en este caso se refiere de forma clara a hermanos en sentido estricto, lo cual contradice claramente la doctrina católica según la cual María continuó siendo virgen después del parto. Además, como ya se ha podido ver, el evangelio de Mateo reconoce que María dejó de ser "virgen" al menos a partir del nacimiento de Jesús, que fue cuando comenzó a tener relaciones íntimas con José.
El evangelio donde se habla con mayor detalle de esta cuestión es el de Lucas, donde –como en muchas otras ocasiones y como sucede en las novelas en que el escritor, al igual que un dios omnisapiente conoce los pensamientos y vivencias de cada personaje- describe la escena como si hubiera sido testigo directo de ella. El pasaje dice así:
"Al sexto mes, envió Dios al arcángel Gabriel [ ] a una joven prometida a un hombre llamado José [ ] el nombre de la joven era María. El ángel entró donde estaba María y le dijo:
-Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo.
Al oír estas palabras ella se turbó y se preguntaba qué significaba tal saludo. El ángel le dijo:
-No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo [ ].
María dijo al ángel:
-¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?
El ángel le contestó:
-El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios"[11].
Por su parte, a diferencia del autor de Lucas, el de Mateo menciona este mismo suceso extraordinario sin darle apenas importancia y como si se tratase de un suceso sin especial importancia ni trascendencia. Quizá se inspiró en Lucas, pero, con cierto grado de escepticismo, simplemente quiso dejar constancia de lo que había leído en este otro autor o de lo que le había llegado por cualquier otro conducto. Y así, escribe:
"El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que había concebido por la acción del Espíritu Santo"[12].
Finalmente y de manera incomprensiblemente sospechosa respecto a la verdad de los pasajes de Lucas y de Mateo, en los evangelios de Marcos y de Juan no se cuenta absolutamente nada de este supuesto acontecimiento tan trascendental. Parece que los dirigentes de la secta católica no han dado importancia a la ausencia de referencias a ese portentoso milagro en Marcos y Juan, pero esta ausencia es muy significativa en el sentido de que quizá los autores de estos evangelios pudieron ser más escépticos respecto a tal "suceso" o incluso fueron conscientes de que se trataba de un montaje especialmente osado e increíble y tuvieron la cautela de no participar en dicha farsa.
El hecho de que el dios judeo-cristiano hubiese buscado una "virgen" para tener un hijo con ella -al margen del antropomorfismo que supone la pretensión de que un supuesto dios omnipotente hubiera querido encarnarse en un ser humano-, parece una implícita denigración de la sexualidad en cuanto sugiere que el hecho de que María hubiese mantenido relaciones sexuales con José la habría hecho menos digna y menos santa, y en cuanto implica igualmente que el hecho de ser "virgen" debía suponer un mérito especial frente al hecho de vivir de acuerdo con la satisfacción de su natural instinto sexual, consustancial a la naturaleza humana.
Por otra parte, en el pasaje de Lucas resulta llamativa la actitud del dios cristiano, pues, aunque comunica a María mediante el ángel Gabriel que va a tener un hijo suyo, no tiene la delicadeza de consultarle previamente si acepta tal honor, ni tiene miramientos con José a la hora de consultarle o comunicarle este mismo propósito a fin de que él decida si, en tales condiciones, seguirá deseando casarse con María o no.
Por lo que se refiere a tal denigración de la sexualidad, utilizando ese mismo criterio de bondad –tan alejado de lo natural- la jerarquía católica igualmente hubiera podido exaltar una mayor bondad o perfección de María afirmando que nunca comió ni bebió ni meó ni defecó a lo largo de toda su vida, de manera que sus órganos corporales relacionados con tales funciones vitales permanecieron "vírgenes", puros e incontaminados a lo largo de toda su vida. Pero del mismo modo que el comer, el beber, el mear o el defecar no tienen nada que ver con el etéreo concepto de "bondad", por lo mismo tampoco lo tiene la acción natural de follar, dando satisfacción al instinto sexual que supuestamente el propio dios cristiano habría implantado en el ser humano y en muchas otras especies, instinto gracias a cuya satisfacción la humanidad cumple además con especial dedicación y júbilo el mandato bíblico "creced y multiplicaos". De hecho en el Antiguo Testamento se aceptan como normales las relaciones sexuales –aunque no las homosexuales-, con excepciones como la de tenerlas con alguna de las mujeres que son propiedad del propio padre o con las hermanastras, tanto por parte de padre como de madre. En este sentido se dice:
-"No ofenderás a tu padre teniendo relaciones sexuales con otra mujer suya"[13].
-"No tendrás relaciones sexuales con tus hermanas por parte de padre"[14]
Esta norma implica evidentemente que sí era lícito mantener relaciones sexuales con muchas otras mujeres con tal que no fueran mujeres del padre o hermanas por parte de padre o de madre, según se dice en otro momento, por lo que era lícito tenerlas con cualquier otra mujer, pues parece que lo más importante en estas relaciones con una mujer era que no implicasen un atentado contra los derechos de su propietario. Recordemos que en el último mandamiento de Moisés, el noveno –pues no hay décimo, a pesar de lo que diga el Catecismo Católico[15]es no codiciar los bienes ajenos, entre los cuales se encuentran sus mujeres o su mujer como una pertenencia más.
Y, sin embargo, junto a esta permisividad sexual se da la prohibición de mantener relaciones sexuales durante el periodo de la menstruación de la mujer:
"No tendrás relaciones sexuales con una mujer durante su menstruación"[16].
Tiene interés observar que, en línea con el machismo bíblico tradicional, las diversas normas sexuales van dirigidas al varón, pero ninguna a la mujer, la cual es una propiedad que pasa de su padre a su marido -o que se convierte legalmente en concubina o en puta-. Finalmente conviene observar también que, al igual que en muchas otras ocasiones, en este terreno y según la apreciación de la Biblia, es la mujer la que actúa con engaños, como sucede con la suegra de Judá, que se hizo pasar por puta para acostarse con su yerno a fin de quedar embarazada de él. Y así, Judá le dijo a su suegra:
"-Deja que me acueste contigo.
Pues no sabía que era su suegra. Ella le preguntó:
-¿Qué me vas a dar por acostarme contigo?
Él respondió:
-Te enviaré un cabrito del rebaño"[17].
Y su suegra quedó embarazada, que es lo que ella quería.
En este pasaje tiene interés observar que no se da ninguna importancia al hecho de que uno se acueste con una puta, ni al oficio de puta, y que tampoco se da importancia ninguna a las relaciones sexuales entre suegra y yerno, ni a la mentira como medio para lograr tal objetivo por parte de la suegra.
Igualmente en Génesis se cuenta con la mayor naturalidad y sin asomo alguno de crítica cómo las dos hijas de Lot emborracharon a su padre para tener relaciones sexuales con él y así tener descendencia:
"La mayor le dijo a la menor:
-Nuestro padre se va haciendo viejo y no queda ya varón en la región que pueda unirse a nosotras, como hace todo el mundo. Ven, vamos a emborrachar a nuestro padre y nos acostaremos con él; así tendremos descendientes de nuestro padre.
Aquella misma noche emborracharon a su padre y la mayor se acostó con él, sin que él se diera cuenta ni al acostarse ni al levantarse ella.
Al día siguiente dijo la mayor a la menor:
-Anoche dormí yo con mi padre; vamos a emborracharlo también esta noche y te acuestas tú con él; así tendremos descendencia de nuestro padre.
Aquella noche emborracharon también a su padre y la menor se acostó con él, sin que se diera cuenta ni al acostarse ni al levantarse ella.
Así las dos hijas de Lot concibieron de su padre"[18].
Lo más increíble de este caso de incesto es que se diga que su padre no "se diera cuenta ni al acostarse ni al levantarse ella". Estas palabras parecen motivadas por el deseo de eximir al padre de cualquier responsabilidad por haberse acostado con sus hijas, de manera que, al haberlas dejado embarazadas, se montó la historia de que todo había sido consecuencia de una iniciativa de las hijas y que el padre ni siquiera llegó a enterarse de lo sucedido.
Otro caso curioso es el del propio Abraham, que se acostó con su esclava Agar porque su mujer Saray le invitó a que tuviera relaciones sexuales con su esclava, ya que ella no podía tener hijos:
"Saray, la mujer de Abrán, no le había dado hijos; pero tenía una esclava egipcia, llamada Agar. Y Saray dijo a Abrán:
-Mira, el Señor me ha hecho estéril; así que acuéstate con mi esclava, a ver si por medio de ella puedo tener hijos.
A Abrán le pareció bien la propuesta.
[ ] Saray tomó a Agar, su esclava egipcia, y se la dio por mujer a su marido Abrán. Él se acostó con Agar, y ella concibió, pero cuando se vio encinta, empezó a mirar con desprecio a su señora"[19].
Y del mismo modo sucede en el caso de Jacob en sus relaciones con sus mujeres Raquel y Lía, las cuales le dieron a Jacob sus respectivas esclavas para que las dejase embarazadas, considerando luego a los hijos de las esclavas como propios. En efecto, se dice en la Biblia que Raquel, no pudiendo tener hijos, dijo a Jacob:
"-Ahí tienes a mi criada Balá; únete a ella. Ella dará a luz sobre mis rodillas y así yo también tendré hijos por medio de ella"[20].
Y Balá tuvo dos hijos de Jacob. Pero, a pesar de tener ya descendencia, lo mismo le sucedió a Jacob con Lía, su otra mujer, que le dio a su criada Zilpá para que tuviera un hijo con ella[21]Más adelante Lía exclamó:
"-Dios me ha recompensado por haber dado mi criada a mi marido"[22].
En cualquier caso y teniendo en cuenta el tratamiento bíblico de la sexualidad, la doctrina de la "virginidad" de María es absurda y contradictoria además con la defensa que en otras ocasiones hacen los dirigentes católicos de lo natural, "lo que está de acuerdo con la naturaleza", y es también una forma de antropomorfismo en cuanto se considera que, para que Jesús pudiera ser considerado hijo de Dios, no podía ser hijo de un padre y de una madre humanos, de manera que el mismo Dios debía ser padre de Jesús, aunque su madre fuera humana.
Por otra parte, quienes escribieron los evangelios no tuvieron el menor reparo en contradecirse cuando, al tratar de demostrar la filiación divina de Jesús, lo hicieron remontándose en su genealogía por la línea paterna, es decir, aceptando que José fue el auténtico padre de Jesús, hasta llegar a Dios, lo cual implicaba una valoración natural y nada negativa de las relaciones sexuales entre María y José, es decir, de la sexualidad en general. Pero, si con el fin de lograr que el linaje de Jesús fuera exclusivamente divino y no un híbrido se llegó a considerar que el padre humano sobraba, en tal caso habrían podido darse cuenta de que tampoco era necesaria la figura de una madre humana, y de que Yahvé, creador del hombre, hubiera podido encarnarse directamente en un ser humano, habiendo nacido simplemente de sí mismo, pues su omnipotencia, que le había permitido crear a Adán, podía igualmente haberle permitido encarnarse directamente en un hombre. Sin embargo, parece que la mentalidad de aquella época, como consecuencia de su antropomorfismo, no alcanzó a imaginar esta posibilidad y por ello se consideró que Dios, para hacerse humano, debía nacer también de un ser humano, una mujer, pero además "virgen".
Otra posibilidad quizá más verosímil es que los primeros cristianos elaborasen la idea de que Jesús era hijo de Dios, pero, como tenía padre, madre y diversos hermanos, tuvieron que ampliar la historia, aceptando a María como madre de Jesús, pero introduciendo la doctrina de que el padre de Jesús no era José sino el "Espíritu Santo". De este modo la interpretación que defendió la divinidad de Jesús, considerando que era hijo de una "virgen" y del propio Dios, no implicaba una valoración especialmente negativa de la sexualidad sino sólo el deseo de presentar a esa "virgen" como ligada exclusivamente con la divinidad y no "contaminada" por haber tenido relaciones sexuales con otro ser humano.
De hecho, la idea de introducir a una "virgen" como madre de Dios no era nueva, sino que desde hacía ya muchos siglos había sido introducida en diversas religiones anteriores al cristianismo. Así sucede con Met-em-ua, que, según el mito, dio a luz a un faraón egipcio –que para los egipcios eran casi divinidades-; la virgen Neith dio a luz a Ra, dios del Sol; Isis dio a luz a Horus; la virgen Nana dio a luz al dios Attis; Zeus, dios supremo de la mitología griega, engendró a la diosa Atenea naciendo ésta de su cabeza.
Sin embargo y volviendo al tema de la virginidad de María, parece que los autores de los evangelios no fueron suficientemente astutos, pues, a pesar del pasaje en el que se habla de María siendo visitada por el arcángel Gabriel para comunicarle que concebiría por otra del "Espíritu Santo", posteriormente no supieron sacar partido a este portentoso acontecimiento, ya que, cuando escribieron acerca de las relaciones de María con Jesús, en lugar de seguir presentando a María como un ser excepcional, apenas le concedieron relevancia, quizá porque en realidad tampoco la tuvo en la vida real del Jesús adulto, hasta el punto de que, entre los escasos pasajes evangélicos en que se la nombra, hay algunos especialmente llamativos. En uno de ellos, correspondiente al evangelio de Mateo, Jesús muestra un comportamiento frío y despectivo hacia su madre cuando responde a quien le avisa de que fuera de la casa están su madre y sus hermanos:
"-¿Quién es mi madre, y quienes son mis hermanos?
Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:
-Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre"[23].
Cuando el autor de este pasaje escribe "señalando", está contraponiendo claramente a sus discípulos respecto a su madre, como si Jesús quisiera decir que sus discípulos sí cumplían la voluntad de su padre, mientras que de su madre o bien prefería no hablar o bien estaba negando de manera implícita que cumpliera la voluntad de su padre.
Otro pasaje que se encuentra en una línea similar al anterior es el siguiente:
"Cuando [Jesús] estaba diciendo esto, una mujer de entre la multitud dijo en voz alta:
-Dichoso el seno que te llevo y los pechos que te amamantaron.
Pero Jesús dijo:
-Más bien, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica"[24].
El comentario a este pasaje sería similar al del anterior: Son quienes escuchan y ponen en práctica la palabra de Dios quienes son –o serán- dichosos-, más que quien le llevó en su seno o le dio de mamar. Por lo tanto, de nuevo nos encontramos con unos comentarios que se parecen más a una crítica a su madre y a sus hermanos que a una alabanza.
En otros momentos, en pasajes de Mateo, Marcos y Lucas, puede observarse que, cuando Jesús está ya crucificado, aparecen en la escena varios personajes con quienes había tenido cierta relación, pero resulta sorprendente que ¡ninguno de ellos fuese su madre! En efecto, se dice en Mateo:
"Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo"[25].
Igualmente en Marcos se dice:
"También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé"[26].
Y finalmente, en Lucas se dice:
"Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas"[27].
Resulta ciertamente asombrosamente sospechoso que en ninguno de los llamados evangelios sinópticos se nombre a la propia madre de Jesús. Es asombroso y sospechoso porque, si esas otras mujeres sí estuvieron con él hasta el último momento, resulta incomprensible que su madre le hubiese dejado de lado, y más teniendo en cuenta que ella había sido la protagonista de aquella aparición en la que el ángel Gabriel le comunicaba que iba a tener el enorme privilegio de ser la madre del dios encarnado. ¿Cómo era posible que en estos momentos se despreocupase de la crucifixión y muerte de su divino hijo?
Es cierto, por otra parte, que en el evangelio de Juan sí se hace referencia a esta presencia de María y así se dice en él:
"Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena"[28].
Sin embargo hay que tener en cuenta que el evangelio de Juan se escribió hacia el año 100, por lo que su autor, por lo que se refiere a este pasaje, pudo haberse inspirado más en lo que le pareció lógico que en los datos que a través de la tradición pudieron haber llegado hasta él. Y así, a pesar de que en los anteriores evangelios no se mencionaba la presencia de María, la madre de Jesús, a Juan pudo parecerle inaceptable esta ausencia y la incluyó –así como las palabras que dirige a su madre y al apóstol Juan- como una manera más verosímil de presentar este pasaje tan especial, a pesar de que la ausencia de María en un momento como éste no resultaba tan incongruente con el resto de pasajes de los evangelios en los que la presencia de María es anecdótica y dando la impresión de que se había borrado de su memoria todo lo referente a aquella trascendental visita del ángel Gabriel.
Complementariamente pero igualmente significativo resulta que los cuatro evangelios narren la presencia de algunas mujeres en la tumba de Jesús el día de su resurrección y que ninguna de aquellas fuera, en ninguno de los evangelios, la de su propia madre. Así, se dice en Mateo:
"Al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro"[29];
igualmente, se dice en Marcos:
"María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especies aromáticas para ir a ungirle"[30];
también, en Lucas, se cuenta:
"El primer día de la semana […] vinieron al sepulcro [las mujeres que habían venido con él desde Galilea], trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas"[31];
y, finalmente, en el evangelio de Juan se omite cualquier referencia a la presencia de María, la madre de Jesús, en una ocasión como ésta, en la que sólo menciona la presencia de María Magdalena:
"El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro"[32].
Estas últimas referencias, tanto al momento de la crucifixión de Jesús como al de su supuesta resurrección, representan una confirmación de la escasa importancia que a lo largo de los evangelios se concede a María, la madre de Jesús. Por otra parte, de nuevo se confirma, comparando las contradicciones existentes entre los distintos evangelios, la falsedad de la supuesta inspiración de estos escritos por el "Espíritu Santo", no sólo por la inexistencia de ese supuesto espíritu sino por el carácter contradictorio de sus supuestos mensajes.
En definitiva, el dogma de la virginidad de María, proclamado en el Concilio de Letrán, en el año 649, no tiene nada que ver con la mentalidad ni con la intención de quienes escribieron los evangelios y, como en tantas otras ocasiones, se observa cómo los dirigentes católicos han realizado sus propias aportaciones e interpretaciones, no teniendo escrúpulos a la hora de corregir y contradecir en muchas ocasiones los textos indicados, según cuáles fueran sus intereses en los diversos momentos de la historia, los que les llevaron a ignorar o a interpretar como les dio la gana la serie de ocasiones en que los evangelios hacen referencia a los hermanos y hermanas de Jesús.
Los dogmas de la "inmaculada concepción" y de la "asunción de María"
Según los dirigentes de la secta católica, la infinita bondad divina habría determinado que María naciera sin pecado y que después de su muerte fuera llevada al cielo en cuerpo y alma, pero no fue lo "suficientemente infinita" como para que esas mismas gracias alcanzasen al resto de los mortales.
En efecto, después de más de dieciocho siglos de cristianismo, en el año 1.854 el papa Pío IX, jefe supremo de la secta católica, "se enteró" y en consecuencia declaró como dogma de fe la doctrina según la cual María, madre de Jesús, nació sin "pecado original", pecado con el que, según los dirigentes católicos, nacemos el resto de los mortales.
Y, por lo que se refiere al dogma de la "asunción de María" al cielo en cuerpo y alma, se trata de una doctrina todavía más reciente que la anterior, pues sólo desde el año 1.950 la jerarquía católica ha llegado a enterarse –no sabemos cómo- de este "dog-ma", según lo proclamó Pío XII, jefe de la secta católica, en aquel año.
En cuanto ambos dogmas son rechazables por idénticos motivos, critico en primer lugar el "dogma de la inmaculada concepción" para añadir al final un breve comentario respecto al "dogma de la asunción de María":
3.1. El dogma de la "inmaculada concepción"
En relación con el dogma de la "inmaculada concepción" hay que decir que se trata de una doctrina ingenuamente absurda, pues, si nacer con dicho pecado es un mal, si el amor de Dios a toda la humanidad es infinito y si su omnipotencia le permitió conceder a María nacer libre de tal pecado, esa misma omnipotencia y amor infinito debieron haberle bastado para conceder la misma gracia a toda la humanidad –al margen del absurdo intrínseco que representa el hecho de "nacer en pecado"-, en lugar de sacrificar en la cruz a su "Hijo" hecho hombre para conceder su perdón, como si no hubiese podido –o querido- conceder ese perdón sin necesidad de sacrificio alguno.
¿Tiene sentido considerar que el dios cristiano amaba a su madre de un modo "más infinito" que al resto de la humanidad, de forma que sólo pudo concederle a ella la "gracia" de nacer sin pecado? Pero, si la concesión de tal "gracia" era consecuencia del amor infinito del dios cristiano a María, madre de su Hijo, si el amor de ese dios al resto de la humanidad era también infinito y pudo librar a la María de nacer en pecado, entonces su poder y su amor hubieran podido extenderse al conjunto de la humanidad, permitiendo que ¡todos naciéramos sin pecado!
Alguien podría replicar a este argumento diciendo que el amor del dios cristiano a María era muy especial por tratarse de su madre. Pero, por muy especial que fuera ese amor, ¿tiene sentido la simple idea de que pueda haber un infinito mayor que otro por lo que se refiere al grado del supuesto amor divino a la humanidad? Y, suponiendo que lo tuviera, ¿acaso el infinito amor divino referido a la humanidad tendría un carácter tal que fuera insuficiente para conseguir el perdón del pecado original o el de cualquier otro? Conviene tener en cuenta además que ese dogma, ¡declarado hace menos de 200 años!, convierte todavía en más absurda la doctrina de "la Redención", según la cual el dios de los cristianos tuvo que hacerse hombre, padecer y morir en una cruz para conseguir el perdón para la humanidad de aquel supuesto "pecado original" con el que, en cualquier caso, nada tuvimos que ver.
Por ello y ante esta incoherente doctrina o ante el absurdo de que el dios cristiano sólo tuviese poder para efectuar una única excepción respecto a la herencia de tal pecado, surge la pregunta de ¿por qué durante casi dos mil años de existencia del cristianismo a nadie se le ocurrió la idea de considerar que María naciera con tal gracia especial? Y, si la noticia tenía tanto interés, ¿cómo fue que ni siquiera al dios católico se le ocurrió comunicarla a los millones de católicos que han vivido a lo largo de esos casi dos mil años desconociéndola?
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